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De un pesado descanso, me levanté tosiendo varías veces.

Un líquido salió de mi boca y cayó al suelo.

No pude distinguirlo. Mi vista se encontraba borrosa.

Me acomodé en lo que parecía ser una cama y miré el techo que goteaba.

«¿Dónde estoy...?», me pregunté sintiendo una extraña picazón en mi dedo anular.

Cerré y abrí mis ojos un par de veces intentando dispersar el mareo que se presentó.

Al estar un poco mejor tomé asiento apoyando mis manos a los costados.

Otra vez tosí expulsando más del mismo líquido, pero esta vez iban acompañados de pequeños pedazos.

Estaba vomitando, pero no sabía exactamente que era.

Me limpié con la manga y me levanté con cuidado aproximándome a una de las mesas que se encontraba en el lugar.

Fruncí mi ceño al ver una hoja y sin dudar lo tomé.

«No puedo leerlo», me dije extrañada.

Observé la puerta de madera unos segundos.

Me acerqué cojeando de mi pierna derecha y salí de la habitación tambaleándome ligeramente.

Caminé apoyándome contra la pared y llegué a otro sitio que tenía una chimenea encendida.

Levanté la mirada notando la puerta principal abierta, y luego divisé a una persona dormida en una mesa.

«¿Quién es?», me pregunté.

No lo pensé dos veces y me aproximé, para después descubrir una mancha negra en su hombro derecho.

Me asusté al instante de percatarme que no respiraba.

Inconscientemente, mi cuerpo se movió y levantó el ajeno para ver su rostro.

Estaba sin vida.

Mi corazón latió con fuerza y mis ojos captaron casi al instante un sobre en la mesa.

Lo tomé con curiosidad y, sorprendente pude leerlo.

«Mi nombre es Diana Cavendish, y he encontrado un refugio apartado del daño causado por unos seres humanos. Pero para mí mala fortuna llegó al lugar donde estamos y llegaste a contraer el perjuicio».

«Estoy muriendo, pero quiero ayudarte a recordarte quién eres cada vez que olvides. Tu nombre es Atsuko Kagari, una de las mejores científicas que intentó salvar a la humanidad y la mejor mujer que he conocido».

«No me arrepiento de ayudarte, y de casarme contigo, Akko».

«Te amo, mi persona favorita».

Ahora lo recordaba. En mi mente aparecieron los recuerdos que había olvidado.

Observé de manera lenta y temerosa el anillo en su dedo anular que coincidía perfectamente con el que tenía.

Miré su rostro apagado, y luego observé su herida.

Mis manos se movían sin control y lágrimas no demoraron en aparecer de manera abundante.

De manera instintiva toqué el líquido que empezó a descender de mi boca y lo contemplé con horror.

«No...» Era roja.

Llevé mis manos a la cabeza y agarré el aire necesario.

"¡¡¡Ah!!!"

Yo la había matado.

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