Capítulo 5: Adrien
Esta sería la cuarta vez que golpeaba la puerta de la habitación, Marinette no respondía absolutamente nada y eso me tenía con la ansiedad al tope.
—Marinette... El desayuno ya... Supongo que no quieres comer. —acabé por rendirme, dejé de seguir insistiendo y fui hacia la cocina para pensar qué hacer con lo que había preparado. —maldición.
Bufé viendo el tazón con desprecio, quería vomitar, toda esta situación era una mierda. ¿Realmente pensé que todo se había solucionado entre nosotros? ¡Que iluso! Marinette y yo nos habíamos lastimado más de lo que quería admitir, y ella tenía razón... Una noche de sexo no soluciona nada, decirnos cuánto nos amábamos tampoco lo hacía, y ya no sabía qué más hacer.
Ella dijo que nos diéramos un tiempo, es la peor frase que pudo encontrar para decir que nos separemos. ¿Cuántas parejas vuelven realmente después de usar esa frase? Hasta donde yo sé, ninguna y es lo que más temía, porque realmente no quiero que eso suceda.
Hace unos días estaba dispuesto a dejarla ir, incluso estaba dispuesto a aceptar que ella fuera feliz con alguien más si era el caso, pero ahora no. Que equivocado estaba, Marinette es mi esposa, ella es lo que le da sentido a muchas cosas en mi vida y no la perdería, aunque pelearamos, no quería que lo nuestro acabara de una forma tan abrumadora y cruel.
∙.◦.◦.◦°.∙:❄️:∙.°◦.◦.◦.∙
Abrí la puerta de la habitación lo más silencioso posible, aunque de todos modos crujió en el silencioso y desolador silencio del bosque. Estuve la mayor parte del día cortando leña afuera, a pesar de que me estaba congelando, no entré antes porque no quería incomodar a Marinette con mi presencia; espero que haya comido mientras no estaba. Creí que la tormenta había terminado, pero resulta que volvió casi a medio día y hasta ahora no se ha detenido.
Encendí una pequeña lámpara al costado de la cama y pude verla con más claridad, me daba la espalda, parecía estar dormida, pero sabía que no era así. Cuando Marinette realmente duerme, tiende a abrazar la almohada y alzar sus rodillas casi en posición fetal, ahora sólo estaba estirada a lo largo de la cama.
Me deslicé entre las sábanas, mis manos dolían por sujetar tanto tiempo el hacha, posiblemente las tenía lastimadas; miré el techo en completo silencio, respiré profundo para calmar mi corazón que me rogaba acercarme más a ella y su calor. Giré mi cabeza en su dirección, no sé cómo pasó pero lentamente acabé dándome vuelta por completo, envolviendo su cintura con mis brazos, apegandola lo más que podía a mi; me percaté como su cuerpo se tensaba con mi tacto, mas no me alejé.
—Adrien... —susurró. Sabía lo que diría, sabía que me recordaría lo de que nos estamos dando un tiempo, pero no me importaba, sólo deseaba sentirla cerca, porque el miedo de no despertar junto a ella me comió la cabeza todo el día. —nosotros nos...
—Ya lo sé. —la interrumpí. —por favor... Realmente tengo mucho frío. —que excusa más patética me invento. Acerqué mi mejilla a la suya y deposité un beso profundo, no pude evitarlo. —Te amo. —murmuré en su oído. Mis dedos acariciaron su abdomen bajo mi camisa de algodón que estaba usando de pijama.
—¿Estuviste bebiendo? —preguntó por lo bajo y negué con la cabeza.
—No... ¿Por qué lo preguntas?
—Porque... Estás tocándome ahora y dices esas cosas.
—Estoy completamente sobrio. ¿Es raro que diga que te amo? ¿Es raro que quiera abrazarte para dormir? —se mantuvo en silencio.
¿Cuánto tiempo estuve sin decirle lo mucho que la amaba? Recién en este momento caí en cuenta de eso, cuando su reacción a mi tacto se volvió incómoda y de extrañeza. ¿En qué momento nos habíamos alejado tanto?
Pequeños fragmentos venían a mi mente, algunos donde veía a Marinette arreglarse en la mañana para ir al trabajo; fragmentos donde yo era consciente de lo hermosa que se veía tarareando mientras arreglaba su cabello, fragmentos donde terminaba de subir el cierre de uno de sus tantos vestidos para la oficina, fragmentos... De su rostro triste cuando esperaba que yo le dijera algo antes de marcharse y no lo hacía.
La abracé con fuerza, apoyando mi frente en uno de sus hombros a su espalda; sentía que se desvanecía entre mis dedos y no podía retenerla por más que me aferrara.
Que idiota... que idiota he sido.
Kagami tenía una chispa increíble, pero su chispa nunca lograría encender mi corazón como lo hace la chispa de Marinette, porque nos complementabamos muy bien y ahora entiendo aún más la razón por la cual no pude aceptar los sentimientos de Kagami todas las veces que lo planteó.
—Adrien, por favor... —suplicó y cerré mis ojos sin soltarla.
—Dime que realmente no quieres esto, dime que te desagrada que me acerque a ti o que te bese o que te toque, y es que necesito saberlo. No quiero dormir en la misma cama con un muro entre los dos.
—¿Ahora te das cuenta? —levanté mi cabeza y la oí atento. Su voz se apagaba cada vez más. —Estoy segura que si no hubiera dicho que nos alejemos por un tiempo esta mañana, seguirías sin darte cuenta del porqué estamos así.
—Yo... lo siento.
—Obviamente no me desagrada tenerte cerca y mucho menos que me digas que me amas, pero... ¿Haz pensado cuándo fue la última vez que lo hiciste porque naciera de ti? —se removió dándose la vuelta a mi dirección, me vio a los ojos y pude notar que había estado llorando probablemente todo el día, sus párpados hinchados eran la señal más evidente. —hace más de un año que nosotros no estábamos juntos...
—Imposible que sea tanto tiempo, Marinette. —solté incrédulo.
—¿Sabes cuándo fue? —sonrió entre sus lágrimas y cerré la boca. —la última vez que me tocaste fue cuando nos enteramos que estaba embarazada, la última vez que me abrazaste fue dos días después de perderlo y la última vez que me dijiste te amo fue... Eso ya ni siquiera lo recuerdo. —sé que mi rostro seguramente se había desfigurado por sus palabras, pero sobretodo por el dolor que me hacía sentir lo que decía. De eso realmente había sido hace más de un año. —pensé por mucho tiempo que tu lejanía era netamente por darme espacio, pero luego... Nos perdimos todo. No me veías, Adrien. No sabes lo que fue para mi asumir que no me deseabas. Sentir que no puedes hacer feliz a la persona que amas es horrible. El trabajo era más importante para ti, no querías estar en casa conmigo y no querías salir aunque fuera de compras al super. Me arreglaba sólo para que me hicieras un cumplido, pero lo único que recibía no era más que una mirada fría. Todo eso fuiste tú, Adrien y no te diste cuenta, sigues sin darte cuenta del todo.
—Y-yo... Me sentía insuficiente para ti. Temía verte sufrir otra vez si lo volvíamos a intentar y fracasar. No podía verte más de dos minutos sin sentirme culpable por la pérdida, porque yo... —quería soltarme a llorar. —yo debía estar contigo y no fue así. Pasaste por todo sola, mientras yo estaba al otro lado del mundo sin poder hacer nada... Escuchándote llorar por teléfono. Perdóname... —no pude seguir aguantando, solté el llanto y Marinette me abrazó sin pensarlo mucho. —no es que no te deseara, porque lo hago... De verdad que lo hago, pero tenía miedo porque sabía que querías intentarlo otra vez, ¿y si no estaba ahí? Podría ocurrir y yo... No podría hacer nada otra vez.
Lloramos por mucho tiempo, nos permitimos compartir el dolor y las lágrimas como hace bastante no lo hacíamos. Su cálido pecho fue un alivio al sofocante dolor en mi corazón, sus brazos me abrigaron en la fría tormenta que caía afuera, sus piernas entrelazadas con las mías me anclaban a la realidad, pero una donde era consciente que sin ella me sentiría muy solo.
—Te amo, Marinette. —repetí otra vez, mi garganta ya estaba agotada de tanto decirlo. —te amo... No te vayas... —sus dedos acariciaron mi cabello infinitas veces, extrañaba tanto eso. —te amo.
Mis ojos cedieron, sentirla junto a mi era lo que necesitaba para estar en paz y poder tener un sueño pleno. Respiré profundamente su piel y descansé en su pecho por una eternidad.
—Te fallé. —quise separarme para verla pero no me dejó. —te culpé por todo, pero sólo era mi inseguridad y dolor hablando. Todo me irritaba, el trabajo era una asco, mamá diciéndome que todo estaría bien, papá con su forma tan sencilla de ver el mundo y tú... Tu cada vez más lejos. Estaba enojada con todo el mundo porque nadie entendía lo que sentía, y ahora me doy cuenta que nadie podría entenderlo jamás y mucho menos les corresponde hacerlo. Lo siento por haberme desquitado tanto tiempo contigo, soy consciente de mi carácter de mierda cuando no estoy bien. Estaba tan sofocada que quería un respiro... Me hice la fuerte cuando realmente lo único que quería era soltarme a llorar en tus brazos, pero mi orgullo me cegó estúpidamente.
—Realmente creí que ya no me soportabas y que ya no sentías amor por mí.
—Supongo que nos hicimos sentir lo mismo. —me abrazó con más fuerza. —quédate así... Necesito sentir que aún eres mío.
—Marinette... Nunca he dejado de serlo.
∙.◦.◦.◦°.∙:❄️:∙.°◦.◦.◦.∙
Llegué probablemente veinte minutos antes de la hora acordada, pero no importaba, sólo no quería hacerla esperar y mucho menos retrasarme por algún inconveniente. Froté mis manos, a pesar de que dentro del local estaba cálido, tan sólo ver la nieve por el ventanal me hacía temblar. Una taza de café apareció frente a mí y rápidamente volteé a ver de qué se trataba.
—Disculpa, no he pedido aún.
—Lo sé, es cortesía de la casa. —respondió el joven a mi costado, regalándome una sonrisa amable. —hace mucho frío últimamente, además, sin ser muy entrometido se ve algo nervioso. —asentí forzandome a sonreír.
—Es que... Me encontraré con alguien que hace un tiempo no veo.
—Entiendo. No esté nervioso, de seguro todo saldrá bien. —golpeó su libreta con el bolígrafo dos veces. —cualquier cosa que necesite estaré tras el mostrador.
—Que amable, gracias.
Los minutos pasaron eternamente, no podía evitar mirar la puerta de la cafetería, incluso ya me estaba preocupando que algo le pasara, quizás debí ir por ella. Por un momento miré hacia afuera y la campanilla sonó, giré mi cabeza y entonces la vi... Marinette entraba sacudiendo la bufanda que le había regalado para una navidad, sus ojos se encontraron con los míos y los nervios comenzaron a comer mi estómago.
Me levanté rápidamente y la envolví con mis brazos, la había extrañado mucho, hace más de dos semanas que no la había visto.
—Adrien... —al separarnos sostuve su rostro con mis manos.
—Estás congelada, te pediré un café. —negó con la cabeza. Pasé mis pulgares por sus mejillas y sonreí, estaba preciosa como la última vez que nos vimos.
—Adrien. —tomó mis manos delicadamente y me hizo soltarla. —¿por qué me citaste aquí?
—Es... Creí que sería bueno hablar, en realidad... Sólo quería verte. —miró hacia el lado y asintió lentamente. —¿hice mal?
—No. —aclaró su garganta. —si quieres... —apuntó la mesa donde estaba anteriormente y caí en cuenta. —nos sentamos.
—Oh si, claro. —le ayudé a quitarse la parca, colgandola en el respaldo de la silla. —estuve... En realidad estaba un poco nervioso. —comenté cuando me senté frente a ella, Marinette simplemente frotó sus manos sobre la mesa. —habías rechazado vernos otras veces.
—Porque creí que no habría sentido de tomarnos un tiempo y seguir viéndonos.
—Yo... Lo sé. Lamento ser impulsivo, me resulta difícil esto.
—A mi también, pero es lo mejor para ambos.
Quería decirle que eso era una enorme mentira, porque yo estaba mal sin ella en casa, todo se sentía apagado y sin vida, me daba vueltas en los recuerdos guardados ahí, la nostalgia era abrumadora y extrañarla me daba ansiedad.
Sé que nada es fácil entre los dos, dijimos cosas que nos lastimaron, hicimos cosas que nos alejaron más que acercarnos, callamos y jugamos con nuestros sentimientos como si a la larga eso no nos destrozaría.
Tomé su mano sobre la mesa, ella se mantuvo viendola en silencio, me alegraba que no la quitara, pero me ahogaba que su calor se perdiera en que sólo yo quería sostenerla.
—Lo siento. —la solté, lo que menos quería era incomodarla otra vez. —Marinette... —preguntaría si podía volver a la casa, pero me contuve. —¿cómo va el trabajo? —me forcé a sonreír, sus ojos se abrieron ampliamente y me miró directamente.
—El trabajo... —sonrió con sinceridad. —bien, algo tedioso, pero ya sabes como es todo.
—¿Tom y Sabine están bien? —asintió. —¿aún me odian?
—Hablé con ellos, tienen claro que nuestros asuntos son sólo de nosotros. Así que no te preocupes, ya entenderán que aquí no hay un solo culpable.
—Hola, ¿en que puedo servirles? —apareció el joven de hace un rato con una sonrisa que rápidamente fue borrada de su rostro, seguí su mirada hacia la de Marinette, quien peinó su cabello algo nerviosa. —¿Marinette...?
Entonces un mar frío me cayó encima, el cual se sintió el triple al leer su nombre en el gafete que traía en su delantal; Luka Couffaine.
Me puse de pie, los dos me vieron al mismo tiempo, no sé si asustados o incómodos, lo único que quería era desaparecer de ahí. Me sentía estúpido, incluso miserable... Sin que cruzaran más palabras pude darme cuenta de la química que había, una que ella ya no mostraba conmigo y que no estaba dispuesta a recuperar al parecer.
Dejé un billete sobre la mesa, tomé mi abrigo y salí lo más rápido posible de ahí. De todas las cafeterías que habían tenía que escoger justo esa. ¡Que idiota!
—Adrien. —escuché a mis espaldas pero seguí caminando. —¡Adrien Agreste! ¡Si das un paso más no pienso perseguirte! ¡No de nuevo!
Mi corazón se congeló al igual que mis piernas, miré el suelo cubierto de nieve, con mis pulmones casi colapsando por el aire frío.
—No me hagas esto. —sentí sus pisadas, luego simplemente estaba frente a mi. —¿qué pasa contigo? No puedes irte de ese modo. ¿Para eso me llamaste?
—Estoy cansado... —murmuré y las lágrimas cayeron por mis mejillas, levanté mi cabeza y al verme cerró la boca. —¿cuánto más tendré que hacer para que regreses conmigo? Incluso humillarme frente a él... Dime si realmente todo lo que he hecho valió la pena o si sólo estoy perdiendo el tiempo. Esta agonía me tiene mal, Marinette. La comida no me sabe a nada, las noches son frías y no dejo de tener pesadillas, el silencio de la casa no se llena ni siquiera con la música al tope. No puedo seguir viviendo así... Aunque entienda toda nuestra situación, no deja de doler. Dime la verdad Marinette, ¿por qué esta vez aceptaste verme? Aunque sea debiste decirme que él trabajaba en ese lugar.
—Yo... Perdóname. Cuando me citaste ahí pensé que querías confrontarme con Luka, luego entré en razón y supuse que no sabías que realmente él trabaja ahí, después no supe si decírtelo o simplemente callarlo y hacer como si nada, perdón. —me abrazó y enterró su rostro en mi pecho, comenzando a sollozar. —en realidad tengo mucho miedo y no quiero estar sin ti, Adrien. Al principio pensé que necesitábamos distancia, pero después de extrañarte y enterarme... Nos mantuve lejos porque no quería lastimarte con esto. Dijiste que ya no querías y... —la envolví con mis brazos y besé su cabeza, me daría el gusto de tenerla cerca ahora mismo, egoístamente lo haría. —hoy fui por los resultados, yo sé la respuesta aunque aún no he abierto el papel, quería hacerlo contigo. —me soltó. Sacó de uno de sus bolsillos un sobre, lo abrió y con sus manos temblorosas lo puso en una de mis manos, tenía dos corchetes. Lo abrí y comencé a leer en silencio, sabía qué era, mis ojos se llenaron aún más de lágrimas cuando leí 'positivo' en el resultado.
—Tengo mucho miedo... —confesé limpiando mi rostro con el puño de mi parca y sonreí. —pero estoy feliz.
—¿Lo estás? —los azules de Marinette se desbordaron, limpié su mejilla con mis manos y sostuve su rostro de ese modo.
—Es de nosotros. —mi mano libre se coló entre su parca y la apoyé en su vientre. —pase lo que pase es sólo nuestro y me hace feliz. —reí un poco. —por eso no quisiste café. —asintió y también sonrió. —hola pequeño. —me agaché frente a ella. —necesito que me prometas que crecerás muy fuerte con mamá, ¿si? Así yo también te prometo estar siempre para ti, no importa la hora ni el lugar... Siempre podrás contar con papá, ¿bueno? Aunque nosotros no estemos juntos, siempre estaremos para ti.
Marinette cubrió su rostro con ambas manos y se soltó a llorar con fuerza.
—Perdóname. —me erguí y quité sus manos lentamente.
—Te perdono, pero sólo si tu me perdonas a mi, Marinette. —su sonrisa llena de lágrimas fue un sentimiento único que nació en mi corazón.
—Te perdono.
—Tú, pequeño. —toqué plenamente su vientre viéndola a los ojos. —tendrás que ayudarme. Porque sé que será complejo, y es que enamorar a tu mami es difícil, pero no imposible para mi. Ya lo hice una vez y espero volver a hacerlo ahora.
—Tonto...
—Es la mujer más hermosa que he visto, cuando nazcas y la veas me darás la razón. La amo con todo mi corazón, y deseo que ella sea consciente de eso.
—He hablado con él y sabe que yo también amo mucho a su papá. —tomó mi mano y la llevó a sus labios. —porque se lo dije desde que comencé a sospechar de su existencia.
—Te amo. —sujeté sus mejillas y la besé, no pude contenerme y tal parece que Marinette tampoco, porque me devolvió cada beso que le robé. —te amo.
—Ya no sé qué decirte para que sepas que yo también. Pero te amo infinitamente.
El dolor es parte de la felicidad, es lo que nos hace sentir las cosas que realmente vale la pena tener y perseguir, porque cuando más perdidos estamos buscamos un refugio; el dolor es el complemento entre estas complejas emociones.
Debimos perdernos para encontrarnos nuevamente y debimos congelarnos para descongelar el amor entre los dos.
Nunca es tarde para abrir el candado de nuestro corazón y decir aquello que nos aprisiona; aunque siempre es mejor no procurar demorar demasiado en decir cuánto amamos a alguien, porque la vida es injusta y cruel la mayoría de las veces.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro