Cinco
No me dio tiempo a responder, porque ahí estaba, una llamada del Señor sexo.
Contesté y solo me quedé en silencio. Había un nudo en mi garganta que no me dejaba ni siquiera pensar, así que hice lo más correcto y me quedé callada.
—Laura —su voz profunda hizo que los vellos de mis brazos se erizaran.
Aspiré aire suavemente por los labios y forcé a mi voz para pronunciar algo.
—Hola —susurré, luego de forma más civilizada, añadí:—. Lamento no poder ir hoy.
Hubo silencio por varios segundos, pero sabía que no se había cortado la llamada porque podía escuchar una suave música de fondo, parecía un instrumental.
—No importa, tengo un plan b.
—¿Un plan b? ¿Se puede saber cuál es? —sin pretenderlo, mi pregunta sonó coqueta. O quizás sí lo pretendí, uno nunca sabe.
—Por supuesto. Eres el papel principal en este plan, sería egoísta de mi parte no decirte —murmuré un “ok” imperceptible y él continuó—, pero primero… ¿Tienes el teléfono en altavoz?
—No, lo tengo pegado a mi oreja.
—De acuerdo, otra cosa ¿Dónde estás?
—Escondida en el baño —no sé por qué, pero admitir eso me hizo sentir un cúmulo de adrenalina pasar por mis venas.
—Excelente —susurró—. Por último, Laura… ¿Confías en mí, aunque sea un pequeño porcentaje, como para tener una experiencia sexual a través del móvil?
Dejé de respirar. ¿Eso era? Dios, sentía la adrenalina correr y correr cada vez más rápido; las palabras de Lucero invadieron mi mente de inmediato «Aprender no está mal, y menos si es referente a sexo, tómalo como una clase de historia y tu mente no te va a recriminar nada».
De acuerdo, una clase de historia.
«Una muy interesante» acotó mi mente.
Pero es que no puedo, no puedo. No puedo porque tengo novio, porque lo amo, y porque él debería enseñarme todo esto, no un completo extraño.
«Pero él no quiere enseñarte» Susurró mi subconsciente.
Sí, pero quizás tenía sus razones, y yo estaba como una infiel teniendo experiencia con otros chicos. Además… ¿Si señor sexo era Aarón? Me muero.
«Primero, la voz no es la misma. Segundo, ese novio tuyo no sabe ni besar ¿Cómo va a ser un profesor sexual?» . Bueno, mi mente tenía razón.
Quizás…
—Está bien —susurré—. ¿Qué haremos?
—Bien —su voz sonó ahogada esta vez—. Quiero que respondas todas mis preguntas ¿De acuerdo? Así sabré qué harás y cómo lo harás.
—De acuerdo.
—¿Te has tocado antes, Laura? —su voz ronca no ayudaba a mi limitada capacidad mental.
—¿Te refieres a tocarme… tocarme íntimamente? —vamos, que a veces ser estúpida no era suficiente para mí.
—Sí, me refiero a masturbarse, cariño.
Bueno, el cariño no mejoró mi poco entendimiento y razonamiento.
—Ah, bueno… yo… pues claro ¿No?
Escuché su risa suave pegada a mi oído y el pensamiento de sus labios también pegado allí, me hizo tiritar de escalofrío.
—Bien, ahora quiero que te desnudes. Por favor.
Oh Dios mío, no estaba haciendo ésto ¿Ok? No estaba hablando con un chico que no conozco, no estaba temblando de anticipación, no estaba respondiendo a sus preguntas sexuales, no estaba deseando sus labios y su voz cerca de mí, no estaba soltando el botón de mis pantalones cortos, y no estaba haciendo todo lo que él decía. Pero el caso es que sí, estaba haciendo todo lo que él ordenaba.
—¿Toda la ropa? —susurré.
—Sí.
Me quité la camiseta, el brasier, los pantaloncitos, y las bragas, luego suspiré entrecortado.
—Ya está —informé temblando.
—¿Hay un espejo allí?
—Sí.
—¿Es grande? ¿Abarca tu cuerpo?
No podía pensar con claridad.
—Sí, es de cuerpo completo —confesé.
Él se quedó en silencio por varios segundos. Segundos eternos.
—Dime que ves, por favor.
—¿A qué-qué te refieres? —tartamudee.
—No sé cómo eres físicamente, Laura. No sé cómo luce tu rostro en este momento, no sé si estás temblando, o si tienes cara de querer terminar con esta llamada más rápido que tarde. Al igual que tú, no sé nada, y por eso necesito que me lo digas.
A este punto ya podía admitir que su voz me calentaba la piel, porque de verdad, estaba transpirando.
—Vale. Yo… pues mi rostro… mi rostro está muy rojo —reí nerviosa—, porque mi piel es blanca, y tengo pecas… mis pecas son más notarias cuando estoy de esta forma… sonrojada, quiero decir. Y… y mis ojos están cristalizados, pensé que era porque estaba llorando, pero dejé de llorar hace…
—¿Estabas llorando? —me interrumpió.
—Sí, pero ya no. No es nada importante.
—Si te hace llorar, es importante —refutó.
—No, es que yo lloro por todo —contesté y me reí suavemente para quitar peso al asunto—. ¿Quieres que continúe o ya está?
—Continúa.
—Bien… mis ojos son claros, pero ahora están negros… Dios, que vergüenza, pero están dilatados, y… y estoy desnuda —tartamudear se iba convirtiendo en mi mejor amiga, perdóname Lu—. Yo… bueno, soy delgada, no mucho… es decir, no se ven mis costillas, ni nada, y mi novio dice que soy una de las chicas… con más carne de dónde agarrar… sí, eso es lo que dice…
—Laura —me interrumpió nuevamente.
—¿Sí?
—¿Puedes detenerte a respirar un momento? —su risa se escuchó más fuerte— Estás muy nerviosa y casi no puedo escucharte. Y en serio, quiero escucharte.
Cerré los ojos fuertemente para aliviar la vergüenza que se expandía por mi rostro.
—Está bien.
—De acuerdo. Continúa.
—Soy bajita, por eso el espejo puede abarcar todo mi cuerpo —hablé con más claridad—. Mi piel está erizada, y no quiere dejar de estarlo… Entonces, si todo lo que he leído es cierto, eso significa qué… significa qué estoy excitada.
—Joder —susurró casi imperceptiblemente.
—¿Qué tengo que hacer ahora?
—Bien… Yo —sonreí cuando tartamudeo—… ¿Puedes tocarte?
—¿En dónde?
—¿Dónde quieres hacerlo? —preguntó en lugar de responderme.
—¿Yo?
—Sí, cariño. Me dijiste que estabas excitada, ¿Dónde necesitas tocarte?
Suspiré profundo, mientras sentía como mi centro se retorcía por la excitación.
—¿Tengo que decirlo? —pregunté en un susurro.
—Quiero escucharte. ¿Puedes decirme?
Me miré en el espejo, y mordí mi labio inferior mientras pensaba. Ya estoy aquí ¿No?
—Quiero frotarme el clítoris.
Cuando las palabras salieron de mis labios, mi cara comenzó a arder verdaderamente, pero también comenzó a arder mi entrepierna, comenzó a quemar desesperadamente.
—Mierda, Laura —maldijo— ¿Lo harás? Dime que lo harás.
—¿Quieres que lo haga?
—¿Quieres que te lo pida? —preguntó.
—Sí, por favor —susurré, mirándome en el espejo.
¿Quién eres y qué hiciste con Laura?
—Tócate para mí, Laura. Por favor.
Y no necesité nada más. Comencé a hacerlo.
***
Vale, no tengo nada que decir.
Los quiero mucho, me voy a beber un vaso de agua bendita.
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