Capítulo 0
Corría desesperada, atravesando penosamente la multitud de cuerpos amontonados que deambulaban de un lado a otro como si se les fuera a ir la vida en ello, dando el alma en aquella carrera sin fin.
Los grandes rascacielos amenazaban con cortarle el aire ante el agobio por sentirse tan pequeña y vulnerable en esa enorme ciudad donde sus pasos eran controlados a diario por lo desconocido… o no tan desconocido para ella.
Dobló en un callejón cualquiera, trepó por una gran reja que impedía el paso al otro extremo y al caer al otro lado, ya más calmada de no sentir a sus perseguidores, caminó en dirección a un viejo edificio de varios apartamentos. Trepó por la oxidada escalerilla exterior hasta el sexto piso, donde un ventanal abierto daba lugar a un ruido estridente de un horrible gusto musical. Entró por la misma, quedando dentro de un sucio y desordenado apartamento, inundado por el almizcle causado por la combinación de olores de alcohol barato, sustancias ilegales y sudor, mucho sudor.
Caminó hacia la habitación cerrada donde se concentraba el ruido, acompañado de gritos, risas y gemidos; tomó el picaporte sin siquiera tocar la puerta y abrió, a expensas del espectáculo que pudiese encontrar.
—¡Pedazo de mierda! —gritó para hacerse oír por encima de la música—. ¡Termina ahí, necesito ayuda!
Dentro de la habitación se encontraba un hombre, parado sobre una cama, de espaldas a ella, completamente desnudo apuntando su miembro viril a dos jovenzuelas que esperaban gustosas su pronta eyaculación.
—¡Ohhh, si! —gruñó él de forma gutural al acabar su acto. Fue entonces que giró el rostro y le sonrió a la chica, satisfecho—. MaLa, llegaste a tiempo, cariño. Ya acabé.
Hizo un gesto con su mano hacia sus acompañantes, las cuales recogieron sus prendas y pertenencias del suelo y se marcharon con presura, dejándolo solo con la intrusa, la cual se encontraba recostada al marco de la puerta con cara de pocos amigos.
Él se dejó caer, aún desnudo, sobre la mugrienta cama, empapada de sudor y a saber qué otras secreciones más. Agarró el mando del estéreo y bajó el volumen de la música, haciéndole un gesto a la chica en señal para que comenzara a hablar, esperando que fuera importante el motivo por el cual le había cortado su pronta diversión.
—Me persiguen —soltó ella de una vez.
—Eso no es nuevo, Magna Lahen —contestó él.
—No uses mi nombre a la ligera, plasta. Sabes mejor que nadie que…
—Si, si, si… —le cortó—. No vuelvas con la misma cantaleta de siempre y escupe qué necesitas esta vez.
MaLa, como se hacía llamar la joven, iba a comenzar a hablar cuando una corriente en su espina dorsal la alertó. No tenía mucho tiempo, por lo cual debía ser lo más breve posible. Caminó en dirección al hombre, sentándose a su lado en el borde de la cama y agarrando sus manos en gesto de súplica. Él entendió perfectamente lo que ella quería…
—Es un rotundo no, MaLa.
—Está pactado, cariño. Me la debes.
—Morirás de todas formas. ¿Para qué joder a tanta gente si el final está escrito?
—Ya lo acabas de decir —murmuró en su oído, con una sonrisa macabra en sus labios—. Por joder…
Él también sonrió, no por diversión ante el comentario, sino por el cinismo que mostraba la joven con sus palabras. Separó sus manos de las suyas, poniendo un brazo detrás de su cabeza para acomodarse, mientras con el otro chasqueó los dedos. Un viento proveniente del exterior comenzó a arremolinarse a un costado de ambos, en forma circular y con una densidad considerable. Mala depositó un beso en la mejilla del hombre, el cual giró su rostro después con intensión de dormir un poco cuando ella se marchase.
—Buen viaje, MaLa —dijo antes de cerrar los ojos.
—Eres un cielo, Deux. Te dejo el resto… —se despidió ella, saltando por encima de la cama y dando un brinco hacia adentro del pequeño portal causado por el viento arremolinado.
«Te dejo el resto…», repitió él en su cabeza, maldiciendo a la joven una vez que volvió a escucharse solamente la música, interrumpida por el sonido de pisadas subiendo por el exterior y el interior del viejo edificio.
Abrió nuevamente los ojos y se sentó, estrujándose la cara con sus manos en señal de cansancio y molestia, provocado por las seguidas intromisiones en su espacio personal.
—Hija de la gran puta —pensó en voz alta, resoplando—. Esta vez no la vas a poder pagar solo con unas cuantas cervezas…
Hola hola!!!!
Espero que les haya llamado la atención esta nueva propuesta. Es mi primera vez escribiendo fantasía urbana, así que perdonen si notan algo fuera de lugar jajaja.
Besos y más besos, mis amores...
Kmila A. Glezz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro