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Capítulo 9.

15 años atrás...

Freya
Cerdeña. Italia

Grotta di Nettuno, con sus casi setecientos escalones de bajada, era la escapada perfecta de Magna cada día antes de que su padre despertara y todo comenzara. Llevaban más de seis meses ahí en Cerdeña desde que la élite de su familia decidió mudarse un tiempo al lugar donde por fin se había encontrado, luego de tantos siglos de búsqueda en ambos mundos, el paradero de Oshanta.

La pequeña de tan solo once años, día a día se escapaba de alguna forma de su habitación bien temprano en la mañana, aunque era extremadamente fácil para ella ir directo mediante su nueva habilidad creando portales, pero estaba estrictamente prohibido usarlos sin consentimiento y para beneficio propio. Sin embargo, varias veces se había pasado eso por el forro, intentando evitar bajar a pie los kilómetros que debía recorrer de bajada para llegar a su destino.

Jamás había pensado que existiría un lugar más hermoso que Sicilia, su ciudad natal y donde vivió hasta hace unos meses, pero Magna al primer momento pudo enamorarse de las playas, el clima y los grandes misterios que albergaba esta isla. Incluso cuando su vida cambió drásticamente al llegar, nunca olvidaría sus escapadas y el día que lo conoció. Ahí fue cuando su habilidad dejó de funcionarle, causándole muchas molestias.

Hoy volvía a hacer de las suyas. Papá estaba fuera de la zona y los otros integrantes y vasallos aún dormían. Desde que Oshanta estaba en su interior, llevaba muchas noches sin poder pegar el ojo apenas ante la incomodidad y la extraña sensación en su abdomen. Había aprendido a comunicarse un poco más con él y hablaban casi a diario, pero al caer el sol era toda una pesadilla poder descansar, ya que la deidad siempre se encontraba angustiada por algo a esas horas.

Se arrodilló en el suelo ya estando vestida para marcharse, y como tantas otras veces, tocó este con sus manos, concentrándose lo más que podía para intentar hacer aquello que hacía semanas no podía hacer: abrir nuevamente un portal.

Estás perdiendo el tiempo —le dijo Oshanta.

—No entiendo porqué ahora no puedo hacerlo —gruñó ella, cruzando los brazos, molesta y algo frustrada.

Podrás hacer cosas aún mejores, dale tiempo al tiempo —le prometió él.

—El tiempo juega en mi contra —dijo ella tristemente—. Soy niña, no tonta. Me dueles desde que estás conmigo, y sé que un día me vas a matar.

Oshanta no respondió a eso último, quedándose en completo silencio. Ella secó una lágrima que corrió por su mejilla y se levantó al fin del suelo. Caminó entonces hacia la ventana y la abrió, dejando entrar un vendaval con olor a tormenta, un poco extraño para esa época veraniega.

Se tiró hacia el tejado de debajo de la ventana, caminando con cuidado de no caerse o desprender alguna teja que la delatase. Llegando al final del mismo, bajó con cautela por una escalerilla exterior que daba a un costado del enorme patio del hostal que la familia había comprado para guardar las apariencias y poder quedarse cómodamente en la isla. Agradeció entonces al estilo colonial del hostal, tan propicio para esas escapadas.
Ya estando en el suelo, corrió como pudo hasta la gran cerca que delimitaba el terreno, trepándola y pasando por encima de ella. Un mal paso y su vestido se rasgó un poco, así como la piel de uno de sus muslos, haciendo que comenzase a sangrar. Cayó al suelo del otro lado, aguantando las ganas de llorar o gritar por la pequeña herida, que le dolía horrores. Siguió entonces unos cuantos metro y diez minutos después, ya estaba colándose en la entrada de su lugar favorito: La gruta de Neptuno.

La cueva, iluminada tenuemente por bombillos ubicados de forma estratégica, tenía cierta paz que a Magna le encantaba. Podía pasar horas allá adentro si no fuese porque siempre había un vasallo diferente que terminaba encontrándola.

Alguien se acerca —le alertó Oshanta.

—Es un lugar turístico, se supone que ya comience a llegar gente.

Sabes a qué me refiero —explicó—. No se acerca un humano común.

Magna corrió entonces a esconderse, cruzando una de las vallas protectoras contra accidentes, posicionándose entre varias rocas puntiagudas que la separaban de la fría agua de la cueva.

—¿Cómo sabes que viene alguien si estás ahí dentro?

Porque tengo más control de lo que te imaginas. Dame gracias por ser tan misericordioso y no consumirte más deprisa.

—Te agradezco por amarme tanto —dijo de forma irónica para luego taparse la boca al escuchar pasos acercándose.

Parecían ser varias personas, caminando apresuradamente. Ella comenzó a rezar por no ser encontrada. Comenzaba a notar lo que había notado Oshanta; ellos no eran humanos, eran vasallos.

Cerró los ojos con fuerza y esperó. No quería ser llevada a la fuerza nuevamente, o que su padre le regañara o castigara. Tenía miedo y no entendía el cómo esta vez se habían dado cuenta tan rápido de su ausencia.

¡Magna! —gritó Oshanta en su interior.

Un vértigo comenzó a invadirla, junto a una extraña sensación que solo sintió en pocas ocasiones, justo cuando pasaba por los portales que creaba. Pero era más fuerte, como si estuviese siendo succionada o jalada hacia un lugar lejano.

Abrió entonces los ojos y el vértigo paró. Fue costoso para ella adaptar su vista a dónde se encontraba. Estaba en medio de una calle, rodeada de grandes y sobrios edificios, siendo observada por una multitud de personas. Sintió un extraño calor en su brazo, lo que le hizo mirar, encontrando con la mano herida y llena de sangre de alguien sujetándola.

Desvió la vista asustada, hasta el rostro de quien la agarraba. Era un chico, posiblemente de su edad o un poco mayor. Estaba tirado en el suelo, con su mano libre doblada encima de su rostro. Estaba sonriendo, podía verse en las comisuras de sus labios.

—Shantaaaa... —susurró para sí misma con la voz quebrada, llamando a Oshanta.

Tampoco sé dónde estamos —le respondió él—, pero reconozco el aura de Daulla cerca. Así que supongo que estaremos en La Tierra.

Este fue el detonante para que Magna perdiera la poca fuerza que le quedaba. Con la cabeza a punto de reventar por todo lo que había sucedido en cuestión de segundos, su vista comenzó a hacerse borrosa, ennegreciéndose hasta quedar definitivamente sin conciencia.


...


Freya
Dublín, Irlanda

Actualidad...

Magna agarró la piedra que Analla le había dado, apretándola con fuerza. La cerró en su puño, al tiempo que respiraba profundamente y se concentraba en los recuerdos sobre las veces que le inducían el sueño para poder comunicarse mejor con él.

Analla, por su lado, cogió su mano libre e hizo la misma acción que ella. Se centró en él, en sus orígenes, en su creación. Palpó su alma en el interior de Magna... y ahí estaban por fin; cara a cara.

Son muy tozudas —les dijo Oshanta a ambas que se encontraban una al lado de la otra, frente a él en aquel espacio oscuro y desolado—, o estúpidas que es peor.

—¡Analla! —gritó Magna—. Prometiste que me dejarías hablar a solas con él. Ya veo de donde tu hija sacó su desfachatez. ¡Ambas son unas traidoras!

MaLa —le llamó Oshanta—. No grites, por favor. Ya bastante molestas estando callada, imagínate gritando.

«Serás...», iba a decir al virar el rostro hacia él y poder vislumbrarlo más detalladamente. Se encontró con una figura imponente que no reconocía para nada. Sus recuerdos de las veces que habían conversado de esta forma, lo tenían a él como un ser incorpóreo, etéreo, donde solo podían verse unos ojos completamente negros que al mirarlos fijamente hacían perderse en ellos. Quien tenía delante en ese momento, era una persona —alma— totalmente desconocida para ella.

—¿Cómo...?

—Mientras más te consumes más poder gana —le respondió Analla antes de que terminase de formular su pregunta—. Su materialización es prueba de ello.

—Pues ya veo que no me ama tanto como pensaba... —pensó en voz alta de forma irónica—. Tenía esperanzas de llegar a vieja antes de ser consumida, pero veo que no podré casarme y tener nietos.

Te he dejado claro que se acerca la fecha.

—Y yo te he dejado claro a ti que me importa un comino. ¡Quiero vivirrrrr! —gritó la última frase, acercándose más a él por puro impulso. Sin pensárselo mucho cerró su puño, extendiendo su mano hacia delante con fuerza, chocando contra su mejilla.

Él viró el rostro por el golpe, molesto. Ella palideció, cambiando su mirada de su puño adolorido hacia él, soltando una risilla nerviosa que pronto fue convertida en una carcajada.

Solo no te mato ahora mismo por consideración a los años en que sí te quise. —Agarró su mano, apretando con fuerza y acercando su rostro al de Magna, dejándole clara la amenaza.

—P....pedófilo —susurró con la voz cortada, ante el nerviosismo por tenerlo tan cerca.
Intentó separarse de él, jalando su brazo para soltarse. No fue hasta que Analla intervino, que Oshanta desvió su vista de la de ella, resoplando y soltándola, dándole la espalda a ambas.

—Padre, disculpe al recipiente —le suplicó la Soul.

Yo no soy tu padre —le cortó este—, así que no comiences a adularme.

—Disculpe. No le adularé, solo quiero conversar con usted.

—¡Yo también quiero hablar con él! —exclamó Magna, ya repuesta del momento anterior.

—Esto es más importante, Lahen —sentenció Analla—. Aquí y ahora yo, la representante de la 1ra gran familia, los Souls, reclamo mi estigma y, por ende, la rendición de Oshanta en el DESCENSO.

Oshanta le miró furioso, encarando a la sub deidad de forma amenazante. Magna, por su parte, le daba vueltas a la cabeza, pensando en qué había dicho Analla para ponerle así. Hasta que al fin cayó en sus palabras, sorprendiéndose en demasía.

—Oye, Oshanta... —le llamó, preocupada. Él seguía mirando fijamente a Analla—. ¿Es posible hacer eso?

Es posible, Magna le respondió sin mirarla—. Es por esto que varias de las familias te llevan persiguiendo y torturando desde hace años; y tú, por estúpida, vienes a caer en las garras de la menos indicada.

—Y, ¿qué pasará ahora? —siguió preguntando.

—Pasará que a partir de ahora ustedes dos me pertenecen —respondió Analla—. Y tú, querida, no harás más falta en este plan. En este justo momento, me proclamo como el nuevo recipiente y, en consecuencia, el estigma de la deidad suprema estará marcado en los Souls para siempre.

En resumidas palabras, Magna —le dijo Oshanta, esta vez con su vista clavada en ella con una mezcla entre alivio y dolor—. Tendrás lo que querías: ya no tienes que morir...


Holaaa!!!
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy 🥰
Está algo fuerte, pero ya iba siendo hora de mostrar un poquito más a Oshanta.

Recuerden darme sus votos y comentarios si les gustó lo que leyeron.
Besos!!!

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