Capítulo 16: La verdadera cara del mal
—Aquí hay unos calcetines más —les dijo Carlos al grupo tras encontrar las piezas de ropa cerca de una casa—. No se si recogiendo su ropa vayamos a encontrarla a ella...
—Lo sé, Carlos, pero no tenemos más pistas que esto —explicó Evie agobiada y seguido encontró una camiseta turquesa, pero no había ni rastro de ella, y cuando pretendía preguntar a alguien estos se marchaban al momento—. Y nadie parece querer ayudarnos...
—No nos queda más remedio... —suspiró Jay intranquilo, el único que parecía observar su alrededor inquieto—, vamos a inspeccionar el Fish and Chips, pero no nos pueden ver.
Los tres siguieron recolectando ropa hasta llegar cerca de unos edificios llenos de grafitis, que dejaban escapar vapor por sus rejillas de ventilación unos olores horribles difíciles de aguantar, Evie no pudo evitar esconder una arcada, hacía tanto tiempo que no vivía allí que no estaba acostumbrada a esos tufos tan pestilentes. Carlos abrió por completo los ojos algo contento tras haber encontrado la maleta abollada de Audrey.
—¿Se os ha perdido alguien? —se oyó una voz femenina muy cerca y, tras disiparse algo la niebla bajo una farola que tintineaba, pudieron ver de quien se trataba.
—¿V-Vea...? —tartamudeó Jay mostrando cierta tensión, su voz se cortó de cuajo, mientras la joven se acercaba hacia ellos entre el vapor—. Digo... ¿Dónde está Audrey, Mamba Negra?
—¿Ahora me llamas Mamba Negra, Encantador de Víboras?
La joven de ojos siniestros no pudo evitar esbozar una sonrisa alentadora, el pequeño grupo se dio cuenta de que Jay conocía a esa chica por la tensión que había mostrado tras aparecer entre la espesa neblina. Aunque solo Evie se dio cuenta que parecía que fuese algo más que el miedo el que hablaba dentro de su amigo. Carlos yacía demasiado aterrado para pensar nada con claridad.
Pronto suspiró y continuó hablando:
—Aquí desde luego no —siguió Veatrix con una pilla sonrisa y seguido una joven pirata con enormes aros dorados en sus orejas apareció al su lado—. La maleta no os ha llevado por buen camino —siguió la chica y Jay fue el único que se dio cuenta que estaban siendo rodeados lentamente.
—Chicas, no queremos problemas, de verdad —les dijo Evie intentando dialogar, inocentemente tratando de llegar a un acuerdo—. Solo buscamos a una amiga que se ha perdido.
—Yo sí que quiero problemas —añadió Veatrix tras avanzar hacia el grupo e hizo que el hijo de Jafar se pusiera delante de sus amigos, cosa que la amedrentó un poco—. Habéis hecho muy mal en volver.
La joven de ropajes peludos chasqueó los dedos y seguido unos gruñidos inhumanos alertaron al grupo acorralado. De la nada, dos entidades enormes aterrizaron frente a ellos causándoles más pavor del que tenían. Junto a sus ropajes negros y anaranjados, Malas Pulgas y Paxicial los observaron serios y amenazantes, con cada gesto podían sentir que amedrentaban al pequeño grupo de jóvenes. El lobizón arrugó su hocico enseñando una hilera de dientes afilados y su inminente agresividad de perro callejero.
—¡Ya podéis correr por donde habéis venido panda de traidores! —les rugió Malas Pulgas tras mostrar sus afiladas garras y Paxicial se crujió los nudillos con una sonrisa maliciosa.
Al momento, el grupo echó a correr lo más deprisa que sus piernas podían, Carlos agarró a Evie de la mano y ambos siguieron a Jay, ya que él parecía saber mejor como escapar de ahí. Malas Pulgas no tardó en perseguirlos sobre sus cuatro largas patas, gruñendo, ladrando y rugiendo cada vez más y más cerca, a gran velocidad, gritándoles que no iban a escapar de él ni aunque se escondieran bajo tierra.
—¡Por aquí! —les gritó Jay a los dos tras saltar varias toneladas de basura con gran agilidad— ¡Subid! ¡Conozco un atajo!
—¡Jay, nos van a alcanzar! —gritó Evie desesperada intentando subir lo más deprisa junto a Carlos, pero no iban ni tres cuartos más deprisa que su amigo. Pronto se dio cuenta que el lobo había escalado por un tejado próximo y estaba a punto de alcanzar a Jay— ¡CUIDADO!
Con toda su fuerza, Paxicial arremetió a gran velocidad contra toda la basura apilada por donde estaban intentando huir despavoridos. Los escombros comenzaron a ceder haciendo que Carlos e Evie tropezaran y cayeran al suelo sin llegar a pasar la verja. Incluso Malas Pulgas tratando de alcanzar a Jay acabó precipitándose junto al resto, solamente provocando un arañazo que destripó la chaqueta de cuero del chico que cazaba.
—¡Corre, Jay! —gritó Carlos tras ver que él sí había conseguido pasar.
—¡Si das un paso más puedes ir despidiéndote de tus amigos! —espetó Paxicial frente a ambos, observándolos con odio.
Malas Pulgas pasó sus garras por la pared mientras se acercaba lentamente hacía la asustada pareja. Jay todavía continuaba corriendo, sin saber que hacer, necesitaba pedir ayuda, pero si se marchaba sus amigos recibirían una soberana paliza, o peor, perderían la vida.
—Ya podéis ir rezando para salir vivos de aquí —gruñó Malas Pulgas con un tono amenazante y tétrico causando más miedo, sobre todo a Carlos.
—Ahora recuerdo por qué me daban tanto miedo los perros —soltó Carlos, retrocediendo con la joven de la mano— ¡Perrito bueno, perrito bueno...!
De un fuerte golpe, Malas Pulgas terminó noqueando a ambos sin apenas esfuerzo, Jay lo vio y no pudo evitar frenar en seco, iban muy en serio con sus amenazas y no quería que les pasara nada, no si era a consecuencia de sus propios actos. Se acercó pidiendo que no les hirieran más, que iba a entregarse por las buenas, lo que dibujó una satisfactoria sonrisa en el rostro de Paxicial y no pudo evitar decirle que era un buen chico. Como si de un perro se tratase.
Finalmente el trío terminó encerrado en una de las celdas bajo el Castillo-al-otro-lado, Jay entró a empujones y seguido vio que no estaban solos, Audrey también yacía con ellos en la misma celda, algo desaliñada. En cierta parte se alegró de ver que estaba bien. Evie y Carlos se despertaron adoloridos, entreabriendo los ojos cansados del duro golpe que habían recibido en la cabeza, se anticiparon tras ver donde estaban atrapados.
—A ver que tiene Nix pensado para todos vosotros —comentó Malas Pulgas entre risas.
—¡¿Por qué no te callas esa boca de chucho sarnoso que tienes?! —le respondió Carlos con el ceño fruncido tras recobrar energías. De alguna manera, en esa celda se sentía algo más protegido por lo que guardaba más valentía en sus palabras.
—¡¿Qué me has llamado, enano?! —se cabreó el lobo mostrando sus dientes.
—¡Eh! no te piques tan rápido y cíñete al plan —le frenó Paxicial tras ver a su compañero casi echando humo por su respingona nariz.
—¡Cuando acabe todo esto pienso hacerme un collar con tus costillas! —respondió Malas Pulgas, pero sus amenazas terminaron cuando escuchó que se abría la puerta por donde se accedía al sótano.
Pronto Nix apareció junto a Mal y crearon un breve silencio hasta que se acercaron del todo. Evie, no podía creer que su amiga también había sido capturada, como ellos.
«Sabía que tendría que haberla acompañado, todo hubiera salido muy diferente», pensaba la joven de pelo azul oscuro apretando los barrotes de la celda con fuerza. Ni el frío metal oxidado sentía de la frustración.
—¡¿También te han capturado?! —soltó Evie rompiendo el silencio, ya que nadie se atrevió a decir nada.
—¿Capturarme? ¿a mí? —añadió tras una breve carcajada—. No me hagas reír.
—Sácanos de aquí —siguió Jay, tenso, no pudo evitar analizar a Mal. Algo le escamaba de ella.
Esos andares, su mirada altiva acompañada de una desdibujada sonrisa socarrona. Jay no podía entender la situación, pero algo en su amiga era diferente. O más bien demasiado conocido.
—Tampoco tengo pensado hacer eso... —soltó Mal aguantándose la risa, como si disfrutara de la confusión que estaba creando—. Lo único que sabéis hacer es estorbar en mis planes.
—M-Mal no estoy entendiendo nada... —continuó Evie mirándola a los ojos, muy preocupada.
—Ahora está de nuestro bando —añadió Nix apoyada sobre el hombro de Mal.
—Más bien nunca dejé de estarlo, entiendo que estéis confundidos, es que soy muy buena manipulando, ¿cierto? —puntualizó la joven pelimorada dedicándole una sonrisa divertida a Nix —. Oh, vamos, ¿en serio os habéis creído qué era buena persona? Patético. Aunque tengo que admitirlo, las circunstancias no os lo pusieron nada fácil.
—Por eso repetías que echabas de menos hacer el gamberro... —dijo Carlos pensando en algunas conversaciones que tuvo con ella en Auradon, donde estresada, le repetía que no aguantaba la gente de allí—, pero eso es imposible... ¿Qué pasa con Ben?
—¿Te refieres a ese chico que engañé con un hechizo para convertirme en reina? —siguió la joven observándose las uñas con desdén—. Por favor, si vosotros me ayudasteis preparándolo.
—¡Lo sabía! —cortó Audrey la conversación acercándose a la escena— ¡Sabía que seguías siendo igual de mala, todo lo que habías hecho para sacarme del trono era parte de tu malévolo plan!
Mal se terminó apoyando de brazos cruzados en los barrotes de aquella celda, con una sonrisa de oreja a oreja escuchaba los múltiples insultos grotescos que la princesa le propinaba en pleno cabreo, incluso el trío que yacía con ella abrieron los ojos sorprendidos de las barbaridades que decía. Ella era la única que parecía darse cuenta de las malas intenciones de Mal, aunque nadie la creyera su sexto sentido le advertía desde el principio.
—Wow, que rápido se le ha pegado nuestra jerga —apuntó Nix sorprendida.
—¿Has terminado? —suspiró Mal disfrutando el enfado de la chica—. Tienes razón Audrey, es una pena que nadie te creyera porque las cosas hubieran sido muy diferentes... que suerte la mía que todos te trataran por una lunática y una cerrada de mente, pero solo tú sabías ver que estaba podrida hasta la médula. Enhorabuena—. Continuó y pronto clavó su encendida mirada sobrenatural en la joven, eso la estremeció—. Supongo que eso lo has heredado de tu madre. Un cero a la izquierda al que no le importas a nadie, incluso más penosa todavía porque ni tu madre te hace caso, pero tranquila, yo no te tengo olvidada y pienso desquitarme contigo de toda la mierda que hemos soportado de tu puta familia.
Audrey no pudo evitar asustarse un poco, nunca había visto a Mal de esa manera, tan amenazante que parecía perforarte el alma con sus ojos verdes, sus palabras apresadas por la ira de tantos años de impotencia sin poder vengarse. Por un momento sintió miedo de ella.
—Mal, por favor entra en razón —le suplicó Evie una última vez, su tenue voz albergaba ganas de llorar, no podía creer lo que estaba escuchando—. Vas ha hacer una locura. Tu no eres así...
—¿No era lo que queríais? ¿Qué todo el mundo saliera de la isla? —le respondió Mal con frialdad, a pesar de ver que su mejor amiga estaba a punto de romper a llorar. Ni se inmutó—. Será lo mismo, pero desde el bando correcto y menos humillante.
—Mal..., no hagas esto, vuelve a ser tu por favor, no te comportes como si no te importásemos —siguió Evie mientras resbalaban lágrimas de tristeza por sus ahora rosadas mejillas.
Esos sollozos llenos de una espesa melancolía y tristeza pudieron traspasar la coraza que la joven pelimorada se había creado, ante aquello, sus ojos mostraron algo de pena, más destensados, pero que no tardó en esconderlos bajo una amenazante mirada.
—¿Ahora te vas a poner a llorar? Hazte un favor y no te ridiculices más, empiezas a dar pena —siguió entre risitas la pelimorada—. Si por mi fuera te volvería a encerrar en el armario de Cruella de Vil para que recuerdes quien soy en realidad, ya que parece que con la primera vez no tuviste suficiente.
Mal rodó los ojos tras ver como Carlos le pedía que no fuera tan agresiva con sus palabras. Sabía que ese recuerdo de Evie no fue nada agradable, sobre todo porque ella misma se lo causó tiempo atrás, cuando todavía era una maleante en toda regla.
—Sigamos con el plan —dijo la pelimorada alejándose de la celda—. Estar cerca de esta gente me pone enferma.
El grupo se quedó destrozado después de que parte de sus enemigos y Mal se fueran sin mirar atrás. Evie yacía sentada sobre la piedra gastada abrazando sus rodillas flexionadas pensando en lo que había pasado, trataba de asimilar las duras y frías palabras que su mejor amiga le había lanzado cuales dardos ardientes. Simplemente no la reconocía, o más bien sí, puesto que esa actitud era propia de ella cuando vivían en la isla, solo de pensar que Mal les había estado engañando desde el principio con una falsa amistad a Evie le entraban escalofríos por todo su magullado cuerpo.
—Seguro que es un truco —se aferraba Evie entre lágrimas—. No nos haría esto ¿verdad?
—A ver cuando te entra en esa terca cabecita que ella forma parte de la banda de Nix, por no decirte que fue Mal quien la creó, ¿o no has visto los múltiples grafitis de Maléfica de "El Mal está Vivo" por todo el castillo? Son su marca y la de su banda —le explicó Paxicial apoyando sobre la verja mientras se encendía un puro—. No te ha dicho nada que sea mentira, encanto.
—¿Por qué no cierras la bocaza, Pax? —le espetó Jay tras ver que esas palabras hacían mella a su amiga, demasiado.
—¿O qué? Príncipe de los ladrones de marca blanca —le dijo Paxicial en su mismo tono entre el humo grisáceo, Jay apretó los dientes enfadado y se calló—. Eso pensaba.
—Te quedas vigilando —continuó Malas Pulgas saliendo del sótano del castillo—, yo tengo cosas que hacer. Mi hermana lleva horas llamándome, a mi madre le ha dado otro brote...
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