II
—...Aria, despierta... de prisa, Aria
Desperté espantada, la figura traslucida de Aeliana estaba frente a mí, con una expresión preocupada.
—Levántate, debes irte de aquí, ya vienen.
Yo la miraba como si tuviera dos cabezas, aunque la situación en si ya era ilógica. De forma automática me puse de pie y mientras lo hacía noté que ya no tenía dolor. Ya parada examiné mi brazo, viendo que estaba como nuevo, y que me sentía en perfecto estado: descansada, relajada y renovada. También sentía que algo había cambiado dentro de mí, aunque no podía especificar el qué.
Observe mis manos queriendo reconocer el color de mi sangre a través de mis venas... misión imposible.
—Debes empezar a correr ahora —la voz de Aeliana me trajo de regreso a esta realidad, de verdad se veía preocupada
—¿Irme a dónde?
—Lejos de aquí, del peligro. Has usado tu poder, ya saben que están aquí y vienen por ti, por eso debes irte. —su silueta se fue haciendo más transparente— Aun no puedo estar contigo físicamente, necesitas encontrarme, así que sigue los hilos del destino hasta mí, huye de aquí, no dejes que te atrapen.
Con sus últimas palabras su figura desapareció por completo dejándome confundida, ¿De qué o quienes debía huir? ¿Hacia donde lo haría? ¿Y que eran esos hilos que tanto mencionaban?
Una especie de aullido me erizo los vellos, debía de hacerle caso y correr aunque no supiera donde.
Este lugar se veía igual por donde lo vieras y parecía no tener fin. La voz de Aeliana resonaba en mi mente: ''huye de aquí, no dejes que te atrapen'' ''necesitas encontrarme'' ''busca a los otros descendientes'', había dicho esto pero desapareció, dejándome con un millón de preguntas. Ella también había dicho que siguiera los hilos invisibles pero ¿Qué significaba eso? ¿Acaso había un mapa secreto trazado en el aire, solo visible para mí?
Mis pies comenzaban a doler, no tenía noción del tiempo, pero mientras más avanzaba este día más frió sentía.
Me detuve al observar una piedra de tamaño considerable, fui hasta ella para sentarme, necesitaba descansar, ahí caí en cuenta de que mi cuerpo se sentía sediento pero no hambriento. También me di cuenta de que esta piedra marcaba un límite: el suelo reseco desaparecía para dar lugar a un suelo arenoso con dunas como olas petrificadas a la distancia.
La soledad se cernía sobre mi como un manto de silencio, la tierra se extendía hasta donde alcanzaba la vista, no había señales de vida, solo la vastedad desolada del desierto.
¿Dónde estaban Aeliana y los otros descendientes? ¿Cómo podría encontrarlos en este inhóspito lugar? Y ¿Cómo podría encontrar los hilos invisibles?
''El problema es que buscas con la vista lo que debes sentir con el corazón''
Una voz diferente a la de Aeliana resonó en mi mente, dándome algo de claridad. Ella había hablado de hilos invisibles, conexiones más allá de lo físico ¿Era eso lo que debía seguir?
Me arrodillé en la tierra reseca, sintiendo su aspereza bajo mis rodillas y su ligereza bajo mis manos. Cerré los ojos y respiré profundamente ¿Qué me decía mi corazón? ¿Dónde estaba la respuesta?
Entonces algo cambio, y lo pude sentir, una sensación, apenas perceptible, como un susurro en el viento. No era la vista sino algo más profundo. Los hilos invisibles no eran físicos, sino energéticos, debía sentirlos no verlos.
Confiada, me puse de pie y comencé a caminar, esta vez siguiendo mi instinto. Los hilos me tiraban, como si me condujeran a hacia un destino compartido.
No importaba si no veía señales físicas, debía confiar en mi corazón, en mi sangre, en la conexión que trascendía lo visible.
Después de andar por quien sabe cuanto, me detuve frente a una gigantesca duna que me intimidaba, no creía tener las fuerzas para subir por ella pero me forcé a hacerlo. Y desde aquella cima pude ver un paraíso en el desierto: un brillante oasis.
Pero mi fascinación murió pronto gracias al temblor bajo mis pies y al ronco aullido que se escuchó cerca, girándome vi unos enormes animales venir por el camino que lo había hecho yo. No tuve tiempo para reaccionar, la arena bajo mis pies se sacudió y de ella un cuerpo alargado salió, la duna se derrumbó llevándome con ella.
Mi descenso no fue lento, pero si doloroso, sentí mis ojos, nariz y boca llenarse de arena, mi cuerpo doblarse en cada vuelta. Sentí también el momento exacto en que la textura del suelo volvía a cambiar, esta vez de arenoso a rocoso, y parte de esas piedras incrustarse en mí.
Quede boca bajo mi rostro en la dirección que había venido, estaba completamente adolorida. Observé un cuerpo alzarse a la distancia como una cobra orgullosa aunque la parte superior no podía verla, había un rastro violeta que terminaba donde estaba, pude observar mi mano salpicada por este liquido que era mi sangre. Mi visión borrosa vio aquel cuerpo lanzarse sobre mí, pero no tenía fuerzas para nada, solo podía cerrar mis ojos y dejarme ir definitivamente. Con suerte despertaría, y sin ella... moriría.
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