Veintiocho
Narra Laura.
—Ayer te salvaste, pero ahora no. Me dices.
La línea se quedó en silencio por varios segundos casi eternos, hasta que la escuché soltar un jadeo doloroso.
—Él es tan… Laura ¿Cómo te explico? Es… es precioso, educado, elocuente…
—Vale —la interrumpí sorprendida—, has usado la palabra precioso y elocuente en una misma persona, cuando, según tú, una persona preciosa no podía ser elocuente, porque…
—Porque todo el trabajo de Dios se quedó en su belleza y se olvidó del cerebro —completó rápido y fastidiada—. ¡Ya sé! Por eso es que él es tan… agh, me encanta el muy maldito.
—¿Pero…?
Inquirí a sabiendas de que eso es lo que vendría.
—Pero es demasiado educado —la escuché suspirar derrotada—. ¿Cuando quiera que me ahorque, me agarre del pelo y me bese los labios en lugar de la boca? ¿Te imaginas que me pida permiso? Sería lindo, pero…
—No entendí nada de lo que dijiste —hice una pausa al recordar el apretón en el cuello y el jalón de cabello que me dio Oliver. Mis mejillas estaban rojas de solo pensar en eso—, pero ahora puedo imaginar que es algo sexual… así que… ¿Cómo sabes qué hará si no le das la oportunidad de demostrártelo?
Ella empezó a carcajearse.
—Nunca pensé que viviría para este momento… Laura Rodríguez dando el exclusivo consejo de follar con alguien —uno intentaba decir algo coherente y le salen con eso—. Ay amiga, te amo.
—Sí, sí. Ahora, debo hacer el pago al taxi, te amo. Dale una oportunidad a Sebas, es buen chico, creo.
—No por mucho. Disfruta y folla hasta que tenga que ir por ti en…
Le corté antes de que terminara. Ya me encontraba lo suficientemente sonrojada y nerviosa como para que Lucero me saliera con otra cosa más.
Hice el pago correspondiente a la taxista y minutos después el auto se detuvo frente a la hermosa casa de Oliver, alias señor sexo.
Respiré tan profundo que, creo, sentí mis pulmones estirarse. La conductora me miraba con una ceja enarcada ya que no me movía, ella seguramente estaba pensando en todos los clientes que había perdido en esos mínimos cinco minutos en los que me quedé mirando la casa y apretujando mis manos sin atreverme a más nada. Hasta que la puerta de la casa se abrió, y un Oliver en pijamas salió con una sonrisa divertida plasmada en sus hermosos labios.
—¡Vomitona, creo que vamos a tener que pagar dos viajes si sigues ahí!
La vergüenza me retorció todas las tripas, aunque debía admitir que las tripas se me movían debido a los nervios; incluso tenía un dolor de barriga terrible, combinado con un vacío casi infinito, a pesar de que esta vez sí había desayunado.
Uno de mis mayores miedos a partir de hoy, era tener que pedirle a Oliver su baño prestado para hacer del dos.
—¿No quieres quedarte aquí, cariño? —miré a la señora— Si ese chico te está obligando a algo, yo piso chola y nos vamos volando, eh.
Yo negué con los ojos abiertos por aquella idea.
—No, no, no —negué repetidas veces, luego me acerqué, metiendo mi cuerpo entre los asientos delanteros y susurré:—. Es que él me gusta y estoy demasiado nerviosa.
—Aaah —asintió en comprensión. Miró a Oliver desde su posición y sonrió—. Es bastante guapo, si tuviera la edad de ustedes ya estaríamos en el baño follando.
—Sí —fue lo único que pude murmurar, casi ahogada de la impresión.
¿Es que todo el mundo era tan liberal?
—¿Y qué haces aquí? Vaya con ese muchacho bien bello, vaya.
Asentí y dándole una sonrisa agradecida, bajé del auto.
Mis pasos torpes no se hicieron esperar, de forma vergonzosa me tropecé con mis pies y casi caigo, casi, porque logré mantenerme estable.
Gracias a Dios.
—¿Vestido? —inquirió señalando mi vestido veraniego.
—¿Qué tiene? —logré preguntar.
Al estar frente a él, gracias a Dios no tuve que dar el primer paso, porque lo hubiese besado en la mejilla. Oliver se acercó y besó mis labios suavemente, más como un “me alegra que hayas venido” que algo como “quiero comerte”.
Yo quería que me comiera.
—¿De qué color son tus bragas?
Mis mejillas se pusieron rojas inmediatamente al escuchar su pregunta y casi me atraganto.
—¿Qué…? —¿Íbamos a tener sexo hoy?
—Es solo una pregunta, dime —insistió.
—Negras…
Él sonrió divertido y me rodeó con sus brazos.
—Me parece que tu subconsciente se prepara para un entierro sin tu autorización —comentó en mi oído, haciéndome cosquillas con su aliento.
—¿Entierro? —tragué grueso a la vez que correspondía a su abrazo— Mi vestido es rosado.
Sentí el vibrar de su risa en mi pecho. Todo sería genial si se riera conmigo, pero se estaba riendo de mí.
—No me refiero a esa clase de entierro —murmuró bajito, erizándome completamente.
Oh Dios mío, él estaba hablando de…
—Ay, por Dios —murmuré avergonzada.
—Ven, pasa. Quiero que escuches una canción.
Me tomó la mano y me guio hasta la casa. Desde hace una semana nos habíamos enviado mensajes e incluso llamado, pero no nos pudimos ver ni una sola vez porque se había retrasado en el trabajo y en sus estudios de posgrado debido a Andrómeda y Susana. Esta última quería pasar mucho tiempo con la niña y como Oliver todavía no confiaba en ella, siempre tenía que estar presente. Muchas veces era Sebastián quien las acompañaba, pero él también tenía muchos estudios y se le hacía complicado los días de semana, así que le tocaba.
Hoy era sábado, por lo que ambos estábamos libres y Andrómeda estaba con su abuela paterna, así que estábamos solos. En su casa. Yo con un vestido. Yo con encaje negro como bragas.
Me sentía avergonzada al pensar en eso. Ni siquiera fue a propósito.
—Esta música es increíble. Ya verás.
Caminamos hasta la sala y él me invitó a tomar asiento mientras sacaba su celular y lo conectaba a un pequeño equipo de sonido puesto en una repisa de madera. Luego de varios segundos alguien empezó a cantar.
Laura no está
Laura se fue
Laura se escapa de mi vida.
Y tú que sí estás, preguntas
¿por qué la amo a pesar de las heridas?
Desde que el cantante había pronunciado mi nombre, no había dejado de sonreír, pero mi sonrisa se amplió y mis ojos se cristalizaron cuando Oliver comenzó a cantar y a moverse al ritmo de la música.
Lo ocupa todo su recuerdo
No consigo olvidar
El peso de su cuerpo.
Oliver se sentó a mi lado en el sofá y sin previo aviso subió mis piernas a su regazo. Antes de poder sentir vergüenza, él tomó el final de mi vestido y lo puso en su lugar puesto que se había levantado.
Luego siguió cantando mientras me miraba.
—Laura no está, eso lo sé, y no la encontraré en tu piel —sus manos acariciaron mis pantorrillas mientras que yo no podía mover un dedo—. Es enfermizo, sabes que no quisiera besarte a ti, pensando en ella.
El corazón me estaba latiendo desbocado, casi no entendía la letra, pero decía mi nombre, Oliver la estaba cantando para mí, y su mano iba ascendiendo lentamente. Entonces yo solo pensaba ¿Dejo que siga subiendo? ¿Lo detengo? ¿Acaso esa música dice que me ama?
Y no podía organizarme. Era imposible.
—Laura se fue, no dijo adiós, dejando rota mi pasión. Laura quizás ya me olvidó y otro rozó su corazón —vale, que me había quedado sin respiración. Su movimiento atrevido al levantar una de mis piernas y besar mi rodilla, me había dejado muda hasta en los pensamientos. Yo estaba respirando frenéticamente—, y yo solo sé decir su nombre, no recuerdo ni siquiera el mío. ¿Quién me abrigará de este frío?
Y si te como a besos tal vez (…)
«Perdóname hermosa música en honor a una chica llamada Laura, pero esta Laura tiene cosas que hacer y no tiene capacidad mental en este momento».
Oliver se había callado solo para prestar la debida atención a mi rodilla, ¿Y yo? Yo no pensé que en un lugar tan extraño como aquel podrían haber tantas terminaciones nerviosas. No sabía que aquel lugar podía provocar la sensación tan placentera que estaba sintiendo.
No encontraré en tu abrazo
El sabor de los sueños que Laura me robó
Si me enredo en tu cuerpo
Sabrás que solo Laura es dueña de mi amor
No encontraré en tu abrazo
El sabor de los besos que Laura
Me robó, me robó…
Inmediatamente que la música se terminó y otra muy distinta empezó a sonar, Oliver trepó encima de mí, me recostó del sofá, alzó una de mis piernas a su costado y me besó.
Pero me besó…
Su mano en mi muslo era lo único que me mantenía lúcida, lúcida para sentir como se debía cada uno de sus toques en mi piel desnuda.
Su mano subía y bajaba lentamente, deslizando mi vestido más arriba sin dejarme expuesta del todo.
—Laura —pronunció en mis labios—, ni siquiera traes un short.
—No traigo…
—Déjame tocarte —pidió, exhalando aire tibio que chocó en mis labios húmedos.
Él parecía muy agitado. Saber que era por mí me volvía loca.
Lo miré. Lo miré. Y lo seguí mirando.
Mis labios estaban entreabiertos esperando otro poco de atención, pero al mirar a Oliver supe que no la tendría hasta negar o asentir.
Yo asentí.
****
Quería decirles que *mira seductoramente a la cámara* ... Los quiero mucho.
Hay varios chicos que me pidieron el link de la historia. La mayoría de las veces me refiero a todos como chicas, porque de verdad pensé que solo habían chicas (mi error) pero ahora sé que no solo son chicas, además que ni siquiera sé sus pronombres, así que pondré (x) chicxs, guapxs y así.
Les recuerdo mi Instagram: Mairelys_05
Edité todo y me quedó bonito *llora de la emoción*
Gracias por votar y comentar, es muy importante para mí y para el futuro del libro. Ya saben que depende de ustedes las oportunidades que a mí me surjan, yo solo escribo. Los quiero mucho.
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