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Tres

—¿Qué te dijo?

—Que yo era una señorita bien criada, que no debería hablar así por celular —respondí con la mirada clavada en el techo.

—Tu abuela es un poco... ¿Cómo decirle? ¿Cerrada en esos temas? —consideré su pregunta y luego respondí:

—Sí, lo que sucede es que mi madre me tuvo muy joven y ella quiere evitarme eso a mí.

Entiendo.

Señor sexo, no es que no me apetezca hablar de mi vida tan movida con mi abuela, pero se supone que debemos hablar de las cosas estas que no sé —suspiré—. Mi novio y yo vamos a llegar a miles de años juntos y nunca lo voy a... a hacer algo.

Su risa masculina invadió la línea telefónica, poniéndome nerviosa y avergonzada al pensar que se burlaba de mí.

Me pones en una situación complicada —confesó—, porque sabes la teoría, y se supone que yo enseño teoría, no sé qué otra cosa quieres que te enseñe.

Cerré los ojos con pesar.

—No sé qué hacer —confesé en un susurro.

—Sigo insistiendo en que hables con él. Debería enseñarte algo, por más mínimo que sea.

Cuando toco el tema se molesta —repito.

¿Le has preguntado si es gay? —preguntó por vigésima vez.

—No le voy a preguntar eso —hablé casi en un susurro—, si está conmigo es porque no es gay.

Desde el principio me sorprendió lo inocente que eres —confesó.

—Lo siento.

—¿Laura? —hice una sonido con la boca como respuesta— ¿Has considerado que te esté siendo infiel?

Recordé todas las veces en las que Lucero me decía lo mismo, todas las veces en las que me peleé con ella, y en las que negué rotundamente aquello; pero al escucharlo de un hombre lo tomé de otra forma. Quizás como una opción.

Y me sentí estúpida. Porque era posible que mi novio me sea infiel desde hace mucho y yo nunca desconfié de él, y nunca cuestioné alguna de sus respuestas.

—¿Y por qué estaría con alguien como yo?

La pregunta, que intentaba ser un pensamiento, salió como un débil murmullo, casi suplicante a recibir alguna respuesta.

—No lo sé, a simple ver pareces alguien muy inteligente, divertida... E inocente —escuché atentamente a lo que decía—. Alguien como yo, saldría con alguien como tú...

Hubo un silencio incómodo, pero era un silencio que dejaba sopesar el anhelo de próximas palabras. Como señor sexo no decía nada, pregunté:

—¿Pero?

Yo no te sería infiel —respondió rápido, y las palabras de Lucero invadieron mi mente "Todos mienten".

—Eres muy amable —respondí con una sonrisa amenazando en mis labios.

¿Ves? ¿Quién dice eso luego de que le digan lo que dije? —él rió.

—Lo siento.

¿Harías cualquier cosa por él?

Su pregunta me pilló desprevenida, así que aguanté la respiración hasta que decidí responder.

—Es mi novio, es lo que debería hacer.

—No me refiero a lo que debes hacer. ¿Qué quieres hacer?

Me moví hasta quedar boca abajo en la cama y abracé la almohada para estar más cómoda, no quería poner el teléfono en altavoz porque mi abuela podía pasar por la puerta de mi habitación y escuchar todo.

—Quiero hacer todo por él. Lo amo mucho y solo me gustaría que él lo supiera —respondí casi gritando, porque realmente estaba desesperada.

—¿Qué es lo que tiene que saber?

—Que soy suya en cuerpo y alma —sí, era muy cursi y hasta estúpido, pero esa era yo, cursi y estúpida.

Te tengo una propuesta —habló luego de varios segundos de silencio.

Yo aguanté la respiración y cerré los ojos fuertemente, el corazón empezó a latirme desbocado y no sabía por qué.

—¿Qué es?

Necesito que seas de mente abierta y que me dejes terminar de hablar para hacer las preguntas que estoy seguro que querrás hacer —escuché su voz tensa y eso me hizo ponerme tensa a mí, así que apreté las nalgas y aguanté la respiración.

—¿Qué es? —repetí nuevamente.

Bien —su susurro se escuchó casi asfixiante a través de la línea—. Estoy pensando que, como ya sabes la teoría, y eso básicamente es lo que enseño, y ya que quieres y deseas encontrar una solución para complacer a tu novio... La mejor opción sería que tengas práctica.

—Obvio, pero...

Espera —me interrumpió—... las únicas opciones serían decirle a tu novio y que él te enseñe... o buscar a alguien que te enseñe y vayas con tu novio como una diosa del sexo y le muestres de lo que se ha perdido por varios meses, y ya que la primera opción está descartada por falta de interés de tu novio gay, entonces solo quedaría la segunda opción...

—Pero eso sería...

No he terminado —me callé abruptamente—. Sé que piensas que es infidelidad y que está mal, pero piénsalo de esta forma... Aprendes, te perfeccionas y si es que tu novio no te quiere enseñar por inexperiencia, fácilmente tú podrías ser su profesora. Podría decirte todos los pros de esta idea, pero también sé que tienes otra duda... ¿Quién podría ser esa alma bondadosa y amable de ofrecerse a enseñarte cosas de sexo? ¿Cierto que la tienes?

Solo pude murmurar un "sí" para escucharlo hablar nuevamente:

Pues ese alma tan increíble sería yo.

—Pero...

Ya va. Te estarás preguntando ¿Sería muy estúpida si aprendo sexualidad y anatomía humana con un desconocido? Y mi respuesta es sí, pero... a menos que tengas a alguien más para aprender, me temo que tu única opción soy yo. Además, ya sé varias cosas esenciales de ti y hasta podría apostar que cuando te tenga junto a mí, y comencemos a practicar... Te haría correrte solamente con una cosa...

—¿Qué cosa? —a duras penas pude pronunciar aquello, me iba a quedar sin nalgas por apretarlas tanto.

—¿De verdad quieres que te diga?

Sopese su pregunta, y sí, de verdad quería saber, pero realmente no estaba lista.

—No, y respecto a tu propuesta... voy a pensarlo... Además debo conseguir dinero para...

—Es gratis —interrumpió.

Abrí mis ojos grandemente y arrugué el entrecejo.

—¿Que ganas tú con todo esto?

Nada, tener la mente en paz supongo. No creo que Dios deje pasar mi ayuda, a una de sus criaturas en el proceso de reproducirse, en vano —sus palabras fueron rápidas y ligeras, a veces sentía que el señor sexo era imperturbable.

—¡Ja! También experiencias sexuales de una virgen —mis palabras me hicieron sonrojar, pero no me arrepentí.

Laura —su voz era divertida—. Podría acostarme con más de veinte chicas y chicos en todo el día, todos los días.

Y ahí sí me arrepentí. Entonces no se me ocurrió otra forma de aliviar la vergüenza, sino pronunciar algo que quizás me iba a condenar de muchas formas:

—De acuerdo, acepto tu trato.








***

N/A: Holaaa, que bonis todos, ¿Cómo va su inicio de semana?

Yo estoy aquí, casual, con unas ojeras que casi me tapan los ojos.

Aaaaa, ¿Que tal el señor sexo?

¿Que pasa con Laura? Muy inocente, ¿No?

Espero estén muy bien, los quiero mucho, besos.

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