Siete
¿Qué hacía ahora? Abrir la puerta, por supuesto.
Controlé mi respiración y me pasé la mano por las mejillas por si acaso estaba roja, uno nuca sabe.
Cuando abrí la puerta, Aarón ni siquiera me miró ni pidió permiso, solo pasó por mi lado y observó la habitación, aparentando tranquilidad, pero yo sabía que estaba buscando algo, el punto era qué.
Por mi mente pasó las barbaridades que le habrá dicho mi abuela.
—Hola, mi amor —saludé.
—¿Con quién te ibas a ver hoy? —preguntó tranquilo, ignorando mi saludo.
—Con un amigo, ¿Por qué? —no estaba a la defensiva, pero tampoco me gustaba su indiferencia hacia mí.
—¿Qué amigo? Que yo sepa, no tienes amigos a parte de Lucero —me miró con una ceja alzada, mientras se sentaba en la orilla de mi cama.
Dejé mis manos a los costados, luchando con las ganas de frotar mis dedos entre sí, pero era un acto suicida, ya que Aarón sabía que hacía esto cuando estaba nerviosa o iba a mentir. Dominar esa manía fue, como mucho, lo más difícil de mi vida. Pero a veces, cuando no estaba consiente de que debía mentir o era algo improvisado, se me notaba claramente.
—Sí tengo amigos, que no los conozcas es otra cosa —respondí tranquila, caminando hacia él.
—¿Por qué no los conozco?
—¿Conozco yo a todos tus amigos? —inquirí en respuesta.
—No es lo mismo...
—Es exactamente lo mismo, ¿Por qué estamos haciendo un drama de esto?
Mientras hablaba, abrí mis piernas y las ubiqué a cada lado de su cuerpo, luego me senté a horcajadas sobre él. Era un movimiento atrevido que a penas había podido hacer hace un mes, pero todavía el corazón se me desbocaba de la vergüenza.
—Estoy celoso —confesó, poniendo sus manos en mi cadera.
—¿Celoso? ¿Desde cuándo eres inseguro? —él me miró con el ceño fruncido, como si hasta ahora se diera cuenta de con quién estaba hablando— ¿Qué sucede?
—Nada, tienes razón. Estoy mal.
—No, no lo estás —tampoco podía dejar que se echara las culpas cuando obviamente sí le estaba ocultando algo—. Yo también me pondría celosa, pero sabes que te amo a ti nada más.
—Y yo a ti —respondió, besando mi nariz en un gesto casi necesario en nuestra relación.
Lo miré por varios segundos tratando de soltar la pregunta lo menos escandalosa posible.
—Aarón —murmuré— ¿Por qué aun no hemos estado sexualmente juntos?
Él me miró con los ojos abiertos, no de la impresión, más bien de análisis, como si pensara profundamente en algo.
—Yo... No quiero presionarte —su voz era demasiado baja, insegura—. Quiero que siempre estemos bien, no quiero perderte por haberte presionado a algo que no querías o a lo que no estabas preparada.
Apreté mis dedos en sus hombros y boté lentamente el aire por mis labios.
—Yo estoy lista, cariño —él me miró a los ojos y yo asentí, confirmando lo que había dicho—. Te lo he dicho desde hace bastante tiempo... sé que soy muy torpe, y que quizás yo... no te excite, pero... pero podemos... no lo sé, ¿Practicar? Juntos.
Aarón no decía nada, solo me miraba fijamente, tratando de ver algo, ¡Caramba! ¿Qué quería ver?
Estaba por hablar nuevamente, retractándome de lo que había dicho, pero los labios de mi novio se acercaron a mi cuello, y allí empezó a besar suavemente.
Suspiré entrecortado cuando, en lugar de sentir sus labios, sentí su lengua. Se sentía húmeda y caliente, al igual que una parte de mí que no quería ni mencionar; sus manos presionaron mis caderas hasta pegarlas de su pelvis, y allí, empezó a moverme.
Gemí muy bajito cuando sentí su sexo bajo el mío; nos cubría las telas de nuestra ropa, pero me gustaba lo que estaba pasando, y además mi sexo estaba sensible, húmedo y palpitante debido al jugueteo que había tenido hace unos minutos, así que cada movimiento lo podía sentir con más sensibilidad.
Aarón se separó de mi cuello y me miró a los ojos.
—Vamos a practicar algo, ¿Bien? —asentí sin poder decir nada— Pero Laura, por favor, no hagas ningún tipo de ruido.
Lo miré sin entender, pero supuse que se debía a la presencia de mi abuela en la casa, así que asentí.
Aarón suspiró pesado, me levantó con él, y cerró la puerta, luego, conmigo aun en brazos, se acercó a la cama.
Me dejó caer con tanta ternura que casi flipo de amor, él era el amor de mi vida, y por primera vez luego de medio año juntos, compartiríamos una experiencia íntima como eran las relaciones sexuales.
Se separó de mí y me miró desde arriba, como un dominante, y eso me excitó mucho. Sus brazos se movieron en compás para acercarse a su camisa y sacarla, luego le siguieron los pantalones. Su cuerpo era una obra de arte, tan hermoso que casi me hacía llorar de placer.
Me recordé que no podía hacer ningún ruido cuando sus manos se acercaron a mis muslos y los recorrieron lentamente hasta llegar a la cinturilla. Me bajó los pantalones, incluyendo mi braga, dejándome expuesta en la parte de abajo, pero no tenía vergüenza, confiaba tanto en él que, el simple hecho de mostrarle mi desnudez, era como un desayuno para mí.
Lo amaba, con toda mi alma.
Amé que no haya hecho un escándalo por sus celos, sino, más bien, vino a mí para hablarlo.
Amé que se haya preocupado por mi seguridad al tener en mente si quería o no quería intimar con él.
Amé sus manos en mi cuerpo.
Amé su cuerpo sobre él mío.
Y amé su sexo sin barreras rozando el mío... Espera ¿Qué?
—Aarón...
—Te dije que no hablaras —estaba muy tenso.
—El condón —dije rápido, por si se le ocurría interrumpirme nuevamente.
—¡Mierda! —se levantó de un salto y me miró con los ojos muy abiertos— Yo... no traje uno.
Me alcé sobre mis manos y lo miré ladeada.
—Yo tengo uno.
—¿Dónde?
—En el cajón de las bragas.
Él se acercó y sacó una pequeña caja de tres condones. Cortó uno, y se acercó nuevamente a la cama.
—¿No vas a quitarme la camisa? —pregunté suave, no quería espantarlo. Él me miró mientras abría el condón y negó— ¿Tampoco te vas a quitar el boxer?
Negó nuevamente.
Estaba un poco decepcionada, la verdad. En mi primera vez me imaginé completamente desnuda, en una cama grande y con sábanas blancas, me imaginé sudada y nerviosa, pero realmente estaba impaciente, y seca, en varios sentidos.
—Haz silencio, Laura —se quejó, mientras se ubicaba, ya con condón, sobre mí.
—Vale —murmuré al sentir su pene en mi entrada.
—Quizás te duele, pero... espera ¿Todavía eres virgen?
Mi ceño se frunció inmediatamente y lo ví ofendida.
—¿Crees que pude haberte sido infiel?
Que patán.
—No, cariño, olvida eso. Estoy nervioso —se excusó.
—Vale, continúa.
—Sí, pero haz silencio...
—¡Que sí, Aarón, que sí, ya me callo! —grité ya cansada.
Él suspiró entrecortado y me hizo abrir las piernas mucho, como mariposa, luego, con una lentitud dolorosa, empezó a introducirse en mí.
Esperé el dolor. Lo esperé con todas las ganas, porque eso significaría que había perdido mi virginidad con el amor de mi vida, pero no pasó nada.
Aarón entró y salió nuevamente, y lo único que sentí fue el roce incómodo de algo nuevo entrando en un lugar inexplorado.
No entendía nada. Cuando me introduje un dedo hace unos minutos, me dolió, entonces consideré que, quizás, estaba en el lugar equivocado. Haciendo acopio de toda mi valentía, deslicé mi mano entre nuestros cuerpos y rocé la zona donde estaba siendo penetrada, y allí era, justo donde debía ser. Pero no me dolía.
No sabía si sentirme aliviada o preocupada; entonces, nerviosa por lo que podía pensar Aarón, puse una mueca de dolor fingida y me quejé muy bajito.
Aarón tenía los ojos cerrados fuertemente y se metía y salía con lentitud.
Yo no estaba disfrutando nada, porque el desconcierto no me dejaba.
¡Aarón no lo tenía chiquito! Debería de dolerme.
Pero también estaba feliz. ¡Por fin! Por fin estaba haciendo el amor con mi novio.
****
Ok... Aquí no se juzga a nadie.
Quiero saber sus teorías acerca de Aarón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro