Uno
—¿Qué es lo que haces?
Levanté la mirada y la fijé en los ojos de Aarón.
—Bueno... Y-ya sabes —me aclaré la garganta para poder continuar—, ¿No lo hago bien?
Él me miró confundido por unos segundos y luego, suspirando lentamente, me tomó de los hombros, levantándome del piso. Incómoda, me pasé las manos por las rodillas y me alejé un poco para que él se acomodara el pantalón.
Sentí los grandes brazos de Aarón rodear mi cintura por detrás y su barbilla apoyarse en mi hombro, su aliento chocó en mi oreja haciendo que mis latidos se volvieran regulares.
—No hay que apurarse —susurró suavemente.
Cerré los ojos con fuerza para no ver cómo moría lentamente por la vergüenza.
—Tenemos casi ocho meses juntos —le recordé—, y ni siquiera te he... tocado... allí.
Él soltó una carcajada suave, baja y masculina, erizando todos los vellos de mi nuca.
—Tampoco hace falta, amor.
—Sí hace falta, he estado leyendo y...
—Si algún libro te causa este tipo de inseguridades —me interrumpió—, entonces no lo leas.
Me giré para mirarlo a la cara, su ceño estaba fruncido y su boca tenía un puchero, que, a pesar de hacerlo ver adorable, demostraba lo bastante molesto que estaba.
—Yo... es solo que... me gustaría complacerte —confesé, mi garganta estaba obstruida por un nudo insoportable e incómodo.
—Ya lo haces.
—Me refiero... a sexualmente.
—No. Es. Necesario —se estaba enojando aún más, lo sabía.
—De acuerdo —concedí, no quería, a parte de dejarlo a medias, también molestarlo.
—Tengo que ir a clases, te quiero.
Aarón tomó su bolso, dejó un beso en mi frente y salió casi corriendo de la casa. Miré a mi alrededor decaída, me sentía una inútil respecto al sexo, ni siquiera podía entender del todo dónde quedaba el punto J... ¿O era el H? ¿G?
Ni siquiera los tantos libros eróticos que he leído en mi vida me han preparado para tal cosa. Y me sentía avergonzada, pero también enojada, porque se supone que Aarón, como mi novio, debía enseñarme algo, cualquier cosa. Y realmente a veces pensaba que él no me deseaba o que estaba esperando, de manera extraña, a que yo aprendiera por mi cuenta.
«Quizás no tiene tiempo.»
Es posible, conciencia.
Me derribé en la cama pesadamente y tomé mi celular, marcando el número de Lucero.
Lo primero que escuché luego de los tres tonos, fueron jadeos... muchos jadeos.
—¿Lu? —pregunté asustada, quizás estaba teniendo un ataque de asma.
—¡Lau! ¿Que pasa, nena? —su voz sonaba entrecortada, como si estuviese corriendo.
—Eh... ¿Dónde estás? ¿Estás haciendo ejercicio?
—¡Sí! ¡Oh dios! —escuché su risa—, estoy haciendo cardio.
—Que bueno —murmuré feliz por ella— ¿Puedes hablar?
—Sí, nena. Dime.
Tomé aire profundamente antes de hablar:
—Hoy intenté hacerle una... ¿Caricia? A Aarón, pero... no funcionó.
—¿Una caricia? ¿Cómo? ¿Masturbarlo?
Sentí mi cara caliente de vergüenza por estar teniendo esta conversación.
—No... yo... con la boca —susurré.
—¡Sí! ¡Así! —gritó y tuve que apartar el celular de mi oído— ¡Lau! ¡Eso es genial!
—¡No! —le grité— Ni siquiera pude meterlo a mi boca.
—Oh.
—Sí, oh.
—Nena, deberías hablarlo con él.
—Él dice que no es necesario —hablé en susurros.
—Que gilipollas, ¡Debería enseñarte él!
—Seguro no tiene tiempo —excusé
—¡Patrañas! ¡Te tengo la solución!
Escuché varios gemidos y luego aplausos, seguro Lu estaba haciendo el ejercicio bien y la estaban felicitando.
«Te daré dos cachetadas mentales.»
¿Por qué o qué?
—¿Cuál es la solución? —hablé, ya que ella no decía nada más.
—¡El señor sexo!
—¿Señor? —pregunté confundida.
—Sí, sí. Es el puto amo.
—¿Qué es eso?
—No es qué —aclaró—, es quién.
—Sí, sí. ¿Quién?
—Es un tipo que da clases sexuales —me explicó, escuchaba varios aplausos más, pero los ignoré.
—No voy a engañar a Aarón.
La escuché bufar.
—No es en persona, es por llamada.
—¿Por llamada? —cada vez me sentía más estúpida.
—Sí, como clases de biología o anatomía, algo así.
—Bueno, yo...
—Nena, voy a colgar, estoy por terminar y...
La línea se había cortado, suspiré pesadamente y miré hacia el techo, quedando ensimísmada con su color, pensando en todo y a la vez en nada, hasta que mi teléfono volvió a sonar, en aviso de un mensaje.
Enviado por Lu:
Señor sexo: [Número de contacto]
Pulsé el número telefónico y le di "llamar". Ni siquiera sabía qué iba a decir, pero la curiosidad y las ganas de aprender, me llevaron a esperar pacientemente a que alguien contestara.
—Diga —una voz masculina invadió la línea telefónica e inmediatamente mi corazón se aceleró, desenfrenado por los nervios.
—¿Quién es? —pregunté, y me di cuenta de lo aguda que era mi voz comparada con la suya.
—Eso debería preguntar yo —escuché un risa divertida de su parte.
—Ah, pues yo... soy Laura, mi amiga Lu me dio su número y...
—¿Qué edad tienes, Laura?
—Tengo veintiuno, ¿Por qué? —pregunté rápidamente.
—Porqué no soy más viejo que tú, así que puedes tutearme.
Asentí.
«Te daré otra bofetada mental.»
Gracias conciencia.
—De acuerdo, como te decía... mi amiga Lu me dio este número porque yo estaba buscando a alguien que diera clases de... —me quedé callada abruptamente.
¿Si no era el "Señor sexo" y era una broma de Lucero? Pasaría la mayor vergüenza de mi vida, y eso que he pasado por muchas.
«Que te digo yo.»
—Clases de sexo —completó el hombre de la línea, haciendo que volviera a la realidad y mi mente comenzara a maquinar.
—Sí.
—Bueno, estás hablando con la persona correcta —aclaró, logrando que respirara con normalidad.
—¿Cómo te llamas? —pregunté más confiada.
—Todos me dicen: Señor sexo.
***
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