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Capítulo 7: Conexiones

Realmente no sería tanto problema y en circunstancias normales, un esguince no requeriría que entrenador y jugador responsable fueran a la rectoría. Pero Yugo no era un caso normal. Y la situación tampoco. Por ello lo habían sentado allí en frente, como si fuera un criminal. Ni quiera había sido petición del entrenador llegar hasta esa situación, sino del capitán del equipo, Joey, quien estaba colérico por esa situación. Eso solo había generado que Yugo les llamara quejica a los dos y casi se armara una pelea.

Y ahora estaban en frente del Hada madrina, que los miraba esperando que alguno empezará a hablar. Pero Yugo no iba a hacerlo y el entrenador estaba ligeramente avergonzado. Así que, tras unos minutos de esperar, ella alzó su gentil voz.

—Bueno, ¿quieren decirme que se lo que nos trae por aquí caballeros? —preguntó ella sonriendo. Yugo bufó suavemente y respondió casi de mala gana.

—Él se interpuso en mi camino —el hada mantuvo su sonrisa mientras Yugo hablaba—. Yo solo lo derrumbé para poder seguir por mi camino.

—Es una situación normal de juego, directora —intervino el entrenador por él. Era sorprendente como aún confiaba de cierta manera en el chico. Quizá sea porque lo entendía o quería hacerlo—. No veo necesarias tantas molestias por algo como esto.

—Pero según tengo entendido, Tristán estaba jugando en el mismo equipo que el joven Yugo, ¿no es verdad? —el entrenador pareció ponerse nervioso. El de ojos esmeraldas siguió con su misma expresión—Entonces no entiendo porque ocurre está situación.

—Lo que pasa es que el chico es nuevo en esto de los deportes en equipo —sonrió el entrenador—. Usted sabe cómo yo que en la Isla no hay nada de esto. Así que para él debe de ser algo normal... —ella lo miró severamente—pero usted sabe que estamos trabajando en eso. Arduamente.

—A mí me parece que estaba mal parado —bufó Yugo. Su entrenador lo miró desaprobatoriamente y con cierto pánico en los ojos. La directora seguía mirándolo fijo.

—¿Y esta es la primera vez que pasa algo como esto? —el entrenador tragó saliva ante la pregunta. Pero Yugo fue el que se clavó el cuchillo él solo, con orgullo corriendo por sus venas.

—Las otras veces nadie ha salido herido de esa forma, Tristán es el único debilucho que se rompe un tobillo —dijo con una sonrisa en la cara. La directora tomó aire. Miró a su entrenador.

—¿Piensa que vale la pena hacer que vaya al campeonato? —el entrenador abrió la boca, pero antes de que saliera algún sonido de su boca, ella habló de nuevo—¿Cree que puede comportarse deportivamente? ¿Cómo estos eventos se merecen?

—Yo no lo hice a propósito si es lo que piensa —bufó suavemente. El entrenador estaba con ganas de apretarle y callarle la boca. Solo que no podía—. Él solo estaba en mi camino. Ni siquiera lo había visto.

—Él es talento bruto —su entrenador empezó a hablar para intentar mejorar las cosas—. Sé que no lo parece, pero puede ser un gran jugador. Solo hay que guiarlo por el camino correcto.

—Entiendo su corazón amable y sus ganas de ayudar al prójimo, entrenador, pero usted lo ve por ese lado —tomó aire—. Yo lo que veo es un joven que es incapaz de ver que ha herido a un compañero de equipo y que no siente la mínima lástima por algo así.

—Yo no quería hacerlo —bufó de nuevo mirando a otro lado y con los brazos cruzados.

—directora —casi suplicó el hombre mayor—, usted no entiende, chicos como él escasean, puede que no tenga el mejor espíritu ni la mejor actitud ahora mismo, pero puedo asegurarle que no es más que una fase. Pasará.

—Lo que no va a pasar será la actitud que tendrá él cuando esté contra la escuela de San Frantokio este martes —dijo ella con cierta severidad. Yugo la miró haciendo mala cara—. No puedo arriesgarme ni usted tampoco a dar una mala impresión —Yugo puso su mirada ende otro lado—. Además, si no estoy mal, si a él lo sacan por una falta de esa gravedad —se tomó una pausa—, y más si ha sido intencional, lo sancionan del partido. Y nadie más puede entrar por él.

—Hacerlo a propósito le daría una pierna rota —dijo sin mirarlo—. Sé cómo hacer eso.

—Yugo, tienes que calmarte —murmuró su entrenador. Este bufó suavemente.

—Yo no quise hacerle daño, no es mi culpa que él se metiera —el de ojos esmeraldas no se dignó a mirar a su directora y en cambio murmuró entre dientes sus palabras—. Puedo hacer un mejor trabajo.

—Yugo —habló ella mirándolo todavía—, estás cometiendo una acción agresiva contra tu compañero. Sin razón alguna. Él no quería hacerte nada malo, pero tú reacción de todos modos fue agresiva en exceso. Ese no es el tipo de comportamiento que debemos tener durante un juego limpio —el de ojos esmeraldas siguió sin mirarla. El entrenador, entonces, intervino por él.

—Los deportes de contacto suelen ser así, suelen tener lesiones inesperadas, momentos en los que simplemente no se controla el cuerpo —explicó. Yugo lo miró sin demasiada expresión—. Esto es apenas un accidente, ni siquiera es demasiado grave a comparación de otros casos. Nuestro entrenador de baloncesto ha enviado a otros jugadores al hospital.

—Lo siento, pero dada la situación, tengo que intervenir. No puedo dejar que sea parte de nuestro equipo representante —ella estaba totalmente estoica. Regia en su punto—. Tengo que prohibirte que participes en el torneo de Tourney definitivamente.

Yugo se levantó de su asiento y puso ambas manos sobre la mesa. Estaba enojado.

—¡Esto es injusto! —bufó y le mantuvo la mirada un momento. Lo descubrió sin esfuerzo—Usted lo que cree es que lo he lesionado a propósito para que pudiera entrar al torneo.

Hubo una pausa incómoda.

—Yugo, ni saltes a conclusiones apresuradas —pidió ella. El aludido, sin embargo, se dirigió a la puerta de la rectoría.

—No me importa de todas formas —gruñó y casi azotó la puerta al salir—¡Cree lo que quieras! Yo me largo.

Hubo silencio en general en la sala. El entrenador suspiró y miró a la directora. Ella solo lo miraba con desaprobación.

—Tiene problemas, lo sé —admitió. Ella solo seguía mirándolo—, pero tienen que entender que él puede hacer bien las cosas, solo le hace falta entender que el trabajo en equipo es importante para cumplir con sus metas y... —el Hada Madrina puso una mano abierta en frente.

—Lo entiendo perfectamente —asintió y le concedió al entrenador—. Pero esto es una situación grave. Él no es un chico aclamado por su actitud y usted lo sabe. La escuela es un lugar de aprendizaje, sé que no podemos echarlo, pero si podemos intentar que vaya a otro deporte, uno sin tanto contacto —sugirió ella con una sonrisa.

—Mi señora, pero tenemos que al menos seguir intentándolo con este chico —insistió él—. Tiene talento, hace muy bien muchas cosas que él equipo necesita, nadie más esquiva los discos tan bien dentro de la zona de peligro como lo hace él. Podemos aprovechar ese talento y direccionarlo en el camino correcto con tiempo y esfuerzo.

—¿Crees que lo pueda lograr para esta temporada? —el entrenador se volvió mudo—Yo no pienso que pueda. Tú vez talento, yo veo a un chico caótico que hace lo que quiere y que no tiene respeto. Nuestra academia se dedica a los buenos modales y a la conducta ejemplar. No puedo permitir que algo así sea mostrado como un representante de nuestra escuela.

—Pero, directora...

—Usted y yo podemos seguir trabajando en el chico, pero por ahora voy a prohibirle que siquiera juegue durante esta temporada —declaró. El entrenador se sintió mal, mal por el chico que apenas llevaba dos clases y no podría seguir. Sabía que le gustaba, se le notaba cuando burlaba con facilidad a los discos o corría de un lado a otro sin importar el cansancio. Sabía en el fondo era un buen chico. Solo estaba lejos de su vista.

—directora, usted tiene un gran corazón, le aseguro que usted podría entender que es la primera infracción y que él realmente... —pero ella no lo dejó.

—También tengo un gran sentido de la responsabilidad —declaró ella—. Mi deber es para con la escuela. Y perdonarme, pero mi decisión se mantiene.

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Yuya entró a la habitación sin tocar. En su defensa la puerta estaba abierta, el entrenador la había dejado de esa manera. Cuando el chico habló lo hizo con una voz neutra.

—Yugo me ha roto huesos en el pasado —dijo claramente. A la directora casi le da un ataque de miedo al oírlo. Sin embargo, lo disimuló limpiándose un poco el uniforme y ofreciéndole a Yuya su mejor sonrisa.

—Buenas tardes, Yuya —se veía sorprendida de lo que le había dicho, pero no pareció tener intención de comentar al respecto. Así que el de ojos rojos siguió.

—Hola —dijo secamente—. Me he roto todas mis extremidades. Las piernas y los brazos, me he roto ambos tobillos al menos una vez. Todas esas veces fueron por Yugo, antes de que le agradara. Yo sé que cara pone cuando hace algo así a propósito —los niños hijos de la maldad suelen ser dolorosamente crueles. Aprenden las manías de sus madres muy temprano y quieren aplicarlas con el que creen más débil. Yuya fue el más pequeño de todos. El más tardado en aprender y en caminar. Repetía cosas de memoria, pero no era capaz de usarlas en la realidad. Algunas personas se lo comieron vivo cuando era pequeño. Pero Yugo se llevó casi toda la torta—. Sé que cara pone cuando lo hace. Se lo satisfecho que se ve. Yugo no estaba ni siquiera cerca de las caras que hacía conmigo.

—Eh... perdóname, Yuya —ella mostró una sonrisa algo incómoda—, no entiendo porque me cuantas esto...

—Vi la cara que puso Yugo al chocar con Tristán —dijo decidido. El hada madrina lo miraba interrogándolo—. Sé que no lo hizo a propósito, sé que no lo vio cuando ataba jugando y sé que no tenía intenciones de hacerlo sufrir. Es solo un juego para él. No tenía ganas de lastimar a nadie.

—Entonces, me estás diciendo que él en esta ocasión no quería, pero ha habido ocasiones en las que, si ha querido, ¿es eso? —Yuya asintió con cierta vacilación. Ella pensó un poco antes de hablar—Entonces es peor de lo que pensaba, debo hablar con una de las profesoras de artes, debe de haber alguna actividad que pueda hacer...

—No creo que sea buena idea —Yuya negó.

—¿Sugieres que deba recompensarlo por una acción así? —preguntó ella—¿Qué debería dejarlo pasar como si no fuera nada? Eso no es lo justo, ¿y si tú fueras el que se dañó un pie antes de un juego del torneo? ¿Crees que estarías bien con que él que te hizo eso simplemente volviera a jugar sin más?

—Ellos no estarán felices con nada de lo que hagamos de todas maneras —suspiró—. Ellos nos quieren fuera de esta escuela. Si usted lo mira bien, no es grave lo que ha ocurrido. Yugo solo se chocó con alguien cuando estábamos jugando. ¿No es eso algo qué pasa normalmente en los deportes?

—La actitud de tu amigo...

—La actitud de Yugo tiene que ver con cómo nos han tratado hasta ahora —interrumpió—. Él está molesto porque cree que si se tratara de otra persona no habría tanto revuelo. En la Isla estas cosas pasan todo el tiempo. Nadie le echa la culpa a nadie.

—Nadie tiene responsabilidad en la Isla entonces —Yuya negó suavemente y ella pareció confundida.

—Esa no es una forma de hacer maldades en la Isla —dijo él con cierto misterio en su voz—. Esa es una jugarreta de niños. Hay otras cosas que hacemos para molestar a los demás —la directora se quedó sorprendida. Y solo en ese momento, se dio cuenta de lo poco que sabía de la Isla de los Perdidos.

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Yugo estaba furibundo. Casi podría patear todas las rocas que encontrara en el camino. Por supuesto que ella pensaba que lo había a propósito, el dañar a alguien. Era un villano y los villanos no reparten amor y paz por el mundo. La cosa era, que su fama de andar rompiendo huesos ya había pasado. Terminó el día en el que se volvió amigo (más o menos) de Yuya y el resto. No tanto por los lazos de la amistad, sino porque descubrió que correr y hacer algunos destrozos era más divertido que escuchar el sermón de Cruela de Vil. Al menos allí nadie le podía decir que su hijo casi se muere.

Jafar nunca había sido muy bueno para defenderlo en eso casos. Cruela era una mujer exasperante y no lo dejaba hacer nada. Mucho no podía hacer por él. Así que se hartaba toda esa palabrería una y otra vez y cuidaba de la tienda de Cruela de los ladrones como castigo. Sin pagar, sin comida sin dulces. Y su se iba, le esperaba un infierno al volver a casa pues la mujer hacía todo en su poder para fastidiarlo. Fue más fácil hacer "las pases" con Yuya. Soportar a Cruela de nuevo sería menos doloroso.

Y con Yuya vinieron los demás como un regalo de Navidad. Su amistad había empezado con el dolor de uno de sus integrantes que hoy en día seguía siendo el más débil. Pero no importaba. Les había agarrado cierto aprecio con el paso del tiempo. Y con Yuya tenía cierta historia. Así que todo eso que la señora decía había quedado en el pasado.

Caminaba rumbo a su habitación cuando Yuri lo agarró del brazo con agresividad y lo encaró en uno de los pasillos del lugar.

—¿Estás demente? —le reprochó con enojo. Yugo se quedó sorprendido de lo muy molesto que parecería estar—No le des razones para desconfiar de nosotros. Es lo peor que puedes hacer en estos momentos.

Pero la sorpresa no le duró lo suficiente como para no responder.

—Ella desconfía de nosotros de todas formas —bufó. Fue entonces cuando vio a Yuto, detrás de Yuri, con cara de enojo—. No veo el problema con que lo haga más.

—Hace dos horas no hubiera problema alguno, pero ahora sí —lo riñó Yuri poniéndose una mano en la frente—. No puedo creer que justo cuando nos decidimos a hacer algo tú hacer algo en contra.

—Yo no sabía lo que ustedes estaban haciendo —murmuró y miró a Yuto—, ¿cómo iba a saberlo? Ustedes hacen reuniones de la nada sin mí.

Si era una mirada desafiante para el de ojos grises, este ni siquiera se inmutó.

—La cosa es, ninguno de nosotros pensó que el rompe huesos había vuelto —bufó Yuri—. Esta es la peor situación para volver a tu infancia.

—No he vuelto a mi infancia —suspiró mirándolo con cierta furia. El de ojos fucsias no se inmutó tampoco—. Y yo no hice a propósito, hubiera hecho un mejor trabajo.

—Sea lo que sea que querías hacer, Yuya lo va a arreglar —Yuto interrumpió caminando hacia ellos con los brazos cruzados—. Está hablando con la directora ahora mismo.

—Buena suerte con eso —bufó de nuevo el de ojos esmeraldas—. Esa cosa lo único que quiere es arruinarnos la vida o algo. ¡La primera clase a la que fui uno de ellos dijo que uno de ellos no estaba por que se había lastimado el codo! —exclamó, claramente molesto. Yuto se puso a pensar un poco—Ah, pero yo hago algo y ya parece que sea el maldito fin del mundo. ¡No la entiendo! ¿Quiere encerrarnos en una caja en la que no hagamos nada?

—Cálmate ya —dijo Yuri molesto—, estás haciendo un escándalo.

—Oh, oh —exclamó—, ¿en serio? ¿Y cómo debería ponerme? ¿Feliz de que me hayan sacado de algo que si me gusta solo porque un idiota no pudo ver por dónde iba?

—Si no te callas juro que hago callarte —Yuri lo miraba furibundo, sin la calma con la que hablaba antes con Kaito. Sabía que había vistas sobre ellos. Muchas de hecho. Los príncipes estaban de hecho muy buenos, pero también eran chismosos. Le irritaba tener que lidiar más con eso. No le molestaba lo que pensaran, sino que pudieran pensar que era más problemáticos de lo que ya parecían. Podrían intentar llamar menos la atención si eso les servía para llegar a la coronación invictos. Solo si el maldito Yugo podía colaborar.

—Por supuesto que debo ponerme feliz por algo como eso —siguió sin importarle lo que Yuri le dijese—. ¡Oh que alegría! —exclamó mientras Yuri se ponía las manos en las sienes—¡Me sacaron del equipo de Tourney! ¡Que excelente! ¿Cómo quieren celebrar la ocasión? ¿Quieren comer de nuevo pescado pasado en sal y tomar soda sin sabor?

—El sarcasmo no es lo tuyo —murmuró Yuri. Yuto tomó algo de aire.

—Me importa un bledo —bufó Yugo.

—Funcionó —dijo Yuya cuando llegó. Los miró a todos y todos lo miraron a él. Sobre todo, Yugo, que no tenía idea de que es lo que había funcionado—. Ella te dejó quedarte en el equipo. Hablará con el entrenador sobre algunas cosas y quiere que vaya a hablar con ella más tarde, pero...

—Lo conseguiste —completó Yuto con algo de alivio—. Eso es bueno.

—¿Qué es lo que has hecho?

—Solo le dije lo que antes pasaba contigo, creo que apelé un poco a su lado emocional —tomó algo de aire sin estar muy seguro de que había echo exactamente para lograrlo—. Creo que quiere darte una oportunidad Yugo, solo que, bueno, no sé que es lo que vaya a hacer con la información que le he dado.

—¿Quién diría que también sabes hablar con la gente? —Yuri dijo reído, casi orgulloso de Yuya. Solo que, claro, no iba a decir nada al respecto—Has hecho bien, después de que cabeza de coco casi nos metiera en líos.

—No me digas cabeza de coco —bufó Yugo mirándolo furibundo por unos instantes—. ¿Qué le has dicho exactamente?

—¿No es obvio? —se alzó de hombros—Le he dicho que antes me rompías los huesos —Yugo se dio una pausa. Los otros dos apenas parecieron reaccionar ante ellos—. Y que lo habías dejado de hacer.

—¡¿Y cómo se supone que eso me ayuda?! —exclamó, Yuri le dio un golpe en la espalda para que se callara. Como casi todos golpes, Yugo no pareció notarlo.

—Porque solo así me creyó que no lo habías hecho a propósito. Así que sirvió de algo —dijo calmado., Yuto asintió y Yuri dejó sus ojos medio cerrados—. Solo que no podemos hacer ninguna jugarreta a nadie mientras estemos aquí. Ya sabe que es lo que nosotros consideramos divertido en la isla.

—Bien. Porque ninguno quería hacer nada de eso —Yuto miró exclusivamente a Yugo en todo eso. Este bufó entonces y pareció un poco más aliviado.

—Como sea, aún me tienen que contar que tienen entre manos —Yuri lo pinchó en el costado para hacer que se callara de nuevo. Yugo apenas se sobre saltó un poco y miró al de ojos fucsias—. Deja de hacer eso.

—Hablamos en el dormitorio —avanzó dirigiéndose hacia dicho lugar—, ¿quieres? Ah, y agradece que te cuidemos las espaldas, estarías perdido de lo contrario.

—Como digas —bufó mientras se cruzaba de brazos. Ambos se adelantaron. Yuya soltó algo de aire y después empezó a caminar hacia los otros dos. No tenía nada mejor que hacer y si era sincero consigo mismo, tenía algo de miedo de que esa perra se le pareciera de nuevo en su camino mientras estaba solo. Se decía que al menos podría usarlos de escudos humanos.

Yuto, le tocó el hombro cuando pasó por su lado y le habló.

—Buen trabajo.

Yuya luchó bastante para reprimir una sonrisa.

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—Claro que si —dijo Yuri—. Vaya cosa, como si nosotros siempre tuviéramos malas intenciones, ellos no saben de lo que hablan —decía con cierto tono dramático. Yugi se quedó algo sorprendido de eso. Siempre había pensado que Joey era un buen chico, de hecho, era un gran amigo suyo, no tanto como Atem, pero si bastante cercano

—No es como si odiáramos a todos los que están aquí, digo, ¿ellos que nos han hecho a nosotros? —completó Yuya después mientras terminaba su desayuno. Yuto y Yugo, en la mesa, pero mucho más reservados y en su comida.

Estaban compartiendo comida con Yugi, de hecho, él mismo se había acercado a ellos esta mañana y les preguntó si podían tener una charla en el desayuno antes de ir a clases. Que él comería con ellos puesto que le preocupaba lo ocurrido el día anterior con Yugo.

Yuri casi le dedicó una mala mirada a Yuya.

—Lamento la actitud de mis compañeros —dijo Yugi haciendo algo aflijido—. Pero supongo que han de entender que no todos estén muy abiertos a los cambios, ¿verdad? Solo denles un poco de tiempo, son buenas personas, solo que, bueno... —buscó las palabras adecuadas—los cambios son...

—Oh, no hace falta que lo digas de manera amable —Yuri le quitó importancia del todo. Yuya se empezó a tomar su jugo de naranja con algo de ansiedad, amaba ese sabor—, somos hijos de villanos después de todo. Han de temer que les hagamos algo como nuestros padres. Que tonto...

—No son como tu —dijo Yuya al terminar su jugo—, tu nos aceptas como una persona más —le sonrió. Yuto apartó la mirada a otro lado, más interesado en Atem, quién estaba acercándose a ellos tras terminar de desayunar, con una cara de incredibilidad—. Creo que eres de los pocos que hacen eso.

—Y Dennis —dijo Yuri supuestamente risueño. Yugi lo miró algo extrañado.

—¿Dennis Mcfield? —preguntó él, ligeramente extrañado—¿El hijo del príncipe encantador?

—El mismo —Yuri asintió. El de ojos morados abrió su boca para hablar, pero entonces llego su compañero más querido a interrumpir.

—¿Yugi? —preguntó cuando llegó. Se había olvidado de decir buenos días, observó Yuto, eso quería decir que había algo que lo inquietaba.

—Oh, hola Atem —Yugi se volvió a sonreírle. Yuto alzó una de sus cejas, esa sonrisa... estaba sospechoso de algo—, buenos días —el aludido parecía con ganas de preguntar algo, solo que no encontraba las palabras—. Perdona por no invitarte, pero pensé que ya ibas en camino a ver al profesor Thatch.

—Sí, es verdad —dijo algo extrañado. Quizá hasta un poco traicionado—Solo me preguntaba porque desayunabas aquí en los dormitorios.

—Mis padres salieron a hacer un asunto real ayer en la noche, me dijeron que no volverías hasta hoy en la noche, así que vine a comer aquí —sonrió inocentemente. El hijo de la Reina Malvada miraba con interés la escena.

—Ya veo —asintió el otro—. Bueno, pasaba a saludarte, me tengo ir.

—Claro, nos vemos más tarde —sonrió Yugi. El otro se fue del lugar y cuando sintió que estaba lo suficientemente lejos, negó con la cabeza.

—Ustedes dos parecen bastante cercanos —observó Yuya volviendo a hablar con Yugi. Este asintió sin una sonrisa.

—Nos conocemos desde hace años —se vio un pequeño reflejo en sus ojos. Uno tenue—. Ha sido una persona muy importante para mí.

—Te protege bastante —apuntó Yuri—y siempre los veo juntos. Casi pareciera que él es...

—Tu pareja —terminó Yuto, no demasiado interesado, pero creía que quizá si hablaba un poco tal vez sería bueno para todo su plan.

Yugi se quedó algo pálido al escuchar eso. Se le notaba que no sabía como tomar ese comentario.

—Sí, ¿verdad? —sonrió Yuya—Aunque no se sorprende, alguien como tu debe de tener pretendientes a montones...

—Tienes más suerte que nosotros cuatro, apenas este tonto ha tenido una pareja estable en todo este tiempo —dijo apuntando a Yugo. Este alzó la voz para su respuesta.

—Pensé que no volveríamos a tocar ese tema —bufó suavemente mientras tomaba los sobrados de Yuto y se los comía sin permiso.

—Oh, vamos, eso no fue tan malo, ¿verdad? —siguió Yuri. Yugi seguía ligeramente incómodo en la mesa, como si hubiera algo que lo inquietara.

—Al menos yo he tenido una pareja, tú por otra parte juegas con todos y nunca cazas nada —dijo mientras se llenaba la boca de comida—. Hablas mucho.

—Eso es lo que tú sabes —dijo con superioridad. Yugo levantó sus hombros y se concentró en comer más. Yuto por otra parte simplemente estaba consternado por Yugi, que parecía haberse quedado de piedra.

—¿Pasa algo? —preguntó, esperaba que no hubieran hecho nada malo.

—Ah... bueno —vaciló ligeramente—. No sé cómo decirles esto, pero no me agrada que hagan bromas sobre la sexualidad... sobre todo si tiene que ver con mi persona.

Todos se quedaron un tanto quietos. Confundidos en su mayoría.

—¿Qué? —dijo Yugo al final de la mesa. Yugi se aclaró la garganta.

—Atem y yo somos buenos amigos, pero eso no quiere decir que... —empezó con la voz un poco más firme. Yuri hizo una repentina "o" con su boca. Yugi se aclaró la garganta de nuevo—, eso no quiere decir que nosotros seamos pareja.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó de nuevo Yugo. El de ojos morados tomó aire de nuevo para hablar, pero fue interrumpido por Yuri.

—Espera, ¿piensas que nos estamos burlando de que ustedes dos son tan unidos que parecen pareja? —preguntó mirando a los ojos del otro. Se rio por la confusión—Oh, claro que no. Lo decimos en serio.

—¿Por qué nos íbamos a burlar de algo como eso? —preguntó Yuya extrañado. Hasta que se dio cuenta—Oh, ¿pensabas que en la Isla solemos molestar por eso?

—Bah, son bobadas —Yuri le quitó importancia del todo. Yugi por su parte pareció sonrojarse de la vergüenza—. Nosotros nos metemos con cualquiera. No importa el género.

—Perdónenme —pidió Yugi mientras apretaba los labios. Yuya negó suavemente—, yo...

—Oh, no importa —Yuya se alzó de hombros.

—Supongo que no es algo tan normal aquí, ¿no? —observó Yuri. Yugi intentó volver a hablar.

—De todas formas —la voz de Yuto se alzó por en medio de la de las demás—, está bien. Olvidémonos de este asunto.

—Lo siento muchachos, de verdad no quería incomodarlos de esta forma —Yuya le sonrió para darle cierta confianza.

—Oye, tu a diferencia de los demás, no lo haces con mala intención, ¿no? —Yugi se quedó un poco pensativo ante eso—¿Por qué no pasamos a otra cosa?

—Sí, por ejemplo, dime, si ya tienes tu vida arreglada, con eso de que vas a ser rey pronto —empezó Yuri acercándose también al chico—, ¿por qué pasas por el instituto?

—¿Ah? Oh, bueno —sonrió un poco—. Quiero estar cerca de mi pueblo y entenderlo mejor. Si no que por cuales problemas está pasado, no sabré que hacer para mejorar. O al menos eso es lo que creo.

—Muy noble de tu parte —comentó Yuto. Yugo por su parte se levantó de la mesa una vez terminó la comida del de ojos grises y se fue con las manos en sus bolsillos. Yugi anotó mentalmente disculparse personalmente con él después.

—Y eres el primer nuevo rey de Auradoon —Yuri apuntó—, eso debe de ser todo un honor...

—Lo es, para mí y mis padres —sonrió aún más—, la coronación será un gran día para nuestro reino —Yuto cerró suavemente los ojos un instante de pensar que había dicho "nuestro". Le gustaba que los incluyese, solo que no estaba seguro de que le hiciera mucha gracia lo que harían después. La invasión que, sus padres, iban a hacer. Y en la que iban a apoyar ellos. Casi se sentía culpable por la amabilidad que les brindaba. Luego recordó que los padres de su mejor amigo, Atem, casi habían matado a su madre, que los padres de él los habían enviado a esa Isla donde nada podía creer y que tenían la indecencia de no enviar ese cargamento que los mantenía prácticamente vivos.

Esa pequeña sombra de culpa desapareció de su pecho.


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