Capítulo 18: Perdidos en la nada
Logan agitaba su afilada espada para partir en rodajas las plantas marchitadas que les estorbaban por el camino en el umbrío pasaje. El Bosque de la Nada yacía en un total silencio abrumador, como si allí no viviera ni un triste animalillo del bosque, sin embargo, entre aquella oscura maleza parecía que millones de ojos observaban sus inquietos pasos.
—¿Os habéis enterado de que Mal ha regresado a la isla? ¡Qué fuerte! No deberíamos, no sé... ¿Matarla? —soltó Lexy intentando aguantarse la risa, se podía notar en su mirada que ya se estaba imaginando como llevar acabo lo que decía—. Se me ocurren un par de cosas...
—Nah, ahora no tenemos tiempo —le respondió Eris algo indiferente. Ella sabía que esa chica ya tenía algunos problemas con su hermana, a fin de cuentas no iba a salir tan bien parada—. Si sigue con vida ya nos encargaremos de ella cuando la barrera haya caído. Eso sí llegamos antes que mi hermana.
A pesar de no estar cerca del Salvaje Oeste, el Bosque de la Nada formaba parte del Oeste de la isla, justo detrás de las escarpadas montañas Huno, y también albergaba las criaturas menos humanizadas de todas, como un malhumorado tigre que odiaba a todas las personas del mundo o una enorme serpiente que era capaz de controlarte mentalmente a través de su hipnótica mirada, ambos bastante hostiles entre muchos más animales agresivos. Permanecían atentos por si ese felino decidía aparecer y atacarlos por sorpresa, pero siendo sinceros, él era quien tenía la ventaja. Era el rey de ese territorio desde hace muchos años.
—¿Falta mucho para llegar al río Dagger? —bufó Lexy alzando la voz, tratando de que la persona más adelantada, Logan, la escuchara.
—No —le reiteró Logan áspero, tras observarla de reojo consiguió que se amedrentara—. Habla bajito o cállate.
—Vale, vale..., oye Eris, ahora que lo pienso..., si la profecía de los dragones oscuros de la que te habló tu hermana es cierta ¿no deberíamos estar buscando a Maléfica? —siguió Lexy con un tono más suave mientras observaba las altas copas oscuras de los árboles. Cientos de ojos en forma de media hoja los observaban inquietos recordándole a Cheshire—. Siendo una lagartija cualquiera podrían matarla y es quien nos va a liberar ¿no?
—Las profecías no siempre se deben de tomar al pie de la letra, muchas veces son un juego de palabras —le explicó Eris continuando la caminata tras Makayla—. Nadie sabe si se refiere a Maléfica, a otro tipo de dragón o a los Black Scales, mismamente Reina Narissa y Madam Mim también se pueden transformar en dragones, también está el Galimatazo de tu madre... Incluso Makayla y yo podemos.
—¿¡También!? —se exaltó Lexy sorprendida amotinando miradas de odio por parte de los tres— ¿¡Porqué todos os podéis transformar en dragones?!
—¿Quieres dejar de gritar? —le soltó Logan susurrando cabreado, parecía mentira que no supiera donde se estaban metiendo—. Al final vas a...
—Vaya, vaya, vaya... No me esperaba esta pequeña visita —una voz masculina carrasposa les cerró el paso y tras alzar la mirada, donde las ramas, vieron aquel tigre con una altiva sonrisa.
—Despertar a Shere Khan —terminó la frase suspirando molesto.
—Shere Khan, solo queremos atravesar el río Dagger —añadió Makayla algo tensa, siendo la primera en atreverse a dialogar con él—. No pretendemos molestarte en tu territorio.
—Ahora no podéis, es una lástima, pero el agua ha subido y está demasiado agitado para cruzarlo —explicó el tigre limpiándose las garras sobre su desaliñado pecho color crema—. Igualmente tampoco os dejaría cruzarlo... Habéis entrado en mi bosque sin permiso, a sabiendas de que odio el contacto humano.
De un ágil salto, Shere Khan terminó en frente del grupo a varios metros de distancia con las garras preparadas, movía su cola agitada y sus orejas se curvaron hacia atrás para vociferarles un potente rugido que levantó el vuelo de varios pájaros de entre las copas. Estaba claro que el odio hacia los humanos había incrementado con el paso del tiempo, y aún más después de obligarlo a vivir en un pequeño bosque rodeado de todos ellos.
La adrenalina subió dentro de Eris, como una corriente eléctrica en pleno frenesí, tras observar al resto vio que sus compañeros sentían lo mismo. Miedo. Y era imposible ocultarlo del todo puesto que Shere Khan imponía mucho.
—Vamos a negociar —añadió Eris decidida a colaborar, a pesar de sentirse intimidada—. A cambio de cruzar el bosque te daremos la cantidad de carne que quieras. La más fresca que traigan del puerto.
—Hmm, cachorrita creo que ya me han ofrecido un trato mucho mejor —respondió entre risas y tras chasquear los dedos de sus patas varios secuaces rata de Ratigan aparecieron entre la vegetación—. Al parecer no soy el único que os quiere fuera del bosque.
—Genial... —gruñó Logan, tras desenfundar de nuevo su sable, pero eran demasiados para él solo, ni aunque Lexy le ayudara con su palo de cricket iban a poder con todos ellos y salir impunes. Makayla y Eris apenas llevaban nada encima para defenderse. Solo lo necesario.
Shere Khan volvió a rugir haciendo que la seca tierra temblara ante semejante fuerza y lentamente comenzaron a recular tratando de idear un plan para salir vivos, pero, cuando parecía que lo tenían todo en su contra, un rugido más potente y siniestro resonó como una violenta contestación, retumbó alrededor suyo mucho más fuerte que el del felino, incluso dejando sorprendidos a sus adversarios recién allegados, que ya no mostraban aquellas sonrisas superiores de encabezar la victoria.
Retrocedieron aterrados al aparecer una segunda bestia de entre la maleza; con su grueso pelaje negro, sus flechas clavadas en su espalda y sus negras cuencas que no albergaban ni una pizca de alma humana les advertían de quien se trataba. Mor'du volvió a rugir con su mandíbula desencajada y con los brazos abiertos mostrando unas enormes zarpas afiladas como espadas.
Nadie lo había visto en años, tal vez el apogeo y el ruido lo hayan despertado de un letargo en hibernación, era lo único que llegaba a poder pensar con claridad Eris tras ver al oso irrumpir en escena.
—¡Apartaos! —gritó Makayla tras ver como aquella gigantesca bestia corrió hacia todos para embestirlos con su terrible fuerza.
Tras el temible impacto, Makayla recibió un zarpazo en el costado, milagrosamente sin ser un golpe muy fuerte, ya que de no ser por Shere Khan, Mor'du la hubiera partido en dos sin apenas esfuerzo.
—Estúpido oso, ¡búscate tu comida! —espetó Shere Khan entre rugidos propinándole zarpazos al oso, pero su piel era tan gruesa que poco daño le hacía. Él tampoco era un adversario fácil de derribar y mucho menos en su territorio que lo llevaba defendiendo durante años.
A pesar de aquella violenta batalla que mantenía ocupados a Mor'du y Shere Khan, el pequeño grupo tuvo que salir corriendo de allí lo más rápido que podían mientras cargaban a su compañera herida, desangrándose a cada minuto, por otro lado, los secuaces de Ratigan les pisaban los talones arrojándoles lanzas y disparos fallidos con sus armas de fuego. La persecución se cortó una vez salieron del bosque, donde pudieron observar como los secuaces desaparecieron nuevamente entre la maleza, como si esperasen su regreso para terminar la faena del tigre.
Después de llegar a su base, varios compañeros de la banda acudieron a las heridas de Makayla para sanarlas lo antes posible. A diferencia de Auradon, ellos solo podían optar a alguien que supiese un poco de medicina o algún curandero experimentado, no gozaban de un hospital y mucho menos de sanidad pública, así que ese zarpazo era bastante preocupante si no se trataba a tiempo.
Harriet apareció preocupada al enterarse de lo sucedido, sin entender porque habían entrado allí, sabían perfectamente lo peligroso que era entrar en el territorio de Shere Khan y menos sin armas suficientes para plantarle cara.
—¡¿Estáis locos?! ¡Ningún humano ha conseguido sobrevivir cara a cara a un ataque de Shere Khan! —les espetó Harriet tratando de sanar la fea herida de su ex-novia junto a varios compañeros suyos.
—Estoy bien —siguió Makayla intentando reincorporarse con las vendas de su estómago, su mueca adolorida mostraba que de vez en cuando sentía algún pinchado—. No me ha golpeado tan fuerte, de verdad.
—No digas gilipolleces y descansa —contestó Harriet malhumorada volviéndola a tumbar. Después de explicarle lo que pasó a detalle, los ojos enfurecidos de Harriet se clavaron en todos— ¿A quién se le ocurre pelearse con Shere Khan y Mor'du? ¡¿Es que querías morir?!
—Era solo de paso... —se excusó Makayla, ya que parecía que la bronca era solo para ella—. No contábamos con molestarlos... , pero como alguien no sabe caminar sin chillar... —soltó y pronto lanzó una mirada ácida hacia Lexy. Ella incómoda le devolvió el gesto con una risa nerviosa.
—Genial, ¿ahora cómo narices llegamos a la Isla de los Malditos? —soltó Logan molesto por la situación—. Está claro que no quieren que lleguemos allí, seguro que tiene que estar el dichoso pedrusco allí.
—¿Y por qué Ratigan no quiere que vayamos? —dijo Lexy confusa y seguido se sentó sin saber que harían ahora—. Es de los malos, ¿no? No entiendo nada.
—Ratigan controla el monopolio de la isla, armas, dinero, drogas, suministros... —explicó Makayla mientras Harriet ajustaba las vendas del costado con maña, los puntos ya estaban bien atados—. En realidad es lógico que no quiera que destruyamos la barrera, le arruinaríamos el chollo que se ha montado.
Trataron durante horas idear un nuevo plan para llegar a la Isla de los Malditos, sin problemas. Pensaron que rodear todo en barco sería una posibilidad, pero era un trayecto que les iba a llevar días, puesto que iban a dar una vuelta casi entera a todo el islote, y eso si los hijos de Tic Tac no aparecían para reventar el casco del barco, por no decir que tendrían que cruzar el Salvaje Oeste para llegar a la zona de los piratas: El Paraje Desembarcado y era demasiado tiempo perdido. Necesitaban llegar lo antes posible para que ni Yen Sid ni Ratigan pudieran anticiparse a sus movimientos.
—Vamos a tener que cruzar el Salvaje Oeste directamente, sin rodeos —les ordenó Eris y tras observar el bólido de Logan esbozó una leve sonrisa—. Iremos en coche, ¿lo tienes listo?
—La duda ofende. Le faltan unos ajustes y estará listo.
—Bien, mañana partiremos, coged provisiones y preparaos —les advirtió seria—. Vamos a destruir la barrera de una vez por todas y nos cargaremos al que vuelva a frenarnos.
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