Capítulo 1: Comienzo tormentoso
¡Hola!
Espero que les guste esta nueva idea que esta retorcida cabeza mia ha creado, espero que les guste uvu.
Cualquier duda, pueden dejarla en los comentarios.
Love U.
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En memoria de Cameron Boyce...
Llovía.
Eran muchas las gotas de lluvia las que caían en las feas y descuidadas calles de la Isla de los Perdidos. Lejos de ser relajantes, cada una de esas gotas producía un sonido al chocar con el pavimento o el metal de los techos. Eran tan frecuente y arrítmico que ninguno de los presentes estaba del todo tranquilo en esa situación. Yuya que estaba en su baño había maldecido de manera sonora al menos 5 veces en los últimos 15 minutos ante la incapacidad de concentrarse, estaba tinturándose el pelo, como cada mes. La lluvia sin duda arruinaría los colores negro y blanco que su madre le obligaba a ponerse. Por ello era casi seguro que estaría atrapado en casa esperando a que su pelo estuviera bien en conceptos de Cruella de Vil y su cabello estuviera abro para soportar algo de agua cayendo sobre su cabeza.
Yugo era otro caso. Resoplaba ante la pobre señal de televisión que tenían. Intermitente y de sonido molesto, pero a la vez lo único que estaba dispuesto a soportar mientras se acababa la llovizna. La televisión de Villanos no era de buena calidad, había muchos perezosos trabajando allí. Así que los programas eran aburridos y podrían fácilmente ser dejados allí en la tele mientras se cocinaba y no había diferencia alguna. La televisión de Auradoon era mucho mejor, pero la señal era tan mala que aquella lluvia la había estropeado. Así que ahora estaba allí, mirando a la nada, imaginándose cuantas cosas podría robar si tan solo no estuviese ese clima tan deprimente.
El otro que estaba más o menos en la nebulosa y perdiendo el tiempo, era Yuri, quien se las arreglaba para hacer algo de comer para ellos cuatro. Ninguno lo ayudaba, no tanto porque fueran viles y seres maleducados (claro que lo eran), sino porque Yuri solía ser algo más cruel con todos ellos y les decía que eran unos inútiles y petardos para la cocina. Los echaba con tanta agresividad del lugar, que ni siquiera querían acercarse a más de dos metros de la cocina. Hacia pescado pasado en sal, pimienta y algo de salsa de tomate. Había unas papas en el horno apenas funcional, también llenas de sal. Cosas que apenas llegaban a la isla o que eran cosechadas por algunos seres marinos y comercializados. No era mucho. Y siempre tenían que cocinar lo mismo de la misma manera. No había como inventarse algo nuevo. Los cargamentos de Auradoon no llegaban hace un par de meses. Algunos creían que esas ayudas no eran traídas solo porque nadie en su sano juicio se acercaría por barco a una isla llena de villanos. Así que se quedaban con eso, con pescado y poco más. Al menos el hijo de la Reina Malvada sabía lo que hacía y cocinaba a la perfección esa carne.
Y solo uno de ellos cuatro no estaba molesto con el agua, era Yuto. Quizá el que más peso sobre sus hombros tenía. Miraba a la lluvia a través de su ventana opaca, miraba cada calle que pudiera y un poco más allá. Justo en dirección hacia Auradoon. Donde las cosas serían mucho mejores para todos. Donde vivía cada héroe que había tenido una historia mínimamente recordable. Su madre, Maléfica, le decía incontables veces que tenía que apuntar hacia allí. A recuperar la magia perdida hacia tantos años. Le había enseñado algunos hechizos, porque ella siempre pensó que él sería capaz de salir de ese lugar. Tenía muchísima fe en él y todos los días le obligaba a revisar los bordes de toda la isla, en busca de alguna fisura o cualquier cosa que les ayudara.
Nunca encontraba nada. Pero Yuto lo hacía de igual forma. Su madre nunca estaba satisfecha con él, así que siempre tenía que esforzarse un poco más de lo necesario. Ella siempre había querido a una chica por descendiente, pero solo lo tenía a él. Tomó aire y lo soltó.
—Bueno, ¡vengan de una vez! —gritó Yuri desde el comedor. Yugo se levantó de un salto a buscarlo. Tenía hambre. Así como todos los demás. Fue el primero en sentarse en la mesa y agarrar con la mano las papas y el pescado. Yuto llegó poco después, un poco menos emocionado —Comes como un animal —le dijo al hijo de Jafar. Este sonrió.
—Todo menos un mono —dijo cuando tragó su primer bocado.
—O un perro —dijo Yuya al llegar con algo de recelo. Su cabello estaba perfectamente pintado y sus manos lavadas. Se sentó con los demás. Todos comieron casi en silencio.
Solo estaban las eventuales peleas entre Yugo y Yuri mientras los otros dos solo se miraban y rodaban los ojos.
—A veces parecen perros y gatos —soltó Yuto en una de esas. Yuya se puso algo tenso y miró a su compañero con algo de tensión—. Lo malo es que los perros no están, porque todos irán a por ti cuando menos te lo esperes.
Recibió un puño en un costado.
—D-Deja de bromear —le dijo algo temerario. Yuto rio suavemente.
Los padres de todos estaban hablando con quien sabe quién sobre quién sabe qué cosa desde hacía horas. Todos ellos habían querido salir, pero la lluvia había intervenido. Saldrían cuando pudieran. De todas formas, divertirse en las distintas calles de la isla era su actividad preferida.
Podían hacer actos de maldad por doquier. Podían hacer esas calles suyas, ser los amos, ser intocables. Porque, eso era lo divertido de ser villanos. Poder hacer lo que quieras sin limitarte a ser bueno con los demás. Es ponerte a ti mismo antes que a otros.
—Los perros vendrán a conquistar la isla, Yuya —dijo Yuri al escuchar reír a Yuto—. Y vendrán por tu madre y por ti primero.
—¡No! —gritó Yuya. Casi temblaba.
—¡Woof! —exclamó Yugo atacando al chico con el toque agresivo de su mano. Yuya se sobresaltó y se cayó de la silla.
Todos estallaron en carcajadas. Yuya bufó desde el suelo. Después se vengaría. Siempre lo hacía. Solo le faltaba conseguir algo de agua oxigenada.
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El plan era simple. Correr por todos los techos posibles antes de bajarse todos en la misma calle y dispersarse. Allí cada uno haría lo suyo. Se volverían a unir todos cuando se aburrieran o cuando les interrumpieran. Clásica a rutina de siempre. Podrían hacerlo solos, cada uno causar destrozos por su cuenta y correr de los que se molestaban en tener venganza. Pero, estar los cuatros juntos lo hacía aún más divertido. La gente no podía detener a uno porque el otro venía detrás.
They say I'm trouble
They say I'm bad
They say I'm evil
That makes me glad
Confusión era lo que terminaba siempre por salvarles el pellejo. Se habían metido en muchos problemas, todos ellos. Pero nunca había mayores consecuencias. Ellos eran jóvenes, ágiles, sus padres temidos y la magia de nadie funcionaba. Podrían salirse con la suya tantas veces quisieran. Solo que con el tiempo habían aprendido a quienes no molestar y a quieres debían dedicarles algo de tiempo para hacerles alguna travesura.
A dirty no good
Down to the bone
Your worst nightmare
Can't take me home
—¡Muévanse! —dijo Yuri llevando la delantera, seguido apenas por Yugo. Se movía con agilidad sobre los tejados. Asegurándose de pisar fuerte cada teja que se le atravesara. Quizá llevándose el susto de algunos habitantes de esas casas—¡Ustedes son más lentos que los secuaces de Hades!
—¡Eh! —gritó Yugo a su lado—¡Tampoco te pases princesito!
—¡Ustedes dos nunca cambian! —dijo Yuto siguiéndoles el paso. Sonreía y saltaba cada ver que tenía, sin fallos, con la perfección de un gato trepador.
—¡Vamos más lento! —dijo Yuya detrás. Al final de todos ellos. Nunca les había igualado el ritmo, ni una sola vez—¡Ustedes quieren cansarse más rápido!
—¡Oh vamos! —gritó Yuri volviendo a saltar otra de las calles sin perder el ritmo—¡No me digas que ya te constaste! ¡Apenas empezamos!
—¡Eres al lento que los perros le succionaran el alma! —Río Yugo. Yuya se le abrieron los ojos con horror.
So I've got some Mischief
In my blood
Can you blame me?
I never got no love
—¡¿Pueden hacer eso?! —gritó el hijo de Cruella de Vil. Sin embargo, perdió vista en el camino y resbaló. Estuvo a punto de caerse.
—¡Solo si los dejas! —dijo Yuri volteando en una calle. Todos siguieron adelante, Yuri quizá iba a ya a bajar, señal de todos para empezar también a hacer lo mismo.
—¡Ten cuidado! ¡No te vayan a comer vivo! —Yugo también volteó por otra parte y se disolvió entre las calles.
—¡No te dejes agarrar! —dijo Yuto también yéndose—¡No sé a quién más molestaríamos con los perros!
—¡Oh cállate! —Yuya bufó antes de parar un poco su trote, ver a Yuto meterse en un callejón. El por su parte, sonrió. Le gustaba que ellos fueran sus amigos. Le agradaba.
They think I'm callous
A low-life hood
I feel so useless
Misunderstood!
Saltó un par de calles más antes de parar. Estaba cerca del mercado. Allí vivían algunas personas solamente. Yuya sonrió con cierta malicia. Se deslizó hasta el suelo y se movió rápido. Se acercó a alguien que estaba trabajando en una ventana y escurridizo como él solo le quitó la pañoleta roja que tenía en el bolsillo de atrás. La otra persona miró hacia un lado en busca de su ladrón, pero miró primero al lado equivocado, cuando se volvió allí no había nadie. Soltó una maldición mientras Yuya se reía entre dientes en la otra calle.
Mirror, mirror on the wall
Who's the baddest of them all
Welcome to my wicked world
Wicked world
Yuri pasaba por una de las tantas mesas comedero que había en la isla. Donde se reunían un montón de amigos a compartir el poco pescado o carne que tuvieran. El hijo de la reina malvada pensó que quizá sería mucho más divertido si ellos le prestaran atención a algo más hermoso y vivo que un pescado negro. Así sin importarle nada, se subió a la mesa. Empezó a caminar por ella, esperando agarrar atención. Y vaya que la tenía. Varias miradas se posaron sobre él y su decisión al caminar.
Cuando sitió que era suficiente de su parte, saltó de la mesa al suelo y miró hacia atrás. Allí estaban todos los que estaban babeando por él. Solo que no los dejaría tener placer por mucho tiempo. Con su paso, se fue hasta la pared más cercana, la escaló con agilidad y rapidez, se fue de la vista de todos ellos. Dejándoles la palabra en la boca.
Muchas personas en la isla conocían a Yuri de antaño. Sabían quién era e hijo de quien. Algunos lo odiaban, otros lo deseaban, pero él, venía, llamaba la atención y se iba. Todos entendían que no iba a dejarse enamorar de cualquiera, que iba a llamar la atención de todos, pero que por mucho que lo quisieran, él sería inalcanzable. Y ese solo efecto hacía a Yuri regocijarse en placer.
Solo sus amigos sabían que él realmente no estaba interesado en tener pareja y que, si jugaba con las expectativas de los demás, era por puro juego. Ninguno de ellos sabía que Yuri en realidad era bastante delicado en algunas cosas y que, en definitiva, no tenía problemas en darle una lección a quien no le hiciera caso.
Mirror, mirror on the wall
Who's the baddest of them all
Welcome to my wicked world
Wicked world
Yugo sabía montarse en los tejados desde que era un niño. Su padre siempre le había pedido que hiciera algo útil. Robar, asustar, planear robos era lo suyo. No creía que hubiera mejor ladrón que él en la isla. Todo siempre para ayudar a su padre y hacerlo orgulloso. Sonreía cada vez que su padre le felicitaba o ponía alguna de sus cosas en las estanterías de la tienda.
Le hacía feliz serle útil. Buscaba, además una lámpara mágica. Nunca había perdido la esperanza. Su padre le contaba esas historias cuando era niño. Un genio azul que le iba a dar 3 deseos. Sabía que sería lo primero que pediría cuando la encontrara. Sabía cuales iban a ser el segundo y el tercero. Por ello todos los días revisaba y limpiaba cuanta lampara se le apareciera.
Se agarró de la viga con las manos y dejó caer su cuerpo hacia adelante. Cayó por unos instantes antes de recobrar el control, para soltarse de la viga. Aterrizó de pie, limpio, perfecto. Con las rodillas un tanto flexionadas y cerca de la zona de lavado de ropa. Agarró un par de cosas a pasó rápido. Agarrando un par de lámparas de por allí.
I'm rotten to the core
Core
Rotten to the core
I'm rotten to the core
Core
Who could ask for more
I'm nothing like the kid next
Like the kid next door
I'm rotten to the core
Core
I'm rotten to the
I'm rotten to the core
Yuto pasaba entre la gente, no se hacía notar, dado que era casi una habilidad suya ser muy silencioso. Había encontrado un aerosol puesto en un mal lugar y lo tenía en su mano, listo para ser usado.
—¡Oye! —Yuto no se devolvió. Aunque sabía perfectamente que se refería a él—¡Devuelve ese aerosol!
Ni corto ni perezoso, Yuto se subió al tejado con ayuda de algunas cajas. El hombre le persiguió lo que pudo, pero seguir el ritmo era imposible. Cuando el de ojos grises vio que no iba a poder alcanzarlo hasta dentro de un rato, alzó las cejas y se volteó hacia los tejados. Allí la vio. Un tejado perfectamente blanco que no había visto nada. Se acercó a él, abrió la lata de aerosol, la agitó un poco. Marcó la "M" sin vacilar.
Tiró la lata hacia la cabeza de su propietario sin verlo. Se escabulló entre los otros tejados.
Por supuesto que iba a poner la inicial de su madre, la "Y" era demasiado común.
Call me a schemer
Call me a freak
How can you say that
I'm just unique
Yuya se movió agachando entre los lugares del mercado, los puestos de pescado, sal y papas estaban igual que siempre. Se escabulló entre unos puestos y después se subió a otros, caminando rápidamente entre ellos. Burlándose de los que los cuidaban. Se rio en sus caras y siguió avanzando. Lo suyo eran los trayectos cortos.
—¡Hey! —gritó alguien. Alguien que en la cabeza de Yuya no tenía cabida. Sonreía mientras salía del mercado robando una de las manzanas que había por allí. Una que estaba casi podrida. La mordió en la parte buena y después la tiró detrás suyo. Volvió a subirse a un tejado y miró a ver si encontraba los demás.
Se acercó a Yuto cuando lo vio. Los dos iban casi al mismo ritmo.
—¿Quieres ir a los túneles? —preguntó Yuya. El otro le dio una pequeña mirada
—Vamos —le dijo mientras desviaban un poco el paso.
Solo fueron un par de calles antes de empezar a bajar por un callejón. Yuya fue primero y bajó del tejado usando unas cajas. Sin embargo, cuando llegó al suelo, derribó un par de cajas para que Yuto no pudiese bajar de la misma forma. Caminó un par de pasos antes de volverse a ver a Yuto que le hacía una cara de aburrimiento. El de ojos rojos le guiñó un ojo.
—¡Eso te pasa por molestarme con los perros!
What me a trader?
Ain't got your back?
Are we not friends?
What's up with that
So I'm a misfit
So I'm a flirt
I broke your heart
I made you hurt?
Bajaron un poco más por las calles, juntos, al mismo ritmo. Agarraron unos cuantos palos que les servirían de baterías y tocaron en todos los tubos que se pudieron encontrar. Siguiendo una melodía cualquiera. Causaron algunos pequeños sustos en algunos transeúntes que había arriba de las tuberías. Salieron reídos, hicieron caer a unos cuantos niños que caminaban por allí y siguieron su camino. Era divertido estar así. Juntos de esa forma. Haciendo pequeñas travesuras en el pueblo y sintiéndose los reyes del mundo.
Era divertido estar en medio de todos ellos y fingir que no importaba si nunca salían de esa isla. Que no importaba que estuvieran condenados al abandono y al odio perpetuo de los del otro lado. Porque ellos podían encontrar su propia diversión en simples maldades, en tontas cosas como esas. Muy en el fondo, eran conscientes de que nunca podrían atormentar inocentes como sus padres solían hacerlo, de que no importaba lo que hicieran, en esa isla no iban a ser nadie más que la sombra de sus padres. Unos simples chicos reconocidos por las maldades de sus padres en el pasado.
Pero mientras estaban en la calle eso importaba poco o nada.
Se encontraron con Yuri y Yugo después de las alcantarillas. Todos estaban reunidos sin haberlo planeado.
The past is past
Forgive forget
The truth is
You ain't seen nothing yet
Fue más divertido de lo que ellos les gustaría admitir. Encontraron un par de tarros de pintura y se pusieron a echársela a cuanta persona vieran cerca. Huían en cuanto los vaciaban. Robaron a una dulcería por allí. Escondieron un par de cosas de alguien en alguna parte y corrieron mucho en general. Había sido una tarde divertida en general. Se había reído como niños, porque eso era lo que era la diversión.
Sin embargo, cuando estaban pasando por su último callejón, alguien les interrumpió. Alguien que les hizo parar a todos en seco.
—¿Aún cometiendo solo pequeñas maldades querida? —preguntó ella con una sonrisa radiante. Yuto, al saber que se dirigían a él, respondió.
—No solo pequeñas maldades, madre —Maléfica sonrió satisfecha.
Mirror, mirror on the wall
Who's the baddest of them all
Welcome to my wicked world
Wicked world
I'm rotten to the core
Core
Rotten to the core
I'm rotten to the core
Core
Who could ask for more
I'm nothing like the kid next
Like the kid next door
I'm rotten to the core
I'm rotten to the
I'm rotten to the core
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Yuto estaba ligeramente impasible. Caminaba detrás de su madre con expresión de molestia. No solo era les había interrumpido, sino que ahora les decía que debían cambiar de escuela obligatoriamente. A los Estados Unidos de Auradoon. Yuri había resoplado más de una vez. Yuya estaba algo inquieto. Yugo apenas y podía caminar sin magullar cualquier cosa. Pero ninguno se atrevía a levantar la voz detrás de Maléfica. Todos sabían la figura que era, quien representó en el pasado. Era casi la reina del lugar. Todos solían hacerle caso de una forma u otra. Era el respeto que le tenían.
Esa era de las pocas cosas respetuosas que había en esa isla.
—No entiendo porque sus caras largas queridos —dijo ella sin volver a mirar a ninguno de ellos—. Van a salir de aquí, van a poder liberarnos a todos. ¿No es eso lo que siempre han querido?
—Ir a otra escuela —recalcó Yugo—, donde tendré que usar uniforme...
—Pero habrá príncipes y princesas por todos partes...—Yuto se volvió a mirarlo, sin entender del todo su punto—. No veo porque eso sea necesariamente malo —dijo Yuri sonriendo un poco—. Digo, tienen que ser guapos todos, considerando a sus padres.
—Hugh, no me hables de eso —dijo Maléfica—. Todos ellos son despreciables. No olvides quienes te pusieron aquí.
—No quiere decir que destruir todo tiene que ser la única venganza —Yuri se atrevió a contrariarla—. Seria divertido ver otras formas...
—Si, además salir de la isla no tiene por qué ser malo —objetó Yuya. Los otros tres se volvieron a verlo—. Podremos comer algo aparte de pescado...
Yuri le pegó en la espalda.
—No volveré a cocinarte nada, asquerosa sabandija —resopló cruzándose de brazos.
—Tu madre no estaría muy feliz con ese vocabulario tuyo, Yuri —el de ojos fucsias resopló.
—¡Nunca dije que no me gustará tu pescado! —dijo Yuya en su defensa.
—Uh, de esta no te salvas amigo —le dijo Yugo riéndose.
—Silencio —dijo Maléfica volviéndose a todos ellos. Yuto se paró más derecho de lo que estaba. Todos le bajaron un poco la mirada—. Por toda la maldad, enfóquense —miró a Yuya en especial—, esto no es un campamento de verano con sus amiguitos los príncipes. ¡Ustedes son la esperanza de todos nosotros!
Se volvió al camino y continuó. Todos le siguieron callados de nuevo. Aunque ella solo fuera la madre de Yuto, todos le hacían caso.
Al llegar, sus padres estaban en lo suyo. En su propio mundo sin prestarle demasiada atención a quien llegaba. Cada uno iba a su bola.
—¡Reunión, muchachos! —exclamó la madre de Yuto pasando de ellos. Todos la siguieron hasta que ella subió unas escaleras que daban a un escritorio. Se sentó, sacó una lima y empezó a tratarse las uñas, todos se quedaron mirándola.
—¿Qué tenemos que hacer exactamente? —preguntó Yuto después de un rato.
—Ustedes tienen que traerme la varita mágica de la Hada Madrina —dijo sin dirigirles la mirada—. Con esa varita y mi cetro, podríamos dominar a todo el reino de Auradoon con solo pensarlo.
—Pero ¿tendríamos que romper la barrera mágica desde allá? —preguntó Yugo levantando la cabeza. Yuri le pegó un codazo.
—Ajá, de lo contrario me traerían una varita inútil. Aquí no entra la magia cabeza de chorlito. Incluso para las cosas de Auradoon —respondió ella—. Mi cetro ha estado tanto tiempo en reposo que no se cuánto se tardará en activarse de nuevo. ¡20 años encerrada en esta prisión mágica debe tener repercusiones! —exclamó. A Yuya le pasó un escalofrío.
—¿Y qué ganaríamos? —pregunta Yuri con los brazos cruzados.
—Varias coronas, doblones por doquier, podríamos torturar a los que nos hicieron esto uno por uno... será divertido —dijo ella mirándolos ahora sí.
—Se refiere nosotros —completó Yuto en un tono paciente. Maléfica se levantó y le hizo una seña de acercarse a su hijo.
—¿No quisieras ser malvado, querido? —preguntó ella sonriéndole—¿No quieres averiguar qué aquello de lo que nos temen? ¿No quieres que ellos también te teman algún día?
—Sí —respondió él sin vacilación.
—Entonces tráeme esa varita mágica —le dijo sonriendo—, con la ella seré capaz de controlar más fuerzas del bien y del mal a voluntad —un brillo verdoso se vio en los ojos de Maléfica, mismo brillo que había en los ojos de Yuto en ese momento. La poca magia que aún quedaba en el interior de Maléfica o que pasaba la barrera era apenas útil. Pero la madre de Yuto sabía cómo aprovecharla para intimidarlo y darle lecciones—. O estarás castigado el resto de tu vida.
—Sí, madre —dijo él sin oponer resistencia. Sabía muy bien que era importante y que no podía fallar. Hacia años había aprendido que debía hacer lo que su madre le decía. Era como esa vieja bruja que se encontraba cada tanto en las calles, cantaba una canción entre dientes. Siempre decía algo así como "Sabía es mamá". Él nunca se había acercado a preguntarle por cuál era su historia, pero algunos le habían dicho que todo lo que le pasó hubiera sido evitar de no ser porque su hija la hubiera escuchado. No quería eso para su propia madre, ¿verdad?
—Muy bien, mañana a primera hora los recogen, vayan a arreglarse todos, ¿quieren? —los animó ella moviéndolos un poco.
—Eh, ni tan rápido—dijo Jafar—Yugo, ven aquí —el chico se le acercó sin dilación—. ¿Qué trajiste para mí?
Yugo sonrió con algo de sorna. Sacó de todos los escondites posibles las cosas que había robado durante su tiempo afuera. Latas, cucharas, utensilios de cocina y otras más. Su padre las miró fascinadas a todas. Sobre todo, una lámpara, a la cual agarro con anclas y empezó a frotarla con desesperación.
—No sirve papá —dijo Yugo decaído. Maléfica rodó los ojos —. Ya lo intenté.
Hubo un quejido de parte de Jafar.
—Yuya, ven aquí —le dijo Cruella a su hijo. Este se acercó rápidamente—. Debería entrenarte un poco antes de que vayas a Auradoon.
—¿Por qué lo dices mamá?
Cruella abrió un poco los ojos.
—Pues porque tienen perros en Auradoon —dijo. A Yuya se le bajó el alma a los pies de solo pensar en ello. Empezó a negar repetidamente.
—¡No quiero ir a Auradoon! —declaró. Si madre sonrió.
—Eso es bueno, porque te iba a extrañar.
—¿En serio? —los ojos de Yuya se le iluminaron.
—Pues claro, ¿quién más va a lavar la ropa, despeluzarme las medias y limpiar mis botas? —subió una pierna hasta la mano de su hijo. Yuya tragó saliva, absteniéndose de hacer cualquier comentario.
—Yuri —dijo la reina malvada también. El chico se sentó en frente de ella y ella comenzó de inmediato a verle la cara a detalle—. Mi lindo hijo, veo que te has lavado bien la cara hoy.
—Sí mamá —dijo dejándose tocar el rostro—, justo como dijiste.
—Bien, está mucho mejor que ayer —le soltó la cara—. Recuerdas como maquillarte, ¿no? No me hagas esa cara. En Auradoon hay maquillaje para tu piel —Yuri se sintió mejor. El solo recuerdo de su cara siendo víctima de maquillaje barato y polvos era insoportable—. Y por favor consíguete a alguien de la realeza. Que tenga un gran castillo un ala para suegras —Yuri sonrió con gracia.
—Y muchos, muchos espejos —dijeron a la vez. Yuri se quedó sonriendo.
—No sonrías, arrugas —le dijo de inmediato. Yuri se obligó a volver a una expresión neutra—. Mucho mejor —entonces, ella reparó en un pequeño detalle—. Hoy toca depilación de cejas. Están espantosas. No vas a ninguna parte si no corregimos esas cejas.
—¿Qué pasa con todos ustedes? —preguntó Maléfica entonces. Yuto la miraba atento, esperando aprender algo con solo mirarla—Tienen menos emoción que una sabandija encontrando comida. ¡Esta es nuestra oportunidad! ¡Hemos esperado por más de 20 años nuestro gran momento y al fin lo vamos a conseguir! ¡Vamos a tener venganza por todas y cada una de las cosas que nos han hecho! ¡Venganza de Blanca tonta y sus 7 pestes!
—Oh si —dijo la reina en una emoción mientras aún planeaba como arreglar las cejas de su hijo.
—¡Venganza del farsante de Aladin y su genio Azul! —dijo dirigiéndose a Jafar. Este solo asintió y Maléfica se dirigió con todo y dedo hacia Cruella—¡Venganza de todos y cada uno de los cachorros que se escapó de tus manos!
—Oh —objetó la madre de Yuya—, ¡pero ellos no salvaron al bebé! —puso su mano en el dálmata de peluche que portaba con orgullo cerca de su hombro—No salvaron al bebé —reía mientras lo apretaba y de él salían sonidos de patitos de hule.
—¡Es nuestro momento! —gritó la más malvada de todos—¡Yo me vengaré de La Bella durmiente y de su príncipe inalcanzable! ¡Todo el mundo estará a mi merced!
—Nuestra Merced —dijo La Reina Malvada con cara de aburrimiento. Maléfica se volvió a ella y la señaló.
—Eso —dijo apenas—, nuestra Merced —chasqueó sus dedos para volver a la atención de Yuto a sí, aunque no fuese necesario—. Y para todos, ustedes serán los salvadores, los que nos permitieron vivir de nuevo. No fallen.
—Sí, madre —Yuto asintió. Complacer a su madre es algo que le haría feliz. Siempre lo ha pensado. Si lo hiciera, si consiguiera esa varita y la liberara, quizá sería mejor para todos ellos. Serían lo que siempre han sido. Villanos. Podrían hacer sufrir a todos, podrían disfrutar bebiéndose la sangre de aquellos rebeldes que se les interpusieran.
Sonaba perfecto.
—Bien, bien —Maléfica sonrió. Se acercó hacia donde estaban la Reina y Yuri—, no olvides lo de tu espejo mágico.
—Oh si —dijo la aludida—mi espejo, —dentro de una de las cuencas que tenían por centro de mesa, allí donde ponían todas esas cosas pequeñas que no sabían dónde más poner, estaba un espejo. Era ovalado, tenía un marco de aparente oro y tenía al menos dos rupturas. Se veía y sentía como un espejo normal, al menos Yuri así lo sintió—, este es mi espejo mágico, el que tanto me ayudó no el pasado. Ahora no es lo que solía ser, pero aún sirve. Como nosotros —se rio con Maléfica—. Te ayudará a encontrar cosas.
—¿Cómo a mi príncipe azul? —preguntó con cierta sorna.
—Cómo mis caderas —Maléfica rodó los ojos ante el comentario de la Reina.
—Cómo la varita, Hello? —dijo como si fuera obvio—Eso es lo verdaderamente importante. Ahora, Yuto, ven aquí, hora de darte mi libro de Hechizos.
—Está detrás tuyo —dijo la Reina. Yuri se volvió a verlo, apenas un par de segundos antes que Maléfica.
—Oh, que bien cariño. ¡Ven conmigo! —dijo sin asustarse en lo más mínimo. Solía hacer eso al ser más pequeño, así que no era muy sorprendente—¡Reina! ¿Cómo se abre este artefacto? —La aludida hizo el amague de levantarse, pero Yuto ya le había abierto la puerta del refrigerador a su madre—Oh, perfecto —metió las manos en el congelador con ansias sacó de él un libro, el cual empezó a rebotar en sus brazos rápidamente, como si quemara. Maléfica se quejó un poco, pero logró sostener el libro entre sus manos y mostrárselo a su hijo—. Empecé a manipular la magia con este libro. En aquellos días donde aún no podría matar a una rata. Puede que te ayude hasta que encuentres un objeto que te ayude con tu magia. Para mí fue un basculo, para ti puede ser un anillo o cualquier otra cosa. Pero antes —dio unos golpecitos al libro—, debes usarlo con tus manitas.
—Sí, madre —tomó el libro con cuidado. Su madre le sonrió.
—Y ten cuidado. En Auradoon está prohibida la magia hasta donde tengo entendido —le dijo—. Pueden arrebatártelo si lo ven —puso un tono de advertencia—. No puedes permitirlo en ninguna circunstancia, ¿quedó claro?
—Sí, madre —dijo asintiendo.
—Ahora, ¿qué esperan todos? —preguntó mirando al resto de Descendientes—¡Tienen un equipaje que hacer! ¡Muévase!
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Tal y como Maléfica dijo, el carro que iba a llevarlos a Auradoon estaba allí a primera hora de la mañana. A todos los despertó la bocina del carro. Y la mañana se volvió un caos, ya que la mujer más malvada de todas empezó a tirarles maldiciones y amenazas. Eso de cierta manera los apuro. Sobre todo, a Yuri que necesitaba un momento en el espejo para limpiarse la cara. El resto, se apresuró a alistarse y bajar sus equipajes. El conductor solo les abrió el baúl, sin saludarlos, sin mirarlos. Todos ellos pusieron su equipaje en el baúl, unos antes que otros, unos más apresurados que otros. Yuto, antes de entrar del todo en aquel vehículo, miró por última vez al balcón, en busca de su madre. Allí estaba. Mirándole con una gran sonrisa.
Lo que hizo que el corazón de Yuto diera un vuelco fue el gesto. Su madre puso dos dedos en frente de sus propios ojos y después en los de él. Ella estaría pendiente. Ella esperaba. Cosas de él. Ella no quería ser decepcionada. Y él no dejaría que eso pasara. Entró con todos los demás y cerró la puerta.
El auto arrancó entonces, bajo la atenta mirada de varios otros habitantes de la isla. Cruella, la Reina Malvada y Jafar estaban mirando con atención a la limosina en la que se iban. De no ser por Maléfica, bien podría olvidarse cada uno de sus hijos de ese viaje. Así que callaban, y solo trataban de seguir con la marea.
—¡Tráeme una lámpara!
—¡Tráeme un príncipe!
—¡Tráeme un abrigo de piel!
Los chicos dentro del auto se removieron un poco incómodos.
Pero nadie comentó nada. Pasadas un par de calles, Yuto sacó su libro de su chaqueta y se puso a leerlo. Yuri en cambio les hizo saber a todos que pasaría si le hacían algo mientras dormía y, efectivamente, se durmió. Yugo y Yuya, al descubrir los dulces que les habían regalado de cortesía, se lanzaron a su ataque sin piedad. No hubo mucho más contacto entre ellos.
Al llegar el momento de pasar la barrera mágica, Yuto miró al conductor de reojo, descubrió el botón dorado que presionó mientras todos seguían a su bola. Muy muy a su bola. El hombre ni siquiera se había molestado en mirarle de ninguna manera. Pero ellos tampoco necesitaban de él. Solo necesitaban concentrarse en los dulces que les daban, porque los placeres no debían esperar.
El brazo de Yugo fue cruelmente arrastrado hacia el lado de Yuto. Antes de cualquier réplica, el de ojos grises lo miró fulminante, diciéndole que se callara. Yugo se contuvo, ser altanero con Yuto era perder, al igual que con Yuri. Prefirió ver que quería, luego volvería con sus dulces. Si es que Yuya no se los atragantaba todos.
—¿Vez ese control dorado que tiene cerca a esa palanca? —preguntó a susurros el hijo de Maléfica. El hijo de Jafar buscó con la mirada hasta que lo vio, era dorado como el maldito puente por el que estaban atravesando, obvio—Róbalo, cuando puedas.
—¿A ti quien te puso a cargo? —preguntó Yugo. Imponerle órdenes ya era demasiado para él.
—¿No eres capaz? —preguntó Yuto alzando una ceja, soltándole el brazo a Yugo. Este lo miró mal y se volvió a sentar. Se cruzó de brazos y casi que bufó. No se dieron cuenta ninguno de los dos, pero Yuya estaba mirando hacia la ventana con la boca abierta. Boca que, por supuesto, estaba llena de chocolate y tinta de dulce.
—¡¿Estamos volando?! —exclamó fuerte, sorprendido. Como si hubiera visto a un perro como se los imaginaba por la ventana. Yuri se despertó de sobre salto y miró a Yuya de inmediato.
—¿Qué mierda te dije de no despertarme? —le espetó. Yuya se quedó mudo y toda su sangre se bajó a sus los pies. Cuando fue a mirar a Yuri se volvió muy lento. Yugo se alejó lentamente del lado del hijo de Cruella de Vil—Tu no aprendes nada, ¿verdad?
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Imagen de arriba, como podrán comprobar, no relacionada :'v
¡Nos vemos en la siguiente parte!
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