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Capítulo 15: Trato condenado

Bajo su translúcida bola de cristal, Yen Sid observaba cauteloso todo lo que sucedía en la fiesta de Malas Pulgas y como habían desmantelado lo que quedaba del viejo castillo de la Reina Malvada en una sola noche. A pesar de todo aquel caos, el hechicero seguía obsesionado con Eris y toda la gente que le rodeaba. Observaba cada movimiento que hacía, cada paso y cada intención de la hija de Hades, él sabía que era de las pocas villanas que ahora eran un peligro. Empezaba a saber demasiado y tenían que tomar decisiones rápidas, pero efectivas.

—Sr. Sid, el libro del Legado Villano ha sido robado —apareció por aquella oscura sala Sophie, su mayor apoyo, de las pocas personas que lo acompañaban sin rechistar—. La Biblioteca de los Secretos Prohibidos era el mejor escondite, ni tan siquiera el Doctor Facilier sabía que se escondía ahí...

—Ya sabía yo que ese dichoso libro nos iba a traer problemas —carraspeó tras acariciarse su larga barba—. Tendríamos que haberlo destruido en su momento. Hada Madrina se equivocaba.

—¿Cree que puede haber sido Eris y su banda? —preguntó Sophie de brazos cruzados—. Son los únicos que siguen investigando como salir de aquí y ya han intentado sabotear sus planes, profesor.

Ese libro ocultaba muchos trapos sucios y delitos de guerra cometidos por la Guardia Imperial que no debían salir a la luz, se interiorizaba Yen Sid bastante preocupado. Hada Madrina pensó que estaba mejor oculto dentro de la isla, pero tendrían que haberlo quemado cuando pudieron. Solo les traía problemas tanto en Auradon como en la Isla de los Perdidos. Era de las pocas cosas que había votado en contra en el Consejo de Hechiceros.

Si hubiera sido por él, ni tan siquiera se hubiera creado la Isla de los Perdidos. Por no decir que le parecía una idiotez haber revivido a los villanos que tanto daño les causaron.

—Sr. Sid, si cualquiera tuviera ese libro sabría el paradero exacto de... —siguió Sophie albergando bajo su triste mirada cierta preocupación.

—El Consejo de Hechiceros cuenta conmigo —le cortó Yen Sid molesto, apretó sus dientes y su puño intentando idear un plan, tenían que jugar bien sus cartas—. No pienso permitir que la profecía de los dragones oscuros se cumpla, voy a contactar con Hada Madrina para que esté al tanto de nuestra situación y mientras quiero que traigas a Ratigan.

—¿Ratigan? ¿La rata, dices?

—Sí, tenemos que hablar de negocios.

(***)

Nix soñaba algo extraño, sobre unas espesas nubes negras varios truenos y centellas trataban de intimidarle con sus colores azules y blancos, pero no tenía miedo, sentía un potente sentimiento de cercanía que le impedía huir de la situación. Pronto, podía distinguir como unas escamas negras parpadeaban ocultas entre la niebla que le rodeaban y, tras girarse al sentir una sobrecogedora presencia, un enorme ojo de su mismo tamaño se abrió de par en par, dejando ver una rasgada pupila en vertical que se clavaba directamente en ella, rodeada por un globo ocular de un color azul eléctrico que te dejaba hipnotizado.

De un fuerte golpe se despertó algo sobresaltada, algo desubicada lo que vio en primera estancia fue un cojín desplumado cerca de su rostro, miró a su izquierda todavía desubicada y vio a Jaxon durmiendo en su cama, sin ropa, tapado solamente por una de las finas sábanas destripadas. Por otro lado, Réizma yacía ligeramente apoyada en las columnas de madera de la cama con un segundo cojín en mano, algo alterada, su mirada denotaba cierta tensión por algo que ardía en deseos de contarle:

—Veo que no soy la única que se lo ha pasado bien esta noche —oyó su voz femenina, pero estaba aún medio dormida para distinguir de que hablaba—. Vístete, ha entrado otra limusina a la isla —siguió Réizma pasándole su ropa esparcida del suelo—, M.P nos ha afirmado que esta vez va el grupo de Mal, han tratado de ocultar la limusina con una lona, pero ese trasto se ve a kilómetros...

—¿Mal está con ellos? —preguntó tras terminar de vestirse, con un tono serio.

—Sí, pero por alguna razón se han separado —siguió la joven pirata de brazos cruzados y la peliazul no pudo evitar esbozar una sonrisa satisfactoria—, M.P, Pax y los Black Scales les están siguiendo la pista para tenderles una emboscada.

—Perfecto, reúnete con Jaxon para la redada —siguió y antes de irse despertó de su dulce sueño a Jaxon de un buen cojinazo—. Luego me reúno con vosotros.

—¡¿A-a dónde vas?! —le preguntó Réizma sobresaltada.

—A ver a una vieja conocida —respondió seria y tras un fino silbido cerca del comedor central, los Cerbero siguieron su paso firme esperando nuevas órdenes.

(***)


Tras tapar la limusina con una enorme lona sucia, Mal daba una serie de órdenes claras y precisas de lo que tenían que hacer para rescatar a Audrey de la isla, si Uma y su tripulación la tenían acorralada necesitaban algo más que maña y destreza para poder vencerlos. Dudaba que los guantes bomba fueran a funcionar una segunda vez y si buscaban venganza la vida de Audrey podría estar en grave peligro.

—Bien chicos, discreción —siguió Mal hablando bajito—. Será mejor que nadie os vea.

—Entendido, jefa —siguió Carlos con un tono menos preocupado, intentando quitarle tensión al momento—. Espera ¿no vienes con nosotros...?

—Yo iré a buscar a mi madre, nos reuniremos otra vez aquí —siguió la pelimorada y antes de poder marcharse Evie la frenó del brazo—. Dispersados llamaremos menos la atención.

—No, voy contigo —le dijo preocupada—. Es peligroso si vas sola... No es momento de separarnos.

—No te preocupes E, es mejor que ayudes con el rescate, además, a dónde voy yo es mejor que vaya sola —le siguió la joven pelimorada, tras echar a correr entre unos callejones.

Evie, a regañadientes se fue con el resto en dirección al Muelle de los Duendes en busca de la joven princesa desaparecida, no tenían muchas pistas sobre dónde podría estar ahora, pero unas cuantas prendas coloridas por el suelo les daba una ínfima señal, por otro lado, Mal, después de ajustarse una abombada capucha sobre su cabeza, terminó adentrándose en unas malolientes callejuelas entre los edificios del Norte. Apoyada en una de las paredes, observaba en la oscuridad como la gente caminaba cerca de ella sin detectarla, justo en frente de un pequeño edificio con un grafiti gigante del profesor Ratigan y a su derecha el banco de Frollo. Ese era su siguiente movimiento, entre ambos edificios se cobijaba una pequeña callejuela que necesitaba cruzar para llegar a su destino. Sabía que la gente de esa zona tenía bastantes ganas de partirle la cara, pero ella era más astuta y precavida, y a pesar del peligro que corría había logrado por meses escabullirse sin problemas. Sin mucho esfuerzo terminó frente a un edificio malogrado de varias plantas con la entrada bloqueada por una valla de alambre.

Mal parecía no ser la primera vez que llegaba a ese edificio y, bajo uno de los barriles de la calle, se escondía una pila de piedras duras que, tras coger una, terminó lanzando contra una señal cercana de: ¡peligro, rocas voladoras! Extrañamente la valla se terminó abriendo lentamente entre sonidos y chasquidos oxidados por un periodo de tiempo, el justo para que la joven pasara y comenzará a subir las estrechas escaleras de espiral hasta la última puerta del ático.

Su corazón se encogió y no pudo evitar sentirse algo tensa, puesto que dicha puerta ya yacía entreabierta, como si alguien hubiera entrado antes que ella. Dio varios pasos firmes entre la oscuridad de aquel habitáculo sorteando los trastos esparcidos por el suelo, preparada para lo que tuviera que enfrentarse. Una vez pasado el marco principal, entró en lo que parecía ser el salón principal y, tras encender las luces varios roedores y cucarachas huyeron desperdigados buscando nuevamente oscuridad donde cobijarse. Sus ojos redondos siguieron el recorrido de las diferentes pisadas y pudo distinguir una cara demasiado conocida. Sentada de piernas cruzadas en el mugroso sofá junto a uno de sus perros negros, yacía una de las pocas personas que Mal faltaba a ver. 

Aunque no quisiera que se notase.

—¿Buscas algo? —inició la joven peliazul tras mostrar como tenía entre sus dedos cogida la cola de Maléfica. Mal estaba algo tensa y no dijo nada, solo la observaba pensando en que decir—. Es una lástima lo que debe de estar sufriendo Maléfica en este diminuto cuerpo de reptil, que ya ni siquiera tiene ese color negro y morado que tanto la caracterizan, ¿no crees?

Después de unos instantes escuchando, por fin Mal pudo reaccionar:

—Ni se te ocurra hacerle nada a mi madre —soltó Mal tras asimilar la situación, frunció el ceño y se cruzó de brazos molesta—. O la vamos a tener, Nix.

Nix la fulminó con la mirada y seguido extendió la mano donde tenía agarrado el reptil para dejarlo a escasos centímetros de las fauces de uno de sus perros. Mal soltó una leve carcajada y eso desconcertó a la joven.

—¿Así es como tratas a alguien que está en tu mismo bando? —añadió Mal tras levantar una ceja, juzgando y manteniendo una compostura fría— ¿Vacilándome?

—Sabes, me sorprende que todavía te dignes a mezclarte con la plebe —siguió Nix tras levantarse del sofá—. A fin de cuentas ahora vas a ser la reina de Auradon y tienes que mantener una imagen más sofisticada. Aunque por eso no deberías preocuparte, incluso yo puedo ayudarte.

Tras abrir su mano, Maléfica cayó al suelo algo atontada por la altura de la caída y comenzó a corretear despavorida entre los muebles más rápido que un ratón huyendo de Si y Am. Cuando Mal intentó recuperarla, los Cerbero le cortaron el paso gruñendo y mostrando sus ensalivados dientes permitiéndole a Maléfica huir por un pequeño agujero resquebrajado de la pared.

Nix rompió la pata de una silla de una violenta patada y, tras ello, agarró el trozo de madera astillada deseando dejar a la chica que tenía en frente noqueada con sus golpes. Tenía suficientes motivos para iniciar una sangrienta pelea con Mal, todo lo que había hecho y como los había abandonado como si Auradon fuera más importante, le avivaban la ira tan solo observando en lo que se había convertido. Con esas patrañas que decía de estar podrida hasta la médula y que el mal estaba vivo. Nix odiaba a la gente hipócrita y eso Mal lo sabía muy bien.

—¿Vienes acaso a rescatar a la princesita? —gruñó Nix acercándose a Mal, mirándola seriamente, mostrando lo ardida y enfadada que estaba con ella.

—¿Rescatar a la repipi esa? —añadió Mal entre risas sin mostrarse intimidada, a pesar de que Nix cada vez se acercaba más y más, sus ojos verdes no mostraban ni un hilo de pavor—. Francamente, me da bastante igual lo que le pase, yo venía a darle de comer a mi madre y a poder ser, devolverle su estado humano otra vez, pero sabes..., los planes malvados llevan su tiempo.

—Impresionante, ahora te comportas como si nunca hubieras cambiado, ¡¿te crees qué soy imbécil?! —respondió Nix subiendo el tono y seguido agarró la chaqueta de Mal para acercarla a escasos centímetros de ella. Al ser más mayor y alta le sacaba casi una cabeza, pero tampoco era difícil sobrepasarla de altura—. La has cagado pensando que podías volver por aquí y salir de una pieza. Y aún más pensándote que todavía eres de los nuestros.

—Sabes, Nix, cuando tengo razón puedo ser igual de cabezota y violenta que tú si quisiera —siguió Mal, manteniendo una faceta seria e intimidante, mostrando que no se sentía achantada en absoluto. Cogió la muñeca de Nix de un seco golpe—. De alguien lo he aprendido ¿recuerdas?

Ambas se mantuvieron la mirada fija unos segundos, que parecía durar una eternidad, Mal no mostraba ni una pizca de temor por Nix ni tan siquiera cuando parecía que tenía las de perder, quería demostrarle que llevaba la razón, aunque tuviera que ponerse igual de ruda que ella.

—Suéltame —articuló Mal mientras sus ojos se tornaban de un verde intenso, Nix acercó la madera astilla cerca de su pálido rostro sin hacerle caso, tampoco le intimidaba en absoluto, pero cuando parecía que iban a enfrentarse ante la abrumadora tensión que habían acumulado, finalmente la peliazul la soltó—. Es gratificante ver que me echas de menos.

—No te relajes, ya puedes estar explicándote —continuó Nix de brazos cruzados—. Si tienes un magnífico plan quiero saberlo, ahora.

—Oow, me duele que pienses que he cambiado —le dijo Mal mostrando una falsa preocupación y cierta diversión en sus palabras—. Para ser villano hay que hacer las cosas bien, desde ganarme la confianza de mis enemigos hasta enfrentarme a mi propia madre.

—¿Y eso de qué te sirve para destruir la puñetera barrera?

—Bueno... romper la barrera es bastante jodido —explicó Mal y seguido se acomodó en el sofá—. Si agitar la varita fuese la solución, en la coronación se hubieran resuelto nuestros problemas, ¿cierto? pero no fue así. Y ahora que voy a ser reina puedo hacer lo que se me antoje, ¿suena bien, eh? El problema está en que todavía no se como destruirla por completo.

—¿Así que todo forma parte de tu retorcido plan? —desconfiada, Nix se cruzó nuevamente de brazos y observó a Mal juzgando sus palabras— ¿Y Jay y los otros dos raritos no lo saben?

—En absoluto, serían una carga, no sabes lo mala que es Evie guardando secretos... —Siguió Mal entre risas—. No voy a decepcionar a los míos, a fin de cuentas te recuerdo que yo creé a los Black Scales, sigo siendo una de los vuestros te guste o no —siguió Mal más segura—. Ahora en serio, ¿tengo cara de encajar entre príncipes y princesas? Por favor, si cada vez que me dan un respiro me vengo a la isla.

—Está claro que no —le respondió Nix algo más confiada, aunque se notaba que ocultaba alguna malicia tras su firme mirada— Y si tan claros tienes tus planes no tendrás objeciones en pactar un trato condenado ¿no?

Mal sabía que Nix desconfiaba de sus palabras, aunque si no le había partido ya la cara significaba que algo en ella la quería creer, sus intenciones claras y su visión con la isla iban más allá de liberar a todo el mundo, la venganza se servía en un plato frío. Y los inconvenientes de su madre y Uma simplemente retrasaban lo inevitable. 

Eso era lo que debía creer Nix.

—Claro, hagámoslo.

Nix cogió uno de los pequeños trozos de madera y tras sacarse uno de sus guantes rotos, se hizo un corte por toda la palma, le tendió el trozo y Mal repitió lo mismo sobre su mano, estrechándolas donde todavía yacía el corte ensangrentado y crearon una cruz.

—Si lo que dices fuese mentira, pienso dedicarte un Tour por la Isla de los que no levantarás cabeza en tu vida —siguió Nix con una sonrisa superior—. A cambio, ni yo, ni los Black Scales tocaremos ni un pelo a tu grupito, de lo contrario te prometo que seremos tus fieles guardaespaldas, como en los viejos tiempos.

—Parece justo —continuó Mal tras apartar su mano.

—Pues vamos, la banda está a punto de hacerles una emboscada a Jay, Evie y Carlos —dijo Nix apunto de marcharse con una pilla sonrisa que mostraba cierta diversión—. No me gustaría ser la primera en romper el pacto.

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