Capítulo 2: Problemas a dos bandas
«Es una lástima que los jóvenes de hoy en día sean tan poco ambiciosos y no sepan ser villanos de verdad, como lo fueron antaño sus padres», refunfuñaba Eris malhumorada con la escena que habían vivido hace horas en el restaurante.
Eris llevaba más de veinticinco años encarcelada en esta isla y nunca se imaginó que un villano pudiera salir de aquí, y mucho menos volverse bueno. El resentimiento y la frustración cada día se habían hecho más latentes y densos, volviéndole una persona más fría y despiadada de lo que nunca imaginó, o tal vez sea el resultado del puro aburrimiento; de ver a la misma gente pasear por las calles tan campantes, ver los mismos tenderetes u fiestas del destrozo que empezaban a ser muy predecibles...
—Yo no sé cómo narices han confiado en Uma y sus piratuchos... —soltó Logan molesto de brazos cruzados e hizo que Eris se evadiera de sus pensamientos—. No hay más que ver su tripulación de pacotilla, ¿y se llaman piratas? Por favor, ni siquiera su barco puede navegar con ese boquete.
—No tienen tanto carisma y maldad como nosotros —le respondió ella guiñándole el ojo mientras daban un agradable paseo por la plaza mayor.
—Eso lo dirás por el resto de peña, porque nuestros hermanos pequeños tienen tela, se nota que los llevamos por el buen camino —comentó Logan con una sonrisa pillina.
—Tonterías.
—¿Qué no? Aún no han encontrado al chico que tiraron desde el peñasco de nuestra zona marítima —siguió el pirata rebuscando en los bolsillos de su casaca desgastada, probablemente un cigarro que llevarse a la boca—. Tampoco es que nadie lo haya reclamado...
—Eso son chiquilladas —le replicó levantando una ceja—, eso lo hemos hecho nosotros con menos edad.
Una vez que Logan y Eris se adentraron por dicha plaza, la gente les empezaba a dejar hueco para no molestarlos. Los observaron un poco tensos, pero intentaban disimularlo volviendo a comprar en los tenderetes de ropa barata como si no pasara nada. Todavía no causaban el mismo impacto que Maléfica, allí por donde sus tacones repiqueteasen la gente huía despavorida hacia sus casas. Tiempo al tiempo todo iría cambiando a su favor.
Después de cruzar casi toda la plaza principal, Eris observó momentáneamente por el rabillo del ojo un puesto de venta nuevo, algo diferente, peculiar. Sus colores llamativos captaron su atención y finalmente se acercó a este. Cruella de Vil había abierto un puesto de ropa de lo más interesante y acogedor, no obstante, tras caminar incesantes hacia su puesto, un hombre detuvo su paso con firmeza y hostilidad. Su túnica roja y negra con tonos dorados que arrastraba por el suelo junto a sus chanclas de dedo te advertían de quien se trataba.
—Bonitos abrigos, ¿los haces ahora con las ratas de las alcantarillas? —le dijo la joven con una leve sonrisa burlona—. A Ratigan lo tienes que tener contento...
Cruella soltó un leve bufido molesto.
—Tú no eres bienvenida en nuestra tienda. —Jafar sacó su lado más imponente para frenarlos en seco. Se notaba el resentimiento en sus pequeños ojos negros más acrecentados que nunca desde que su propio hijo lo abandonó.
—Uy uy uy..., siento cierta hostilidad hacia mi persona... —soltó Eris haciéndose la dolida—. Estás un poco amargado ¿no? ¿o es que la Tienda de Cachivaches está en bancarrota?
Ese ácido comentario detonó al hombre de mediana edad, sin embargo, Logan no le dejó acercarse ni un centímetro más a Eris, sacó su cimitarra sin vacilar dispuesto a dejar a Jafar en su sitio si hacía falta. Estampó al regordete hombre contra el poste de madera que había al lado del puesto de Cruella de Vil lleno de trapos rotos, la mayoría deshilachados.
—Como vuelvas a levantarnos el tonito pienso cortarte la cabeza delante de todo el mundo, viejo decrépito —le espetó Logan con un tono amenazador y áspero tras ver a Jafar demasiado cerca. La afilada hoja rozó directamente el cuello del hechicero, tensándole al instante. Trató de defenderse, pero sus cincuenta y largos años no podían hacer frente a los veintisiete del pirata.
—¿Decías? —siguió la peliazul con una sonrisa superior. Toqueteándose su trenzado pelo.
—Disculpa...
—Perdona, no te he escuchado...
Logan apretó más su fulminante agarre y tensó más la espada contra la tráquea del hombre haciendo que la madera crujiera de la presión. Eris observó de reojo a Jafar con una mirada más imponente y siniestra, ese momento tan crítico para él, en el que su vida literalmente dependía de ella, le hizo disfrutar un poco más la estancia en esta cárcel. Algo más viva.
—Disculpa, ¡Eris! —escuchó un Jafar más afligido y asustado, sus piernas empezaban a temblar al observar el afilado acero presionar más fuerte contra él y a pesar de su amistad, Cruella no tenía pensado intervenir.
—Está bien, Logan... suéltalo. Suficiente ridículo ha tenido por hoy.
Tras sus órdenes, el joven pirata soltó al atemorizado brujo, quien decidió meterse dentro de la tienda trasera tras hacerse paso entre prendas de ropa colgadas en perchas deformadas.
—Hay que ver para lo que habéis quedado... —dejó caer la joven de pelo azul intenso, con asco, mientras cogía una camiseta del puesto con un asco similar— y pensar que ibas a despellejar a ciento un dálmatas y ahora te ves reducida a vender ropa barata en un mercadillo... Patético. ¿Que debe pensar tu hermano de todo esto?
—Sí, lo recuerdo perfectamente —le respondió Cruella molesta por los comentarios, con su característica voz reventada de tanto fumar, pero ella no iba a ser tan directa y explosiva como su compañero—. Te recuerdo que no soy la única villana que ha fracasado en sus planes, tu padre también fracasó en su momento.
—¡Cómo te atreves vieja...!
—Tienes razón —Eris cortó a Logan, que iba a ponerse como una moto—. Mi padre fracasó en su intento de ser el Dios gobernante del Olimpo, cierto, pero al menos él tiene unas hijas que quieren rescatarlo y vengarlo. En cambio, Carlos... no es que te eche mucho de menos que digamos y tampoco tiene muy pensado eso de vengarte... Eso sí es un verdadero fracaso de herencia.
Pronto la joven terminó de soltar una risa burlona para continuar la conversación:
—Aunque debes estar acostumbrada a que tu familia te deje de lado, así son los de Vil.
Observó complaciente a Cruella de Vil, a pesar de ser una villana, esas palabras le habían tenido que quemar, y mucho. Jafar, Cruella y la Reina Malvada, eran los villanos más humillados de toda la isla, fracasaron como villanos y fracasaron como padres. Nadie les tiene un mínimo de respeto por lo que llegaron a ser en sus días de gloria, ya no, lo que hicieron sus hijos era una herida demasiado reciente para pasarla al olvido.
Logan y Eris se movieron hacia el Castillo de las Gangas, su guarida compartida con el resto de los integrantes de los Bad Legacy. Allí hacían lo que les daba la gana, molestaban, torturaban y debatían (muy de vez en cuando) sus intentos por salir de esa cárcel, su impuesto hogar. Y ahora que Maléfica no estaba, se encargarían de los problemas que iban surgiendo con el resto de vecinos y catervas.
—A ver si puedo adelantar un poco el coche —le comentó Logan dirigiéndose más rápido que Eris al garaje para continuar con el proyecto que compartía con Réizma, un destartalado coche oxidado que no parecía que fuera a funcionar, parecía más bien que iba a desmontarse por si solo, pero el joven le tenía bastante aprecio.
Una de las aficiones preferidas del joven pirata eran las carreras de coches que se debutaban por las noches, en la ciudad principal en la zona Norte. La adrenalina que se generaba cuando su bólido alcanzaba su máxima velocidad, los drifts en terreno arenoso que lo posicionaban siempre en la cabeza de la competición. Logan no lograba describir esa sensación tan adictiva a la que estaba enganchado desde bien pequeño.
—Por fin llegáis, ni Cheshire me hubiera hecho un camino tan largo —una nueva voz femenina y gruñona apareció por las escaleras del piso de arriba, bajando al garaje con la pareja.
La hija única de la Reina de Corazones desfilaba elegante y sensual hasta ellos dos, su característica vestimenta rojiza como su chaqueta de cuero y la camiseta que lleva anudada en su cintura, la hacían de una persona bastante característica, y contrarrestando ese llamativo rojo pasión, lucía unos pantalones negros azabache rotos. Era de esas personas que te quedarías mirando horas y horas embobado.
—Hola, Logan —le soltó al joven pirata que fue directo hacia su chatarra de coche— ¿Me echabas de menos, corazoncín...? —siguió melosa mientras toqueteaba una de sus trenzas rojizas de raíz doble, intentando seducirlo apoyada en el final de las escaleras.
Eris no tardó en rodar los ojos un poco molesta. Logan no era su chico y mucho menos novios, más bien eran un lío que comenzó una avivada noche de juerga (como en la mayoría de casos), ella no quería reconocer que sentía cosas por él, si lo hacía su estatus de mujer fría y sin escrúpulos se vería mermado, así lo sentía ella, a pesar de que sus ojos afilados la delataron un poco.
—No mucho, la verdad —le respondió Logan metiéndose debajo del coche para arreglar los tubos de escape sueltos—. Lo único que echaba de menos de esta casa era mi querido Fort T de carreras.
—Siempre tan principesco...
—Lexy, ¿sabes si Kayla llegará pronto? —le preguntó Eris cortando el incómodo ambiente que se había creado.
—Kayla sigue arriba maquillándose —respondió bajando finalmente y seguido cambió de tema al instante—. ¿Habéis visto el puesto que ha montado Ciruela de Vil? Osea, que asco.
Mientras Lexy charlaba con el resto, Eris se había ido a cambiar de ropa en el probador que había cerca del garaje. Ese vestido griego le fascinaba de lo elegante e imponente que era, pero nada mejor que su chaqueta tejana azul rota y sus pantalones tejanos rotos oscuros.
Desde luego eran más cómodos para andar por tantos sitios húmedos y sucios, no iba a permitir que su vestido favorito fuera a ensuciarse tan rápido y menos sabiendo que la lavandería estaba en la otra punta de la ciudad central.
—Eso mismo le ha dicho Eris —escuchó Eris a Logan desde la otra punta de la sala seguido de algunos golpes metálicos y engranajes rodando.
—¡Que fuerte!, dime que no la habéis apaleado sin mí —dijo Lexy desde detrás de la cortina del vestidor.
—No, tranquila, solo los hemos asustado un poco —le contestó ajustándose el pantalón hasta arriba y retocándose la camiseta anudada negra con estampado de fuego azul.
—Menos mal, ¡ni se os ocurra ir a cortar cabezas sin mí! —dijo Lexy suspirando aliviada.
—Tranquila, lunática —siguió Logan entre risas.
Eris salió del vestidor remangándose su guante azul, que le permitía practicar con algo de magia con el caldero y las pócimas, o de eso se quería convencer ella. Simplemente ese brazalete de tela azul adornado con una calavera cerca de su dedo corazón canalizaba su esencia para proyectarla en otros objetos y mejunjes, pero no hacía milagros. Ni siquiera sabía como hacer magia, a pesar de haber leído todos los grimorios que tenían por la guarida de la Reina Malvada, no servían para nada si estaban dentro de la cúpula. Era uno de sus tantos pasatiempos favoritos.
—¡Ya estoy lista! —bajó Makayla por las escaleras, un poco menos exagerada que la pelirroja. O al menos su ropa era más apagada y azul que la de su compañera.
La última integrante importante de la banda era también hija única, de la reina Narissa. Lucía con una camiseta azul oscura sucia acompañada con una rejilla de dibujo cruzado sobre el pecho junto a unos tejanos oscuros. Poco destacable, como le gustaba a Makayla.
—Tenemos que empezar con el trabajo —comentó Makayla cogiendo delicadamente un papel enrollado con sus largas uñas de color azul oscuro.
—Que remedio... —siguió Lexy bostezando.
—A ver, ¿Qué problemas hay ahora? —le preguntó Eris sentándose en un puf casi sin relleno y destrozado.
—La cascada donde congenian ambos ríos es el centro de los problemas —precisó Makayla—. Hay tres embarcaderos, cada uno en un lado opuesto, con las intenciones de quedarse primero la basura de Auradon. Hay muchas peleas al respecto y la última disputa fue muy sangrienta...
—Siempre es lo mismo —la peliazul cerró los ojos y se cogió del puente de la nariz con dos dedos—. Logan, ¿podrías llegar a un acuerdo con los piratas del Capitán Garfio o los duendes?
—Con los duendes puede, la chusma de Garfio ni me la menciones.
—Un problema menos, siguiente —le dio paso a Makayla sin ganas de solucionar la vida de la gente, como si ella fuera su madre o algo así, pensaba molesta.
—¿Qué hacemos con Yen Sid...? —soltó Makayla levantando las cejas deseando escuchar algo macabro—, promulga la bondad y la buena fe en nuestra isla y no le estamos dando la importancia que merece...
—Podríamos cortarle la cabeza... —sugirió Lexy mirando a otro lado, como dejándolo caer.
—¿Pues sabes que te digo? —le respondió Eris con una pérfida sonrisa siniestra a la pelirroja—. No es mala idea, apúntalo como tarea final del día.
—¡Perfecto!
—Genial, Eris ¿y con los piratas de Uma? —les cortó la diversión Makayla.
Escucharon a Logan gruñir desde debajo del coche, tal vez frustrado por no avanzar mucho en su proyecto a corto plazo, la verdad es que sin su hermana nunca avanzaba ni un cuarto de lo que avanzaban juntos. No quería admitir que Réizma sabía más de coches que él. Pero tenía que admitir que muchas carreras no las hubiera ganado si su hermana no trucase sus coches.
—Recordadme por qué debemos arreglarle la vida a la peña —cortó Logan saliendo del coche con la cara manchada de aceite, su voz carrasposa denotaba lo molesto que estaba con el tema—. Ahora somos los más temidos, ¿y les solucionamos la vida? Que se busquen las castañas en el fuego como hicimos nosotros ¿no? Maléfica tampoco le solucionaba la vida a nadie.
—Alguien debe encargarse de poner algo orden, Logan —le respondió Makayla, de brazos cruzados—, si no todo estaría asumido en una anarquía y nos comería la mierda.
Logan gruñó molesto y Makayla se cruzó de brazos indispuesta a darle la razón.
—¿De eso no se encarga Frollo? —añadió Lexy confusa. Ella sabía que el archidiácono era el encargado de establecer un orden mediante leyes que se debían cumplir, aunque tampoco le dedicó el tiempo suficiente de leérselas y eso que el banco estaba cerca de su tienda de tatuajes.
—No, Frollo se encarga del banco y algunas leyes, pero tampoco se aplica mucho que digamos...
«Acaso había alguien que se aplicase en la isla?», pensó Logan.
—Solo digo que podríamos tomarnos las cosas menos a pecho —les explicó el joven pirata, dejando las herramientas en el rincón donde las tiene apelotonadas—. Mirad a nuestros hermanos, se emborrachan en grupo hasta las trancas y molestan al que quieren y no solucionan la vida a nadie, así tendríamos que ser nosotros que tenemos más control de los territorios ahora que Maléfica no está.
—Si hacemos eso no quedaría nadie en la isla, guapo —le contestó Makayla encarándose con el muchacho.
—Dejémonos de discusiones —les ordenó Eris callarse y le hicieron caso—, Logan tiene algo de razón, tomémonos un pequeño descanso, hoy no hemos parado de amenazar, necesito relajarme, aunque sea un rato para pensar.
—Tengo la shisha de Absolem arriba, la caliento y nos relajamos en un plis plas.
—Eso ya me gusta más —le respondió Logan con un guiño coqueto hacia la pelirroja. Aunque a él no le gustaba Lexy sabía perfectamente que la joven se daría más prisa en preparar el artefacto.
*Ilustraciones a caricatura hechas by me*
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