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Capítulo 4: La maldición del hechicero

—Doctor F, si estamos aquí, ya sabes para que es —dijo Nix de brazos cruzados viendo como el hombre se dirigía a su gramola para cambiar de música—. Quiero que me eches las cartas.

—Bueno, pequeña, mi trabajo tiene un precio —añadió el señor, regresando a su mesa, mostrando una mirada confiada—. A menos que quieras pasar el resto de tu vida siendo un sapo repugnante, más te vale haber traído dinero.

Réizma rodó los ojos y le tendió una bolsa de dinero bien cargada de monedas de oro.

—Ahora empezamos hablar el mismo idioma —se oyó un eco femenino por la sala y no provenía del tarotista precisamente.

Fue en ese instante que el serpenteo de una serpiente las desconcertó como si tratase de musitar entre siseos. Pronto observaron como las boas de plumas del techo comenzaron a moverse al son, hasta adquirir un tono rosado y blanco que se precipitó cerca de la mesa deseando agarrar la bolsa con el dinero. La intimidante serpiente se irguió y poco a poco se deformó hasta que se moldeó en una figura delgada y femenina, con un largo y sedoso pelo lila.

—Esto me lo quedo yo, socio —dijo la mujer, que al reconocerla se dieron cuenta que era la madre de Mad Maddy, la elegante Lady Mim.

—¿Vosotros dos... estáis? —preguntó la pirata, mostrando una mueca con cierta repulsión al ver los ojitos que se hacían.

—Más o menos, somos socios de negocios —dijo Facilier, guiñándole el ojo a Lady.

—Tenéis suerte que él sea un bonachón, si fuera por mí os echaría del local —suspiró Lady Mim y las observó de reojo con algo de resentimiento—. Lo que hicisteis en consecuencia al liberarnos fue mucho peor que seguir confinados en la Isla.

Ambas chicas cogieron asiento sin entender de que estaba hablando esa mujer. No solían prestar demasiada atención a cualquier persona con el apellido Mim, pero reconocían que les había causado intriga a que se estaba refiriendo.

—Gracias a eso estás viviendo de lo lindo estafando gente —respondió Nix apoyada en la mesa del tarotista—. Eres libre de hacer lo que te plazca, no entiendo porqué tienes tantas ganas de quejarte por todo.

Lady Mim la observó con una mirada altiva mientras convertía el saco de dinero en fajos de billetes con tan solo un chasquido, después de oír las sandeces de su nueva clienta no pudo evitar reírse de ella:

—Sigues siendo una neófita, ahora lo entiendo —continuó la mujer, haciendo que Nix se molestase cada vez más—. Si hubieras asistido a alguna clase de mi madre en el Palacio del Dragón sabrías de qué estoy hablando.

Réizma resopló cansada de tanto misterio:

—Ilumínanos.

—Por vuestra culpa Maléfica nos obligó a casi todos los brujos a transformarnos en dragones para pelear con ella, quisiéramos o no —continuó explicando Lady odiando recordar ese momento donde miembros de su familia fueron asesinados en combate—. En dragones.

Nix se encogió de hombros.

—No veo que tiene de malo.

—¿Qué tal si te dijera que transformarse en dragón es una maldición? Y de las jodidas —la mirada de Nix más atenta alegró en parte a Lady, había conseguido que dejase ese rollo de despreocupada y le escuchase—. Los hechiceros con dos dedos de frente nunca escogerían en la vida convertirse en un dragón, al menos los que no quieren perder la cordura. Porque después de eso, sí, tienes una fuerza desmesurada capaz de destruir reinos enteros, pero luego viene una carga más pesada que vivirá contigo el resto de tus días. El dragón es una especie de demonio infernal, que vivirá dentro de tu cabeza aprovechando cada momento de debilidad para apoderarse de tu raciocinio, haciendo que te transformes más y con cada una de ellas irás perdiendo humanidad, hasta ser verdaderamente un dragón: un ser irracional que lo destruye todo.

Nix rodó los ojos adoptando una mirada algo más incrédula, sonaba como si el apocalipsis se hubiera cernido sobre sus mentes y ella llevaba tantos años transformándose para saquear barcos y navíos que había perdido la cuenta. Por lo que sí es cierto lo que cuenta, ya debería haber perdido el juicio hace años.

—Estupenda clase, pero eso no va a suceder —dijo Nix desconfiada totalmente de sus palabras, toda su familia tendía a ser muy dramática y alocada, por lo que esa explicación no iba a arraigar con facilidad—. Nunca he perdido el control, así que si no te importa vamos con prisa.

Lady Mim decidió apartarse de la acción justo cuando el tarotista hizo levitar sus cartas, donde con varios movimientos comenzaron a mezclarse solas, como si danzaran una perfecta coreografía. Todavía suspendidas en el aire, se fueron alineando boca abajo sin dejar ver su contenido, preparadas para la primera sesión.

—Escoge tres cartas, sin tocarlas —dijo Facilier, ahora con un tono más pausado y centrado—. Solamente visualiza en tu mente cuales quieres que se volteen.

Nix observó las seis cartas y sin pensarlo mucho decidió cuales le habían llamado más la atención, justo cuando lo pensó, esas tres mismas cartas se alejaron del resto por sí solas y se voltearon una por una, mostrando unos dibujos divinos con símbolos griegos.

—Entiendo... —dijo el tarotista con la mano en la barbilla, pensativo—. Esta carta simboliza un arma muy fuerte y ocupa el lugar entre estas dos cartas que simbolizan dos hermanos; un dios relacionado con los muertos y otro relacionado con la luz eterna.

—Está claro que se refiere a Hades y Zeus —puntualizó Réizma, apoyada en una de las columnas más cercanas—. ¿Esa arma puede que se refiera a la misma que dejó fuera de combate a Eris? ¿Los rayos de Zeus? ¿Otra cosa más fuerte?

—Recuerdo haber leído en el Legado Villano que había un arma muy poderosa capaz de dañar a un dios —añadió Nix, pensativa—. Tal vez con eso golpearon a Eris, tiene sentido que los titanes no sobrevivieran.

Facilier y Lady observaron a las jóvenes con los ojos completamente abiertos de estupefacción, sus miradas se cruzaron por un instante plenos de inquietud y misterio. Habían mencionado algo que a ellas se les escapaba.

—¿Cómo sabéis la existencia de ese libro? —añadió Facilier, su voz se tensó por un breve momento— ¿Dónde está ahora?

—¿Te refieres a ese libro viejo que encontramos en el Palacio del Dragón? Lo ojeamos cuando fuimos, pero no decía nada interesante... sigue allí entre la basura —mintió Réizma con una voz muy convincente, sin mostrar nerviosismo en su postura corporal por ese libro— ¿Es que tiene algo de especial?

—Solo alguna receta de mis mejores pociones —respondió el tarotista, regresando a su postura más tranquila. Sin mostrar más tensión por ese grimorio nombrado—. Volviendo al tema, creo que sé a que arma se refiere. Se sabe que hace tiempo, Bestia ordenó a la Guardia Imperial crear un arma letal que combinaba a la perfección la energía de la magia pura. Dicha arma fue obsequiada a los dioses quienes terminaron de confeccionarla, hay muchas especulaciones sobre que tres objetos se mezclaron, pero de boca en boca siempre se repetían tres.

Facilier volvió hacer que sus cartas se mezclasen en el aire, y poco a poco otras tres se voltearon dejando ver el mensaje oculto de su interior que procedió a leer:

—El tridente de Tritón, el matiné de las almas y un enorme fragmento del cometa Fantasía —continuó el tarotista—. Sea lo que fuere, el dios negro fue derrotado, ergo decir, Hades fue derrotado.

—¿Y dónde están ahora? ¿Dónde están Hades y Eris? —volvió a preguntar la joven de cabellera azul.

—Bueno —Facilier volvió a mezclar sus cartas por tercera vez, esta vez con más brío—. Hades permanece en su hogar gracias a algún tipo de pacto, según muestra esta carta. Por otro lado..., Derneris yace en paradero desconocido, sin embargo, esto simboliza una prisión, pero también puede significar que su muerte fue trágica, que sintió abandono por aquellos que dio la vida. Sinceramente, no está del todo claro.

Nix suspiró agobiada antes de hacerle una breve mirada a Réizma sin un ápice de esperanza, había pocas cosas de las que fiarse de Facilier, pero desde luego las cartas lo eran, él era el mejor tarotista que había en la faz de la tierra, incluso sin magia en la Isla fue capaz de adivinar muchos sucesos y, si no sabía que sucedía con Eris, lo más probable era que se hiciera realidad lo que tanto llevaban repudiando durante todo ese tiempo. Nix no sabía como iban a decirle a Logan que era el momento de dejar de buscar entre las piedras.

—Vale, gracias igualmente —con el ánimo decaído, Nix estaba lista para regresar a la fragata. Sin embargo, justo cuando iba a levantarse, Facilier la frenó.

—Mirad, a diferencia de Lady, yo estoy muy agradecido de lo que hicisteis tiempo atrás, pero mi poder no os puede mostrar más que esto —continuó Facilier algo pensativo—. Para que puedas zanjar este tema de una vez por todas, solo tienes que bajar al Inframundo, si el espíritu de tu hermana no está en el Río de las Almas, es muy probable que esté en algún tipo de prisión mágica o algo por el estilo.

—¿Bajar al Inframundo? ¿No hay que morir primero para ir allí? —preguntó Réizma de brazos cruzados. Esa idea era demasiado surrealista.

—Para un mortal sí, pero Nixeria tiene sangre de allí, a ella no le hará falta pasar por eso —respondió Lady desde el fondo de la habitación, con un deje de superioridad que molestaba mucho a su visita—. Lo sabríais si hubierais asistido a clase...

Facilier chasqueó los dedos y las luces tintinearon mientras un pergamino enrollado viajó desde una de las estanterías llenas de polvo hasta su mesita. Les explicó a ambas que nadie corriente podía encontrar la abertura que abría el camino hacia el Inframundo, sin embargo ese pergamino estaba escrito por los espíritus del más allá, entes diabólicos o almas que todavía le debían un favor y que encantaron el mapa para guiarlos hasta dicha cueva remota.

—Soy bueno, pero hasta cierto punto —añadió el hombre retirando por un momento el mapa a su vez que hacía un movimiento con su mano libre, deseando un pago justo por esa ayuda.

Réizma rodó los ojos y le tendió una última bolsa de dinero a cambio del objeto hechizado, después del trueque, el hombre esbozó una sonrisa y terminó de explicar como funcionaba ese mapa, alegando que solo tendrían una oportunidad para usarlo.

Ambas chicas finalmente salieron del bar tras despedirse y se encaminaron por las callejuelas tras ocultar el mapa mágico de las miradas que les podrían estar observando. Ninguna de ellas se imaginaba como terminarían llegando al lugar donde los muertos acababan yendo en su última travesía de su destino —donde sus almas finalmente concluirían siendo juzgadas para ir al cielo con el resto de dioses en la paz eterna o al infierno para pagar por sus pecados mortales.

Se percataron que tras salir hacia las calles más ajetreadas de tiendas y restaurantes, había más ojos juzgantes puestos en ellas y no de los que paseaban tranquilamente, si no de miradas inquietas que las seguía metros atrás.

—Guarda el mapa y cuando te diga sal corriendo —musitó Nix al percatarse que varios hombres trajeados de azul y dorado les miraban demasiado.

Una vez que llegaron al muelle lo más inadvertidas que podían se dieron cuenta que había una redada por parte de la policía para investigar todos los barcos que habían atracado hace poco. Por lo que oían de fondo, en su nuevo escondite, alguien había dado un soplo de piratas y villanos recién escabullidos por Grimsville. Eso explicaba como de repente había más soldados sobre corceles patrullando con más regularidad varias de las calles por donde recién habían pasado.

Ambas decidieron moverse lentamente entre el barullo de personas acumuladas del puerto que cuchicheaban aterradas lo que sucedía. Sus cabezas ocultas por sus capuchas y su mirada baja para no levantar sospechas de aquellos que inspeccionaban los barcos cercanos con esmero. El plan improvisado estaba yendo bien hasta que una voz alarmada cerró las bocas curiosas de todo el mundo:

—¡ALTO AHÍ! —gritó un soldado justo después de ver a las jóvenes tratando de escabullirse a su fragata.

Dada la señal, la pirata echó a correr con agilidad entre la gente, serpenteando o dando violentos empujones con las intenciones de salir pitando de la policía. El sonido de botas gruesas y armas cargadas sonó con fuerza tras su espalda mientras era perseguida por unos cinco soldados más dispuestos a apresarla sin titubear. Eran muchos, pero afortunadamente Réizma era mucho más rápida que todos ellos y era cuestión de tiempo que pudiera subirse a su barco que ya estaba levantando el ancla y deshaciendo los nudos amarrados del muelle.

Su respiración se cortó de cuajo al igual que su último sprint cuando un corcel grisáceo, sobre sus dos patas traseras, interceptó la huida con éxito.

—Quedas arrestada —dijo en primera instancia el hombre sobre el caballo, mostrando una cicatriz horrenda sobre su rostro que le daban un aspecto imponente—. Vosotros, registrad ese barco.

El sonido de las esposas la alertaron, pues varios hombres se dirigieron hacia ella para retenerla, mientras que otros estaban a dos pasos de subir a la fragata Barbanegra, donde Logan los esperaba con dos espadas desenfundadas. No tardaron en apuntar con sus pistolas advirtiendo que dejase sus armas en el suelo con suma cautela, en caso de oponerse, tenían permiso para abrir fuego.

No fue hasta que el sonido de unas latas repiquetear sorprendió a todo el mundo, el ruido era ensordecedor y molesto que provocó en algunos de ellos una sonrisilla esperanzadora, más tranquilos pensando que no iban a ser arrestados.

—¿Qué estás haciendo? —dijo uno de los soldados extrañado, sin dejar de apuntar al hombre escuálido del barco que había decidido tocar ese sonido desagradable.

—Salvarnos —apuntó el hombre mostrando una sonrisa desdentada.

El cielo se tiñó de oscuridad mientras que en tierra firme los gritos de terror y desesperación inundaron el muelle como si fueran las olas de un potente tsunami. La gente comenzó a correr despavorida buscando un lugar seguro donde refugiarse con sus hijos mientras que mucha otra comenzó a correr entre aspavientos para alertar a toda la gente de Grimsville y Ulstead.

—¡DRAGÓN! —gritó un soldado señalando una bestia negra recién aparecida entre un humo denso de un color gris y azul.

—¡A VUESTROS PUESTOS! —espetó el hombre de cara rasgada con furia y determinación— ¡DISPARAD!

Todo se volvió un caos cuando las balas comenzaron a sonar con insistencia, chocando con violencia contra las escamas del dragón negro. Sus rugidos guturales se intensificaron y sus fauces emanaban un azul radioactivo que amenazaban con abrir las puertas del mismísimo infierno. El fuego comenzó a prenderse por todo el muelle de una sola bocanada, haciendo que gente inocente se convirtiera en cenizas al instante, los puestos de pescado fueron abrasados mientras que otros más resistentes fueron explotados de la presión que ejercían las llamas. Algunos soldados que quedaron vivos ayudaron a los supervivientes del ataque a encontrar refugio cerca del agua o lejos del punto de mira de la bestia, otros no dejaron su posición con el gatillo de sus pistolas presionado, decididos a caer en combate con tal de abatir al enemigo.

Réizma tosió adolorida tratando de exhalar el poco aire puro entre la lluvia de ceniza que había a su alrededor, aprovechó la distracción para salir cojeando de ahí lo más deprisa que podía y subirse al barco junto al resto de sus tripulantes, listos para huir mar adentro. Las velas izadas, el rumbo fijo con las mareas en perfecta posición.

Tenían solo una chance y Nix empezaba a tener problemas para salir de ahí.

Tras la voz de alarma, más soldados aparecieron y nuevos balazos se intensificaron contra el enemigo, esta vez tratando de disparar en puntos vulnerables como eran sus alas o agallas. Algo más aturdida no focalizaba a que enemigo debía golpear ahora, sus ojos se entreabrieron molestos sintiendo los golpes seguidos. No fue hasta que oyó el sonido de las latas del barco a lo lejos que supo en que dirección debía alzar el vuelo. Tras la última explosión cerca de su rostro pudo estirar sus alas y de un buen impulso cogió la suficiente altura para escapar de los disparos a quemarropa.

Ya más alejada, consiguió agarrar una gruesa cuerda que le lanzaron por la proa de la fragata, ahora si huyendo mucho más deprisa que cualquier barco policial que pudiera seguirles el rastro. Nix se sorprendió al ver la eficacia que había adquirido la Guardia Imperial todos estos años y no pudo evitar observar de reojo todo el destrozo que había causado con sus llamas, toda aquella humareda negra que comenzaba a ascender deprisa sobre las nubles blancas, la gente refugiada siendo evacuada por los soldados y ese hombre de cara rasgada que se le grabó en la retina con odio.

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