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Cuarenta y uno

Narra Oliver.

—… Entonces ella siempre está peleando ¿Sabes? Y eso me jode porque a pesar de que no me gusta que me reten, me alcen la voz o actúen superior a mí, no puedo echarla, no puedo despedirla porque de cierta forma todo lo que hace me prende.

Marcos tomó su cerveza y le dio un trago luego de contarnos su divertida convivencia con Ana.
Todos en la mesa reímos divertidos mientras comíamos los aperitivos que nos sirvieron.

—¿Y dónde está ahora? Siempre que te veo está contigo —preguntó Sebastián.

—Eso, esa es otra cosa que me está reventando los huevos ahora mismo —comentó frunciendo el ceño—. Cuando la contraté me dijo que no tenía familia ni amigos cercanos, entonces hoy me pidió permiso para estar fuera todo el día… ¿Por qué? ¿A dónde fue? ¿Con quién? Todas esas preguntas me están quemando las neuronas.

—Dime que no la has investigado —supliqué.

—Claro que sí —confesó como si nada—, pero ahí está otro problema con ella porque ¿Sabes lo que encontré? Absolutamente nada.

—¿Cómo que nada? —inquirió Kennedy mientras le pasaba un plato a Sebas.

—Pues nada, cada vez que no está conmigo está en su apartamento, no encontré familia, amigos, ex novios, novios, pasado, nada. Esto me tiene realmente confundido porque hay algo en ella que no va bien, es como si me estuviera mintiendo constantemente.

—Ana me cae muy bien, pero si ves que hay algo que no cuadra, no te quedes viendo la bomba hasta que explote en tu cara —aconsejó mi hermano menor.

—¿Y tú qué? —pregunté burlón— ¿Cuándo piensas invitar a Lucero a salir?

Sebastián bajó la vista y miró su cerveza. Pensé que era por timidez, pero luego me di cuenta de que estaba incómodo.
Miró a Kennedy por varios segundos y luego alzó la mirada.

—A Kennedy también le gusta Lucero —confesó.

—¿Qué? —exclamó Marcos— Amigo ¿Cómo puedes hacer eso?

Kennedy no dijo nada, pero como siempre Sebastián salió en su defensa.

—No lo hizo a propósito ¿Vale? Solo le gustó y ya.

—¿Primera vez que les pasa? —pregunté. Ambos asintieron— ¿Qué van a hacer?

Vi claramente cuando la comisura de sus labios se alzaron al mismo tiempo, dispuestos a responder al unísono, pero Marcos se les adelantó:

—Trío.

Sonreí divertido y le di un golpe en la nuca para que se callara.

—No nos gusta nada más de esa forma —dijo Sebas.

—Pero vaya que también nos gusta de esa forma —continuó Kennedy, muy sugerente.

Sebastián lo miró mal y éste le guiñó un ojo.

—Si les gusta en serio, podrían hablarlo con ella —ambos asintieron—. Ella es muy sincera y si no quiere nada con ambos se los dirá.

—Tenemos pensado hacerlo mañana —concedió Kennedy.

—¿Y tú? —mi hermano mayor me miró— ¿Qué tal andas con tu pesada ex?

—No quiero hablar de ella —respondí, y me llené la boca de comida para cubrir mi comentario.

—¿Y de Laura? —se burló Sebas— ¿De ella si quieres hablar mucho, verdad?

Mastiqué mas lento al pensar en ella nuevamente.

Negué en respuesta a la pregunta de mi hermano y seguí comiendo.
No les había dicho nada acerca de lo que estaba pasando con Laura y Susana, pero ganas no me faltaban, ya habían pasado tres días desde que no hablaba con ella y ya me hacía falta consejo, porque ni siquiera había podido llegar a una conclusión. Mi mente era un caos y las mismas preguntas se mostraban una y otra vez: ¿Qué tan mal está salir con tu cuñada? ¿Cómo le digo a mi hija que Laura es su tía? ¿Por qué nadie me había dicho nada, si según, todos lo sabían desde hace un tiempo?

Me moría por hablar con Laura, y en el fondo estaba convencido de que quizás estaba haciendo mucho drama, pero me era imposible ubicarme en espacio y tiempo cada vez que pensaba en el tema.
Mi vomitona me había dejado muchos mensajes preguntando por mí, incluso había llamado, pero no contesté. Obviamente no quería lastimarla, pero era lo que estaba haciendo, y quizás hoy, sábado, podría estar en un restaurante con ella, celebrando nuestra cita y esperando el momento adecuado para que ella me diera su respuesta.

En cambio, estoy en un bar, rodeado de ineptos como Sebastián, Kennedy y Marcos, que tenían los mismos problemas que yo, amorosos.
Pero Dios sabe que quería estar con ella, escucharla hablar y decirle que no me importaba de quién fuera familia, que la quería mucho.
Entonces ahí estaba otro problema, porque cada vez que pensaba en el cariño que le tenía, recordaba que ni siquiera le había respondido a su “te quiero” indirecto. Y me sentía fatal.

—Laura es hermana de Susana —confesé al darme cuenta de que todos me miraban, esperando algún comentario de mi parte.

—Mierda.

—Carajo.

—Lo sabía.

Miré a Marcos, quien fue el responsable del último comentario.

—¿Cómo que lo sabías?

Él se encogió de hombros.

—Al verla fue como ver a Susana la primera vez que la llevaste a casa. Además la cercanía que tuvieron cuando Laura la abofeteó, para nada era de rivales, era pelea de hermanas —se rascó la barba de días y alzó una ceja, pensado—. Y también las miradas del padre de Susana.

—Yo no me di cuenta de nada de eso —confesé.

—Yo menos —me siguió Sebas.

—Ni yo —continúo Kennedy.

—¿Y tú no lo sabías? —preguntó Marcos. Negué— ¿Por qué?

—Al parecer habían problemas allí. Laura no los conocía en persona, la familia de Susana no la acepta y…

—¿Laura es producto de una infidelidad?

Asentí.

—Ella no sabía si decirme, ya que no estaba enterada de que Susana sabía de su existencia.

—¿Y que harás?

Negué cansado.

—¿Beber mucho? —sugerí estúpidamente.

Todos se miraron entre ellos antes de dar una respuesta. Una respuesta también estúpida.

—A favor.

Tres horas después, cinco botellas que ya ni me acuerdo de qué eran y una música tan alta que no me dejaba pensar correctamente, estaba en el baño del apartamento de Kennedy con la camisa desabotonada y el teléfono repicando en mi oreja.

—¿Laura? —pregunté en cuanto contestaron.

—¿Señor Bustamante? ¿Está todo bien? —contestó una voz que no me dio escalofríos.

—¿Laura? Laura ¿Eres tú? —inquirí nuevamente.

—Soy Maura, señor Bustamante ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que llame a emergencias?

—¿Maura? —miré la pantalla— ¿Mi vecina? ¿Es usted, Maura?

—Sí, soy yo ¿Está borracho? ¿Sabe la hora que es? Debería…

Antes de escuchar algo más, corté la llamada. Yo quería hablar con Laura, no con ella.
Busqué su contacto e intenté de nuevo. Cada vez que caía el buzón, intentaba de nuevo.

Laura no está. Laura se fue. Laura se escapa de mi vida —canté con el alma, apoyándome del lavamanos porque el piso se estaba moviendo—. Y tú que sí estás, preguntas ¿por qué la amo a pesar de las heridas? ¡Te amo vomitona de mi vidaaaaa!

Debido a la emoción no me di cuenta de que había apoyado la mano en la cerámica mojada, así que cuando me afinqué más, me resbalé y pegué la mejilla del filo, haciendo que un dolor agudo, casi caliente, se instalara en la parte derecha de mi rostro. No me pude concentrar en el dolor porque su voz invadió la línea telefónica.

—¿Oliver?

Sonreí enternecido al sentir los escalofríos que me ocasionaba su voz. Incluso sentía algo caliente en mi mejilla, como si fueran sus besos. Laura me estaba besando a la distancia. Quería cantarle a Laura.

—…Lo ocupa todo su recuerdo. No consigo olvidar el peso de su cuerpooooooo —gracias a Dios me había sentado en el piso de alguna manera, porque creo que había un temblor en el baño— Laura no está. Laura se fueeee. Laura se escapa de mi vida. Y tú que sí estás, preguntas ¿por qué la amo a pesar de las heridaaaaas?

Una lágrima se deslizó por mi mejilla al ya no sentir el beso de Laura, esa área estaba entumecida y sabía que era debido a su ausencia.

—Por favor, por favor, no me digas que estás borracho —escuché una voz muy hermosa suplicar en mi oído.

Cerré los ojos y sonreí.

—¿Laura? ¿Eres tú, mi amor? —pregunté esperanzado.

—Soy yo —susurró. Me gustaba mucho cuando susurraba— ¿Con quién estás?

—Estoy borracho —confesé.

—Lo sé.

—Laura…

—¿Qué sucede?

Agarré aire y le dije:

—Te quiero mucho.






*****

✨✨✨Oliver borracho bebé ✨✨✨

(No estoy poniendo bonito estar borracho, ojo)

Si publican algún screenshots o edit de este libro, etiquétenme. Besitos.

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