Capitulo 14. Mermelada de naranja.
Los progresos de la aleación de un día para otro sorprendieron a todos. La fuerza de la aleación era visible y superaba tranquilamente las pruebas que a sus compañeros resultaban complicadas de pasar.
Al poco tiempo se convocó un nuevo simulacro, al cual participarían todos los grupos.
Cuando estuvieron todos reunidos se dieron cuenta de la gravedad de la situación. No llegaban a veinte. El sexto nivel había desaparecido por completo. Del quinto restaban solo dos parejas. Del cuarto y el tercero afortunadamente faltaban solo un par de atacantes y defensores.
Durante ese simulacro los maestros lucharían contra los discípulos, que debían conseguir capturarlos. Los maestros anunciarían cuando un discípulo venía expulsado después de dejarlo fuera de juego.
El campo de batalla estaba delimitado por una cinta roja y abarcaba el pequeño bosque de cerezos, la cascada y los acantilados, por lo que el ejercicio adquiría dificultad por sí mismo.
Dieron la misión al grupo de primer nivel de capturar al maestro Helios, maestro del cuarto nivel.
En el último minuto Caolín informó a Auris y Beril de una misión adicional que no debían compartir con el resto del grupo. Deberían encontrar al Namak.
Comenzó el simulacro y Beril y Auris avanzaron en la misma dirección de su grupo, dirigido por Malaquio.
Beril ignoraba cómo conseguirían mantener en secreto la misión si debían llevarla a cabo. Por la expresión de Auris adivinó que tampoco ella lo sabía. Tampoco se hacía a la idea de cómo ellos podrían capturar al Namak.
- Beril y Auris, vosotros iréis por detrás de Helius. Quiero que todos los demás estéis delante para entretenerlo y lo confundáis a golpe de vara, sin atacar directamente. Entonces Auris y Beril llegarán por detrás y lo más rápidamente posible lo encadenáis y lo bloqueáis. ¿Todo claro?
- Clarísimo – contestaron todos.
- Yo creo que sería más fácil si nosotros estuviéramos delante, podríamos distraerlo más fácilmente. – dijo Auris.
Malaquio la miró desafiante.
- No te estoy consultando la estrategia, te estoy dando una orden Auris. Ahora estás por debajo de mí.
Todos se quedaron helados de la reacción de Malaquio. Beril quiso intervenir con voz suave.
- Perdona, pero ¿no es demasiada responsabilidad tener que coger nosotros solos a Helius? ¿Y si la aleación no funcionara? – dijo Beril.
- Hace mucho que controláis la aleación, pero precisamente por eso no os puedo poner delante. Si falla vuestra conexión estáis fuera en un segundo delante de Helius. En cambio, una cadena la sabéis hacer de cualquier forma. – dijo Malaquio enfadándose por momentos.
- Yo sigo pensando que es demasiada responsabilidad...
- ¡¡Estamos solo perdiendo tiempo Beril!! – intervino Aramen. – Dejad ya de discutir. Cada minuto es esencial.
Los demás asintieron y se comenzaron a alejar.
Beril miró a Auris.
- Si no estamos allí cuando lleguen... – comenzó.
- La pregunta es: ¿cuál de las dos misiones es la más importante?
- El Namak...
Se miraron en silencio con tristeza.
- Si fuera real los acabamos de mandar a morir... – dijo Beril serio.
- No si conseguimos estar de vuelta antes de que ellos nos necesiten. – respondió Auris - ¡Vamos!
Corrieron alejándose en dirección contraria.
Mientras avanzaban entre las rocas bajando por el desfiladero vieron decenas de pequeñas batallas. Procuraron esconderse para no interferir.
Llamaron la atención de uno de los maestros que fue a por ellos sin dudar un segundo. Era un maestro del segundo nivel.
Crearon la aleación. En un segundo estaban cubiertos de oro y esmeralda. El campo de fuerza se movía simultáneamente con ellos mismos, pero no era suficientemente resistente ante el elemento del maestro, que usaba una cadena metálica para golpearlos, haciéndolos caer continuamente y el campo se desvanecía por momentos o adquiría una predominancia de uno de los dos elementos. Era difícil mantener el equilibrio de los dos para crear una barrera que funcionara. A un cierto punto el maestro lanzó la cadena contra Auris, rodeando su fino cuello. El gesto de Auris se hizo tenso, los ojos se abrieron desmesuradamente y llevó las manos hacia el objeto que la atrapaba. El campo de fuerza desapareció por completo. Quedaron a merced del atacante. Auris había perdido el control.
Ni siquiera lo pensó. Sobre su mano apareció la lanza de doble punta que se había clavado una vez en el pecho de Auris. Avanzó con seguridad hacia el maestro quien había creado un campo que lo protegía. Lo golpeó con todas sus fuerzas y el campo cedió y la vara chocó también contra el cuerpo del maestro. El maestro acusó el golpe y dejó caer la cadena que saltó en mil pedazos liberando a Auris.
Comenzó a luchar contra él cuerpo a cuerpo, sin preocuparse por su campo de protección. El maestro emitió un silbido potente y otro de los maestros apareció de repente. Beril esquivó golpes, saltaba continuamente para evitar caer y retrocedía para llegar hasta Auris que se recomponía después del ataque recibido. Auris creó una barrera a tiempo para evitar una astilla de mineral que volaba hacia Beril. A su vez creó una cadena de oro que voló con furia en todas direcciones. Beril consiguió golpear a uno de ellos que cayó al suelo apenas una décima de segundo, que Auris aprovechó para cubrirlo con cadenas de oro.
En ese momento de detrás de las rocas apareció un grupo que saltó delante del otro maestro, distrayéndolo de su presencia.
Beril se dejó caer al borde del precipicio. Estaba exhausto y le temblaba todo el cuerpo. El enfrentamiento le había exigido toda su concentración y había agotado su fuerza física.
- Tienes el corazón a mil Beril... ¿te encuentras bien? – le preguntó Auris de pie a su lado.
- Si... pensaba que era un simulacro...le ha faltado un pelo para...
- Me habría soltado al desmayarme y me habría eliminado, no te preocupes. Es así como funciona. Son simulcaros pero aquí nadie se los toma a broma, Beril.
A Beril le parecía exagerado la forma de llevar al extremo el simulacro.
- Si no, no sería realista... – explicó Auris.
Se tumbó al lado de Beril y miró hacia el agua.
- ¡¡Beril!! ¡¡Mira!! – dijo señalando hacia abajo.
En un extremo del lago se encontraba Eilean. El agua de la cascada le caía sobre la cabeza, pegando su pelo contra la cara. Cabeceaba para respirar y escupía agua.
- Está...
- ¡Es él! ¡¡Se está ahogando!! – exclamó Auris.
- Creía que debíamos luchar contra él...- dijo Beril.
Auris se quitó la ropa mientras Beril hablaba y miraba hacia abajo.
- No estarás pensando...
Ella se dio media vuelta y miró a su compañero malhumorada.
- No es la primera vez que lo hago – le dijo irónicamente.
Ante la expresión de exasperación de Beril continuó:
- Tienes dos opciones: o vienes conmigo y me ayudas a salvar a mi padre o te quedas aquí mirando cómo lo hago sola. Lo hemos hecho ya, tù y yo.
Beril miró en dirección al Namak que se agitaba para respirar.
- Auris es solo un simulacro, a tu padre no le sucederá nada...bajemos por el sendero... – dijo poco convencido.
Miró de nuevo a Eilean. En ese momento pareció que perdía el conocimiento. Nadie corrió en su ayuda.
Vio como Auris saltaba sobre las puntas de sus pies como había hecho en la barca, poniendo los brazos en cruz, y un segundo después desapareció de su vista.
Beril saltó detrás de ella sin pensarlo dos veces.
Los recibió la dura superficie fría del agua. Salieron y respiraron profundamente.
El trayecto que debían recorrer parecía corto, pero sabían que no lo era, y que estaba lleno de corrientes que deberían superar. Eilean no se movía, tenían que darse prisa.
Se quitó dificultosamente la ropa mojada que le pesaba, perdiéndola en la profundidad del agua.
- Auris, nos turnaremos para no agotarnos. Yo haré el primer turno.
Ella asintió y se apoyó en sus hombros y él nadó lo más rápidamente posible. Al rato cambiaron. La experiencia de la otra vez les hacía saber hasta qué punto eran peligrosas las corrientes.
Por fortuna no tuvieron dificultades esta vez. El agua parecía tranquila.
Llegaron al otro lado y rodearon las afiladas rocas. Auris resbaló y cayó de nuevo al agua.
- ¡¡Estoy bien!! – dijo cuando vio que Beril se disponía a lanzarse a por ella.
Volvió a subir. Apoyaba malamente su pie derecho, pero no se quejaba.
- ¿Te has hecho daño? – la preguntó.
- Estoy bien, pero por esa parte la roca está cubierta de algas resbaladizas, ten cuidado.
Avanzó delante esta vez Beril. Tanteaba la roca con el pie antes de apoyar su peso. Auris ponía el pie donde el apenas lo quitaba para avanzar.
Llegaron hasta la superficie seca.
Auris corrió a liberar al padre. Se lanzaron al agua de nuevo bajo la cascada. Eilean estaba recubierto de un barro pegajoso hasta casi los hombros. Probaron a retirarlo, pero al hundir los dedos en el material frío éste los comenzaba a envolver, creciendo a su alrededor.
- ¡¡Auris!! ¡Sal de ahí! – le gritó.
Ella no lo oía, continuaba a excavar desesperada. Beril la agarró por detrás y la arrancó literalmente del fango que comenzaba a comérsela en contra de su voluntad.
- ¡Beril! ¡No respira! ¡¡Déjeme!! ¡Tengo que sacarlo! – gritaba y se debatía contra su compañero.
- ¡Basta Auris! No vas a conseguir sacarlo así, aquí hay algo más.
- ¡Suéltame! – dijo clavándole dolorosamente las uñas en los brazos mientras intentaba arrastrarla.
La soltó y ella alzó las manos en actitud de defensa.
Beril las miró en silencio y alzó las suyas despacio. Las puso a un centímetro de las de ella. La miró a los ojos antes de explicarle lo que pensaba.
- Podemos intentar crear una barrera entre el cuerpo de tu padre y el fango...
Auris entrelazó ambas manos con las suyas sonriendo. El agua la había empapado el pelo y los labios se le estaban tiñendo de azul por el frío. El corazón de Beril se encogió perfectamente consciente de que lucharía siempre por verla sonreír como acababa de hacerlo, al mismo tiempo que su contacto le quemaba.
Volvieron bajo la cascada. La fuerza del agua los golpeaba en la cabeza y les impedía respirar.
Teniendo cuidado de no tocar el material del que estaba recubierto Eilean lo rodearon cada uno desde un lado.
El campo de fuerza creció envolviéndolos a los tres. El agua cesó de cegarlos, salpicando todo alrededor de ellos sin tocarlos.
Se miraban a los ojos fijamente, pero con la mente dirigieron las pequeñas partículas doradas y verdes deslizándolas sobre la piel de Eilean, creando una película en movimiento continuo en torno a él.
El barro, sin el contacto del cuerpo de Eilean, empezó a ceder escurriendo y dejando a Eilean libre, quien cayó derrumbado al suelo.
- No aún. – susurró Beril al ver que las partículas de oro comenzaban a desaparecer.
Continuaron en la misma posición hasta que el barro cayó al suelo, inerte.
El polvo de oro y cristal verde lo envolvió por completo. Entonces el campo cesó y el agua cayó de nuevo sobre ellos. Auris se desplomó sobre Eilean, probando a arrastrarlo hacia fuera.
Beril los agarró a ambos y tiró de ellos hasta que cayeron juntos al agua.
Cuando consiguieron llegar a la superficie de rocas secas Auris apretó con fuerza el abdomen de su padre varias veces hasta que Eilean saltó en el propio sitio, tosiendo y escupiendo agua.
- Bien, bien, bien... – sonó a sus espaldas.
Caolín se alzaba ante ellos, con la cara deformada en una sonrisa maliciosa.
Lo comprendieron enseguida. No tenían que capturar a Eilean sino salvarlo y tendrían que luchar contra Caolín.
El suelo bajo sus pies se ablandaba a cada segundo. Eilean, tumbado en el suelo, comenzaba a hundirse de nuevo en una roca que cedía bajo su peso.
- ¡Beril! – le gritó Auris – ¡El suelo!
Comenzó a correr en dirección a Caolín seguido de Auris, pero era peor. A cada paso se hundían más y el suelo se les pegaba. Además, Eilean desaparecería antes de que consiguieran golpear a su maestro.
Intentaron retroceder para sacar a Eilean del agujero donde sofocaría de nuevo, pero cada vez les costaba más dar un solo paso.
Beril miró a Caolín. El viejo estaba recubierto de partículas de su elemento. Parecía esculpido en las rocas entre las que se movía. Las arrugas de su rostro se escondían como pliegues negros.
- No conseguiréis ni sacarlo a él ni llegar hasta mí... Ni salvaros vosotros. – reía complacido.
Auris lo llamó.
- Creemos un campo quizá funcione de nuevo.
Era difícil concentrarse con la angustia de la roca que lo apretaba e iniciaba a sumergirlos bajo tierra, pero llamó a su elemento con fuerza. El campo les sirvió de barrera y el barro comenzó a despegarse de ellos, como barrido por un agua verde y oro.
Esto les dio un respiro, pero no llegaban hasta Eilean, estaba algo alejado para concentrar tal cantidad de partículas en torno a él con la fuerza necesaria. Y a pesar de no tocarlos continuaban hundiéndose. Ahora más rápido aún.
Beril agarró a Auris, quien intentaba solo llegar hasta Caolín.
Echó una mirada a su alrededor. No había nada donde poder apoyarse donde Caolín no pudiera hacer que se hundieran... excepto en el agua.
- ¡Tenemos que llegar a la orilla!
Auris no le entendió al principio, ocupada como estaba en luchar para intentar liberarse.
Pero Beril no la soltó. En lugar de eso la cargó en brazos con fuerza, sacándola sin dificultad del fango, que escurría de su figura dorada. La lanzó en dirección a su padre. Auris deslizó sobre el suelo de mantequilla oscura antes de llegar hasta él, donde empezó a llamarlo mientras lo agitaba y miraba de reojo a Caolín.
Beril extendió sus brazos y se dejó caer hacia atrás, apoyándose sobre sus hombros y con el impulso de la caída consiguió levantar los pies enfangados dando la vuelta sobre sí mismo y se dejó rodar hasta donde estaban los otros dos.
Juntos sacaron a Eilean del agujero donde estaba ensillado, con la barrera con la que lo habían sacado minutos antes.
- ¡Al agua! – los indicó en voz baja.
Vio como Caolín lanzaba astillas de roca y las esquivó desviándolas con la lanza de doble punta. Mientras, Auris había ayudado a Eilean a lanzarse al agua y lo sostenía sobre su cuerpo, asegurándolo con un brazo que le atravesaba el pecho. Se arrojó al agua detrás de ellos y comenzaron a nadar en dirección a la playa, donde podrían pensar en empezar la huida.
Caolín continuaba a lanzar pequeñas astillas y Beril estaba ocupado en mandarlas en todas las direcciones y en mantenerse a flote mientras Auris nadaba fatigosamente hacia la playa con el peso de su padre.
En ese momento notó algo que lo agarraba por los pies.
Caolín reía. Auris lo llamó a sus espaldas. Sus gritos sonaban ahogados por el agua.
Sintió una punzada de miedo al ver cómo Caolín se acercaba. Sus pies parecían endurecer el barro cuando tocaban el suelo.
Entonces se le ocurrió. Le vino a la mente Ruten indicándole cómo crear la superficie del hospital en la isla derruida.
Con la afilada vara verde golpeó lo que le impedía mantenerse a flote, alcanzó la orilla en dos brazadas y clavó la lanza en el barro resbaladizo. Entonces alrededor de ésta la superficie se cubrió de verde y apoyándose en ella Beril se alzó sobre la superficie encarando a su maestro, al que había sorprendido por un momento.
Lucharon cuerpo a cuerpo. Caolín apenas se movía mientras evitaba los golpes y aprovechaba la fuerza de Beril en su propio beneficio.
- Parece que no hayas aprendido nada. – le dijo. – Desde que has llegado no has avanzado nada, solo has creado problemas.
Beril jadeaba mientras intentaba golpearlo con la vara, la daga y su propio cuerpo.
- Yo me preguntaría si de verdad estás en el lugar adecuado, no eres más que un fracaso.
Auris había conseguido llegar a la orilla opuesta con Eilean, donde había encontrado a un grupo que la estaba ayudando con el Namak. Miraban con curiosidad hacia la otra orilla donde Beril intentaba defenderse de Caolín.
Beril estaba llegando al límite de sus fuerzas cuando Auris llegó de nuevo hasta él, corriendo sobre la esmeralda reluciente. Entonces crearon un campo de fuerza único, denso, alejándose de Caolín. Una lluvia de flechas verdes cayó del cielo desde todas direcciones. Simultáneamente Auris lanzó una punta derecha al maestro que le atravesó la piel a la altura del hombro izquierdo. Caolín dejó traslucir un gesto de dolor una décima de segundo y retrocedió un par de pasos.
- Así es como asesinó a tu madre, ¿no?
En la mente de Beril apareció la escena que se repetía aún en sus pesadillas: la punta dorada volando rápidamente hasta el pecho de su madre que cubría el metal de rojo intenso.
Se giró hacia Auris y vio a la terrible mujer cubierta de oro que le devolvía la mirada con gesto duro. La mujer que había intentado detener tantas veces en sus sueños. Con un brillo de entendimiento lo miró.
- Beril no... – le susurró.
Pero en su cabeza escuchó su voz fría "ha sido ella misma la que ha elegido su destino...". El campo de fuerza había desaparecido. Caolín levantó la vara y golpeó la superficie de esmeralda rompiéndola como la superficie fina de hielo que se forma sobre un lago en invierno.
El barro los cubrió en menos de un segundo. Los engulló y los ahogó violentamente. Todo se volvió oscuro.
Beril se despertó al otro lado de la línea roja, en el campo delante de los acantilados. Miró a su alrededor. Auris se despertó también en ese momento, incorporándose con un grito y respiración jadeante como quien se despierta de una horrible pesadilla.
Recordó todo lo que había pasado y se llevó las manos a la cabeza. Se encontraban llenos de barro seco, ya inerte.
Auris pareció entender dónde estaba, lo vio a su lado y se levantó sin decir nada.
Delante de ellos los que habían superado la prueba reían contentos, relatando los detalles de los enfrentamientos entre ellos y algunos de los eliminados que ya se habían despertado.
No lejos de ellos vio a Malaquio y Amonina y a Rod y Opal. Aramen y Olivin se habían despertado, pero miraban cada uno en una dirección sin pronunciar palabra.
Cuando vio a Beril y a Auris despiertos, Aramen los saludó alegremente y se acercó a ellos.
- ¿Pero dónde os habíais metido? Os esperamos, ¡¡pero ahí no aparecía nadie!!
Había un ligero tono de reproche en su voz.
- Nos habían puesto una misión extra. – respondió Beril.
La señora Flora se acercó a ellos.
- ¿Todo bien muchachos? – les preguntó.
- Si gracias...lo bien que se puede estar cuando te han dado una paliza, creo. – respondió Beril, sacudiéndose trozos de barro de encima.
- Ya...tomad esto, veréis que mejora.
Les ofreció un tónico en un vaso a ambos. Auris se lo tomó rápidamente sin mirarlo siquiera. A Beril le costó algo más, jamás había probado algo que supiera tan amargo.
- Muy bien. Ahora a prepararse, en breve viene Eilean a comentar como habéis estado de lejos de cada una de vuestras misiones.
Auris se volvió hacia ella.
- ¿Está bien? – le preguntó con un poco de ansiedad en la voz.
- Si, claro, ¿por qué no iba a estarlo? – dijo Flora sonriendo. Y se alejó para ir a ver a otros de los que comenzaban a volver en sí.
- En serio, - decía Olivin – ¿dónde estábais?
- Según mi opinión se han estado revolcando vergonzosamente por el fango – dijo por detrás de ellos una voz burlona.
Rod vio la mirada amenazante de Auris y rio.
- Obviamente intentando camuflarse para un ataque, claro. – terminó, mirándola de arriba a abajo.
- Estábamos cumpliendo una misión secreta. – dijo, dándose cuenta de que antes de lanzarse al agua se había quedado prácticamente desnuda.
Aparecieron también Uvarovi, Amonina y Malaquio, este último estaba de tan mal humor como Auris.
- ¿Una misión secreta de quién? – preguntó. – Supuestamente debíais recibir órdenes únicamente por mi parte.
- Debíamos encontrar a Eilean. – terminó Beril.
Se callaron todos al oírlo.
- Eilean nunca entra en los simulacros, es el Namak.
- No debíamos luchar contra él, sino rescatarlo.
Estaban sorprendidos y no sabían qué decir. Al final Opal, que los escuchaba desde el suelo aún, preguntó.
- Y entonces, ¿qué os ha pasado? Porque parecéis salidos de un estercolero.
- Que nos han dado una buena paliza – zanjó Auris mirando a Beril con sonrisa amarga.
En ese momento apareció el Namak de Alasdain y todos se reunieron en torno a él.
Llevaba con él un cartel con las puntuaciones personales del simulacro que colgó en un poste sobre sus cabezas.
El grupo de primer nivel estaba en las últimas posiciones, en el fondo Beril y Auris.
Los maestros, que descansaban al otro lado de la línea se acercaron también situándose detrás de él.
Eilean llevaba una toalla sobre los hombros y el pelo mojado y alborotado, pero a diferencia de Auris y Beril, estaba limpio y relajado como si hubiera salido en ese momento del baño.
- ¡Mirad a Caolín! – susurró Aramen – ¡¡Está herido!!
Caolín llevaba el brazo izquierdo en un cabestrillo, y en el hombro desnudo se veía una venda ensangrentada.
- ¡¡No puede ser!! ¿Quién lo habrá herido así? – preguntó Olivin.
El Namak dio un par de palmadas y se hizo el silencio.
- Bueno...teniendo en cuenta el número disminuido de alumnos no ha sido el desastre que pensábamos. Habéis luchado con valentía y con empeño. Os lo agradezco a todos. Espero que continuéis aprendiendo de esta forma. Pasemos al detalle de las misiones.
Fue describiendo las misiones explicando las que habían fallado y la razón de ello, comentando posibles alternativas y resaltando dónde podían haberlo hecho de forma diferente.
Cuando llegó a la misión del grupo de primer nivel los observó un par de segundos y tras un suspiro comenzó a explicarlo.
- Se les había encomendado la misión de encadenar al maestro Helius. La organización no ha sido mala, pero el resultado desastroso. El equipo tenía un único planteamiento de la solución y puso la captura en manos de una única conexión, sin tener en cuenta que, en el caso de que estos hubieran tenido cualquier inconveniente, los demás quedaban a la deriva, sin organización y sin indicación. Y justo esto ha sido lo que ha sucedido. Al entender la situación estaban ya demasiado cansados y no solo no consiguieron cumplir el objetivo, sino que todos fueron eliminados. Ninguno del grupo consiguió escapar. Malaquio alzó la mano y Eilean le dio permiso para hablar.
- Quería resaltar que no es la única misión que ha sido encargada a los miembros de mi grupo, y que, manteniendo al oscuro al capitán del grupo habéis propiciado la dispersión.
- Es cierto – dijo seriamente el Namak. – Dos de vuestros miembros debían cumplir una misión extraordinaria. Beril y Auris son protagonistas de un fenómeno que no hemos conocido en nuestros días y del que solo tenemos algunas anotaciones antiguas. Queríamos someterlos a una prueba añadida. A un estrés para forzarlos más allá del límite. Debían recuperar a un miembro inconsciente e incapaz de luchar frente a un maestro poderoso que conociera sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Para ésto me presté voluntario para ser recuperado de las manos del maestro Caolín.
El grupo entero se volvió hacia los dos aprendices.
- Debo decir que nos sorprendieron muy hábilmente y sin pensarlo dos veces se mantuvieron unidos, sacrificándose el uno por el otro y sacrificándose por la misión. Uno de ellos cubrió el camino mientras el otro me entregó a otro grupo dando orden de ponerme a salvo y lejos de peligro, volviendo posteriormente en busca del compañero dejado atrás.
Hubo un murmullo general.
- Apuesto a que Auris entretuvo a Caolín con sus encantos mientras Beril se deshacía de la carga. – dijo Rod con sorna. El comentario le costó un buen coscorrón de Auris.
Eilean continuó hablando.
- Fueron creativos a la hora de usar sus elementos y atacaron con fuerza.
- Y ¿por qué somos los que tenemos la valoración más baja? – dijo Beril.
Caolín golpeó el suelo con su bastón, mirando con dureza a Beril por interrumpir al Namak.
- No obstante – dijo Eilean ignorando la interrupción – vuestra puntuación es la más baja porque estabais fuera de vosotros mismos. No mantuvisteis la calma en ningún momento y os dejasteis influenciar excesivamente por los sentimientos, sin seguir una estrategia lógica actuasteis sin coherencia, sin prudencia. En lugar de retroceder hacia la vía de escape continuasteis frente un adversario que no podíais derrotar solos y lo hicisteis por un sentimiento de prepotencia y orgullo mezclada con algo de venganza, que fue lo que impulso a Auris a lanzar una lanza directa al corazón del maestro Caolín, lo que está terminantemente prohibido durante los simulacros. Por fortuna la puntería de Auris no fue la habitual a la que nos tiene acostumbrados. Y, para terminar, Beril se dejó influenciar por el adversario, lo que no debe ocurrir nunca, y dejó desprotegida a su compañera, casi reaccionando contra ella... de nuevo. Beril, te advierto que si te vuelve a suceder cargarás con toda la ira de un Namak. Con esto la discusión queda zanjada sobre elevaros de nivel.
- ¡No es justo!! – gritó Malaquio.
El Namak lo observó un segundo antes de contestar.
- Malaquio, la rabia no te deja ver la mayor parte de las veces. Tu grupo ha sido elevado de nivel. Como ves supera los 200 puntos.
Auris pegó un salto.
- 90 puntos...entonces somos solo nosotros los que no hemos subido... – dijo con un hilo de voz.
Eilean los observó.
- Desde ahora yo seré vuestro nuevo maestro. – dijo.
Todos se volvieron a mirar a la pareja creada con la aleación. Auris se dejó caer a tierra, derrotada.
* * *
- Se rumorea que después de lo sucedido en el simulacro Caolín se negó a continuar enseñando a Auris. – le dijo Aramen. – Al fin y al cabo, tú no hiciste nada malo, pero ella apuñaló a su maestro.
Realizó un movimiento apuñalando a un hombre invisible.
- Eilean tiene razón, la dejé al descubierto.
- Ya...no es muy heroico eso... ¿por qué lo hiciste?
- Caolín parecía malvado de verdad...la tensión era muy fuerte...Eilean casi se asfixia, te lo prometo, pasó unos diez minutos sin respirar y nadie lo venía a ayudar. Se hundía en las rocas. Caolín es un rival espantoso...
- Algo de eso había oído, sí...
- Me hizo acordarme de mi madre cuando...cuando murió. La flecha de Auris volando...
Hubo un silencio espeso.
- Auris tiene un aspecto terrible cuando lucha...a la vez que terriblemente atractiva.
Lo había dicho para romper el momento de tensión y había funcionado. Aramen se echó a reír.
- Está claro que es cuestión de gustos... – dijo.
Beril también rio del comentario.
- Lo que me sorprende es que a partir de ahora nuestro maestro sea Eilean...él no tiene habilidades de lucha, ¿no?... ¿cómo va a enseñarnos?
Aramen lo miró serio.
- Sois un caso excepcional...en resumen: tú que llegas aquí porque Auris mata a tu madre, en una misión en la que muere todo el mundo os salváis solo vosotros... creáis una aleación... una conexión entre vosotros habría sido ya rara, pero... ¿una aleación?? Casi nunca visto... ¡¡¡y habéis probado a asesinaros mutuamente!!! De hecho, muchos creen que no es una buena decisión la de Eilean... muchos creen que tú terminarás vengándote por tu madre ... o que Auris acabará contigo antes.
Beril se había quedado con la boca abierta. No tenía idea de que la gente pensara eso sobre ellos.
- Lo siento... – dijo Aramen con cara de disculpa.
- Gracias por ser sincero conmigo. – le dijo.
Aramen se levantó de la hierba del jardín de Beril.
- Hora de ir a dormir... ¡¡Mañana hay entrenamiento!!
Lo acompañó a la puerta y se despidió de él. Cuando hubo salido se dio media vuelta.
- Quiero que sepas que yo no pienso...todo lo de antes... yo me fio de ti. – dijo. – Ciegamente.
Beril se sorprendió ante la solemnidad de la afirmación de Aramen.
- Gracias. – le dijo, asintiendo.
Se quedó apoyado en el quicio de la puerta, mirando cómo su amigo descendía.
El sol se estaba poniendo, colorando todo de dorado. Miró el árbol de la esquina de la hilera de casas. De sus ramas pendían naranjas que parecían maduras. Se acercó despacio hasta allí y recogió unas cuantas acumulándolas en la camiseta doblada. Recordó la mermelada de naranja de su madre y sintió una increíble nostalgia. En poco menos de un año su mundo entero había cambiado drásticamente.
Levantó la mirada hasta la casa de la esquina. A través de la ventana del piso superior se escapaba una cortina de mil colores que volaba ligera con el viento de la tarde. El muro iluminado por el poco sol que llegaba. Bajó el pequeño montículo cargado con las naranjas y se acercó a la puerta de Auris. Golpeó la puerta y pocos momentos después la puerta se abrió. En el vano Auris lo miraba con cara de pocos amigos.
- Tu madre dice que eres una buena cocinera...me preguntaba si sabes hacer mermelada de naranja.
Auris lo miraba con cara extrañada sin saber bien si entendía lo que estaba diciendo. Suspiró y miró de reojo hacia atrás.
- Beril...no es un buen momento...
- Mi madre la hacía siempre cuando no me sentía muy animado...yo creo que sería un buen momento para prepararla – la sonrió tímidamente.
Por detrás de Auris vio entrar desde el jardín a un chico alto y moreno. Era Ax, el chico del tercer nivel que había conocido meses atrás, en la fiesta de aniversario de Alasdain, y que hoy había pasado a ser del cuarto nivel. Ante lo inesperado de la aparición se le cayeron torpemente algunas naranjas al suelo.
- No importa Auris. – dijo Ax, agachándose a recogerlas, posándolas sobre las otras que llevaba – Lo hablamos en otro momento, ¿vale? Encantado de verte de nuevo Beril.
Y pasando besó fugazmente a Auris en la boca, sin darle tiempo siquiera a reaccionar.
Auris miraba hacia abajo con las mejillas encendidas. Beril evitó decir nada, pasó junto a ella y depositó las naranjas en la encimera de la cocina.
- ¿Has cenado? – preguntó ella suspirando.
- Aún no...
- Podemos hacer la primera cena de grupo...tú y yo. – dijo sarcásticamente, pero lo miró y lo sonrió algo tristemente.
Sacó un delantal de un cajón y se lo puso sobre la ropa que llevaba, unos pantalones no muy nuevos y una amplia camiseta demasiado corta. Curiosamente, la ropa holgada la hacía parecer descuidadamente atractiva.
- Ven, - dijo cogiendo parte de las naranjas y metiéndolas en un recipiente que llenaba con agua fresca.
Las lavaron y cortaron en finas rodajas sin decir nada, ella las cubrió de azúcar y unas gotas de limón. Después las puso al fuego suavemente.
Sacó de la nevera dos cervezas frías y las abrió, ofreciendo una a Beril quien la cogió mirándola dirigirse al jardín.
- No creerías que eres el único que bebe cerveza en el jardín... – dijo sonriéndole.
Salió detrás de ella y vio cómo se tumbaba en el suelo, como solía hacer él con Aramen.
- ¿Como sabes...?
Señaló el muro del jardín.
- Yo estaba aquí antes que tú, ¿recuerdas? Además, eres un vecino muy poco discreto...y hablas muy alto. Se te escucha todo aun sin quererlo.
Beril se quedó paralizado pensando en todas las conversaciones privadas que ella habría escuchado provenientes del otro lado del muro.
- Si. Eres un fastidio. – dijo riendo mientras imaginaba el hilo de sus pensamientos.
- ¿Has estado espiándome?
Ella se puso seria de nuevo y le fijó la mirada.
- No lo necesito. Puedo notar tu corazón cuando late a más de un kilómetro de distancia. Me resuena en los oídos desde el día que te dejé parte de mi elemento al herirte con la lanza. Te noto llegar, noto cuando no estas en casa. Siento cuando se te acelera el corazón y cuando se te ralentiza, o cuando algo te asusta o te pone nervioso... como ahora. – sonrió de nuevo – A veces ni siquiera consigo dormir si tienes una pesadilla... así que no, no me hace falta espiarte.
Beril se sintió intimidado ante aquella declaración. Él también había notado que podía notar el corazón de Auris, sobre todo cuando llamaba a su elemento. Lo notaba palpitar en el interior del pecho de ella.
Ella se levantó y fue hasta el muro.
- No pensaba decírtelo – rio – pero bueno... creo que llegados a este punto es mejor ser totalmente sinceros...
- También yo lo noto... tu corazón digo... aunque creo que mucho menos... – confesó.
- Me lo imaginaba...
Estuvieron en silencio un momento. Beril se tumbó en la hierba mirando el reflejo de la luna sobre la cúpula.
- La luz de la luna me recuerda a Argentis. – dijo sin pensarlo.
- Ya... la dulce Argentis...
La miró extrañado.
- Ella te llamaba así a ti... la dulce Auris.
- ¿Sí? – preguntó riendo.
Suspiró.
- Mi pequeña hermana...
Beril vio como le escapaba una lágrima solitaria y silenciosa.
- Bajo la luna eres idéntica a ella.
Se miraron en silencio.
- ¿Por qué me has mirado así en el simulacro Beril? ¿Por qué me sigues odiando?
- Yo no te odio... – dijo dándose cuenta de no sonar muy convencido. – Es solo que creo tener sentimientos muy contradictorios respecto a ti. Y todos son muy intensos.
A ella se le escapó una sonrisa que disimuló incorporándose rápidamente y se dirigió con paso ligero a la cocina.
- ¡¡Hora de cenar!!
Sacó del horno un salmón cubierto de especias. Beril puso entre tanto la mesa. Cuando se sentaron a cenar Beril pudo comprobar que la madre de Auris no exageraba en cuanto a las dotes culinarias de su hija.
- Esta muy bueno, gracias por invitarme esta noche.
Ella hizo gesto de restarle importancia.
Observó la fuente, había preparado demasiado para una persona sola.
- ¿Ibas a cenar con Ax? Siento haber interrumpido... lo que sea que he interrumpido.
Auris tragó pesadamente y sacudió la cabeza.
- No era importante. – dijo.
Beril esperó a que le dijera algo más, pero Auris no continuó.
- ¿Es de tu anterior grupo? – preguntó.
Ella pareció molesta de que la conversación no hubiera acabado con su sentencia.
- Em... si... Ax es un amigo...de hace mucho tiempo...
- Fue él a quien entregaste Eilean en el simulacro, ¿verdad?
- Si...
- Es especial para ti. Te fías de él.
Auris le sirvió vino blanco en una copa alta y después se sirvió ella misma, alzando la copa en actitud de hacer un brindis.
- Me fio de todos los espíritus elementales. – dijo.
Beril acercó su copa a la de ella y el cristal emitió un sonido vibrante en el silencio.
- Antes dijiste que serías sincera...
Ella lo miró por un segundo justo antes de darse por vencida. Agachó los hombros al hablar.
- Como te he dicho, hace mucho tiempo que lo conozco, como a Aramen... – dejó la copa en la mesa antes de continuar. – Solo que Ax siempre fue muy... insistente, siempre quería estar conmigo. Cuando fuimos creciendo eso se convirtió en un sentimiento algo más fuerte...y cuando entramos en el mismo grupo él pensó que...
- Que tendríais una conexión.
- Si...solo que entonces no funcionó...y él pensó que yo lo impedía porque estaba enamorada de Ruten.
- ¿Y era verdad? – preguntó Beril.
- Que creía estar enamorada de Ruten sí...pero impedir una conexión...no habría conseguido después la conexión con Platio...es absurdo. Lo sabes que no funciona así.
- Ya... ¿y entonces?
- Entonces nada...nos alejamos por un tiempo...
- ¿Por un tiempo?
- Si...luego él entendió que no tenía razón y todo volvió a la normalidad, más o menos.
- Y debía cenar contigo hoy porque... - la animó a continuar.
Auris sonrió un poco avergonzada.
- Pasó a ver si estaba bien...y me pilló en un mal momento...no quería estar sola, y a veces es reconfortante que alguien te cuide... alguien con el que no tienes nada que demostrar...
- Y él te hizo el favor de quedarse... – dijo sin poder evitar una sonrisa divertida.
Ella se fingió ofendida, pero rio despreocupadamente.
- ¿De verdad piensas que tengo un aspecto terrible cuando lucho?
Beril se avergonzó de haberlo dicho, pero lo pensaba de verdad.
- Bueno, es normal que a mí me lo parezca...
- ¿Por qué? – se extrañó ella.
- La primera vez que te vi tenías un aspecto sobrenatural, y lo que pasó luego...
- Vaya, pues no hubiera creído darte miedo ni siquiera aquel día. Si hubieras visto con qué furia me arrinconaste, sin tener siquiera un arma.
- Ya, pero te recuerdo donde acabó todo eso – dijo Beril.
Sonrió tristemente apartando la mirada.
- Pues tú no tienes un aspecto mucho mejor en tu elemento. - dijo ella, cambiando el rumbo de la conversación - Te brillan los ojos con chispas verdes y tu expresión es de ultratumba. – dijo con gesto divertido. – Darías miedo a cualquiera.
- ¿A ti? Perdona que me cueste creerlo. - rio él.
- ¡Eso es porque no te has visto!
- No, pero si he visto el dibujo que le hiciste a Argentis...
Auris se quedó muda. Para disimular la sorpresa sonrió y se levantó de la mesa en dirección a la cocina de nuevo. Beril fue tras ella para ver como la mermelada de naranja seguía haciendo chop chop desde hacía ya una hora larga. El tiempo pasaba rápidamente en su compañía.
La movió lentamente con una cuchara de madera.
- Tiene buen aspecto. – dijo Beril.
- ¿La hacia tu madre?
- Teníamos naranjos en el jardín que se llenaban tanto que las ramas se inclinaban, como invitándote a cogerlas. Mi madre las regalaba, con el resto hacia mermelada, tartas y bizcochos de naranja...Siempre nos traía cosas...pero es que Ferin no era una gran cocinera.
Esto sorprendió a Auris.
- Ah ¿no? Me había hecho a la idea de que...
- No, no era perfecta...
Auris se giró hacia él para mirarlo a los ojos.
- ¡Tengo una idea! – dijo.
Paso por detrás de Beril y sacó un plato de postre y dos cucharas pequeñas. Abriendo armarios encontró unas galletas que desmenuzó en trozos grandes. Mezcló en un pequeño recipiente la yema de un huevo, una crema de queso y unas gotas de nata fresca durante unos segundos y lo dejó caer sobre los trozos de galleta. Sobre esta mezcla colocó una montañita de la mermelada de naranja que seguía cociendo.
- ¡¡Listo!! – dijo colocando dos cucharas en el plato y ofreciéndoselo mientras se acercaba a la mesa.
Beril la miró sorprendido de nuevo. Se llevó la cuchara a la boca y emitió un gruñido.
- Creo que deberías dedicarte a esto – decía. Ante la mirada venenosa que le lanzó Auris rio y continuó diciendo – ¡¡tienes un aspecto mucho más humano!!
- Pero menos atractiva... – dijo guiñando un ojo y sonriendo.
Beril recordaba perfectamente la conversación de antes, y sentía mucho que Auris hubiera escuchado algunas de las conversaciones que había tenido con los demás en su jardín.
Continuó comiendo el postre improvisado de Auris mirando el plato. Ella también robaba de vez en cuando una cucharada.
- Quiero que sepas que lo comprendo. – le dijo ella en voz baja al cabo de un rato.
- ¿El que? - dijo levantando la mirada.
- Que no me puedas ver de esa forma...me parece bien, no tiene por qué haber nada entre nosotros, por mucho que los demás crean una cosa o la otra. Yo tampoco te veo de esa forma...
El corazón le saltó en el pecho. Lo peor era saber que ella se daba perfecta cuenta de ello.
Beril se levantó y acercando a ella la mano derecha la apoyó contra el corazón de ella, que parecía los cascos de un caballo a pleno galope. Entonces se inclinó sobre ella hasta que su boca quedó cerca de su oído.
- A mí no puedes mentirme, Auris.
Su olor fresco y afrutado lo mareaba y su presencia le inundaba los sentidos. La besó en el nacimiento de la mandíbula y se separó de ella.
- Gracias por la cena, estaba todo buenísimo, sobre todo el postre.
La sonrió sinceramente, pero ella mantenía los ojos clavados en el suelo, evidentemente sin saber cómo reaccionar ante lo que acababa de ocurrir.
- Buenas noches, nos vemos mañana.
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