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Hombres extraños

Briguette tardó un buen rato en salir del cuarto de baño pero había conseguido limpiar toda la mancha. Sorprendida había encontrado un aparato para poder secar la ropa por lo que cuando salió, descalza, tenía el atuendo del rubio doblado bajo su brazo.

Vio al chico sentado en una elegante silla, con una pierna por encima de la otra, mirando unos papeles con su rostro serio como el hielo.
Esa actitud provocaba escalofríos en Briguette que se acercó a la cama, impresionada por los materiales de las sabanas, los acabados...Nada en comparación con lo que ella estaba acostumbrada.

Dejó las dos prendas perfectamente dobladas y se volteó hacia el chico que no se había despegado de sus papeles. Briguette hizo un mohin de enfado y se movió para poder salir de aquel lugar. 

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Marinette se había movido a la mesa de dulces y comida junto con Adrien. El rubio no podía dejar de mirarla, observaba cada pequeño movimiento que ella hiciera. Era curiosa, no solo no sabía bailar, prueba de ello eran los dolores en los pies de Adrien, si no que no se comportaba como una señorita. 
Su rostro estaba levemente maquillado, nada exagerado como las otras mujeres que él conocía. Su boca se curvaba en una sonrisa siempre y no tenía miedo en mostrar sus dientes, no como otras que se tapaban el rostro con un abanico o con la mano.

Sin duda era preciosa, a Adrien no se le habían pasado las miradas que algunos caballeros le daban a su acompañante, sobre todo a su pecho.

Mientras ella no miraba, el rubio se colocó de manera que no pudiera ser comida con la vista de los demás hombres.

-¿Por que servís este tipo de pastelillos?-Preguntó Marinette mirando el mismo tipo de dulce que su hermana Briguette había probado antes. Arrugó la boca y ese gesto a Adrien se le pareció muy tierno.

-¿Que tienen de malo? Son comprados por mi hermano...creo

Marinette señaló con un dedo.

-Al ser hechos con una harina de baja calidad la durabilidad del relleno no puede soportar. Aunque se hacen a primera hora de la mañana, ahora se sienten secos y sin sabor.

Adrien se quedó quieto, observando como su boca se movía y hablaba. Era increíble como hablaba, la seguridad en su voz, el pequeño movimiento de las comisuras de su boca...

¡Maldición, no podía dejar de ver sus labios¡

-¿Adrien? ¿Me escuchas?

Adrien volvió a la realidad al sentir como ella tiraba de su manga. 

-¿Si?

-Te decía-Dijo con un poco de enojo pero sin dejar su rostro sonriente-Que podríais contratarnos a nosotros como encargados de los dulces y el pan. 

-¿Haríais eso?

-Sería un honor poder colaborar con el palacio

Iban a cerrar el acuerdo cuando una Briguette apresurada apareció y tiró de Marinette.

-Nos vamos

Marinette se volteó y vio el miedo y la vergüenza en el rostro de su hermana. Nunca había visto a Briguette así y sintió como su hermana le apretaba los brazos.

-¿Que paso? ¿Brid?

-Tenemos....necesito que nos vayamos-Dijo y luego se dio cuenta de quien estaba al lado de su hermana y bajo la mirada.

Marinette observó sus pies y dio un jadeo ahogado-¿Que le pasó a tus pies?

-Una larga historia...

-Espera...-Dijo y se agachó para sacarse sus zapatos-Ten, te debe de doler los pies Brid

-Pero Marinette...

Adrien observaba en silencio pero decidió hablar cuando vio que la pequeña azabache quedaba descalza.

-¿Puedo ofreceros algún zapato? No debería ir ninguna dama sin ellos

Briguette se sorprendió por la acción del rubio, nada parecido a como había hablado el hermano mayor y ambas hermanas se sonrojaron cuando Adrien sonrió y extendió los brazos para tomar a Marinette como si de una princesa se tratase.

-No puedo dejar que tan preciados pies toquen el suelo-Dijo coqueto y empezó a caminar. Briguette lo siguió muerta de la vergüenza, pues de repente todo el salón parecía estar viéndolos fijamente. No era para menos.

-Adrien...no deberías...-Dijo una avergonzada Marinette. Sus manos estaban hechas puños en su pecho, no podía dejar de pensar que podía rozar la suave tela del atuendo del príncipe por lo que no se movía.

-Y tu deberías relajarte, pareces una tabla-Dijo risueño mientras recorrían distintos pasillos, alejándose del murmullo del baile. Briguette no podía dejar de pensar en que había recorrido el mismo camino para ir al cuarto del hermano mayor.

Deseaba y rezaba porque no apareciera de repente.

Adrien le pidió que abriera una de las puertas y Briguette lo hizo, encontrando una habitación muy bonita y masculina.Sin duda nada similar a la habitación de Félix. Era casi igual de grande y espaciosa, con paredes pintadas de verde y una cama amplia y negra. Tenía amplias ventanas y un par de sofás y muebles también negros. En una esquina había un gran armario y en la otra una pequeña biblioteca y un escritorio.  

La habitación de Adrien, sin duda.

Adrien pasó y ella se apresuró a cerrar la puerta, viendo como su hermana era dejada en la mullida cama.

Adrien fue hacia el armario y sacó unos sencillos zapatos negros de hombre. Algo vergonzoso se acercó de nuevo a las hermanas.

-Quizá te queden algo grandes pero podrás volver a casa sin problema

Marinette tomó los dos zapatos y sonrió de manera tan dulce que Adrien tuvo que buscar apoyo en uno de los sofás que había en la estancia mientras sus mejillas se coloreaban.

-Muchas gracias, es muy amable-Dijo Briguette, quien ayudó a calzar los zapatos a su hermana.

-Gracias Adrien-Musitó Marinette

-No hay problema-Consiguió decir el rubio-Solo....¿Como se rompió los zapatos...?

Briguette entendió que quería que le dijese su nombre-Soy Briguette

-Briguette

-Ambas somos muy torpes....lo sentimos

Adrien sabía que no estaba diciéndole realmente la verdad, pero prefirió callar. 


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