Capítulo 5: La alimaña más escurridiza (prt 2)
Nix puso en marcha a su pequeño rebaño en busca de esa vieja sabandija amante de las batas azules de estar por casa y las pantuflas baratas.
Sinceramente, no creían que llegarían a dar con ese hombre, el plan de Eris era un tanto improvisado y ese tipo era demasiado previsor para todos ellos. Siempre encontraba un sitio el tiempo suficiente para esconderse y dar sus repugnantes clases de bondad. Y así sucesivamente. No sabían cómo se las ingeniaba, pero desde luego sabía lo que hacía.
—Nix, hay un atajo por esas callejuelas que dan más rápido a la costa de los duendes —dijo Veatrix, cortando el frío silencio de la caminata nocturna.
—Vamos —le respondió desmotivada, tras dejarle paso para seguirla.
Con sus manos en los bolsillos de su sudadera y la espalda encorvada hacia delante, seguía al grupo. Nix suspiró, más molesta que triste, siempre era quien daba las órdenes, pero a veces se le olvidaba que su hermana controlaba más la isla que ella, y eso que Nix controlaba mucha parte de ella. Odiaba sentirse como un peón, como cuando Maléfica gobernaba por encima de cualquier alma errante, al menos tenían la suerte de que les caía bien.
La Señora de las Tinieblas pensó que eran buenas compañías para su hija.
—Oye, no te cabrees con tu hermana —se le acercó Réizma intentando animarle en la búsqueda y se apoyó en el hombro de Nix—, ya sabes que nos gusta recibir las órdenes de ti.
Nix la observó con un atisbo de maldad y satisfacción que le acabó reconfortando un poco. A pesar de que no les gustaba mostrar sentimientos bondadosos y compasivos, tenían que admitir que en su pandilla los tiros no iban tanto por ahí. Podían ser muy capullos entre ellos y gastarse bromas de muy mal gusto, pero les gustaba hacer muchas cosas juntos, y de alguna manera, sentían un pequeño hilo que los conectaba como si fueran todos una familia de capullos renegados. Así se sentía cuando formabas parte de la banda, eras uno más de una familia de gente con problemas intrafamiliares.
El chasquido de unos metales chocando contra el suelo con fuerza creaban un ritmo constante y fuerte a cada paso que los desconcentró por completo de su ligera conversación. Al dirigir la mirada hacia aquel misterioso sonido, se dieron cuenta de que un elegante caballo negro como el carbón desfilaba por su costado izquierdo con su ebrio jinete.
—*Nadie puede hacer lo que hace Gastón...* —canturreaba arrítmico el hombre sobre el animal, entre unos cuantos hipos y movimientos desorganizados.
—Gastón, ¿has visto a Yen Sid? —le comentó Jaxon, agarrando las bridas del caballo para pararle el motivado baile.
—Chaval, como me vuelvas a desenmascarar te criarás entre ruecas quemadas... —le respondió el borracho Gastón, sin sentido. Réizma lo miró haciendo una mueca desagradable—. El espía verde se coló por la terraza y luego nadó.
Se miraron la mar de extrañados. Iba muy borracho para no saber ni dónde estaba, ni que decía. No sabían ni siquiera como se mantenía en equilibrio en su caballo.
—Dios, como les da a algunos la crisis de los cuarenta... —soltó Réizma atónita al ver a Gastón tan ido. Veatrix musitó una pequeña risa por el comentario.
—Si me disculpáis, niñatos, me voy a la taberna de Clayton, hoy tocar una señora partida de póker que pienso ganar —de golpe, el hombre parecía no estar ebrio, se peinó su engominado pelo largo y se irguió en su caballo con el mentón bien alto—. Hoy tengo el presentimiento de que la sucia rata de Ratigan va a perder muchas anillas de plata.
Gastón, como bien dijo, se dirigió a la extravagante y luminosa taberna de Clayton de esa misma esquina, por el camino fue recobrando esa borrachera, que se le había cortado de cuajo y empezó a cantar su narcisista canción de nuevo que su caballo seguía motivadamente.
—En fin, vayamos cuanto antes —les dijo Nix movilizándolos por las callejuelas.
Pasaron todo tipo de callejones malolientes y sucios de la zona Sur de la isla, entre los olores pestilentes, se podían distinguir por encima de todos el de la hierba. La zona Sur era la más porrera de todas, tanto, que te podías colocar solamente olfateando el ambiente. El hedor podrido que desprendían las alcantarillas se anulaba con ese gratificante e intenso olor a porro.
En pocos minutos, se plantamos en las negras costas sureñas de la isla. Varios podridos muelles de madera se alzaban a lo lejos, algunos casi metidos en el peñasco de rocas de la bahía. Los duendes solo vigilaban la zona profunda del mar. Podías pulular tranquilamente por la playa y ahogarte en el mar, que ellos no iban a socorrerte aunque lo estuvieran viendo, no eran socorristas. Eso sí, como te acercaras demasiado a sus preciados objetos costeros, ya te podías preparar para ser linchado.
Nix silbó con fuerza con los dedos para llamar a los Cerbero y que vinieran lo más deprisa que pudieran por donde estuvieran sueltos por cualquier barrio. Réizma y Jaxon observaban detenidamente la costa por si veían asomarse un puntiagudo sombrero azul de brujo, pero no había indicios de que hubiera alguien husmeando por ahí.
—Cerbero, olfatead la playa por si Yen Sid hubiera estado por aquí —ordenó Nix a sus perros, que se pusieron en ello ipso facto.
Todos estaban atentos al plan, tenían la playa vigilada por todos los ángulos posibles, el sonido de las olas tumbándose en la costa era lo único que se llegaba a oír con claridad, todo el resto quedaba inmerso en un silencio abismal.
—Tengo una idea que nos va a abarcar mucho más terreno y sin hacer nada —comentó Veatrix, y seguido colocó sus manos a los lados de su boca, emitiendo un sonido pausado, pero constante, que hizo eco por todo su alrededor. Parecía que estaba llamando a algo.
No pasó mucho tiempo hasta obtener una respuesta del cielo, un grito agudo y áspero respondió al llamado de Veatrix, parecía que una bestia alada se acercaba volando entre las nubes grises. El intrépido halcón Hayabusa voló desde los establos Huno para socorrer a la llamada de la hija de su amo. Descendió desde las alturas y posó sus afiladas garras oscuras sobre el antebrazo de Veatrix, esperando órdenes.
—Hayabusa, inspecciona la bahía —dicho esto, Veatrix alzó el brazo y Hayabusa cogió impulso para volar lo más rápido que podía.
—Genial, buena idea —le comentó Nix sorprendida.
Anduvo pisando con firmeza la espesa y negra arena. La peliazul miró atenta a su alrededor por si ese brujo asomaba su cabeza, pero no había ni una pista de él, nada. Solo ellos y la densa costa. Incluso los Cerbero continuaban incesantes con el hocico embadurnado de tierra. Pasaron los minutos, que poco a poco se convirtieron en eternas horas, las olas seguían con su ritmo tranquilo y hasta los duendes se habían ido a echarse la siesta nocturna.
—¡Esto es un coñazo! —soltó Réizma, rompiendo el silencio—. Seguro que ese ermitaño ya se habrá metido en otra madriguera. Y nosotros aquí, perdiendo el tiempo.
—No podemos dejar la vigilancia —le aclaró Jaxon—. Ese hombre es mago, estoy segurísimo de que sabe cosas sobre la barrera mágica y si lo perdemos, tal vez no podremos salir nunca, sin contar el odio que le tenemos de por sí, claro.
—Ya lo sé, ¡pero es que me siento una inútil mirando a mi alrededor durante más de una hora! —le respondió la chica juntando sus manos, como si quisiera estrangular a alguien del aburrimiento—. Me voy a comer mi último chicle rancio. Avisadme si veis algo.
—Cállate, pesada —espetó Veatrix concentrada, sus amarillentos ojos brillaban con mucha intensidad—. Chicos, creo que Hayabusa ha encontrado algo en el mar, estoy viendo una barca, pero no veo con claridad si hay alguien.
Prestaron atención al mar e intentaron divisar algo sobre la densa niebla que cubría la superficie, Veatrix era capaz de verlo gracias a la visión compartida con Hayabusa que heredó de su padre, sin embargo la niebla estaba jugando en contra.
—¡Lo veo! —puntualizó Jaxon a un lado del centro de la bahía, justo al lado de las rocas.
Poco a poco, una mancha marrón en forma de barca empezó a vislumbrarse con nitidez, un hombre escuálido con una túnica verde remaba con intensidad hacia la costa, como si estuviera huyendo de algo que le estuviera persiguiendo con insistencia, y no era Hayabusa, puesto que ya había regresado con Veatrix para recibir algún premio carnoso por su gran labor.
Cuando al hombre le quedaban solo dos escasos metros para atracar en la costa, pudieron apreciar que huía de los hijos de Tic Tac, que probablemente al ver dicha barca tan frágil hayan decidido intentar cazar al humano que remaba encima. Por suerte después de abarloar dicha barca en la arena saltó directamente a la playa y corrió unos pocos metros adentro para que los cocodrilos lo dejaran en paz.
Los Cerbero ladraron con fiereza a los cocodrilos para ahuyentarlos hacia el mar, ya que ambos reptiles estaban decididos a perseguir a su presa incluso por tierra si hacía falta, se notaba que la comida era un bien que escaseaba con frecuencia. El esquelético hombre se arrodilló en el suelo intentando calmarse tras el mal rato que había pasado, posó sus manos en la arena y comenzó a respirar profundamente de la adrenalina.
—Yo no respiraría tan tranquilo, no sé si somos mejor compañía que Ding Dong y Clap Clap —le dijo Nix al hombre, que al escucharla, se asustó por completo. Estaba tan agobiado por las bestias de sangre fría que no se había percatado de la presencia de ninguno de ellos, ni mucho menos que yacía rodeado.
Gruñendo, los Cerbero se le acercaron enseñando sus babeados dientes amarillentos y sus ojos rojos sin iris ni pupilas, pero la peliazul los frenó en seco con un simple gesto, este tipo no era comida, por ahora. Parecía demasiado valioso.
—¿De dónde sales? —le preguntó Nix seria y de brazos cruzados.
—¡No pienso deciros nada! —se levantó el chico con una voz endeble, su escuálido cuerpo le hacía parecer hasta a Nix una chica súper corpulenta.
—¿Ah, no? —comentó Réizma, acercándose a él mientras desenfundaba su sable, su voz potente terminó amedrentando al desconocido—. Ninguno en esta isla es tan imbécil para meterse en la Bahía de los Duendes, y ya has visto por qué, así que ya puedes estar largando de dónde vienes, porque no pareces de por aquí.
El hombre tragó saliva alborotado al notar la cuchilla a punto de tocar su voluminosa nuez, tener a los Cerbero oprimiendo cada vez más su espacio con ganas de morderlo y de estar rodeado de otros cuatro jóvenes con muy mala uva.
—Jaxon, sujétalo —dijo Réizma con su mirada fija en el desamparado náufrago, al ver que no iba a decirles nada.
Tras hacerlo, Réizma le dijo a su compañero que lo arrodillase en la arena y que un brazo lo dejara estirado encima de una de las rocas bajas del peñasco.
—¡¡E-Espera!! ¿Qu-qué vas a hacer?! —se sobresaltó el hombre, comenzando a temblar.
—Hay muchas maneras de hacer hablar a alguien y este truquito lo aprendí muy bien de mi padre —dicho esto, la pirata colocó la afilada cuchilla sobre la muñeca del escuálido hombre—. O nos dices por qué estabas en el mar o te corto la mano y se la doy a los cocodrilos para cenar. Tú mismo.
—¡U-un mo-momento! —balbuceó el hombre, nervioso— ¡¿N-no harías e-eso, verdad?!
Réizma alzó su brazo cogiendo la empuñadura de la espada con fuerza, para bajarla con precisión. El hombre al ver esto, se acabó aterrando del todo, intentó soltarse de Jaxon, pero era imposible, era un tipo demasiado débil físicamente para plantarle frente a un corpulento chaval como era él.
—¡VALE, VALE! ¡HABLARÉ! —gritó el chico preso del pánico al ver la cuchilla bajar tan deprisa, y gracias a ello, Réizma no le cortó ni un pelo—. ¡Soy un espía de Yen Sid!
—Toma ya —comentó Veatrix, contenta—. Tu truco ha funcionado.
—Buen trabajo, Réizma —le felicitó Nix dándole unas palmaditas en la espalda a la pirata por su buen trabajo— ¿Dónde está ese vejestorio ahora?
—No lo sé... —respondió un poco apenado y tras ver que Réizma volvía a levantar la espada fríamente volvió a contar todo lo que sabía— ¡No lo sé porque nos habíamos dispersado por la ciudad, Yen Sid nos dijo que nos escabullésemos por las zonas menos pobladas, uno de los hombres de la banda de Eris me acabó encontrado así que robé una barca para que no me cogiera y hasta aquí he llegado! ¡De verdad no sé más!
—Hmm... me da que sabes más de lo que cuentas —le soltó Nix fulminándolo con la mirada y pronto le mostró una sonrisa divertida—. Te vamos a llevar con mi hermana, seguro que estará deseando jugar contigo.
—¡No sé nada más! ¡Créeme!
—Si quieres sigo con el juego de cortarle la mano —añadió Réizma, deseando seguir viendo sufrir al endeble muchacho, pero la peliazul ya tenía otros planes en mente.
—Es mejor que se encargue mi hermana, si no ha encontrado a Yen Sid este tío es lo más cercano que tiene de encontrarlo y con quien desatará toda su ira —le comentó nuevamente y tras ello Nix vio como el chico apartaba la mirada sin querer responderle—. Nosotros ya hemos hecho suficiente. Llevémoslo.
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