XII
—¡Waoo! ¿Qué lugar es este, mami?
—Este es nuestro hogar, el lugar al que pertenecemos.
Me tomo un poco de tiempo reconocerme en aquella niña de coletas y ojos dulces que miraban todo con inocente curiosidad. Las lágrimas salieron sin mi permiso al reconocer también a aquella mujer que tomaba con firmeza y calidez mi mano... era mi madre.
Quizás mi mente buscando protegerme, había borrado muchos de mis recuerdos, y había cubierto el rostro de mis padres con una espesa niebla, que ahora se caía.
—Mira esas flores mami, son hermosas, llevémosle una a la abuela
La niña se soltó de las manos que la sostenían, corrió la poca distancia hacia los rosales, y sin pensarlo mucho toco una, recibiendo el ardor del pinchazo, miro su dedo, donde una gota violeta se condensaba.
—Oh, mi bizcochito, ¿te has lastimado?
Los ojos de la niña se aguaron y los míos derramaron más lágrimas, aquel era mi padre.
—¿Por cuánto tiempo te lastimaras reviviendo esta escena?
Mis lagrimas se detuvieron, al igual que la imagen de la niña, a un costado una imagen de mi yo preadolescente se dejaba ver, y aunque la otra figura tenia un aspecto similar al mío la reconocí enseguida, era el Castillo de Cristal.
—Es el único recuerdo que tengo, los demás se han ido, tengo miedo de que este se vaya también.
—Debe irse. Tú también. Ya has dormido mucho
—No quiero, quiero quedarme aquí ¿Por qué no puedo?
—Tienes una misión que cumplir, por eso debes de irte, dentro de algunos años volverás aquí
—No, no volveré aquí, este lugar solo esta en mis recuerdos. Volveré a un solitario castillo de ruinas.
—Yo permaneceré, me esforzare por hacer que permanezca igual
—No te mientas ni me mientas, al igual que este recuerdo, también estas desapareciendo
—Esperare por ti, te prometo que cuando estes lista te traeré aquí, a este mundo, a este castillo, a este jardín, a esta memoria, la guardare para ti. Pero ahora debes irte, y despertar en ese mundo.
—Y en este también.
La imagen volvió a congelarse, a mi lado una figura humanoide cubierta de una luminiscencia violeta.
—Eres el Hada Arcoíris Violeta
No era una pregunta, sabia que era ella, o él.
—Lo soy. No hay género que me describa, pero no me ofenderé si quieres tratarme de ella o él.
—Puedes leer mi mente
—Soy tu mente. Cuando desaparecí de este plano, vertí mi conciencia en la sangre de mi descendencia, una parte de mi vivió en cada uno de ellos, portadores de mi poder o no. Ahora solo quedas tú, la última de mi linaje. Cuando mis hijos perecieron, todo mi poder se transportó hacia el último resquicio de mi conciencia: Tú. Por eso eres la portadora de todo lo que deje atrás.
—Es lo que dice Aeliana, que al solo quedar yo, soy dueña de un increíble poder, de todo el poder de la Sangre Violeta, ¿pero de que sirve dicho poder si no puedo usarlo?
—¿Acaso un niño aprende a gatear enseguida nace? Todo es un proceso, todo lleva su tiempo. Por eso estoy aquí, por eso estamos aquí, necesitas conectarme con tus ancestros, sus conocimientos pasaran a ti, pero son muchas memorias, y caer al mar de desesperación es fácil, debemos evitar que des entrada a demonios, por ello esto debe de hacerse con lentitud y cuidado.
Nuestro alrededor se transformó en una habitación blanca, su figura termino de tomar forma humana: largos cabellos violetas, sabios ojos del mismo color, su piel como la porcelana, y su vestimenta hecha del brillo de las estrellas.
—Empecemos con lo sencillo, a conectarte con tus ancestros, mis descendientes, a volverte una con la Sangre Violeta.
Sus dos manos se tendieron hacia mí, sus ojos eran como pozos repletos de conocimientos a punto de desbordarse, y su sonrisa maternal me llenaba de la confianza que necesitaba, tome sus manos, no solo aceptando su ayuda, sino aceptando este mundo y sus incontables secretos, aceptando que yo soy Aria de Fialova, ultima descendiente de la Sangre Violeta y por ende única heredera de su poder, y desde ahora comenzare a redirigir mi destino.
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