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Capítulo 4: La alimaña más escurridiza (prt1)

Ya se estaba haciendo tarde, las nubes negras que oscilaban infinitamente sobre la Isla de los Perdidos se tornaban más intensas y encenizadas, lo que significaba que la desolada noche estaba por caer tarde o temprano.

Lexy y Makayla yacían tumbadas en el sofá del comedor principal medio muertas después de haberse colocado con la shisha durante toda la tarde. Por otro lado, Logan se acabó aburriendo y decidió continuar su proyecto en el garaje, con las intenciones de avanzar lo máximo que pudiera solo. Y Eris, recostada sobre el balcón de piedra negruzca, miraba el horizonte donde se discernían las luces tenues y destellantes de la dichosa Auradon y, si observabas por encima de este, hacia el cielo, podías distinguir esa monumental roca seca que alcanzaba los niveles del Monte Olimpo. Desde que la separaron de su padre y se la pasaba vagueando con alcohol y drogas con su grupo siempre acababa pensando lo mismo; que estaba decepcionando a su padre, que no se debería estar entreteniendo con tonterías y que debería centrarse en vengarlo, en rescatarlo y sobre todo en verlo. Todavía vive el mal recuerdo de como entró con doce años en la isla junto a su hermana, que a penas llegaba a los cuatro años de edad, nunca se olvidaría de la cara afligida de su padre y ojalá pudiera decir lo mismo de la arpía de su madre, que por suerte, tampoco estaba en la isla. Todos los villanos habían sido confinados en esa cárcel aislada del mundo exterior y en cambio, Hades fue desterrado junto a los titanes, alejado de ellas y custodiado por Zeus para que pueda continuar su labor en el Inframundo.

Eris se adentró en el comedor para espabilar a las feas durmientes del sofá, estaba claro que, pensando nostálgica sobre su tardío pasado, no iba a arreglar nada, así que era hora de ponerse manos a la obra de una vez por todas.

—Despertad, ¡nos toca trabajar! —les dijo y seguido le lanzó un cojín apestoso a Lexy, quien yacía acostada con la boca abierta y babeada, para poder despertarla de su profundo sueño de princesa de corazones.

—¿Ahora...? Tía, que se va a hacer de noche —le respondió la pelirroja bostezando exageradamente, con la voz medio rota de dormir—. Además, tengo que volver a Ink Hearts... Hace horas que tendría que estar tatuando a la peña.

—¡No! Empezamos ahora —impuso Eris mientras bajaba las escaleras hacia el garaje, para avisar al joven mecánico.

Acabaron bajando a regañadientes, Lexy estaba atontada y con los parpados pegados, pero no era algo extraño, siempre estaba o durmiendo cual marmota en cualquier sofá tullido o hablando de lo cañones que estaban los piratas.

—Chicos, buscad al canalla de Yen Sid por la zona Norte y capturadlo —les ordenó la peliazul seria y decidida con su plan—. Quiero que nos cuente todo acerca del hechizo que lanzó el Hada Madrina para intentar invertirlo sin magia.

¿Eso era posible? Francamente ni ella estaba segura de eso, pero por algún lado debían tomar cartas en el asunto, seguro que leyendo los grimorios de Maléfica u la Reina Malvada podían encontrar algo de provecho.

—¡Hecho! ¿y si se ha escondido por el Salvaje Oeste? —preguntó Makayla, un poco tensa.

—No lo creo, Kayla, ningún idiota se metería en ese sitio —le contestó Eris, obviando que ese brujo no estaría tan loco y desesperado como para meterse en esa parte de la isla.

—¡Oow genial! —vociferó Lexy despertando de golpe, cosa que los había desconcertado un poco. A veces era difícil predecir los movimientos de esa chica y eso que la conocen desde siempre— ¿Me dejas cortarle la cabeza?

—Ceñíos al plan de capturarlo y retenerlo —les repitió Eris a los tres y seguido miró a Lexy fijamente—. VIVO. No lo mataremos, pero nos divertiremos un rato con él si no me cuenta lo que quiero. ¿Entendido?

Asintieron y principiaron el plan por la isla, reunieron a unos cuantos esbirros de su banda y se dividieron en tres grupos para ir en la caza de ese brujo. Ese vejestorio se pensaba que podía venir a su hogar, repudiado por la sociedad más aristócrata e intentar formarlos para ser mejores personas, es decir: "como ellos". Y sobre todo enseñarles que se puede vivir sin magia. «Patético», cada vez que Eris lo pensaba más asco recorría por su delgado cuerpo.

Por su parte, Eris fue directamente a su casa para ver si estaba Nix, necesitaba que le ayudara a buscarlo también, la isla parece pequeña, pero era más grande de lo que aparentaba. Llegó a su castillo bastante rápido, puesto que sabía un recorrido entre callejones que le permitía llegar en menos de diez minutos entre castillo y castillo. Una vez dentro, vociferó su nombre, pero no estaba en el comedor como acostumbra a estar borracha, en su lugar, estaban Pena y Pánico sentados en el sofá con ropa de fans de Hércules viendo la televisión como si disfrutaran de un partido de fútbol, lo extraño era que estaban viendo las noticias del único canal que tenían permitido ver.

—Em, chicos... —les llamó la atención a los diablillos que disfrutaban las noticias como si fuera un partido de fútbol— ¿Qué estáis haciendo...?

—¡No puede ser! ¡A Aladdín se le ha caído la lámpara justo cuando iba a marcar el tanto final! —se desoló Pena, histérico.

—Su hijo no da ni una, que penoso.

—¡Pena, Pánico! —les gritó Eris para que le hicieran caso— ¡¿Queréis hacer el favor de atenderme?!

—¡Disculpe, señorita Derneris! —se acercó Pánico revoloteando con sus diminutas alas azuladas—. Estábamos muy asombrados con las noticias... Dime, ¿Qué desea?

—¿Dónde está Nix?

—Se marchó hace mucho con los Cerbero y su pandilla —le contestó Pánico, con el dedo índice en alto, contento de saberse la respuesta—, y eh..., em..., ahora tal vez esté en el Dim Sum.

—O en el Acantilado Astillado... —apuntó Pena—. También suele ir allí con los chuchos.

—Es verdad —afirmó Pánico, aterrizando al lado de su compañero.

Un suspiro seco los puso tensos.

—Bien, entonces decidme —les contestó intentando no descontrolar su ira— ¿Me parto en dos o qué? ¡Poneos de acuerdo con un sitio, idiotas!

Los dos se miraron agitados y nerviosos pensando que estaba donde cada uno había dicho, pero eso a ella no me soluciona nada. No estaba para perder tiempo sugestionándose, quería respuestas claras y acertadas. El plan ya estaba rodando.

—¿Tal vez en el Dim Sum, señora...? —soltó Pánico con una sonrisa falsa y forzada, intentando no cabrearla más.

—Bien, iré allí —les dijo más tranquila y seguido les sonrió para tensarlos—. Cómo no esté allí os vais a cagar.

—¡S-Seguro que está allí! —se reafirmó el diablillo azul.

—Lo que tu digas —le respondió Eris fulminando con la mirada y al instante recordó algo relacionado con ellos dos—. Por cierto, ¿habéis hecho ya clase con Nix?

Ambos se miraron y tragaron saliva.

—Verá, mi señora..., vuestra repelente hermanita se ha negado en rotundo hacernos caso y después de discutir decidió pirarse de casa con sus colegas —respondió Pena—. Lo hemos intentado, pero dijo que si seguíamos insistiendo nos iba a dar de comer a los Cerbero.

—Vale, ya le haré entrar en razón. Mientras, limpiad el castillo que está hecho un asco —ordenó antes de marcharse por la puerta principal de casa.

Realmente se esperaba que su hermana reaccionara así, en la isla no se podía practicar magia, pero lo que le contó Hades a Eris cuando le enseñaba sus dotes, antes del desastre, es que su magia conformaban su cuerpo y su esencia, que de por si podían transformarse sin más, como hacían Pena y Pánico sin apenas esfuerzo. Formaba parte de su organismo, de su sangre, pero a pesar de ser algo tan neutral e independiente de la cúpula, Eris no tenía ni datos ni libros que le explicasen como desencadenar dicha transmutación voluntariamente, solo divagaba las instrucciones de su padre y eso fue hace muchísimo.

Por no hablar que Pena y Pánico tampoco sabían como lo hacían; explicar algo que para ellos era como respirar era tarea difícil. ¿Cómo explicar algo que salía de manera innata?

Nix siempre se había criado con la gente de la isla, había recibido palos y los había dado, todo ha sido siempre un mano a mano, sacándose las castañas del fuego por su propia cuenta para conseguir ser la más temida de su índole. Y ahora, después de tantos años, tenía que aprender a transformarse y a sacar a la luz su verdadero potencial. Estaba claro que no se lo iba a creer, pero para eso estaba Eris y su determinación que la impulsaron a salir del castillo con los pensamientos claros.

Tras pasar la plazoleta pequeña que se escondía entre los edificios más cercanos del Castillo de Hades, la joven pudo divisar una mancha rojiza desteñida en el suelo en plena calle, al momento supo que había estado Cerbero el causante, ya que es el único ser de toda la isla que deja esa marca tan característica en el suelo. Finalmente, se plantó frente al restaurante con cierta decoración china de Shan Yu, con toques algo más tribales. Eris se adentró abriendo las puertas de madera enardecidamente, creando tal estruendo que todos la observaron sorprendidos y espantados. Estaba claro que si se había presentado ahí no era para nada bueno, sobre todo, tan seguido desde la última vez. Sus pasos hacían eco entre la muchedumbre cada vez que se adentraba más en profundidad en el local, los secuaces de la banda de su hermana yacían esparcidos por las mesas observando atentamente mis movimientos. Y pronto divisó a los compañeros más frecuentes de su hermana.

—Eris, ¿Qué haces aquí? —le preguntó sorprendida al ver cómo su hermana mayor se rebajaba a entrar otra vez en una zona llena de apestosa clientela.

—Necesito que tus compañeros y tú vengáis a hacer... un recado —le ordenó seria, esperando que se movilizaran en ese mismo momento.

No se oían ni botas ni bambas resonar tras ella y eso la molestó.

—¿Ahora? Estamos descartando a la gente que entrará en mi banda como cada jueves —le dio largas, sin ganas de moverse de su trono en el restaurante.

—Sí, ahora —le respondió más tajante. No estaba para tonterías y eso despertó curiosidad—. Es algo confidencial, así que saca a tu grupo y sígueme.

Eris esperó en la puerta del restaurante a que la chavalada saliera de una vez, y tras ello pudo presenciar los rostros confusos y extrañados que había provocado por su convocatoria tan repentina. Le solía dar bastante igual la vida de los compañeros de su hermana, pero hoy era diferente y así lo quiso demostrar cuando se apartaron cerca de un callejón sin salida pintarrajeado de coloridos grafitis y carteles rotos, pasando por un cableado entre edificios donde dos bambas yacían colgadas de este, al son del viento.

—A ver, ¿Qué pasa? —empezó Nix, de brazos cruzados expectante sobre el supuesto recado—. No somos tus sicarios personales...

—Estamos dando caza a Yen Sid —le respondió la más mayor, con su mismo tono borde y menos alto.

Todos se miraron sorprendidos. «¿Realmente estaba pasando eso en ese instante?», era la pregunta más frecuente por sus retorcidas mentes.

—¡¿Ahora?! —interrumpió Veatrix sorprendida, intentando no alzar mucho la voz. Las noticias volaban rapidísimo a pesar de aparentar estar las calles vacías.

—Sí.

—Esa sabandija no es tan fácil de pillarlo desprevenido —siguió Nix, un poco molesta todavía, con su cuerpo respaldado en una de las paredes de ladrillo—. Si es para participar en tu partida de caza, no pensamos ir, es una pérdida de tiempo.

«Un plan demasiado improvisado», pensó Nix, de los tantos que su hermana llegó a intentar llevar a acabo hace meses para desmantelar los hurtos de Yen Sid, ninguno con un resultado satisfactorio. Era por ese motivo que el grupo se veía reticente en obedecer dichas órdenes. 

No obstante, se estaban olvidando con quien estaban tratando:

—Relaja esos humos, hermanita —le contestó, poniéndose seria con ella tras ver esas contestaciones de sobrada—. ¿Tampoco vas a seguir mis órdenes? ¿Qué pasa? ¿No quieres quedar mal delante de tus "amigos"?

«Amigos», odiaba esa palabra.

—¿Vas a sacar ese tema ahora? —le respondió borde y enfadada—. Solo pienso que tu plan tiene fallas. Es demasiado apresurado.

—Mira, me parece genial que te formes tu propia bandita de pacotilla, pero si yo te digo que hagas algo no te estoy pidiendo tu opinión, lo haces y punto. Te recuerdo que estoy por encima de ti y si te pasas de la raya seré igual de dura contigo como lo puedo ser con cualquiera —dijo Eris amenazante y más encendida que ella, por lo que pudo notar como bajaron los humos con ella—. No me retes.

Sin darle más importancia a su discusión se incorporó para hablarle a los cuatro.

—Ahora partiréis hacia el Muelle de los Duendes en busca de Yen Sid, seguramente los míos lo hayan sacado de su escondite, así que estad atentos por si aparece por ahí.

—Vale... —aceptó Nix movilizando a su grupo con una simple señal.

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