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Capítulo 24: Las bastardas del Monte Olimpo

Eris y Nix se separaron en pleno vuelo justo después de no seguir las órdenes de Maléfica, ambas sabían que tenían misiones diferentes y poco tiempo antes de que cundiera el pánico, por la regresión de Maléfica, ellas tenían que sacar a su padre y hacer frente al Olimpo entero; para recuperar el trono que le pertenecía por derecho a Hades. Eris, sobrevoló rápidamente entre las espesas nubes blancas que daban a unas enormes puertas doradas, y sin que la pudieran ver, comenzó a camuflarse con un humo gris junto a su entorno, prácticamente invisible al ojo humano, pero Hermes consiguió detectar que había algo extraño y peligroso acechando alrededor del paraíso, así que dio la voz de alarma más deprisa que cualquier ser sobrenatural, todos los dioses se anticiparon para el inminente enemigo que no podían ver.

Zeus, más serio y con sus rayos en mano, observaba como las puertas del Olimpo se abrían violentamente junto a una humareda espesa y gris —las puertas doradas casi desencajadas de su eje. Varios dioses intentaron interceptar la amenaza, pero era imposible, los golpes que recibían los mandaban a volar metros atrás, la velocidad de aquella criatura se incrementaba entre las nubes y sus ráfagas de fuego aparecían por cualquier ángulo inesperado. Sin embargo, Zeus no perdió la compostura, parecía conocer al enemigo más que el resto, achinó los ojos y lanzó con fuerza uno de sus rayos, que acertó con la entidad oculta y desveló la monstruosa criatura que había irrumpido en la sala divina.

—Derneris..., ¿así que has logrado escapar de la isla, eh? —soltó Zeus armándose con dos rayos más, todavía más enfurecido tras ver aquel monstruoso dragón que tanto odiaba— ¡Pues prepárate para regresar, demonio bastardo!

Eris abrió sus alas y lanzó una gigantesca bocanada de fuego azul que colisionó contra uno de los rayos de Zeus y estos se desviaron e impactaron contra uno de los templos del recinto sagrado. Por otra parte, Apolo y Ares intentaron golpear la dura y escamosa piel del dragón con sus afiladas armas y lanzas, mientras que Atenea y Hera buscaban otro ángulo distinto por donde atacarlo, pero lejos de tan siquiera provocarle un rasguño, Eris les propinó un violento coletazo que los dejó a la mayoría fuera del combate, alguno muriendo en el segundo intento y otros en el tercero. Sus pupilas rasgadas verticalmente yacían sedientas de venganza y se clavaron directamente en Zeus, el adversario que deseaba derrotar costara lo que costara.

A su misma vez, unos ladridos potentes interceptaron la batalla, Cerbero apareció tras recuperar su verdadera forma y ahora se alzaba un poderoso perro de tres cabezas preparado para ayudar a una de las hijas de su amo. Sobre su cabeza, Pena y Pánico guiaban al perro diabólico de las diminutas orejas mientras soltaban risas malvadas, preparados para darlo todo.

Esta vez todos pelearían. Era el todo o nada y Eris estaba lista para arrasar todo con su rabia contenida.

Nix continuaba planeando cerca de las montañas rocosas del Olimpo, justo en lo más bajo de unas cataratas parecidas a mantos de seda. Esta vez, Hades y los titanes permanecían encerrados en una celda húmeda mucho más accesible que antes, sobre todo, por que así podía hacer su tarea en el Inframundo desde ahí, o así se lo contó Eris.

Con unos barrotes eléctricos, una grandiosa cueva parecida a una boca de una calavera, se ocultaba bajo una catarata inmensa. Clavó sus formidables garras en la piedra y asustó al aburrido Hades, que jugaba con un yoyó de humo sentando en un banco de piedra. No tenía mucho que hacer salvo trabajar y burlarse de los titanes que ahora eran más pequeños que un coche de juguete y sus voces ahora eran más agudas que un pitorro estropeado.

—¡¿Eh?! —se sobresaltó Hades tras peinarse su flameante pelo y pronto esbozó una alentadora sonrisa— ¡No puede ser! ¡Sí! ¡SÍ! ¡Sabía que lo conseguirías! ¡Venga! ¡Abre la estúpida jaula!

De un fuerte mordisco, Nix consiguió estirar los barrotes y cederlos hasta romperlos por completo. La electricidad recorrió el cuerpo del dragón causándole un punzante daño que caló por sus huesos, pero consiguió destruirlos de una vez por todas. Por fin todos eran libres. Los titanes que yacían expectantes sobre una silla de piedra, pronto transmutaron y recuperaron su altura entre violentos rugidos de guerra. La caja de pandora había sido abierta de par en par y todos los villanos eran libres para causar cualquier destrozo a su paso.

—¡DESTRUIR A ZEUS! —gritaron los titanes caminando hacía un poblado cercano al Bosque del Edén.

—¡¿Otra vez?! ¡El Olimpo está para el otro lado, imbéciles! —espetó Hades envuelto en llamas.

A lomos del dragón, Hades regresaba al Olimpo, listo para un segundo asalto con su hermano, los titanes regresaron igual de fuertes y rencorosos que la última vez y siguieron al reptil hasta llegar a las nubes blancas más altas del peñasco. Irrumpieron en la desenfrenada batalla que ya se disputaba, haciendo que las esperanzas por ganar la pelea se opacasen para el resto de dioses.

—Oh, Zeusito, te dije que regresaría a por mi trono, ¿verdad? ¿Lo dije? ¿No? —añadió Hades bajándose de Nix disfrutando con el momento con su característica risa burlona—. Con mi fiel ejército pienso acabar con todos vosotros.

Algo inquieta, Nix observaba hacia abajo, pero su hermana le golpeó levemente con una de sus alas para que se centrara. Sacudió su hocico tratando de concentrarse en la batalla más importante que iban a disputar de sus vidas, pero algo le llamaba la atención con más insistencia, donde tras las difusas nubes blancas, cerca de las magulladas puertas doradas, se podía divisar el océano y como se enzarzaba otra pelea en la Isla de los Perdidos. Hades continuaba con su monólogo narcisista que tanto ansiaba contar ahora que estaba mucho más fuerte que antes y que tanto había practicado en sus ratos de soledad en su prisión, pero a pesar de ello, la joven dragón no conseguía centrarse en aquélla batalla, no como su agresiva hermana que salivaba deseando arrancar cabezas divinas. Nix volteaba su cabeza y volvía a ver los barcos donde se estaba disputando una batalla entre sus compañeros y el resto del equipo de Mal y Uma. Una parte de ella, sentía que tenía que bajar allí, donde sus compañeros estaban tratando de salir vivos de ese enredo que se había creado, pero sobre todo, tras percatarse de la presencia de un dragón morado. No sabía como describirlo, pero el fervor deseo de enfrentarse con aquel nuevo adversario se incrementaba contra más tiempo lo miraba fijamente.

Su instinto no le dejaba pensar con claridad, no sabía si era protector o territorial, pero no pensaba dejar a su otra familia siendo calcinados sin poder hacer nada al respecto.

—¡Y ahora, junto a mis titanes y mis hijas vamos a recuperar lo que me pertenece! Oow, si al menos tuvierais al musculitos de vuestra parte tendríais una oportunidad... —comentó Hades esbozando una malvada sonrisa con sus manos juntas—. Pero todos sabemos que eligió la patética vida mortal junto a Meg...

—Lo que tu digas, hermano, pero una de tus fieles hijas se acaba de ir —apuntó Zeus ante el abrumador silencio que se había creado.

Hades se giró algo enfurecido tras ver como a pesar de llamar a su hija a grito pelado, con todo su cuerpo envuelto en llamas, esta descendió planeado y se precipitó entre las nubes como un halcón en plena caída libre, desapareciendo por completo. Se creó un breve silencio incómodo mientras todos observaban la escena. Hades rodó los ojos y suspiró:

—Hijos... —soltó mosqueado y seguido se dirigió a su pequeño ejército— ¡No importa! ¡Atacad!


(***)


Todo estaba siendo un caos, tras la ruptura de la barrera, Mal, observó que el puente que conectaba Auradon y la Isla de los Perdidos dejó de ser invisible, ahora permitía que todos los habitantes huyeran por este desde la bahía de Auradon y el puerto de Bella, donde al desperdigarse por el Bosque Encantado o el Edén, los perderían de vista para siempre.

Maléfica había aterrizado sobre una de las torretas del castillo de Bella y Bestia destruyendo todo a su paso con sus incesantes oleadas de llamas verdes. Ramas retorcidas recubiertas con pinchos habían emergido de la tierra y comenzaban a destrozar casas y palacios con su inmensurable fuerza, incluso la vegetación que tocaba con sus patas se volvía negra y podrida recubierta de espinas afiladas, como las de un rosal emponzoñado.

—¡¿Y ahora qué?! —espetó Uma a Mal intentando centrarse en todo lo que estaba pasando—. Todo el mundo está saliendo despavorido de aquí ¡y Maléfica tiene un maldito ejército de dragones!

La pelimorada observó como el grupo de Nix trataba de huir de la isla sobre uno de los barcos abarloados en las rocas, si permitían que desaparecieran mar adentro terminarían escapando con éxito. Varios piratas de Uma hicieron entrar a Carlos, Jay y Evie para poder frenar el otro barco que recién había arriado las velas con su bandera negra con una calavera.

—Solo nos queda luchar —Mal observó fijamente a Uma e hizo que sus ojos brillaran de color verde, la pirata sabía perfectamente de que estaba hablando.

Mal saltó del acantilado y en mitad de la caída se envolvió de un humo violeta que la transformó en un intimidante dragón morado dispuesto a pelear y, a pesar de los múltiples cañonazos que iban dirigidos hacia ella, ésta conseguía esquivarlos y contraatacar con bocanadas de fuego ardientes. Uma saltó al agua de cabeza y terminó creando una gigantesca ola tras transformarse en cecaelia, casi tan grande como un tsunami mediano, como su madre hacía antaño. Los fuertes golpes de ambas chicas conseguían que el barco enemigo no saliera del acantilado, y entre varios ataques, Mal consiguió quemar las velas del barco enemigo dejándolo suspendido sin movimiento alguno sobre el agua. Por otro lado, Uma repetía las múltiples oleadas intentando que dicho barco terminase cascándose contra las rocas como un huevo.

—¡Recargad los cañones! —gritó Harry mientras pasaba varias bolas metálicas junto a Gil y Jay— ¡Derribad ese barco de una puta vez!

—¡La gente está huyendo por el puente! —gritó Evie tras señalar la lejanía algo desesperada— ¡Entre ellos los Black Scales! ¡Y nuestros padres!

—¡No hay tiempo para eso! —le apresura Carlos y este apuntó con un tirachinas para aturdir a sus enemigos con un bombardeo de explosiones coloridas. Pronto se agacharon para esquivar un cañonazo que partió la mesana en dos.

De varios aleteos, Mal consiguió llegar cerca del puente y se dispuso a intentar frenar el paso de los villanos, de unos violentos rugidos consiguió que la gente se detuviera asustada, sus fuertes aleteos hacía que los villanos cayeran al suelo a la fuerza. No sabía que hacer, no quería que la temieran como sus rostros reflejaban, como muchos que solo huían del peligro, pero entre la multitud había mucha gente que no podía salir de ahí como si nunca hubieran cometido delitos muy graves, eran delincuentes peligrosos con una lista de cargos. Ya era suficiente con Maléfica, el séquito de dragones y el barco de Barbanegra que trataba de escaparse mar adentro.

(***)

—¡Contraatacad! —gritó Logan apretando los dientes tras ver que con cada ola el barco se llenaba con más agua y, por no hablar de las quemadas velas y los cañonazos que cada vez agujereaban más la madera húmeda— ¡Mierda! ¡Achicad el agua!

Estaban perdiendo la batalla, varios cañonazos golpeaban y astillaban su barco hiriendo a parte de la tripulación, por no decir las bombas de humo coloridas que les dificultaban la vista. Estaban haciendo todo lo posible por salir de ahí, pero con Uma acercándolos cada vez más contra las rocas, sus posibilidades de salir de ahí eran escasas. Varios piratas enemigos saltaron a su embarcación con espadas en mano gracias a las bombas de colores que aturdían con cada choque. Estaban listos para un segundo asalto.

—Logan, tenemos que conseguir cambiar las velas —le dijo Réizma a su hermano, tras blandir la espada contra sus enemigos—. Hay que empezar a remar o nos van a cascar contra las rocas.

—¡¿Cómo?! ¡Estamos contra la espada y la pared! —siguió su hermano enfrentando a varios piratas enemigos a la vez, de una violenta patada consiguió echarlos al mar— ¡Ahí regresa el dichoso dragón! ¡Reventadle la cabeza de un cañonazo!

Mal volvió a azotar a la tripulación con sus rojizas llamas evaporando el agua que Uma salpicaba con sus intensas oleadas, en una de esas sacudidas el barco estuvo a punto de darse la vuelta. Los tentáculos de Uma se enganchaban en la madera y con su descomunal fuerza conseguía que poco a poco hubieran más destrozos. El Venganza Perdida seguía contraatacando con fiereza sin dejarles posibilidad de defenderse.

—¡Joder! Ahora sí que necesitamos la ayuda de Nix —gruñó Réizma intentando mantener a raya a los piratas, incluso intentó cortar uno de los tentáculos con toda su fuerza e ira, pero su espada cedió y se acabó partiendo en dos— ¡Mierda!

—Olvídate, se ha ido a salvar a su padre —le respondió Jaxon peleando con dos espadas en mano, sus palabras ácidas se podían reflejar también en su expresión facial—. No le importamos una mierda, acéptalo.

Daba igual lo que hicieras, daba igual lo que sacrificases por el camino, Jaxon se había dado de bruces con la realidad y era que no le importaban a Nix. Solo estaba ella, su hermana y la venganza.

—¿Pero que dices? —le contestó Réizma retrocediendo de un golpe, acorralada por cuatro piratas cargados de armas hasta los dientes.

Un potente rugido rompió desde el cielo totalmente ajeno a la batalla y consiguió captar la atención de ambas tripulaciones, incluso de Mal y Uma; ya que ninguna había emitido ese feroz rugido de combate. Un corpulento dragón negro descendió de entre las nubes más altas del cielo, entre sus poderosos rugidos y aleteos decidido a enfrentarse a ambas chicas transformadas. Eso dibujó una sonrisa esperanzadora en Réizma y todo su grupo vitoreó pletóricos de emoción.

No todo estaba perdido.

De una fuerte sacudida, Nix se precipitó contra Mal mordiendo su pescuezo sin dejarle defenderse del ataque, fue tan arrollante el golpe, que ambos dragones terminaron cayendo contra el suelo del islote y derraparon hasta chocarse contra las puertas de la mismísima Fortaleza Prohibida.

Tras reincorporarse del golpe, ambas se observaron furiosas con sus ojos incandescentes presos por la cólera. Con sus escamas cubiertas de escombros y piedra, se espetaron un violento rugido de guerra sobrecogedor preparadas para matarse a sangre fría. Los duendes que vivían ahí salieron corriendo despavoridos.

Chocaron sus brillantes llamas que explotaron y crearon una fuerte oleada de polvo todavía mayor que la anterior. Mal alzó el vuelo aprovechando la humareda y confusión, pero Nix la siguió mientras intentaba acertar con sus violentas llamas azules cerca de los barcos que estaban tratando de hundirse el uno contra el otro.

El dragón morado esquivaba las llamaradas azules con vuelos cerrados cerca de la superficie del océano, con más agilidad y aerodinámica, apenas sin despeinarse mostraba quien tenía la ventaja en combate. Uma emergió para propinarle un latigazo al dragón negro con uno de sus tentáculos y consiguió que se desestabilizara el tiempo justo para que Mal acertara una bocanada de fuego sobre su lomo.

La explosión creada por dicho impacto logró que su enemigo retrocediera algo aturdido contra las rocas, pero también más enfadado que nunca.

—Si siguen trabajando en equipo, Nix no tendría ninguna posibilidad de vencerlas —dijo Réizma viendo la batalla épica que se disputaba cerca de ellos, ahora más desahogados dado que habían terminado con todos los enemigos de su barco.

—¡Ahora es el momento! —le comentó Logan movilizando a su tripulación después de conseguir vencer la oleada de piratas enemigos. El barco yacía terriblemente dañado, con boquetes en el suelo y surcos de fuego, pero por suerte todavía se mantenían a flote bastante lejos de la isla, lejos de las puntiagudas rocas y la batalla sobrenatural.

Aprovechando el momento de distracción, el barco de Logan comenzó a movilizarse gracias a unos enormes remos impulsados por su tripulación sincronizada. El Venganza Perdida se quedó algo atascado en la costa junto a los múltiples cañonazos que hacían que se mantuviera a flote por poco tiempo. El barco de Uma ya no albergaba prácticamente munición y solo les quedaba perseguirlos para un tercer asalto.

Veatrix observaba impotente como cada vez que Nix intentaba quemar a Uma, esta se escondía en el agua, y cuando quería golpear a Mal está la conseguía esquivar con gráciles movimientos.

—¿No hay alguna manera de ayudar a Nix? —preguntó Réizma tras observar mejor la batalla con un catalejo. Veatrix pensaba lo mismo—. Uma es un grano en el culo.

—Hemos gastado casi toda nuestra munición contra el barco de Uma —añadió Logan ordenando a la gente que cambiara la vela—. Estoy seguro que sí ha bajado es para que podamos salir de aquí.

—Confía en Nix, seguro que puede con ellas —Veatrix apoyó su mano sobre Réizma para tratar de calmarla—. Es mucho más grande que ellas, puede usar su fuerza bruta para derrotarlas —eso querían creer ambas, pero de momento no le estaba sirviendo de mucho.

Mal planeó entre ambos barcos, con Nix pisándole los talones. Cada vez que una de ellas pasaba por el lateral conseguían que las embarcaciones se tambalearan peligrosamente de un lado al otro. Aunque el dragón morado apareció frente del barco Barbanegra intentando usar sus llamas para volver a detener su huida, esta vez, Nix, de violentos cabezazos y zarpados conseguía que no fuera posible, cerca de ellos los dragones volvieron a chocar sus llamaradas y de la fuerza el barco se desplazó violentamente hacia su derecha.

Apenas pudieron reaccionar Réizma y el grupo que, sin entenderlo, se detuvieron en seco, haciendo que los tripulantes casi se cayeran de la propia fuerza por la proa. Ambos dragones seguían golpeándose con fiereza, haciéndose enormes heridas sangrantes desde el cielo creando una lluvia de sangre sobre todos.

No entendían que pasaba ahora.

—¡¿Y ahora qué?! —gruñó Réizma enfadada y pronto vio que las ventosas de Uma habían conseguido frenarles otra vez, y aunque seguían remando con toda su fuerza era imposible avanzar.

Réizma usó la escasa munición que quedaba, en un intento de hacer que el pulpo se desenganchara de la popa, sus fuertes ventosidades estaban consiguiendo que el barco se astillara más y rompiera, si seguía así se iban a hundir dentro de poco. El Venganza Perdida se estaba acercando cada vez más con las cuerdas preparadas para el asalto.

Afortunadamente, Nix sorprendió a Uma con una bocanada de fuego, que esquivó nuevamente desapareciendo en las profundidades del mar. Esta vez, el dragón negro, lejos de seguir peleando contra su rival alado plegó sus enormes alas y se precipitó directamente al agua, persiguiendo cual cocodrilo desenfrenado a su adversario, Uma no era la única que tenía ventaja en el océano y esa sorpresa fue demasiado inesperada para ella.

Rugió bajo el agua y dejó ver como su garganta y agallas empezaban a brillar y a calentarse. La joven bruja se enganchó rápidamente en el dragón cerrándole la boca con fuerza y oprimiendo sus brazos para que no le pudiera rasgar la piel con las garras, pero no pudo cerrar sus alas.

Acabaron saliendo a la superficie y vieron como Nix tenía dificultades para moverse entre los tentáculos que le oprimían los movimientos, de la impotencia bramaba y expulsaba humo ardiente desde su hocico, el odio se intensificaba cada vez más en su mirada asesina. El cuerpo de Nix comenzó a calentarse considerablemente y a soltar vapor ardiente, haciendo que dichos tentáculos se abrasaran aflojando su agarre. Abrió sus fuertes alas y levantó el vuelo agarrando a Uma de varios de los tentáculos.

—¡Suéltame! —le espetó Uma tras ver que asombrosamente había conseguido sacarla del agua y elevarla varios metros de altura.

De un fuerte movimiento, parecido a un lanzamiento de peso, Uma terminó precipitándose de espaldas contra las rocas cercanas al puente y por poco consigue golpear a Mal, que volaba cerca de esa zona. Adolorida, se quedó allí sin apenas fuerzas para continuar la feroz batalla. Ese impacto había sido muy fuerte para ella y sus tentáculos yacían abrasados y resentidos por las quemaduras.

Tras regresar al mar, Nix esquivó unas llamaradas y zigzagueó a gran velocidad, con parte de su cabeza en la superficie del agua —como un cocodrilo en plena carrera; fijó su objetivo y de una terrible embestida agujereó el barco de Uma, ahora hundiéndose a cada segundo más cerca del fondo de las profundidades abisales. Por suerte, pudieron sacar sus botes y remar en dirección a la Playa de los Duendes, cerca de la Fortaleza Prohibida. Desgraciadamente, la situación se había torcido, Nix siguió su rumbo y empezó a devorar varios de los botes de un solo mordisco, con la mirada fija en el último bote de gente viva.

Un sprint más, sus fauces abiertas y sus dientes listos para triturar a toda aquella gente indefensa, sin embargo, Mal interceptó esas intenciones con sus bocanadas de fuego, sus rugidos y mordiscos terminaron de llamar la atención de la bestia que decidió salir del agua para terminar la pelea de una vez por todas.

Ya a salvo todos los supervivientes en la playa, a Evie, Carlos, Jay y los pocos piratas vivos sólo les quedaba confiar en Mal, sin embargo, tras ver de lejos la diferencia de tamaño y fuerza, empezaron a preocuparse por la situación. Quedaba el último mano a mano y no pintaba nada bien.

*Más ilustraciones a caricatura de la batalla entre Nix y Mal*

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