VII
Una vez mas me encontraba confundida, al subir por las escaleras habíamos llegado a otro piso. Este solo tenía dos puertas que se enfrentaban entre si.
—Ya has visto que el Castillo de Cristal tiene vida propia. Solo debes de pisar las escaleras, pensar a donde quieres ir y ellas te llevara.
—... entiendo —pero no estaba segura de realmente hacerlo.
—Vamos.
Ella se movió hacia la puerta de la derecha pero mi vista estaba fija en la de la izquierda. sentía que aquellos hilos que me trajeron aquí ahora me guiaban allí.
—¿Qué hay detrás de esa? —Aeliana se colocó a mi par.
—¿Quieres entrar allí primero? Es el Salón Ancestral.
Ella se movió y con un gesto de su mano la puerta se abrió. El olor a incienso llego hasta mi aturdiéndome. Siguiendo a Aeliana, entre.
La habitación parecía no tener fin, el centro estaba libre de muebles. Fotografías cubrían las paredes de cada lado, debajo de cada una se encontraba una mesa simple con incienso sobre ella, y al frente cojines.
Pero había una foto, la primera de la izquierda, que no tenia estos dos últimos objetos. Ver aquella foto hizo que mi corazón y mi respiración se detuvieran, pues era mio aquel retrato.
Ver esa foto, recordar ese dia, me producía un dolor que creía no volvería a sentir.
Tenia ocho años, tenia una enorme sonrisa mientras sostenia un ramo de flores y una medalla de oro, vestía el uniforme escolar. Al momento de la foto me sentía inmensamente feliz, y mientras yo gozaba de felicidad, mis padres morían.
Recuerdo el momento exacto en que la sonrisa se borro de mi rostro. Ya íbamos de camino a casa, ni siguiera el hecho de que mis padres no se presentaran bajo mi ánimo, pero cuando pasamos por aquel lugar, reconocí el auto enseguida, mi abuela no pudo evitar que bajara del autobús y corriera allí. A ellos todavía no lo recogían, estaban descubiertos, y la imagen de sus cuerpos sin vida aun me persigue en mis pesadillas.
—En este salón están las fotografías de todos los portadores de la Sangre Mágica Violeta, y cuando mueren se coloca el incienso bajo ellas. Esta es la foto que se tiene tuya porque fue la última imagen feliz que el castillo pudo registrar. Ese mismo dia la oscuridad ataco y la conexión contigo se perdió.
Entonces ese día no fue gris solo para mí. Miré las otras fotos en busca de mis padres, o de mis abuelos pero no los encontré
—¿Por qué no hay fotos de mis padres?
—Responderé esa pregunta en la otra habitación.
No puse peros, y me adelanté a salir antes de que no pudiera seguir reteniendo las lágrimas. Los años habían pasado pero seguía siendo un tema difícil.
Mi tristeza fue eclipsada por el interior de esta habitación, que sería un paraíso para todo el amante de la lectura: las estanterías de cristal se alzaban hasta el techo, repletas de libros de todos los tamaños, grosores y colores, y que resplandecían como joyas preciosas. En el centro del salón, un atril de cristal emergía del suelo junto a una serpiente violeta que se enredaba en él, y cuyos ojos hacían la función de lámparas.
Un libro llego flotando hasta las manos de Aeliana, quien lo coloco en el atril, invitándome a acercarme a ella.
—Aria de Fialova, última descendiente y heredera de la Sangre Mágica Violeta, ¿Estás lista para escuchar la historia de la sangre ancestral? ¿estás lista para saber quién eres? ¿qué es tu poder y cuan es tu misión?
¿Lo estaba? No lo sabía, pero no importaba, porque lo que si sabia es que ya no podía ni quería permanecer en la ignorancia, yo necesitaba respuestas, y por fin las recibiría.
—Lo estoy —mi voz tembló ligeramente, pero mi determinación era firme.
El libro se abrió, nuestro alrededor se transformó, los estantes desaparecieron, solo dejando un manto negro rodeándonos. Mi corazón se apretó, sabiendo que no solo escucharía sino que veía la historia de mi linaje.
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