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"¿Cómo estás?"

"Bien. Estoy bien. ¿Y tú?"

"¡De maravilla! ¡Las cosas han ido bien y pronto tendremos un bebé!", dijiste emocionada tomándome por sorpresa.

"¿T-tendrán un bebé?"

"¡Por supuesto! ¿Qué esperabas? Me he casado con el amor de mi vida. Planeamos esto juntos y hemos decidido que serás la madrina."

«¿M-madrina...?»

"¿S-sí...? E-estoy feliz. N-no me lo esperaba."

Era algo obvio que llegarían a ese paso, pero no lo esperaba tan pronto.

"Te dejo, pronto comenzará mi serie favorita de brujas."

"E-está bien."

"¿Estás bien?"

"S-sí. N-no te preocupes."

"Hm... pronto tomaré un vuelo para ir a verte. Comprobaré que en verdad estés bien. ¡Hasta pronto!"

Y colgó. Miré el móvil y dejé caer mi mano. Lo apreté con fuerza aguantando las lágrimas que se acumularon en mis ojos.

Me sentía impotente y, nuevamente lastimada.

«Aún duele...», pensé y cerré mis parpados. «¿Por qué...?» ¿Por qué no era la persona que estaba a su lado?

A la mañana siguiente abandoné mi apartamento y me dirigí otra vez al parque.

Al llegar tomé asiento en la misma banca y miré el horizonte. Pasaron unos minutos donde mis pensamientos eran un completo caos.

«¿Por qué...?», me preguntaba. «¿Por qué me sucedía eso a mí?»

"Buenas tardes", dijo alguien a mi costado.

Giré a verla con sorpresa no esperando verla en ese día. Ella me sonrió y pidió permiso en silencio para tomar asiento. Me levanté y le otorgué el espacio necesario.

Desvié la mirada avergonzada. Sabía que no tenía una buena expresión en ese momento. Estaba triste y mis ojos probablemente hinchados.

"Es un lindo día", habló.

"Lo es...", murmuré sin muchas ganas de hablar.

"He notado que te gusta este lugar." Hizo una ligera pausa. "Y también que cada vez que vienes aquí, estás triste."

Me sorprendí y la observé. Ella nuevamente me sonrió con tranquilidad.

"¿Lo notaste?"

"¿La primera vez que te pedí salir conmigo? Por supuesto. Mis motivos eran alegrarte; hacerte sentir mejor, pero..." Otra vez hizo una sutil pausa para tomar mi mano con delicadeza. "No puedo ayudarte sin conocer la razón de tu tristeza."

Bajé la mirada unos segundos y volví a verla.

"¿Por qué quieres ayudarme?", le pregunté.

Sus mejillas se ruborizaron.

"Me pareces alguien encantadora."

«Encantadora...»

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