Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2.

Sus ojos se encontraban vendados, otra vez. Ya era conocedora de la situación, e incluso sabía qué vendría después: un pinchazo en su cuello que derivaría en un profundo sueño, y luego... luego estaba "eso".

Fuego al fuego...

No te entiendo, ¿qué quieres que haga? —preguntó confusa.

Llanto al llanto...

—Si no eres claro, jamás podré ayudarte. —Estiró su brazo, intentando tocarlo. "Eso" se echó hacia atrás, murmurando las mismas palabras una y otra vez.

Ella solo pudo observar sus atrapantes ojos, tan cargados de tristeza que oprimían su pecho. Sintió lástima, muchísima lástima de aquel ente que la acompañaba siempre que su familia decidía experimentar con ella en un raro "ritual", donde pinchaban su cuerpo y le hacían exámenes mientras ella solo era presa de la sensación desagradable del desconcierto, la duda y el miedo.

Estoy aquí contigo —le dijo al ente—. Ya más nunca estaremos solos.

Fueron sus últimas palabras antes de volver en sí, aún con los ojos vendados en aquel lugar donde siempre era llevada para hablar con él.

Magna, cielo, ¿qué dijo hoy? —le preguntó una voz conocida. Era la voz de su padre, distorsionada por el efecto del somnífero o droga que le habían inyectado anteriormente.

Eso... —dijo ella, dudosa de qué responder—. Hoy no quiso hablar, lo siento.

...

Abrió los ojos al sentir un cosquilleo en el vientre. Al parecer, Oshanta estaba algo inquieto últimamente y era ella quien cargaba con esa molestia todo el tiempo.

—¿Te pica algo? —le preguntó a su compañero interior.

...

—Eres un grano en el culo cuando quieres, ¿eh? —siguió quejándose—. No veo los días por librarme de ti.

Ridícula...

—¡Ridículo el santo que te debe haber parido! —gritó enojada—. Siempre que hablas es solo para insultarme. Pero que sepas que no te tengo miedo, "cre-a-dor". ¡Ya me las pagarás!

Hace mucho tiempo que dejaste de ser aquella joven alma que me tendió la mano. Ya no te debo ningún respeto contestó él—, y para que sepas, seré yo quien me libre de ti, ¡no lo olvides!

—Eso fue un golpe bajo, su divinidad... —Golpeó su vientre repetidas veces, aumentando la intensidad y fuerza, como si repentinamente algo la hubiese poseído.

Cada golpe le dolía, obviamente, pero sentía que esa autoagresión podría liberarla algún día. Sus lágrimas no tardaron en salir mientras continuaba con su espléndido berrinche. La puerta se abrió, dando paso a Ohanna, la cual corrió hacia Magna y la abrazó con fuerza. Esta dejó de patalear y flagelarse, palideciendo debido a pequeños espasmos y escalofríos momentáneos causados por el esfuerzo y desgaste psicológico que llevaba.

—Ya está, cariño. Ya pasó —la consoló Ohanna mientras pasaba la mano por su espalda para calmarla.

—M... me dijo... ¡me dijo ridícula! —continuó sollozando en el pecho de su amiga.

—No hagas caso a lo que dice. Siempre que discuten terminas así. No es sano, Magna. Te está desgastando.

Ella comenzó —murmuró Oshanta en el interior de Magna.

—¡Cállate! —gritó la joven—. No, no, no te lo digo a ti —se dirigió a su amiga, la cual había puesto mala cara ante el grito.

—Hagan las paces y dejen de joder a los simples mortales —resopló—. Es difícil convivir así.

Magna no respondió. Se limitó a secar sus lágrimas e ir al baño junto a la habitación. Sus piernas flaqueaban debido al esfuerzo de la escena anterior, mas respiró profundo e intentó calmarse.

Siempre era así; no recordaba la última vez que la convivencia entre ambos había sido serena. Tantos años, tantos traumas, problemas; tanto sufrimiento causado por la codicia de su familia, causado por "eso". Magna había aprendido a odiar inconscientemente a Oshanta.

Desde el baño sintió como Ohanna encendía el estéreo, poniendo una de las canciones favoritas de ambas. Abrió la pila de la ducha y esperó a que el agua saliera lo más caliente que podía, entró y dejó quemar su cuerpo con el chorro, relajándose y despejando al fin la mente. Luego cepilló sus dientes mientras veía su reflejo demacrado en el espejo, notando sus pronunciadas ojeras, sus líneas de expresión por tener siempre el ceño fruncido, su piel opaca y ojos caídos. No parecía tener 26 años ni mucho menos; parecía una treintona descuidada o una mujer sufrida de toda una vida (esto último era parecido a su situación).

Volvió a la habitación ya más recompuesta, quitándose la toalla que su amiga le había prestado, quedando desnuda ante el aire frío de la habitación. Buscó su ropa regada sobre un sofá que estaba al lado de la mullida cama donde había dormido esa noche, se la colocó y salió de la habitación de la mano de Ohanna, desesperada por probar algún desayuno para poder enfrentar con fuerzas el día que se avecinaba.

...

Tierra.
Múnich, Alemania.

Nueve horas... y dos minutos; ese fue el tiempo que pasó Deux sentado en el avión de camino a su hogar, todo con tan de no abrir un portal directo, por su convicción de vivir como un ser humano normal. Había pasado mucho tiempo desde que se marchó de ahí, con la esperanza de librarse de la carga y responsabilidad de pertenecer a una de las grandes familias. Hasta que Magna Lahen volvió a usurpar su vida, nunca antes se había planteado la necesidad de volver; ya creía haberse desligado de todo lo referente a los Therres, pero estaba equivocado.

A la salida del aeropuerto pidió un taxi, el cual lo llevó directo a la sede en el centro de la ciudad. Su hogar era un amplio condominio, muy al estilo de película de superhéroes. Compuesto por sofisticados edificios, bunquers y laboratorios, su familia gozaba el privilegio de ser la familia más poderosa de las siete, en cuanto a tecnología, recursos e influencias. Eso no importaba demasiado ya que cuatro de las familias vivían el Freya, pero igual era todo un orgullo para los Therres poder gozar de esos privilegios y poder.

Deux había sido criado en ese ambiente severo, crítico y desafortunado. Sus primeros años en la familia fueron un martirio constante donde tuvo que aprender forzadamente a hablar más de 10 idiomas, incluso lenguas muertas. Aprendió artes marciales, ciencias y humanidades; incluso fue ratón de experimentos de ellos cuando su don —además del de abrir portales— se desató por primera vez.

Cada familia tenía un portador de esa habilidad que les permitía comunicarse con el mundo adyacente. Esos "niños prodigiosos" eran criados bajo estrictos mandatos y preceptos, adiestrados en función de las necesidades y demanda de cada familia. Algunos han tenido más suerte que otros, y ese no fue el caso de Deux.

Respiró profundo y se adentró al condominio. Caminó en dirección al edificio que centraba el área, entró por la puerta principal y el olor a metal, formol y sustancias extrañas le invadió ambas fosas nasales. Era un olor nostálgico, al cual había estado acostumbrado por mucho tiempo. Se dirigió al ascensor, sin prestar atención a su alrededor ya que conocía de memoria el ajetreo del lugar y cada esquina y rincón del mismo. No había cambiado mucho desde la última vez.

Su teléfono sonó. Era su hermana, la otra niña prodigio de la familia que fue reclutada y adiestrada como él. No compartían lazos sanguíneos, como muchos dentro de la sede, pero la conformación de todas las familias era muy rara y dependía de muchos factores. Quiénes podían entrar a los Therres, era desconocido para él, conociendo únicamente que se debe tener "algo" en el alma para poder ser merecedor de la tortura/privilegio de ser un familiar o vasallo.

—Aló, Jaen.

—¡Deux! —grita su hermana al otro lado de la línea—. Mira para atrás...

Él hizo lo que le dijo, parado frente al ascensor abierto. Sus ojos se cruzaron con aquella hermosa mujer de ojos pardos y piel pálida que tan amena le hizo la vida antes de poder desligarse de los suyos. Ella corrió en su dirección, parándose frente a él, eufórica y cansada por la carrera, esperando reacción alguna del hombre que tenía delante.

Él la agarró por detrás del cuello y la aproximó, besándole la cabeza y abrazándola con fuerza.

—Troglodita, ¡me falta el aire!

—Sorry, Jaen —se disculpó, soltándola un poco de su agarre—. La emoción me pudo.

—¿Vienes a ver al abuelo? —preguntó ella.

—¿Ese viejo sigue vivo? —respondió él con otra pregunta. Su hermana cambió el semblante a uno de molestia, dispuesta por comenzar a regañarlo por ese comentario, por lo cual se corrigió apurado—. Es broma, es broma. Vengo a hablar con la abuela, no con él.

—Ella... —se detuvo y tomó aire, respiró profundo y le dedicó a Deux una sonrisa forzada—. Vamos, te acompañaré arriba. Debe estar todavía con su arrugada nariz metida en los archivos.

Deux intentó reírse de la ocurrencia de su hermana, pero algo en su tono de voz y expresión le alertó de que algo no estaba bien. Debía encontrar el momento para ponerse en contacto con Magna, pero lo primero era investigar lo que su familia tenía tramado en relación a ella y Oshanta. Se estaba acercando el día y eso no era nada bueno para la pobre chica. Los siete pisos subidos en el ascensor se sintieron como un suspiro, cuando salió del trance causado por sus pensamientos y se dirigió junto a su hermana a la gran biblioteca que ocupaba casi todo el piso, donde se suponía que se encontrara la abuela.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro