11. Un momento especial
Ya no había marcha atrás, estaban más que decididos a la entrega completa en el placer. Se besaban, se tocaban y rozaban sus cuerpos entre sí con muchas ansias. Nunca se habían permitido llegar tan lejos por el miedo de que algo saliera mal.
Ese día en la ciudad luz la lluvia estaba cayendo con gran estrépito, ocultando con perfección todo el ruido que en esa pequeña habitación estaba surgiendo. La dulce azabache gemía suavemente antes las atenciones lascivas de su pareja, quien terminaba de retirarse la ropa.
El rubio la contempló, bajo él se encontraba la chica con la que había tenido su primera experiencia sexual. No era la primera vez que se estaban viendo completamente desnudos, pero los nervios seguían a flor de piel ya que avanzarían un poco más, junto, probando más de una cosa. Observaba como el tórax de la chica subía y baja, causando que sus pechos se movieran de a poco, su suave piel blanca, el sonrojo y las pequeñas marcas rojizas que había dejado sobre ella. Bajó su mirada, viendo la pequeña cintura y las caderas que no eran muy anchas, tenían una buena medida para ser alguien que era mestiza entre la raza europea y asiática. Continuó, ella había decidido depilar su intimidad para darle un mejor espectáculo a aquel del que estaba enamorada; incluso él había hecho algo similar para sorprenderla.
Colocó sus brazos a los costados del cuerpo femenino, bajó lo suficiente para unir sus labios con cuidado, poco a poco los abrió para dejar que sus lenguas se tocaran, jugando entre sí.
La joven podía sentir como el miembro erecto del ojiverde chocaba contra su entrepierna, en su monte de Venus. Estaba demasiado excitada, quería que entrara ya y estaba segura de usar un preservativo; lo había hablado unos días antes de que acordaran hacerlo en ese fin de semana, ninguno de los dos quería arriesgarse a cualquier posibilidad. Claro, no era como que creyeran que no fuesen vírgenes, pero un embarazo no era opción.
Marinette lo quería ya, así que sin dudarlo estiró la mano un poco para tomar uno de los paquetes platinados que habían comprado con toda la pena del mundo. Bueno, más bien ella había tenido que ir por ellos a la farmacia más cercana pues su novio no lo había conseguido con anterioridad. Aquel día, tragándose la pena, fue a pedirlos a una de las trabajadoras que amablemente se los proporcionó al pagar; al final descubrió que no fue tan penosos como se lo suponía.
Dejando esos recuerdos de lado, hizo un movimiento para que Adrien se quitara de encima, ella iba a colocarle el condón para dar inicio a ello. Él se hincó junto y sentándose para colocarlo, comenzó. Revisó que el empaque estuviera bien, lo abrió por uno de los costados y buscó el sentido correcto. Siguió al ponerlo sobre la cabeza del pene del chico que suspiró por ver como ella hacía todo como si fuese una experta, ver todo eso le estaba excitando también; apretando la punta lo fue desenrollando poco a poco, viendo como esa parte del cuerpo masculino era cubierta por una capa plástica tan ajustada.
Ambos estaban temblando y no era precisamente por el frío viento que comenzaba a colarse por los cristales del enorme ventanal de aquel cuarto.
– Te parece sí... – Intentó pronunciar el muchacho con pena junto a algunas mímicas.
– Va-vale...
Su novia comprendió y girándose se arrodilló para posteriormente colocar sus codos al mismo nivel de la cama. El rojo en su rostro se intensificó, estaba dejando su intimidad muy visible a su amante que parecía contemplarla con maravilla; la vista era muy diferente a lo que había visto con anterioridad, ahora podía notar todos los pliegues de su vulva, veía como unas gotas de lubricante natural salían de una pequeña abertura que se hacía grande y pequeña, seguro que esa era su vagina. Podía ver más arriba un pequeño botón arrugado que pertenecía al ano de la fémina.
Tomó con una de sus manos los glúteos de la chica, con la otra sujetaba con firmeza su miembro que estaba bastante erecto por lo que observaba. Con algo de miedo colocó la punta en la entrada. Respiró profundamente, soltando un fuerte suspiro.
– ¿Lista?
– Sabes que estoy más excitada que nerviosa.
– Esa es la chica que tanto amo.
Alejándose los miedos comenzó a empujar su falo dentro de ella con cuidado. Era un espacio pequeño hasta que el comenzara a hacer eso de él. Se detuvo a medio camino y notó que estaba teniendo ciertas facilidades por todo el placer que le había proporcionado con anterioridad, en su jugueteo previo, pero no quería ser brusco y herirla, debía tener un poco de paciencia aun cuando las sensaciones dentro fueran... Magníficas.
Ella se sintió un poco ansiosa porque él no se movía. Claro que sentía una cierta incomodidad en su sexo, no era un dolor que fuera completamente desagradable, es decir, le agradaba bastante.
– Muévete cuando te sientas... Ah...
El joven Agreste apenas le estaba dando las indicaciones, pero la ojiazul ya estaba haciendo sus caderas hacia atrás. El placer que sintió él fue intenso, así que no pudo evitar escapar un gemido grave que satisfago a su chica.
Ella fue la que comenzó a dar el ritmo de la penetración al moverse de adelante a atrás impulsándose con sus brazos que ahora estaban por completo contra el colchón. El espectáculo que tenía el héroe parisino era más que maravilloso: por la posición el trasero de ella se veía mucho más prominente, además de que ella estaba girando la cabeza, para ver sus reacciones, mientras su boca hacía una perfecta 'O' para dejar salir sus suaves gemidos.
Tragó un poco y tomándola de la cadera la ayudó a hacer las embestidas más fuertes, dejando que sus testículos se unieran al vaivén de tal forma que tocaban el clítoris hinchado de la chica, dándole más placer del que ya sentía.
La dulce chica franco-china estaba comenzando a dejar que la saliva saliera por tantos gemidos que no podía dejar de soltar, el placer que sentía a cuando se tocaba sola era muy diferente al que estaba obteniendo en ese instante. Tener dentro al chico del que llevaba tiempo enamorada era algo que nunca se hubiese imaginado, mucho menos a esa edad y en la habitación de él.
Adrien tenía la mente en blanco, sólo dejándose llevar por las sensaciones de su zona erógena. El hecho de tener el preservativo puesto disminuía un poco lo que sentía, pero conforme avanzaba no parecía ser una diferencia tan notoria, aunque siendo sinceros no podía tener un punto de comparación si solamente había alcanzado el orgasmo con su mano. ¡No importaba! Igualmente estaba a punto de llegar al clímax, por lo que apretó la cadera femenina.
Apenas unos movimientos más rápidos y fuertes le permitieron alcanzar un orgasmo, dando unas embestidas más pudo al fin eyacular. Pero a Marinette le falta un poco más, por lo que la chica siguió hasta que terminó en el punto más alto, dejando a un exhausto Adrien; él ya había terminado, estaba sensible, así que al sentir las contracciones del orgasmo de la joven sintió que desfallecía por tanto placer.
Gruñó por las fuertes sensaciones que poco o nada pudo soportar. Tomó su miembro por la base, junto al condón y salió de la muchacha con prisa. Sacó aquel producto de látex de sí, amarrándolo lo arrojó junto a su bóxer que estaba en el piso para echarse al lado de su pareja que ya reposaba. Besó el hombro de esa al tiempo que colocaba una sábana sobre ellos. Necesitarían descansar un poco si no querían que nadie notara esto.
– Esto fue... – La azabache giró para verlo de frente. – Diferente.
– Lo sé. – Respondió su novio con una sonrisa. – Nunca me hubiese imaginado que esto fuera tan placentero.
– Ni yo...
– ¿Te gustó cómo...?
– ¿Lo hiciste?
– Claro. – Afirmó besándolo suavemente. – Además, fuiste amable conmigo, aunque te apuesto que querías hacer todo más deprisa.
– No es así. Quería ir más despacio y disfrutar la hermosa vista que me dabas. Tu trasero, tu entrepierna, incluso tu rostro que mostraba lo excitada que estabas.
– ¡Adrien! – Estaba echa un tomate. – ¡No digas eso!
– Pero es verdad. – Respondió entre risas. – Toda tú es perfecta en todo momento.
Ocultó su rostro en el pecho del chico que comenzaba a marcarse por las rutinas de ejercicio que ahora habían cambiado, ya no sólo eran para que se mantuviera en un peso óptimo, sabía que se trataban de nuevas para obtener masa muscular. Adoraba a Gabriel Agreste por darle ese pedido a su hijo, ya que ella sería la primera en beneficiarse de ese cambio tan masculino que estaba teniendo.
Ahora que lo notaba, ambos estaban sudados y seguro más de una persona podría descubrir lo que estuvieron haciendo aquella tarde.
– ¿Pu-puedo ocupar tú ducha?
– Sabes que sí. – Respondió con una sonrisa. – ¿Quieres que nos bañemos juntos?
– N-no. ¡Así está bien!
Jaló la sábana que los cubría para salir de la cama, dejando a su novio desnudo. Desvió la mirada y recogió cada prenda propia que estaba regada por el piso, corrió al cuarto de baño y estando dentro arrojó la tela blanca fuera. El dueño de la habitación rio, se levantó a colocarse el bóxer y tomar lo que había arrojado la joven para volver a taparse.
– Eres un encanto, Marinette...
Continuará...
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¡Si! Al fin han tenido su primera vez mis pequeños <3 Espero que les agrade este relato que fue un poco más cortó de los demás ya que me salté todo el jugueteo previo porque no se me ocurría nada XD Lo que me interesaba ahora mismo era contar lo cómo fue su primera vez, de las cuales habrá muchas más, incluso con sus formas heróicas. ¡Los amo! Espero pronto traer un nuevo episodio :'3 ¡Buen día!
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