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Otra vez escuchaba los gritos desde mi habitación.

Me escondía en mi closet y abrazaba mis piernas cuando eso sucedía.

No quería que me lastimaran.

No otra vez.

El día siguiente se aproximaba y mis ojos no habían descansado en toda la noche.

Estaba agotada.

Me sentía cansada de lo que pasaba día tras día como si se tratara de un tocadiscos, pero... considerada que no todo era malo.

"¡Llegaste!", exclamó mi mejor compañera.

Le sonreí de la mejor manera que podía mientras me aproximaba a donde estaba.

Nuevamente empezarían las clases.

"¿Cómo estás?"

"Perfecta", le contesté. "¿Y tú? ¿Hiciste el trabajo grupal?"

Ella me sonrió y se posicionó frente a mí para detener mis pasos.

"¡Por supuesto! No soy un cerebrito como tú, pero cumplí con mi parte."

Levanté una ceja y agarré las correas de mi mochila.

"Mas o menos", soltó ligeramente ruborizada.

Le asentí y pasé a un lado.

"Es algo. No lo desprecies."

Ella me siguió y juntas llegamos a la institución.

Tomé algunos cuadernos de mi casillero y guardé otros.

"¿No lo sientes?"

"¿Sentir qué?", le pregunté sin mirarla mientras cerraba la pequeña puerta con seguro.

"¡Hoy será un gran día!"

Giré a verla con leve sorpresa. Ella... se encontraba igualmente de radiante.

«Mi felicidad...» Mi única esperanza para seguir en el mundo en el que nací, era ella.

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