Capítulo 11: Engranajes en funcionamiento
Al día siguiente, Yugo parecía un poco cansado. Como si no hubiera dormido lo suficiente. Yuri lo había visto en la mañana y tuvo el impulso de preguntarle porque tenía una cara de haber sido atropellado por un camión. Solo que se quedó en eso, un mero pensamiento pasajero. En el desayuno que todos compartieron, Yuto también le notó así. Lo miró durante toda la duración de la comida casi interrogadoramente, pero nada pasó. Tampoco se atrevió a preguntar nada de nada. Al final, terminó su desayuno más temprano y se fue a su salón. No ignoró, ni por un segundo, como sus otros tres compañeros parecían preocuparse por él y por lo que había pasado. Casi pudo sentir como los tres de le quedaron mirando y como Yuri fue el primero en susurrar a los otros.
Pero hizo la vista gorda y fue a su lugar favorito para dormir. Su pupitre.
—Vaya actitud que tiene —gruñó Yuri cuando se fue. Volvió a trinchar su sandía sin mucho ánimo. Yuya hizo una pequeña mueca—, está más amargado que Yuto en un día normal, y eso es mucho.
—Solo espero que no haga ninguna tontería —dijo el de ojos grises ignorando el comentario del de ojos fucsias.
—Estaba borde en la práctica de ayer —comentó Yuya dejando de ver haciendo donde Yugo se fue—, creo que algo le pasó ayer. ¿Deberíamos preocuparnos?
—Ya estamos preocupados, el problema es que no sabemos que es lo que le atormenta así —comentó Yuri soltando algo de aire—. Pero conociéndole, no dirá nada.
—Quizá se le pasé más tarde —Yuto hizo algo parecido a una mueca. Yuya hizo una mueca también.
—Hablaré con él más tarde —se ofreció el de ojos rojos.
—No te molestes —le aconsejó Yuri—, seguro no es nada y solo está haciéndose el dramático —terminó de trinchar su comida y dejó los cubiertos sin mucho cuidado.
—Pero... —empezó a refutar Yuya, pero la primera campana sonó, indicando que debían irse a sus respectivos salones de clase—Que oportuno...
—Hablaremos de esto después —dijo Yuto mientras también dejaba los cubiertos en la bandeja y se levantaba—. Tenemos clase con el hada madrina, no dejemos que nos moleste demasiado hoy.
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Bufó por quinta vez consecutiva. Estaba en una racha de 5 veces de romperle la punta al lápiz, como si fuera intensional y divertido. Estaba cansando de sacarle la punta sin contar el que se volviera cada vez más pequeño y difícil de manipular. Miró a otra parte antes de volverse hacia Yuya. Le tocó el brazo con algo de suavidad, este se crispó por lo repentino de la acción y se volvió al de ojos grises rápidamente.
—Préstame un lápiz —dijo. No era su intensión que sonara a una orden, pero lo consiguió. Yuya parpadeó suavemente y asintió después de procesar la información. Le pasó uno que no había empezado aún (dadas las casi nulas notas que tomaba en clase) y se lo pasó sin mucho problema. Yuto no fue consciente del momento ni la situación en la que reaccionó de esa manera. Simplemente lo soltó como cualquier cosa—. Gracias —dijo y se volvió a sacarle la punta al lápiz. No vio la repentina sorpresa del otro y no notó que su repentino actuar hizo que Yuri dejara de concentrarse en otra cosa que no fueran sus asuntos pendientes. Por si no fuera suficiente, también la directora tenía sus ojos puestos en él.
Y solo lo notó cuando terminó de sacar punta y miró de nuevo al Hada madrina mirándole. Parpadeó suavemente. Claramente confuso.
«—Eh —soltó una muletilla, se corrigió y leyó rápidamente el tablero—, C —dijo con cierta duda y procedió a leer lo que estaba allí puesto—, se lo entrego a las autoridades correspondientes.»
Hubo algo de silencio. Yuya no sabía si debía reírse porque no le habían preguntado nada o seguir procesando en su cabeza lo ocurrido.
—Yuto —llamó la maestra—, correcto, pero —señaló a su compañero de pupitre—, le dijiste "gracias" a Yuya —sonrió. Yuto entonces calló en cuenta. Abrió suavemente los ojos y por unos breves instantes se alcanzó a ver una sombra de vergüenza en sus mejillas—. Muy bien hecho —dijo ella realmente orgullosa. Yuya seguía parpadeando sin saber muy bien que hacer o decir—, podrías mejorar en decirle por favor, pero creo que esto es un gran avance —ella estaba extasiada en su emoción. El de ojos grises respiró para intentar volver a la tranquilidad.
—Supongo —atinó a decir, volvió a su cuaderno a dibujar algo, la mano le temblaba sutilmente.
—Solo por eso, no te dejaré tarea el día de hoy —dijo ella. Yuri suspiró y Yuya solo infló una mejilla sin darle mucha importancia, igual no la iba a hacer. Yugo, por su lado, seguía dormitando y ganándose trabajo extra. La maestra le había dejado porque el entrenador había estado abogando por él. No estaba del todo contenta, pero tenía que aceptar que ponerse a practicar incluso en días que no le tocaba hacía que tuviera mucho más cansancio de lo habitual. Algo haría ella, pero sospechaba que el Tourney estaba haciendo mucho por Yugo—. Muy bien —golpeó la pesa con su señalador pensando que de esa manera la atención volvería a ella—, sigamos con estas preguntas situacionales.
Yuya soltó un bufido de cansancio y Yuri solo rodó los ojos. Y siguió haciendo cualquier cosa menos poner atención.
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—Oye —tras terminar la clase y dirigirse a algunas diferentes, Yuri aprovechó para golpear con ganas el costado de Yuto con su codo—, ¿de verdad estabas pensando en hacerlo?
—Ah, sí —dijo él, le había agarrado totalmente desprevenido. No había pensado en eso en lo absoluto. Yuri levantó ambas cejas al tiempo.
—No parecía que lo hicieras —observó poniendo las manos detrás de la espalda. Yuto rodó los ojos. Yuri se posicionó enfrente de él deteniéndolo en su camino—. Pareciera que te salió... natural.
—¿No es esa la intención de engañarla? —preguntó después de un segundo. Yuri lo miró atentamente—Tiene que parecer —dijo una pausa y subió sus manos a los lados de su cabeza para hacer comillas con sus dedos—"natural".
—Pero si estabas distraído de la vida —dijo el otro—. Ni siquiera estabas pendiente de si ella te estaba prestando atención o no.
Yuto suspiró.
—Me quería hacer el tonto —argumentó. Yuri seguía acusándole con la mirada—. Si pretendo que ella me ponga atención en algo "natural", no puedo saber que es lo que he hecho, en teoría —se hizo camino a un lado del de ojos fucsias, ignorando su penetrante mirada—. Pensaba que sabías eso.
—Oh claro que lo sé —Yuri volvió a caminar a su lado—. Por eso te pregunto, porque no me parece que seas tan buen actor —Yuto optó por pasar de su juego mental—. ¿Quizá puede que tu corazón se esté ablandando?
—Seguro que sí, con las ganas de venganza que corre por nuestras venas —Yuto rodó los ojos—, por supuesto que me voy a ablandar.
—Oh, vamos —le golpeó amistosamente el hombro—. No tiene porqué ser tan malo. Este sitio es acogedor después de todo, nunca habíamos visto nada así. Normal que se nos ablande un poco el corazón.
—¿Conoces el sentimiento? —preguntó Yuto tras unos segundos de meditarlo. Yuri se muerde un poco los labios—Yuri —le llamó severamente. El otro negó suavemente con la cabeza.
—No voy a traicionarlos, si es lo que te preocupa —alzó un poco sus manos en su defensa, como si eso fuera a protegerlo de algo—. No sería capaz, después de todo, ustedes, trio de idiotas, son mi única relación segura. Más o menos —se corrigió—. Además, a diferencia de estos principitos, meterme con cualquiera de ustedes, sería como la muerte. Pero lo que quiero decir, es que este sitio es más encantador de lo que me imaginaba —se le salió una pequeña sonrisa—. Casi pienso que es una pena que debamos destruirlo.
—Es normal que sea encantador —Yuto tomó aire—, sus padres casi todos son príncipes encantadores, pero ya ves lo que son capaces de hacer —miró hacia otro lado. Yuri dejó su sonrisa de lado.
—Supongo que es en parte lo que ellos creen que es la justicia —alzó sus hombros—. Nosotros no somos mejores.
—¿Y por qué querríamos ser mejores? —preguntó Yuto. Yuri sonrió de nuevo, negó suavemente. Llegaron al salón de clase que les correspondía y se sentaron juntos. Yuto sacó su libro de dibujos y se puso a garabatear cualquier cosa. El otro, sin embargo, puso una mano sobre su mejilla y se dispuso a intentar no aburrirse.
—Tienes razón, no queremos ser mejores —dijo Yuri al final, en un susurro.
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Yuya estaba de nuevo en esa máquina expendedora. Había sido una pésima idea, pero uno de los profesores le había tomado mucho tiempo del poco descanso que tenía antes de su práctica con Tourney. Le había hablado de algo así como la responsabilidad y otras cosas más. Cosas a las que no puso atención en lo absoluto y que en su cabeza no hicieron más que hueco. No había prestado especialmente atención como era evidente y se había ido algo apresurado soltando alguna frase de obediencia estándar. Pasó al casillero por sus cosas de deporte y corrió hacia la cafetería lo más rápido que pudo solo para ver lo llena que estaba. Se mordió los labios, miró al reloj de la cafetería y vio que no había tiempo suficiente como para hacer la fila y comer. Tendría que hacer ejercicio con el estómago vació. Y eso no era opción.
Así que, con toda la pena del mundo y cuidado, se dirigió a la máquina expendedora de su dormitorio con el tiempo en contra. Solo que, para su sorpresa, el perro estaba durmiendo por allí cerca. Al inicio no lo vio, pero en cuento reparó un poco en su alrededor casi dio un brinco exagerado y pone sus cosas de hacer deporte por delante de él.
Pero, como era obvio, no pasó nada. El canino estaba en un sueño profundo acostado en medio del patio. La sombra del árbol le cubría totalmente el cuerpo y no había nada, salvo Yuya, que pudiera perturbarle. Respiró fuertemente un rato mientras de agazapaba contra la pared a esperas de su muerte. A diferencia de la vez anterior, las piernas le dolían a horrores por los ejercicios y sus ansias de correr sin sentido estaban reducidas. Solo si ese maldito demonio lo perseguía, empezaría a correr como desquiciado.
Pero el perro no hizo nada. Simplemente estaba durmiendo allí, a la orilla del bosque. Plácido, casi majestuoso. Yuya tragó saliva, se mordió los labios, pero se movió hacia la máquina. No debía de pasar nada malo si simplemente compraba sus salchichas y se iba, ¿verdad? Tomó aire para calmarse y se dispuso a hacer lo suyo. Puso las monedas correspondientes, rogando a quién sea que no hiciera tanto ruido como para despertar a ese ser demoniaco.
Cuando se agachó a sacar su compra, escuchó pasos atrás. Cuando se volteó tétricamente a ver que era, allí lo vio. Era el Rottweiler con sus profundos ojos negros y gruñido intermitente mirándole acosadoramente. A unos cuantos metros. La sangre se le heló de inmediato. Con la lata de salchichas en la mano se agazapó contra la máquina, casi moviéndola hacia atrás mientras veía al perro con horror. A los lados de su boca había pequeñas cicatrices, seguramente de las innumerables muertes que había causado.
Sin embargo, aún quedándose quieto un instante mirándolo, no hizo mucho. Se puso aún más nervioso cuando el perro se acercaba a él casi sin dejarle escapatoria. No pensó en absolutamente nada. Ni en gritar o rogar. Simplemente cerró los ojos y trató de regularizar su respiración. Pero nada pasó, durante unos minutos no pasó nada. Sentía que seguía allí la bestia. Lo único que pasó, fue que de sus manos fue arrebatada su lata de salchichas de improvisto.
Abrió los ojos al sentirlo. Miró como el perro corría despavorido hacia el bosque con muchísima prisa. Se quedó mirándolo estupefacto mientras trataba de poner en orden lo que ocurría. Tras la confusión inminente una única y obvia pregunta se formó en su mente solo para ser, de alguna manera, expulsada a murmuras.
—A... ¿A dónde va?
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Yugi suspiró de cansancio. Había logrado terminar el día y estaba exhausto. Especialmente hoy había recibido muchas peticiones de aquí y allá. Sentía como si lo hubiera halaran a todas las direcciones. Apenas había tendí tiempo hoy. Se permitió descomponerse un poco. Ordenó medianamente sus cosas y cerró el casillero con la fuerza suficiente.
—¿Día largo? —preguntó una persona que estaba detrás de la puerta de su casillero. Yugi se crispó inmediatamente y dio un paso hacia atrás. A Yuto se le escapó una ligera sonrisa de los labios—Vaya, no creí ser tan silencioso —mintió con tranquilidad.
—Yuto, hola —saludó mientras se recomponía—. Me has dado un susto. Perdona por eso.
El de ojos grises negó suavemente.
—Mi madre estaría orgullosa —soltó como quien no quiere la cosa y antes de que pudieran responderle algo, le alzó una pequeña bolsa trasparente con una sola galleta en su interior—. He estado haciendo postres últimamente, creí que quizá te gustaría probar alguno.
Había pensado en eso mil y una veces. Se estaba haciendo el amigable y amistoso. Una persona en la que Yugi, si bien no terminaba de confiar, pero que tampoco quisiera decepcionar. No necesitaba mucho más.
—Oh, sí —pareció darse cuenta. Su semblante estaba algo cansado pero su sonrisa seguía genuina. Se estaba esforzando en mostrar energía para él—, algo había oído.
Yuto arrugó las cejas y luego levantó una mientras hablaba.
—¿Oído? —preguntó algo confundido.
—Sí, tu compañera de historia, Ruri —Yuto, a pesar de ubicar perfectamente el nombre, siguió con su cara de confusión—. La sobrina del hada madrina —el de ojos grises asintió.
—Lo sé, pero ¿ella te comentó algo? —preguntó. Yugi asintió.
—Me lo dijo —confirmó—, no solemos encontrarnos, pero conversamos hace poco —sonrió un poco más animado—. Me alegro de que te estés relacionado con otros miembros del dormitorio.
—Solo los que se dejan —dijo él con cierta obviedad.
—Oh, lo dices por Rin —dedujo el otro—, lamento que he haya hecho sentir incómodo. Déjamelo a mí, yo...
—No, no tienes que hablar con ella —negó el otro—, no soy de tener muchos amigos de todas formas —Yugi iba a protestar, pero Yuto volvió a negar —. No es como si de la noche a la mañana ellos fueran a querernos a todos, ¿verdad?
—Supongo que tienes razón —el de ojos grises solo se alzó suavemente de hombros—. En cualquier caso, ¿qué decías de las galletas?
—He hecho un par anoche, creí que quizá querías probar alguna —volvió a mentir fluidamente. Algo que habías practicado en la mente todo el santo día no iba a salirle mal, ¿verdad?
—Oh, claro —sonrió suavemente—. Me encantaría —dijo él casi sin vacilar. Tomó la bolsa entre sus manos, vaciló entre si debería guardarla para más tarde o para mañana. Levantó sus ojos hacia Yuto y este le miraba directamente. No se iba a mentir, se intimidó levemente. Solo que, en vez de tomarlo como una amenaza, lo tomó como alguna señal de nerviosismo. Después de todo el chico jamás había hecho algo como eso normal que se sintiera nervioso al respecto. De seguro estaba buscando su opinión porque sería menos dura que la de cualquier otra persona. Ante su mirada sonrió, abrió la bolsa y procedió a comerla. Estaba buena, que decía, deliciosa. Quizá muy azucarada para su gusto.
—¿Y? —preguntó después de un rato. Yugi miraba casi atontadamente a Yuto, como si hubiera algo en él que no había notado anteriormente. Era la poción de amor, estaba surtiendo efecto—¿Está bien? ¿Crees que he hecho algo mal?
—Ah —murmuró. Yuto casi quiso saltar de alegría, eso no lo había hecho a propósito, había sido una muletilla. Una muletilla que le mostraba que había algo de nervios en él—, sí, claro —se aclaró la garganta y miró hacia otra parte—. Quiero decir, no, no has hecho nada malo—se había convertido en un manojo de nervios en dos instantes. En la mente del pobre heredero había coherencia, para el resto no. Hace solo unos momentos habían estado hablando tranquilamente. Como si nada. Lo que le sorprendía a Yuto era lo muy sensible que era él. Era demasiado fácil deducir que sentía algo por él. Eso o solo era él que buscaba esas señales en otra persona todo el tiempo —. Quizá —tragó saliva—, ¿quizá un poco menos de azúcar para la próxima?
Yuto asintió suavemente.
—Lo tomaré en cuenta —dijo. Yugi se esforzó en recomponerse lo mejor que pudiera.
—Pero está deliciosa —volvió a afirmarle. Yuto, aún con todo, se esforzó en darle una pequeña sonrisa, forzada, además. Yugi sintió que se derretía por dentro.
—Te dejaré para que hagas tus cosas de heredero, intentaré hacer unas con menos azúcar —dijo él con muchísima calma—. Supongo que nos vemos mañana.
—Claro —tragó saliva. Yuto empezó a irse con sus manos metidas en la chaqueta de cuero—. Nos vemos mañana.
Y lo dejó allí, en medio del pasillo, mientras se desaparecía en el campus hacia su dormitorio. Yugi se quedó mirando en su dirección por un largo rato antes de que su corazón dejara de latir como loco y se volviera hacia el otro lado. Con algunas responsabilidades más por cumplir En medio de su camino, le dio por sonreír sinceramente de la nada. Como si se hubiese acordado de un chiste cualquiera. Con la mente en las nubes, se adentró de nuevo en sus obligaciones.
Y Atem lo notó enseguida.
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Yuya entró exhausto a la habitación. Yuto estaba sentado en la cama mirando a la nada. Sus ojos grises estaban tan fijos en el suelo delante suyo que pareciera que en cualquier instante iba a quebrar alguna baldosa. Ni siquiera se percató de su llegada. El de ojos rojos tragó saliva notoriamente. Algo estaba maquinando el hijo de maléfica. Pero no podía entender el que. Se suponía que ese era el primer día en el que iba a darle a Yugi una de esas galletas con sorpresa. Pero si estaba pensando tan profundamente es que algo había salido mal o al menos, no como él quería.
Temía de él cuando eso pasaba. Temía bastante. Porque iba a mover cielo mar y tierra para hacer que las cosas estuvieran a su parecer.
Se movió con cierto sigilo hacia su cama, solo quería recostarse y dejarse vencer por el sueño. Aunque aún fuera temprano. Pero Yuto abrió sus labios para hablar.
—Algo anda mal —a Yuya se le erizó la espalda al oír eso. Se volvió hacia el de ojos grises y este le estaba mirando. Era menos intenso que anteriormente, así que al menos sabía que no era su culpa—. Aunque usé la menor dosis, Yugi reaccionó demasiado obvio.
—Espera, ¿qué? —Yuya puso su maleta sobre la cama y alzó una ceja—Pero, tu y yo no reaccionamos tanto con esa.
—No, pero aparentemente él sí —suspiró con cierto fastidio—. Si hasta casi se desmaya de los nervios solo cuando estábamos hablando. Se sonrojó incluso.
—Uh, pero eso es bueno. ¿no? —Yuya intentó buscarle el lado bueno. Yuto solo negó suavemente—Al menos estamos seguros de que está enamorado de ti, ¿no?
—Era obvio que iba a enamorarse de mí —casi rodó los ojos—. Estábamos solo él y yo.
—Pero puede ser eso, ¿no? —dijo él tras hacer una pequeña reflexión. Yuto lo miró interrogante—Que estaban solos.
—¿Cómo eso iba a afectarle tanto? —preguntó, desde luego sin entender. Yuya alzó un poco los hombros.
—Bueno, a mí me pasaba con Yugo —casi tuvo un debate mental, pero la verdad es que poco a poco estaba tomando el tema más natural. Como si solo fuera un mal recuerdo—. Solía ponerme mucho más nervioso cuando estaba a solas con él. Quizá tienes que mirar mañana como se comporta con más gente alrededor.
Yuto soltó un bufido.
—Vaya cosa.
—Bueno, es que incluso tu y yo hemos reaccionado de manera distinta cuando estuvimos bajo efectos de la poción —dijo él. Se alzó de hombros y se tiró a la cama—. Quizá todos reaccionamos diferente a ella.
—En la receta no dice nada de eso —Yuto sacó su libro de la manga. Lo abrió y miró las páginas a toda velocidad mirando donde estaba. Cuando la encontró, volvió a leerla, estaba justo como antes, sin cambios, sin nada—. No, nada. Solo dice que amará al primero que vea.
—Bueno —Yuya estaba mirando al techo, bostezó casi de manera silenciosa—, quizá debería añadir eso tú, ¿no? —dio una pequeña pausa—No creo que su madre se moleste si pones más información.
Yuto se quedó un momento mirándole. Miró un poco más su libro, después vio a Yuya. Asintió ligeramente y se levantó para dirigirse a su escritorio.
—Sí —murmuró más para él que para el de ojos rojos—, supongo que puedo hacer eso.
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