Capítulo 19.
Freya
Dublín, Irlanda
Luego de tantas horas de espera le resultó sumamente incómodo entrar a hablar con su madre como si nada. Sentía miedo real por su reacción, ante la incompetencia de dejar pasar a su territorio, a un presunto asesino que la estuvo engañando por más de un mes.
Eso no era normal en ella, quien normalmente tenía una barrera inquebrantable, capaz de bloquear algún sentimiento o confianza total hacia otra persona.
Se le había criado de esa forma, y así había aprendido a vivir, haciéndose menos humana con el pasar de los años.
Dio dos toques suaves a la puerta con los nudillos, esperando la confirmación para entrar. No hubo respuesta.
Volvió a tocar y tuvo el mismo resultado. Su madre no quería hablarle, o algo estaba sucediendo sin que ella tuviese idea alguna. Necesitaba un desahogo luego de todo lo que había sucedido. Alguien con quien hablar.
Bajó la escalinata principal, doblando al fondo hacia las habitaciones más alejadas del recibidor, caminando hacia el ala este donde había un cuarto cerrado, usado décadas antes como sala de reuniones. Buscó entre sus llaves y lo abrió, sintiendo el olor a humedad y polvo, señal de que no se limpiaba hacía mucho tiempo.
Había grandes ventanales, cubiertos por gruesas cortinas de damasco antiguo y tul. La madera del piso se encontraba agrietada, y debajo de una tabla suelta podía apreciarse otra capa de madera, como chamuscada según su color. Las paredes estaban llenas de lo que parecían cuadros antiguos de la familia, cubiertos por telas blancas al igual que los muebles, quizás para conservarlos del polvo y la propia humedad. Era un lugar sombrío mirándolo de esa forma, pero era mejor que nada.
En su habitación, o habitaciones comunes del palacete, no podría actuar con total libertad, menos en ese momento en que su error casi le cuesta caro a la familia. Sin embargo, en esa parte era poco común que la servidumbre o algún familiar de mayo rango se asomasen.
Destapó uno de los muebles, sentándose en este con cuidado, ante el crujir del mismo. Inhaló aire con fuerza, tronando sus dedos para crear un portal.
Este se hizo de inmediato, casi sin ruido. Ya había aprendido a cómo controlar el viento a conveniencia para que el portal fuese lo más discreto posible. Era solo cuestión de regular la energía, algo que ella sabía hacer de sobra.
Al otro lado había un cuarto elegante, con paredes pintadas de neón y varias extravagancias más. Una cama imperial se hacía ver en el centro, y encima de esta, una joven en pijama con una laptop y el celular en la mano, mirándola fijamente como si no se esperase aquella situación.
—Se supone que no puedes hacer esto —le dijo la chica en voz baja, acercándose al portal al ver de quién se trataba.
—Estoy en un lugar seguro. ¿Has podido encontrarla?
—No. Mi madre desistió en que lo siguiera intentando. No quiero levantar sospechas, así que esperaré la oportunidad.
Asintió.
—No sé lo que trama la mía —le confesó a la chica al otro lado del portal—. Desde que consiguió a Oshanta no me deja verla. Tengo un muy mal presentimiento.
—Ten calma y actúa con normalidad. Todo se puede venir abajo si sospechan de ti.
—¿Entonces qué hago? Estoy más que limitada.
La chica se volvió a alejar, saliendo del campo de visión que permitía el portal. Se sentía al otro lado como revolvía al parecer la habitación buscando algo. Luego se volvió a asomar de prisa, enseñándole unos papeles en la mano.
—Toma —se los extendió hacia su lado. Ella los agarró—. Es lo que he podido sacar de los archivos privados. Con todo este revuelo ha sido muy fácil tener más información.
—¿Hay algo más que deba saber? —le preguntó.
—Ella al parecer debe haber recuperado sus recuerdos. Ya no es la Magna que conoces… que conocemos —respondió la chica, pensando en sus palabras mientras las decía—. ¡Ah, también…!
Unos golpes en la puerta interrumpieron a la chica, quien comenzó a cambiar su vista desde ella hacia el portal.
«Ohanna, Viane necesita hablar contigo», se escuchó del otro lado.
—Ve —susurró—. No busques problemas, luego hablamos.
…
Varios meses atrás…
—¿Qué planeas hacer cuando vuelva a aparecer?
—Espero que no lo haga, la otra vez causó demasiados problemas. No es bonito tener a tu familia y a los Tords encima nuestro.
—No entiendo como tu líder se empeña en protegerla. Es ilógico, con todo el poder que tiene dentro…
—Ese es el problema, Abdala. Su poder.
Hacía mucho tiempo que Abdala y Ohanna se veían, luego de la última riña que tuvieron sus familias por el control de Oshanta. Los Souls siempre quisieron hacerse con la deidad, mientras los Delos creían fuertemente en que debían proteger a la pobre chica que se había visto involucrada contra voluntad en aquel enfrentamiento entre familias y mundos.
Incluso Ohanna hubo un tiempo en que lo creía, hasta que Magna se encargó de, por decirlo de forma sutil, romper sus sueños.
La empatía de Ohanna y ella fue a un punto extremo, cuando esta vio en Magna el reflejo de su propia alma, prisionera en un mundo que no había elegido.
La protegió incluso de sí misma, cada vez que sus pesadillas afloraban o la deidad le provocaba ataques de pánico o ansiedad tras sus discusiones. La veía como un alma rota, y eso le dolía en su propia alma.
Pero todo cambió…
Magna nunca había sido Magna, y el día que Ohanna supo la verdad de todo, algo en ella se quebró de forma irremediable.
Quizás había sido por ego, o un autoengaño, pero el negarse a creer quién era en realidad, fue más destructivo para la chica con el alma igual de rota que su supuesta amiga.
Entonces conoció a Abdala, y encontró en ella otra oportunidad de no sentirse sola.
La albina era hermosa como un pájaro enjaulado entre barrotes de oro, al igual que ella. Fría, glacial en su manera de expresarse, pero con una chispa en los ojos tan calidad que le hizo saber a Ohanna que era más de lo que aparentaba, lo cual llenó su mente de curiosidad. También había nacido por y para la causa, sin elección de su parte, forzada a ese mundo y esas responsabilidades. Y, al igual que Magna, Abdala tenía sus propios demonios pisándole los talones.
Estaba realizada nuevamente. Solo hacía falta algo: descubrir el resto de la verdad sobre su antigua mejor amiga.
No fue difícil, no con Abdala unida al barco. Por detrás de bambalinas compartían cada día la información que les llegaba. La albina ya había conocido a Magna de antes, en una de las persecuciones, donde se vio involucrada sentimentalmente para luego darse cuenta que solo era un juego para la rubia loca.
Ambas, Ohanna y Abdala tenían algo más en común entonces: habían sido engañadas.
—¿Cuál es el plan esta vez? —preguntó la mulata, recogiéndose el cabello en una trenza.
—Normalmente eres tú la de los planes. Y ya no nos quedan más vacíos, hemos llegado al final del pozo.
—No lo creo… —le dijo pensativa, como si hubiese tenido una revelación—. Me has dicho que tu madre tiene la intensión de adueñarse de Oshanta, ¿no?
—Si…
—¡Ayudémosla!
—Hay algo que no estoy entendiendo —dijo Abdala algo confundida—, ¿en qué te beneficia ayudar a mi madre?
—¡Dahhh! ¿para qué crees? —exclamó como si fuese algo obvio—. Tu familia obtiene lo que desea y tu te llevas el mérito. Yo por otro lado, le doy a Viane y a mi madre una dosis de dolores de cabeza.
—¿Pero tienes idea de qué va a suceder? No creo que estés pensando con claridad, Ohanna.
—No necesito claridad. ¡Necesito adrenalina! Este mundo me aburre, ser quien soy me aburre, Magna Lahen ya me aburre. Me importa un carajo ver el mundo arder.
—Es cierto lo que siempre dices… estás completamente rota.
—Solo en ocasiones, Abdala. Que no se te olvide: Ohanna Mandelo es mucho más que una simple marioneta del destino, y ya descubrirás porqué lo digo. Ahora, ¿cómo traemos a esa loca de regreso a Freya?
Hola, amores y guanajitas!!!
2da actualización de hoy. Estaba inspirada y me apeteció traerles un capítulo interesante, que de seguro hará explotar sus cabezas!!!
Recuerden decirme en los comentarios ¿qué les pareció?
Los amo mucho mucho ❤
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