Treinta y seis
En la noche…
Pasé todo el día esperando esa llamada. Incluso en el trabajo, a pesar de estar muy ocupada, mi mente seguía pendiente.
Ni siquiera sabía qué podía haberle dicho Susana, aunque lo más seguro es que lo hubiese llamado para quejarse, y si todo era como pensaba, quizás me había dejado a un nivel mas alto de mal.
Era patética en el trabajo.
Nunca en mi vida había trabajado, excepto una vez que hice de cajera en la tienda de repuestos del papá de Lucero, y una vez que mi madre me enseñó a rellenar hojas de cálculo, lo cuál también me salió muy mal.
Una de las cosas que siempre tuve claras en mi vida es que nunca iba a estudiar algo que tenga que ver con hojas de cálculo, por eso, cuando tampoco me funcionó artes escénicas junto a Lucero, me cambié inmediatamente a educación, y estaba por culminar esa carrera para hacer un postgrado en pedagogía para ser educadora especial. Era un sueño por el que estaba luchado para que se hiciera realidad.
Muchas personas me dijeron que no servía para eso, y solamente porque nunca me vieron hablando con niños, ni siquiera haciéndole muecas. Además me decían que yo era demasiado introvertida y que para ese trabajo debía desenvolverme; bueno, hasta ahora era la mejor de mi clase y ningún profesor me ha dicho que no valgo para eso.
Lo que sí estoy segura es que no valgo para trabajar así. Podrán decirme vaga, floja, mantenida o lo que sea, pero eso no me iba a hacer mejorar, porque realmente trabajar en algo que no sea con niños, no me va, y trabajo de niñera no había disponible.
A parte tenía mucho sueño, sentía que me iba a morir. Estaba cansadísima de las clases, de mis pensamientos, de todo, así que cuando solo quedaron dos mesas llenas y no eran las mías, corrí hacia los baños para cambiarme.
Me cercioré de que no debía hacer nada más, me despedí de las pocas personas que conocí y salí del restaurante. Hoy debía irme en autobús así que caminé hasta la parada con el celular escondido en la manga de mi sudadera con capucha.
Aquí los autobuses no tenían hora fija para pasar y casi no trabajaban de noche, entonces tuve que rezar para que pasara uno porque no tenía dinero para pagar un taxi, todo lo que tenía ahorrado lo gasté en el alquiler del apartamento, gracias a Sebastián era por contrato y debíamos pagarlo cada seis meses, así que tiempo para reunirlo había.
Luego de varios minutos sola, con frío y sin esperanzas de que pasara un bus, pensé en aceptar que Oliver me viniera a buscar a pesar de saber que a estas horas veía clases en línea o estaba trabajando por la vía telefónica, pero entonces pude divisar las luces y el sonido del transporte público y respiré tranquila.
Varias personas se bajaron y luego subí yo, antes de poder acomodarme en un asiento (lo cual no era ningún problema porque estaba casi vacío) mi celular comenzó a vibrar. Me senté en los asientos del medio y contesté con el corazón en la garganta.
—¿Diga?
Yo sabía quién era, pero no me iba a ir de lanzada a decir “hola Ignacio”.
—Buenas noches para ti —su voz profunda y con un leve acento español invadió la línea, y yo quise llorar.
—Creo que para ti es de madrugada —comenté bajito.
—Así es —él se quedó en silencio aproximadamente por treinta segundos—. ¿Cómo estás, Laura?
Sonreí irónica.
—¿Me llamas para esto? ¿Solo quieres saber cómo estoy? ¿Con qué fin? —inquirí burlesca, sin agregar nada más porque no quería ser grosera.
—Dios sabe que me gustaría hablar contigo en persona, pero ahora no puedo viajar, por eso solo puedo intentar disculparme por este medio.
—¿Disculparte? ¿Por qué deberías?
Él hizo un sonido como si estuviese pensando.
—Vale, la primera llamada que recibí fue la de mi padre, él me decía algo como que: la he visto, ella es idéntica a Susan… pero tiene mi carácter…
Quise llorar mientras veía por la ventana, cada vez tenía más frío.
—¿Desde cuándo lo saben? —le interrumpí.
Los silencios que hacía parecían infinitos, quería obligarlo a contestar más rápido.
—Desde que tenía quince —susurró—. Susana desde que me encontró mirando tu perfil de Instagram… ella tenía como dieciocho años, quizás. Mi mamá y mi papá desde que naciste supongo…
—Cuándo… cuando me viste en la fiesta… hace años ¿Sabías quién era?
Vale, ya estaba llorando.
—Sí.
Asentí varias veces como si él me estuviese viendo.
—¿Qué te impidió… qué te impidió hablarme?
El nudo en mi garganta me estaba asfixiando.
—Mi madre —respondió de inmediato—. A todos, lo que nos impidió acercarnos a ti fue mi madre.
—¿Podrías decirme por qué quieres disculparte? Ya debo colgar.
—Vale, sí… quiero disculparme por la intromisión que has tenido últimamente de parte de Susana… ella piensa que es al contrario, que la entrometida eres tú, pero ella es aún demasiado inmadura para comprender que ya no tiene mucho lugar en la vida de Oliver y la niña.
—¿Por qué abandonaron a Andrómeda? —aproveché de preguntar.
—Yo pude confirmar su existencia hace como tres meses, y como ya he dicho no he podido viajar. En mi familia hemos hecho muchas cosas mal y principalmente quiero pedirte disculpas a ti, no quiero justificar nada de lo que hicimos, pero prometo compensar todo esto, Laura.
—¿Y por qué ahora? ¿Qué cambio?
—Yo cambié, ahora soy un hombre independiente, tomo mis propias decisiones y mi madre ya no puede interferir en las cosas que hago —se detuvo varios segundos y lo escuché coger aire—. Eres mi hermana y no puedo vivir tranquilo sabiendo que tengo una hermana a la que no he amado y conocido…. Aunque te conozco bastante.
Sonreí como boba y dejé que más lágrimas se deslizaran por mis mejillas.
—Eso es imposible —comenté divertida.
—Se aprende mucho revisando tu perfil de Instagram todos los días. Ah, y por cierto, deberías revisar las solicitudes de mensajes.
—¿Por qué?
—Solo revísalas.
—De acuerdo, ya debo colgar, adiós —el adiós era por si de verdad era un “adiós”.
—Hasta pronto, Laura.
Colgué y me levanté rápido del asiento cuando me di cuenta que casi pierdo mi parada. Unas cuadras después ya estaba en mi edificio, iluminado nada más por el poste de afuera y los ventanales de la recepción, por lo demás ya todos parecían dormidos, incluso mi piso estaba sin la luz encendida.
Abrí la puerta del apartamento y me di cuenta de que Lucero no estaba, que ni siquiera había llegado en la tarde de la universidad porque hasta la luz de su cuarto estaba apagada. Encendí todo sintiendo que me miraban y recordando todas las películas de terror que he visto; abrí Instagram y miré solicitudes de mensaje, habían varios mensajes de distintos perfiles, pero entré directamente al de un usuario llamado @soy_tu_perfecto_hermano. Sonreí como tonta al verificar que era Ignacio. Me encontré con muchos mensajes recientes, porque si me había enviado anteriormente seguro ya se habían eliminado.
Los leí todos, pero el que más llamó mi atención fue:
“Ese novio tuyo, Aarón, él está saliendo con una chica dese hace tiempo, Gabriela, sé que es su hermanastra, pero ella me tiene agregado como mejor amigo y he visto sus historias. ¿Quieres que lo golpeé?”
Le respondí nada más a ese mensaje con un “tarde” y luego me salí sintiendo muchas cosas a la misma vez.
Me metí a WhatsApp y miré el mensaje que Lu me había dejado:
“Llegaré tarde mujer mía”.
Le respondí que ya estaba en la casa y que la quería mucho, luego escuché un audio que me había enviado un número desconocido.
00:34 “Tienes razón, solo me gustas tú —me emocioné al reconocerlo y escuchar lo que decía; la voz de Oliver se interrumpió por un gruñido y lo siguiente que dijo me hizo borrar la sonrisa—. Y eres muy hermosa, Susana.
Que lindo eres Oliv —habló ella con su voz chillona—. Siempre tan bueno. Te quiero mucho, amor”
¿Has sentido alguna vez como si un ácido se vaciara en tu pecho y luego se esparce por todos lados, quemando? Más bien ¿Te has quemado alguna vez con aceite? ¿Has sentido ese ardor que aumenta más y más conforme transcurren los segundos?
Yo estaba ardiendo completamente y lo peor de todo es que Lucero no estaba allí para ayudarme.
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Hilo por los que queremos abrazar a Laura y ayudarla a ser más fuerte: x1...
Hilo por los que estamos confundidos y no sabemos qué pasó con Oliver: x1...
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