Domingo, el día estaba perfecto. El cielo tenía un hermoso color gris y varias gotas de lluvia golpeaban el cristal de mi ventana. Sólo quería relajarme y leer un buen libro, pero al parecer el destino no estaba a mi favor...

Abrí la puerta de mi habitación y escuché unos gritos que venían del living ¿Qué estaba pasando?. Bajé las escaleras y lo ví...

No me lo podía creer...¿Qué hace él aquí?

-Virgo... hija mía...- Dijo caminando en mi dirección, por lo que inconscientemente retrocedí varios pasos.

-¿Que haces aquí?- Pregunté confundida.

-Vine a visitarte mi niña, hace tanto que no te veía, mira cómo has crecido...- Dijo acercandose aún más.

-¿Qué? No me vienes a visitar desde que tenía 6 años ¿¡Han pasado 10 putos años y recién ahora te acuerdas de mi?!- Respondí furiosa.

-Virgo yo... he estado muy ocupado, no pude venir antes... -Comentó apenado.

-¿No podías si quiera llamar? Para navidad, año nuevo o por lo menos mi cumpleaños... ¿Que puede ser más importante que tu propia hija?-

-Virgo yo... lo siento-

-Cállate y vete- Le interrumpí.

-Pero yo...-

-¡Que te vayas!- Respondí con la voz un poco quebrada.

Sólo bajó la mirada y salió por la puerta. Corrí a los brazos de mi madre, que había estado en silencio mirándonos, y comencé a llorar. Lo odiaba.

Luego de calmarme un poco mi madre preparó palomitas y vimos algunas películas. Ella siempre sabía cómo animarme, la quiero tanto...

Es cómo un ejemplo a seguir para mi, siempre cuidó de mi y mis dos hermanos, dándonos todo lo que necesitabamos y algún que otro capricho inecesario. Siempre estaba ahí cuando necesitabamos consejos o cuando necesitabamos un hombro en donde llorar. Sin duda es la mejor madre que alguien podría tener...

Estoy escribiendo esto en el colegio, me la estoy jugando mucho bue.