Capítulo 4: Marinette
La superficie blanda de la cama me amortiguó; había una tenue luz de luna entrando por la ventana, una que a penas se percibía, pero era la suficiente para distinguir la silueta y los ojos de Adrien en medio de la oscuridad.
Su sonrisa me estremeció. Esto era una completa locura, una que deseaba hace mucho y que estaba dispuesta a confesar cuando se subió sobre mi, volviendo a quemar mis labios contra los suyos.
Ansiaba tocarlo y que me tocara, que sus manos se derritieran en mis pechos y que su lengua trazara todo mi cuerpo con su saliva.
¿Quién dice que la pasión ya no estaba entre los dos? La pasión nunca se había ido, simplemente estaba dormida y bastaron unas copas de whisky para que despertara descaradamente.
Adrien tomó distancia y bajó mi pantalón de pijama rápidamente, dejándome completamente expuesta a él; separó mis piernas y besó desde mi rodilla hacia dentro, mordiendo mi piel sin llegar a lastimarme; su respiración pesada chocó contra mi intimidad, haciendo que el deseo fuera cada vez más grande y que el aire me faltara desesperadamente.
Me saboreó como sólo él sabe hacerlo, con paciencia y desespero, con calor y humedad. Tan bien se sentía que mis manos no pudieron contenerse de jalar su cabello, no sé si para alejarlo o acercarlo aún más a mi. Sujetó mis tobillos contra el colchón, dejándome sin escapatoria alguna de su excitante atención.
—A-adrien... Espera... —dio una última lamida y subió hacia mi, empujando su cuerpo contra el mío.
—¿Qué sucede? —susurró sobre mi boca, y no pude contener el morbo de besarlo con mi humedad ahí. Correspondió por completo a mi beso, subiendo mi camisa para quitarla y cuando logró hacerlo, amasó mis pechos sin alejarse de mi boca. —sabía que no traías sostén. —sonrió sobre mis labios con una risa traviesa e infantil.
—¿Cómo lo sabías? —cuestioné sin mucho sentido, abriendo mi boca cuando bajó hacia unos de mis senos, besandolo y mordiendo sin compasión.
—Eres mi esposa... —se jactó en un susurro. —conozco tu cuerpo con y sin ropa. Con sólo un vistazo sé cuando no te pones sostén. —no sé que tan tonto sea avergonzarme por sus palabras ahora, pero el alcohol me hacía sentir todo el triple.
—¿Eso quiere decir que me miraste? —ahora besó mi cuello y entre penumbras sus ojos se conectaron con los míos. Su nariz rozaba la mía, su respiración estaba casi tan agitada como yo y dentro de todo el silencio que se había creado, subió una de sus manos y acarició mi mejilla suavemente, juntando aún más su cuerpo al mío, casi como un puzzle que calzaba a la perfección.
—Siempre te miro... Aunque creas que no lo hago, siempre estoy mirándote. Eres preciosa en todas tus facetas, incluso cuando quieres arrojarme nieve en la cabeza. —reí por lo bajo junto a él y su pulgar limpió una invisible lágrima que se derramó por mis ojos. —perdóname... El otro día no quise hacerte llorar. Fui un tonto y verte así me congeló, no supe cómo reaccionar.
El dolor se apoderó de mi corazón, lo estrujó brutalmente y lo arrojó una y otra vez contra el suelo. Lo único que realmente quería es que me viera, que me hablara como si no fuéramos extraños, que me contara su día y preguntara por el mío, que me abrazara por la noche y me recordara lo mucho que me amaba, aunque realmente no pensara en mi al decirlo, porque por muy estúpido que sea, si Adrien era feliz yo podía serlo aunque doliera.
—¿Por qué nos estamos lastimando tanto? — peinó mi cabello con suavidad y tanteé sus labios. —Adrien... —suspiró tan gratificantemente que casi me derrito entre sus brazos. —quiero confesarte algo... Yo soy una mala persona. Hice algo feo... —soy patética.
—¿Qué cosa? —su voz se volvió algo tensa, pero al mismo tiempo resignada.
—Te dije que me gustaba alguien más, pero eso no es cierto y lo peor es que cuando hablaba con él no lo veía exactamente a él, yo pensaba en ti. No estuve olvidandome de ti, fue todo lo contrario... P-porque estás tan profundamente dentro de mí pecho, que... Que duele tanto y me sofoca la idea de que ya no estés, que te vayas, que... No me ames.
Estaba mal, desde un principio supe que era así. Con el simple hecho de ver a Luka sonreír y pensar en Adrien, ya sabía que no podría hacer nada para dejar de amarlo, aunque lo intenté en su momento porque me dolía demasiado pensar que estuviera con alguien más, quería devolverle ese sentimiento impotente y sofocante, pero luego... La culpa venía cada vez que lo veía dormir junto a mi como la primera vez y no podía lastimarlo de esa forma.
—Shh... —me calló con un suave toque. —no necesito más explicación que eso.
Su cálido aliento me llamó, tomé su boca desesperadamente; temía que desapareciera y que la sensación de su piel fuera mentira.
—¿No vas a confesar nada? —murmuré al separarnos. Se acomodó rozando su erección contra mi.
—Confieso que me encantas hasta cuando te enojas, aunque me saques de quicio a veces. —dejó un beso en mi mejilla, sin dejar de acariciar mi cabello. —confieso que te miro por completo cuando duermes, —depositó otro beso en mi otra mejilla. —también confieso que me calientas incontrolablemente cuando te pones tus pijamas de seda para dormir, y que me encanta cuando no usas sostén, confieso que ahora mismo quiero oírte gemir mi nombre sin contenerte y que me pidas más. —lamió mi mentón y movió su cadera contra mi, haciéndome perder aún más la cabeza. —también debo confesar que el whisky que bebimos era la herencia de mi bisabuelo, pero que valió totalmente la pena si fue contigo.
—Que tonto eres. —reí ligeramente, envolviendo su cintura con mis piernas. —sólo a ti se te ocurre algo así.
—Y usted mi amada esposa, ¿no piensa confesar nada? —lo miré en silencio unos segundos, los cuales sólo me veía en silencio, pasando sus pulgares tiernamente por mis cejas.
—Confieso que estoy tan ebria como tú y todo me da vueltas ahora mismo, confieso que no me gusta tenerte lejos, que extrañaba tus besos como una loca desquiciada, también que me gusta provocarte y que me desees. Confieso que... —mi voz se apagó repentinamente y se removió.
—¿Qué más?
—Que estoy enamorada de ti como el primer día y... que tengo miedo.
—¿Miedo a que mi vida?
—Miedo a perdernos...
—No... Escúchame, eso no va a pasar. Te amo, Marinette. —quería oírlo hace mucho, esa tan pequeña frase que se caló por mis oídos llenó mi corazón de dicha. —aunque peleemos, aunque lleguemos a odiarnos, incluso aunque encuentres a alguien más, nunca dejaré de amarte.
—¿Me amas? —asintió apoyando su frente en la mía, cerró sus ojos varios segundos, cubriendonos con un silencio íntimo entre los dos. Quería oírlo otra vez. —¿cuánto?
—Te amo infinitamente.
—¿Cuánto es eso?
—Algo que no puedes imaginar. —subí mis manos hasta sus mejillas para tomar una pequeña distancia, acaricié su labio inferior con mis yemas y dejé que el ensordecedor retumbar de mi corazón me guiara.
¿Qué importaba ya?
—Te amo... —quité su camiseta, tiré con los dedos de mis pies su bóxer para quitarlo de una vez, él me ayudó en medio de una juguetona risa que me contagió enseguida. —te amo. —repetí casi muerta por el calor que sentía y que quería compartir con él de una vez. —te amo... Te amo.
Probablemente repetí más de cien veces cuanto lo amaba y aún así siento que no era suficiente. Lo que sucede es que nunca serán suficientes besos, nunca serán suficientes abrazos y nunca serán suficientes te quiero, pero si será suficiente demostrarlo cada vez que tenga la oportunidad.
—Hueles delicioso...
—Es el perfume de siempre.
—No me refiero a tu perfume, hablo del olor de tu piel.
—Harás que me avergüence. —una risa emergió de su garganta, siguió pasando sus yemas por mis pómulos.
—De seguro tienes la cara roja ahora mismo. —apretó mis mejillas y fruncí el ceño. —que bonita...
—¿Quieres pelear? Yo también puedo avergonzarte, conozco todas tus debilidades.
—Tranquila... Sólo estoy jugando. —se acomodó a mi lado, el dedo índice de su mano izquierda bajó desde mis labios a mi cuello, continuando por mi clavícula hasta mi seno derecho y rápidamente se transportó a mi monte de venus por mi abdomen, le tomó dos segundos inmiscuirse por completo en mi intimidad y dejar caricias circulares, arrancandome involuntarios gemidos que calló besandome profundamente. —¿qué sucede? —sonrió con burla, una que aumentó cuando mi boca se abrió más al sentir sus dedos dentro de mi. —Mmh... Marinette, lo estás haciendo más difícil. —casi gruñó sus palabras.
—E-espera... —ignoró mis súplicas, incluso cuando cerré mis piernas.
Como pude tomé su muñeca y detuve sus movimientos, tirando de ella para que saliera de mi. Giré mi cuerpo sobre él, sujeté sus manos en ambos costados de su cabeza y sonreí cuando se estremeció con mi lengua en su cuello.
—M-marinette... Eso me hace cosquillas... —se encogió un poco, pero seguí de todas formas.
—Lo sé. —mordí lo suficiente para que gimiera, eso me encendió aún más, así que dejé que guiara mis caderas con sus manos. —fue suficiente de juego previo, príncipe.
—¿Suficiente?
Mi cabeza casi explotó cuando empezamos algo más que caricias; sus dedos se aferraron con fuerza a mis glúteos. Su boca se abrió y sonreí cuando no pudo aguantar más el placer en su garganta, sus manos me recorrieron suavemente y al mismo tiempo con tanta posesión.
Todo comenzó a dar vueltas, a veces olvidaba lo que estaba pasando, iba y volvía de algún lugar lleno de paz y placer mezclados en armonía.
No sé en qué momento habíamos cambiado de posiciones nuevamente, pero Adrien volvía a estar sobre mi, envolviendo mi espalda con sus brazos, mordiendo y recorriendo con su boca donde más le pareciera.
∙.◦.◦.◦°.∙:❄️:∙.°◦.◦.◦.∙
Una luz blanca molestó mis ojos, así que abrí uno lentamente, parecía que se me caería la cabeza en cualquier momento por el dolor horrible que sentía. Pude enfocar la ventana frente a mi, todo estaba blanco afuera, pero no nevaba, incluso algunos pájaros se oían cantar.
Intenté tomar mi cabeza con una de mis manos, pero no pude, mis brazos estaban envueltos por otros; con un solo ojo abierto miré a mi costado, notando a Adrien completamente pegado a mi, sin camiseta. Su cabello estaba alborotado, incluso su frente tenía un poco de sudor y sus labios entreabiertos sólo me mostraban lo pacífica que estaba su respiración.
—Mmh... Marinette... —murmuró formando una sonrisa, se removió bajo las sábanas y me apegó más a él, dejando mi rostro a sólo unos centímetros de distancia. No pude evitar avergonzarme por su cercanía, sobretodo cuando besó mis labios aún con los ojos cerrados. —hace frío, no te levantes. —sus manos apresaron mi cintura desnuda.
—Adrien... —mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando recordé todo lo que pasó por la noche, el aire fue difícil capturarlo y el miedo se apoderó de mi. Moví las sábanas un poco y vi hacia abajo, confirmando que realmente había pasado y que no lo estaba imaginando. —Adrien. —empujé su pecho para que despertara, frunció el ceño un poco y abrió sus ojos, viéndome algo desorientado, tomó su cabeza con una mueca quejumbrosa.
—Resaca. —habló con una media sonrisa. —buenos días, princesa. —tragué con dificultad cuando se acercó a mis labios otra vez, pero lo evité. —¿qué pasa?
—E-es... Adrien, ¿qué fue lo que hicimos? —quería soltarme a llorar y estoy segura que en cualquier momento lo haría.
—No entiendo... —me separé por completo de él, no puso resistencia, así que fue más fácil levantarme envuelta con la sábana. Por un momento me desequilibré, pero me recompuse. —¿Marinette? ¿Qué pasa? —volteé a verlo, su rostro mostraba completa preocupación y no pude soportarlo más, me solté a llorar; mis manos comenzaron a temblar. —Mi amor... —se acomodó en la cama, y cuando noté su clara intención de acercarse di un paso hacia atrás.
—N-no... No me toques.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Te hice daño?
—Tú... Esto no debió pasar...
—¿Qué? ¿Por qué dices eso? —negué repetidas veces con la cabeza y cuando intentó acercarse otra vez, volví a retroceder. —Marinette, ¿qué pasa?
—¡No debió pasar! —oculté mi rostro con la sábana.
—¡¿Por qué?! ¡Explícame qué pasa!—Adrien terminó por levantarse, sujetó mis hombros y me sacudió un poco haciendo que lo viera a los ojos. —¿qué está mal? Ambos queríamos, los dos lo deseábamos. Si no hubieras querido me habría detenido, pero no dijiste nada... ¿Cierto?
—Adrien... No nos cuidamos... Ninguno de los dos.
—¿Por qué eso sería un problema? Estamos casados.
—¡Claro que es un problema! —me solté de su agarre. —¡todo esto es un problema! ¿o es que crees que todo se soluciona con palabras bonitas? ¿Acaso una noche de sexo arreglará nuestro matrimonio al borde del divorcio? ¿Decirnos 'te amo' solucionará nuestra desconfianza? ¿Decirme que aún te atraigo me hará olvidar todos tus desprecios y desplantes? ¡No! ¡No lo hace! ¡Los dos fuimos con alguien más por lo mismo y no lo hemos hablado bien siquiera!
—Marinette...
—¡No, Adrien! ¡Estoy cansada! ¡Estoy harta de todo esto! ¡Estoy cansada de ser quien va tras de ti en cada discusión! ¡Estoy cansada de ser la única que se pone en tu lugar! —lo empujé con todas mis fuerzas, las cuales eran pocas. Tomó mis muñecas y volví a romper en llanto. —me dejaste sola... Cuando más te necesité me dejaste sola y lo intenté muchas veces, por ti... Por nosotros. No quiero pasar por lo mismo, no quiero ver la decepción en tu cara otra vez... No quiero.
Sus brazos me envolvieron, quería separarlo, pero las fuerzas que tenía no eran suficientes. Sentí como mi corazón subía por mi garganta y me impedía respirar, el dolor era gigante e imposible de explicar.
—Nunca fue decepción... —susurró. —me rendí porque no quería verte sufrir otra vez. Te di espacio porque me dolía lastimarte, tu querías seguir intentando, pero no era seguro para ti y eras lo más importante para mi. Perdóname si te hice sentir sola... Nunca quise hacerlo.
—E-era frustrante no poder darte esa felicidad.
—Marinette... No es que necesite un bebé para ser feliz a tu lado. Eres suficiente para mi, sólo tu y nada más. —mis brazos cayeron. —sólo tú conmigo es suficiente.
—No puedo hacer esto... —lloré con más fuerza. —n-no me hagas esto, por favor...
—Pero es que te amo, ¿por qué no puedes creerme? —negué con la cabeza. —Sé que las palabras son menos efectivas que las acciones, sé que los dos nos hemos lastimado mucho, pero aún así... No quiero que nos perdamos. —mis mejillas no dejaron de empaparse. —podemos comenzar otra vez, podemos decirnos 'te amo' hasta aburrirnos y hacer el amor cuanto queramos; podemos volver a ser los confidentes de un principio.
No lo entiende.
—Te amo, Adrien. —me separé de él y lo miré fijamente. Sus ojos me vieron con ese brillo que extrañaba. —pero amarte no borra las lágrimas y el dolor.
—¿Qué me estás diciendo, Marinette?
—Necesitamos un tiempo. Necesitamos estar lejos el uno del otro. Es lo mejor para los dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro