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Capítulo 19: Bienvenidos al Salvaje Oeste

Varios buitres les sobrevolaban por encima mientras atravesaban el valle seco y rocoso. Entre las montañas escarpadas, se podía notar cierta tensión en el ambiente, apenas imperceptible. A pesar de aparentar estar completamente solos en aquel paraje, podías sentir unas miradas increpantes que te acechaban por cualquier sitio, tanto que incluso los propios caballos caminaban inquietos cada vez que se adentraban más por aquel sendero. Nix observaba atentamente las montañas de ambos lados, pero las rocas permanecían inertes, todo estaba sumergido en un desconfiado silencio que les puso alerta.

Hayabusa chilló desde las alturas intentando espantar a los buitres entre picotazos y zarpazos, pero era imposible, acababan regresando como si les marcaran el camino con sus gigantescas sombras, o más bien, parecía como si los siguieran por algún motivo.

—Coge mi espada —le dijo Veatrix a Nix, que parecía entender lo que el halcón le trataba de advertir—. No estamos solos. Preparaos.

La joven de cabellera azul logró distinguir entre algunas rocas una fina cola marrón llena de nudos que le aceleró el corazón, Veatrix también lo logró ver y alertó al grupo para que se preparasen, desde que habían entrado les estaban rodeando miradas ocultas entre las sombras, esperando un movimiento en falso para abalanzarse sin dejarles tiempo a respirar. Varias risas escandalosas sonaron por su derecha provocando un sonoro eco, que terminó haciendo que los caballos relincharan nerviosos presos del pánico. Un violento rugido terminó de frenar la angustiada caminata, delatando la presencia de un león de color cobrizo y melena negra, acompañado de su esquelético cuerpo. Apareció mostrando una complaciente sonrisa junto a sus verdosos ojos felinos. No pasó ni un segundo hasta que varias leonas más acabasen merodeando alrededor, ahora sí estaban rodeados sin escapatoria.

—Sois muy insensatos si pensáis cruzar este camino sobre vuestros jugosos caballos —soltó Zira poniendo una cara triste, sentada al lado del león de la manada, el temido Scar.

—A un lado —le respondió Veatrix entonando de manera agresiva, pero ninguno reculó.

Veatrix sin escrúpulos tensó su negruzco arco y apuntó directamente hacia la parejita de leones de enfrente, pero no se notaba ni una pizca de miedo en sus ojos, solo las babas que resbalaban por sus prominentes belfos de saber que estaban a su merced.

—¡Oow, que miedo! una flechita contra más de ocho leones hambrientos... —gruñó Zira mostrando sus dientes y su hocico arrugado—. Inténtalo humana ¡y antes de que dispares estarás destripada!

—Esta vez, no nos vamos a conformar con las migajas —apuntó Scar serio mostrando sus dientes, parecía que con el tiempo y el hambre se había vuelto incluso más agresivo de lo que era.

Las risas inquietas regresaron, cada vez más fuertes e irritantes, tanto que Zira no pudo evitar enfadarse con el grupo de hienas que bajaban por la otra colina queriendo una porción del banquete y, a pesar de gruñir y rugir mostrando su dominancia por esas tierras secas, estas siguieron su camino entre carcajadas sin temor alguno.

—Mirad, el rey traidor ha salido de su estúpida cueva —apuntó Shenzi y varias hienas se rieron del comentario—, nos vuelve a deleitar con su presencia, majestad.

—Sí, por fin sales de tu madriguera ponzoñosa —reiteró Banzai nervioso entre carcajadas, babeando y mostrando sus amarillentos dientes bien podridos— ¿Te damos miedo gatito? ¿Quieres que te volvamos a comer?

—¡Silencio, imbéciles! —vociferó Zira enseñando sus dientes y garras negras como el carbón, ardida por esos comentarios hacia su idolatrado león— ¡Scar no le tiene miedo a nada ni a nadie! ¡Vosotras no le tocaréis ni un pelo a nuestra comida! ¡Adelante, leonas! ¡POR SCAR!

Ambas manadas se rugieron con agresividad, mostrando sus dientes y garras preparadas para arañar todo lo que se les pusiera por delante, comenzando una encarnizada batalla que envolvía a los jinetes de por medio, y de la nada, golpes y choques, rugidos y zarpazos se hicieron presentes por todos lados como un enjambre de abejas enfurecidas, sin dejarles una vía de escape segura. Veatrix agarró con fuerza las riendas de su caballo y les dijo al resto que la siguieran cuando lo ordenase. Preparados, Zira ordenó a sus leonas que los atacaran tanto a los humanos como a las hienas que se interponían en su camino. Tal vez los leones fueran menos en número, pero en fuerza bruta nadie los sobrepasaba.

Justo en ese momento, Veatrix punzó el vientre del caballo y se dirigió junto al resto hacía las montañas escarpadas, por un pequeño hueco entre todo el caos. Sin casi aliento, consiguieron salir del paso al galope por el sendero empedrado de una de las colinas empinadas, con varias leonas pisándoles los talones, tan cerca, que Réizma abanicaba con su sable para no recibir un mortal zarpazo en su espalda.

—¡Seguidme! —ordenó Veatrix, mientras terminaban de cruzar el sendero.

Tan poco llano, las rocas comenzaron a rodar bajo los cascos de los caballos haciéndoles caer junto al resto de felinos por la ladera de la montaña, y del propio estruendo, habían creado una avalancha de rocas que se precipitaron directamente hacía el sendero, dificultando parte de la entrada principal.

Finalmente se adentraron de lleno en un pequeño bosque donde parecía que podían tomarse un respiro, pero lejos de eso, una leona se abalanzó sobre el caballo de Jaxon, sorprendiéndolos a ambos, clavó sus afiladas y negras garras sobre la silla de piel tratando de asestarle un feroz mordisco al primero que consiguiera enganchar. Réizma terminó cortando cerca del cuello del felino, tan fuerte que consiguió zafarse del animal de milagro. Nix miró hacia delante y pudo apreciar un enorme precipicio por donde pasaba el río Dagger muchos metros más abajo, con una presión y una fuerza abrumadora. No tenían por dónde atajar y las leonas estaban a punto de finalizar la persecución con su esperado premio, ellos.

—¡Seguid! —gritó Veatrix sin aflojar la velocidad del caballo.

—¡Es una locura! ¡Nos vamos a matar! —le respondió Jaxon aterrado, tras ver el terrorífico barranco que se les imponía cada vez más.

—¡Es la única manera! —le respondió Veatrix decidida y seguido se acercó más a la cabeza del animal que relinchaba apretando los dientes—. Hidan, no me falles ahora.

Un último intento, los caballos respiraban cansados de la carrera persecutoria que llevaban, pero su instinto de supervivencia no les permitía frenar para ser devorados. Una última punzada en su estómago, Hidan y Tora, los caballos, apretaron más rápido su último sprint y a escasos centímetros de caerse al barranco dieron un enorme salto para cruzar al otro lado. En ese momento parecía que el tiempo iba más lento, la adrenalina recorría el cuerpo de Nix de manera frenética, tan solo con observar un poco hacia abajo se podía ver la distancia, lo agitado que estaba dicho río y como troncos enormes eran arrasados y echo añicos por la fuerza del agua. Afortunadamente ambos caballos consiguieron llegar al otro lado, no como algunas leonas, que se acabaron precipitando hacia el vacío y otras usaron a sus propias compañeras como apoyo para llegar al otro lado desesperadas por cazarlos y alimentarse de algo.

—¡Joder! ¡No hay manera de quitárnoslas de encima! —gruñó Réizma agarrando con fuerza su sable.

Pudieron apreciar que tras toda aquella carrera, la oscuridad de la noche iba ocultando cada vez más su camino de huida, aparecieron en una pequeña pradera llena de enormes madrigueras con puertas de madera iluminadas con pequeños candelabros.

Unas sombras gigantescas acompañadas de aullidos y gruñidos terminaron frenando a los caballos ya cansados. Lo que parecía una gran manada de lobos bípedos se acercó a todos y se enfrentó a las pocas leonas que todavía les pisaban los talones. Sin apenas esfuerzo, de varios zarpazos y mordidas consiguieron espantarlas por donde habían venido, incluso alguna leona había recibido una sacudida tan fuerte que terminó estampada contra un árbol.

Bajo aquella tenebrosa oscuridad yacían sus nuevos contrincantes, no pudieron evitar prepararse para enfrentar a esa nueva amenaza, que tras revelarse ante la luz tenue de los farolillos, vieron que se trataba ni más ni menos que de Malas Pulgas y sus hermanos.

—¿Estáis locos? ¿Qué hacéis aquí? —preguntó Malas Pulgas acercándose al grupo extrañado.

—No estamos aquí por gusto —le contestó Nix bajando del caballo—. Estamos buscando una Baliza Mágica, ¿por casualidad has visto una por el Salvaje Oeste?

El joven lobo los observó extrañado sin entender tan siquiera de que estaban hablando, él se acabó marchando antes de que estuviera al tanto de todo el plan, a diferencia de Paxicial. Réizma suspiró y explicó todo lo que hablaron en su guarida, pero igualmente no había visto nada así por esta zona, y tampoco tenía tiempo de pararse a verlo, puesto que era un sitio demasiado hostil para irse de aventuras solo.

—¡Comida! ¡Comida! ¡Comida! —gritaron tres pequeños lobeznos con cuchillos carniceros en mano mientras saltaban hacia el grupo.

—¡Eh! ¡vosotros tres quietos! —de un manotazo Malas Pulgas apartó a sus hermanos pequeños—. Ellos no son comida.

—¡COMIDA!

—¡¿Podéis dejar de gritar?! —espetó Jhenna a los críos, mostrando un carácter mucho más violento que el de Malas Pulgas.

—¡COMIDA! —insistieron más rebotados.

—¡ASÍ NO PUEDO SECARME EL PELO TRANQUILA! —rugió una voz ajena al grupo, la puerta de una madriguera se abrió de una patada y Saba enfadada les arrugó el hocico con un secador en mano— ¡¿ESTÁIS VIENDO QUE HORA ES?!

—¡Que sí! ¡Metete en tu estúpida madriguera con el llorón de tu padre! —le espetó Jhenna igual de cabreada. Parecía que los habitantes de ahí se trataban a voces y gritos.

—¡Estúpida será la loca de tu madre! —contestó Saba plena de ira tras hacerle un corte de manga y, acto seguido, cerró de un portazo la puerta, pero aún así se podía oír como ahora se estaba peleando con su padre a voces.

—¡Ñam! ¡Comida! —siguieron los lobeznos.

—¡Arg...! ¿Jhenna puedes entrarlos en casa?

El ambiente pareció que se calmó un poco.

—Sí, pero no tardes mucho, la cena está servida y ya sabes como se pone nuestra madre si faltamos —siguió la joven loba llevándose al trío a arrastras por su peto tejano.

—La noche está apunto de caer, os sugiero que acampéis delante de mi casa —sugirió Malas Pulgas tras observar como las nubes negras habían dejado de filtrar los rayos del sol—. Aquí estáis a salvo, pero no bajéis la guardia.

—Genial, me voy a poner pérdida de tierra y barro —rodó Réizma los ojos, amargada.

—Como si no estuvieras así siempre —le respondió Jaxon entre risas.

—Os invitaría a mi casa, pero a mi familia no se le dan bien las visitas... y menos humanas —siguió el joven lobo y se percató que había un pequeño ruido proveniente de una de las bolsas sobre los caballos que le empezó a molestar.

Tras acercarse y desabrochar una, el pequeño de Jackie cayó al suelo de culo con todos sus huesos en posiciones imposibles, que no tardó en colocarse bien como si se tratase de un zombie cosiéndose los huesos.

—Vaya, pero si es mi costillar favorito —añadió Malas Pulgas relamiéndose el hocico y tensó al niño.

—¡Holi...!

—¿Qué narices haces tú aquí? —preguntó Nix furiosa, estaba harta de que aquel mocoso estuviera en todas partes.

—Si te soy sincero, no lo sé ni yo... —atontado, Jackie intentaba que sus pupilas blancas mirasen para el mismo sitio, pero estas se movían en direcciones opuestas—. Después de la fiesta de M.P no recuerdo nada..., me acabo de despertar con el ajetreo y por poco vomito cartílago otra vez.

—Ya te podían haber cogido las leonas a ti —añadió Réizma de brazos cruzados.

—¡¿Leonas?! —se asustó el pequeño al oírlo— ¡¿Dónde?!

Finalmente, Malas Pulgas entró en su madriguera dejándolos en la intemperie de aquella pradera. Veatrix, que estaba mucho más equipada que el resto, montó una pequeña tienda de campaña algo rota y descuidada donde podían dormir tres a la vez, mientras que al mismo tiempo, dos vigilaban por si acaso.

Las calientes brasas terminaban de contrarrestar la fría noche que estaban pasando, Jaxon cocinó varias piezas de comida que traían para el viaje mientras charlaban sobre sus planes después de conseguir que la barrera cayera.

—Yo ansío ver el océano y navegar en barco —dijo Réizma tras darle un buen bocado a un trozo de carne recién cocinado—. Quiero saber lo que se siente ser una pirata, es algo que llevo en la sangre y todavía no lo he experimentado. Y ya de paso buscaría a mi hermana perdida, esa tal Angélica. Tengo curiosidad por saber como burló a la Guardia Imperial cuando encarcelaron a todos los villanos.

—Yo pretendo devolverle el honor a mi padre y a la tribu Huno —continuó Veatrix tras avivar un poco más las llamas—. Morir es el final digno de un guerrero caído en combate, pero revivirlo para que viva su propio fracaso es un castigo incluso peor que la muerte. Y eso se lo voy hacer pagar muy caro a toda la familia de Mulán.

Jaxon permaneció callado mientras comía, sabía que el tema de su padre era bastante delicado, ya que ambos compartían ese fervor deseo de venganza, aunque Shan Yu había puesto todas sus esperanzas en su hija y no en él, a Jaxon le terminaba de mosquear que se viera aplacado por las dotadas habilidades para el combate de su hermana, su capacidad de liderazgo y su puntería con el arco.

—Pues yo no tengo un sueño en específico —siguió Jackie cortando el silencio, con un tono pensativo, como si fuera a contarles su vida—, aunque sí que desearía ver arder a Santa Clavos entre llamas, mientras agoniza y suplica por su vida a la vez que la luz de su alma se va a apagando en sus ojos junto al espíritu navideño.

Todos observaron al pequeño esqueleto sorprendidos y algo perturbados, no se esperaban para nada una respuesta tan macabra para lo inocente que es y, tras sentirse observado, se incomodó algo.

—Es que estoy hasta las narices de la Navidad, en mi casa solo se habla de eso... —añadió algo más nervioso— ¡Lo de antes lo había dicho en plan bromita! Hacer arder a Santa... es imposible, ¿no?

—Volviendo a lo de antes... —añadió Nix intentando no hacer caso a lo que decía el joven esqueleto—. Yo liberaría a mi padre, y sembraría el caos en Auradon, hacerles pagar a todos aquellos que nos acusaron de malas personas tan solo siendo unos recién nacidos, soltaría a los titanes para que causaran el terror por allí donde pasaran....

—¿Sabes que vamos a tener que pasar por encima de la Guardia Imperial? —respondió Réizma y tras ponerse seria siguió— y de Mal.

Nix suspiró y terminó de comerse lo que me quedaba de cena, pero no podía evitar esta discusión, Réizma no tragaba las intenciones de la pelimorada desde el minuto uno y aunque no le respondió, ella seguía indagando en el tema.

—¿Tanto confías en ella? No es la misma de hace unos años —siguió la pirata molesta— Es que parece que no quieras darte cuenta.

—Una parte de mí desea que sea así —le respondió Nix a todo lo que le soltaba, bastante molesta y seguido la miró directamente—. He crecido junto a ella igual que con vosotros..., tenía una relación muy similar a la de mi hermana, pero con ella todo era más divertido y macabro. La he tratado y protegido como si fuera mi hermana pequeña y ahora simplemente me duele pensar más fríamente, porque siento que me estoy enemistando con un familiar o con uno de vosotros ¿lo entiendes ya?

—Créeme, lo entiendo ¿pero cómo has confiado en ella tan ciegamente? Puede jodernos los planes y lo sabes —siguió Réizma algo sorprendida por la respuesta—. Y no somos de dejar cabos sueltos.

—No los he dejado —le respondió la peliazul tras quitarse el guante y pudieron ver la cicatriz de su grisácea palma.

—¡¿Has hecho un trato condenado con ella?! —se exaltaron.

—Con esto sabré de que bando está —les explicó y seguido se fue a la tienda de campaña para dormir—. Avisadme cuando me toque el turno de vigilante.

Nix cerró los ojos intentando dormir, pero lejos de conciliar un reparador sueño nuevamente aquella bestia regresó para atormentarla en forma de pesadilla. Unas escamas negras deambulaban ocultas tras una niebla espesa, no lograba distinguir la forma del ente que le rodeaba, pero esta vez tenía más conciencia de lo que estaba viviendo y entendía que podía ser su forma de dragón o algo parecido, pero cuando intentaba acercarse a esta, se escondía o alejaba sobre una capa de llamas azules, por algún extraño motivo, no se dejaba ver y eso le estaba enfadando más. Notó que contra más enfadada y molesta estaba más partes veía del dragón, como sus prominentes alas negras o sus musculosos brazos, pero seguía siendo muy poco como para verlo a detalle.

—¡Nix! —le despertó Veatrix y se alteró aún pensando que estaba soñando—. Te toca vigilar.

Rodó los ojos molesta. Estaba a nada de ver como era su forma de dragón al completo y ahora se había quedado a nada de verlo.

Tras salir pudo ver que quedaba poco para que el cielo se fuera tornando más azulado y eso la alegró, significaba que en nada seguirían su camino. Miró a su alrededor buscando a Jaxon, ya que él seguía todavía vigilando, se sentó a su lado mientras observaban el horizonte, donde ya se podía ver a lo lejos algunas de las derrumbadas torres de la Isla de los Malditos asomarse entre la espesa niebla verdosa.

—Sabes..., no es nada fácil estar en mi lugar —le comentó Jaxon con la mirada fija en Hayabusa, quien volaba en círculos sobre ambos—. Era el hijo prometedor de Shan Yu y que ha terminado siendo humillado por su hermana... Yo también quiero devolverle el honor a mi padre, pero parece que de eso solo se encarga Veatrix. Como siempre.

No pudo evitar sorprenderle, seguía pensando todavía en la conversación que habían tenido horas atrás, levantó una ceja algo escéptica con su punto de vista y eso captó su atención. Ella no estaba acostumbrada a ver a un hombre mostrando cierta debilidad por algo, en parte eso le disgustaba bastante, pero trató de enfocarlo de una manera diferente.

—Ambos sois sus hijos, deberías trabajar con tu hermana, no contra ella —le respondió tras estirarse sobre el césped seco.

—Mi padre ya le ha dado su espada a mi hermana —explicó él, igual de desanimado, tantos años mostrando firmeza y violencia se habían terminado de esfumar con aquella falsa careta suya—. Está más que claro a quién prefiere.

—Nah, es solo una espada —le siguió sin darle importancia, aunque entendía que era una tradición de su tribu—. Yo y mi hermana no nos peleamos por ver quien es la mejor sucesora de Hades, si no que luchamos por liberarlo, el resto son tonterías sin importancia que opacan lo importante, vengarse, y para ello, tenemos que estar unidos no peleados.

Sus palabras parecían que habían retumbado por la mente de Jaxon y lo habían convencido en parte, era más importante el honor de su padre que demostrar que era su mejor hijo, si ahora se enemistaba con su hermana por eso, ninguno de los dos acabarían consiguiendo su objetivo y tampoco deseaba eso.

Los ojos amarillentos del joven se enternecieron observando aquella chica que tanto le gustaba, después de ver que incluso mostrando debilidad, ella no se iba como hacía con el resto de sus ligues, él lo sentía diferente. Acercó una de sus manos a su rostro ante aquel silencio que habían creado, sus labios se acercaron a los de ella, pero lejos de recibirlo como siempre hacía, Nix se apartó dejándolo helado.

—Vamos a despertar al resto —le dijo sin apenas mirarlo, suspiró y se dirigió a la cabaña.

Nix no quiso darle importancia a aquel gesto, pero sabía que su percepción hacia él estaba cambiando, lo suficiente para no querer devolverle un beso como hacía siempre. Por un momento la decepción le invadió, a diferencia de Jaxon, que todavía estaba procesando que realmente su mundo se estaba a punto de desmoronar. No por su hermana, si no ahora por Nix.

—¿Tantos años demostrándote lo cruel que soy, haciendo cosas que jamás pensé que llegaría hacer para complacerte y solo por mostrar algo de sensibilidad en un momento tan crudo de mi vida, me niegas un beso? —le soltó Jaxon sin querer dejar el tema estar, sin querer pensar que es solo un pensamiento suyo, la conocía demasiado.

La joven se mantenía igual de distante y fría. No se veía reflejado el deseo en sus ojos como pasaba antes.

—Ya sabes lo que pienso de eso —con sus manos en los bolsillos de su sudadera, la joven miró al chico sin apenas empatía, con una mirada seria, como si metiera sus sentimientos dentro de una coraza—. No quiero volver a pasar por eso. Así que déjame en paz.

Jaxon no daba crédito, «¿volver a pasar por eso?», solo un simple error y esa persona que idolatraba caminaba alejándose de él sin ganas de tan siquiera mirarle a los ojos. Él llegó a conocer a Nix cuando los rumores de que ella solo se relacionaba con gente más mala y gamberra se hicieron más latentes en las fiestas, nunca supo más allá de eso, ni tan siquiera le ha preguntado por su pasado, él sólo vivía obcecado en que le hiciese caso, pero todavía seguía pensando que su reacción fue desmesurada.

La tenue luz del alba que se podía filtrar entre las nubes les hizo moverse hacia el grupo para retomar la marcha. Veatrix guardaba las cosas en las bolsas de los caballos mientras que Jackie se subía en una de ellas para comenzar otra vez la caminata.

—¡Adelante, equipo! —gritó Jackie emocionado, después de señalar hacia la Isla de los Malditos.

—Nosotros no hacemos equipo contigo, huesudo —le siguió Réizma áspera tras subirse a un caballo—. Y baja ese irritante tono de voz si no quieres que te dejemos en la casa de M.P.

—¡Vale! ¡vale! ¡me callo!

—No cantes victoria, todavía nos falta rodear el Bosque Umbrío —explicó Veatrix apretando las sillas y las bridas.

—Oye, Vea —apareció Jaxon tras acercarse al grupo con decisión, aunque su tono de voz era algo apagado, observó por un momento a Nix y está siguió sin apenas hacerle caso—. Devolvámosle el honor a nuestro padre.

Veatrix esbozó una sonrisa satisfactoria y chocó las manos con su hermano deseando hacerlo.

—Esperaba hacerlo contigo —le respondió y seguido se subió sobre Hidan lista para partir.

Réizma se quedó extrañada tras observar la situación, lo que parecía un Jaxon pleno de determinación se desvanecía al dirigirse a su caballo, sin observar a Nix desde su llegada, sus ojos amarillos yacían algo entristecidos. No obstante, por parte de su otra compañera, yacía con una mirada vacía y seria esperando a que Veatrix dirigiera el paso.

No pudo evitar pensarlo, pero esa mirada de Nix ya la había vivido mucho tiempo atrás. Sabía que algo se cocía entre la parejita y no era precisamente nada bueno.

*Ilustraciones a caricatura hechas by me*

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