Capítulo 46.¿ Quieres ser mi mujer?
Cuando salieron del Luxury,fueron directas al coche de Adriana. Una vez dentro, la cirujana lo puso en marcha. Gabriela posó su mano en el muslo de la castaña y lo acarició de arriba abajo, y ésta sintió una descarga que la hizo apretar más fuerte el acelerador.
-Vaya Adriana, cariño…¿Podemos llegar sanas y salvas a tu casa si te toco el muslo y te meto mano?
-Joder, Gabi ¿en serio?¿No puedes esperar a que lleguemos a casa?- le dijo la cirujana riéndose.
Gabriela giró el cuerpo hacia la cirujana y pasó su lengua por sus labios humedeciéndolos. Quería que Adriana tuviera un orgasmo mientras conducía, ya en casa tendría más de uno, pero ahora estaba tan excitada que no tenía ninguna intención de dejar de tocarla.
Siguió acariciándole y apretándole el muslo y Adriana, con esas caricias y esos apretones, se percató de las intenciones de Gabriela. Suspiró e intentó relajarse mientras conducía. Menos mal que era de noche y apenas había coches transitando por las calles.
La mano de Gabriela comenzó a ascender por el interior del muslo de Adriana. Ésta comenzó a gemir cuando notó la mano de la morena acercarse cada vez más a sus partes íntimas. Finalmente no le quedó otra que abrir un poco las piernas.
Gabriela le subió un poco el vestido y acercó cada vez más sus dedos al clítoris de la cirujana hasta que finalmente acarició con las yemas de sus dedos las bragas empapadas de Adriana.
-¡Coño Adriana! Me encanta lo húmeda que estás siempre. Me vuelves loca, cariño.- Gabriela aprovechó a que justo el semáforo se puso en rojo para pedirle a Adriana que se bajara las bragas. Y ésta en menos de dos segundos se las bajó.
-Ummmmmm...Adriana, me encantaría meter ahora mismo mi lengua en tu vagina…
-Joder...Gabi, sino quieres que tengamos un accidente eso no lo hagas, por favor- Le dijo la cirujana entre gemido y gemido. Así que al final decidió acariciarle el clítoris con dos de sus dedos.
-Joder, Dios...Gabi...No puedo….conducir mientras me tocas…
-Claro que puedes… si eres capaz de operar con la tensión que tenéis encima los cirujanos, tienes que ser capaz de conducir mientras te tocan- le dijo al oído Gabriela con una voz completamente ronca por el deseo y la excitación que tenía encima.
-Es que no me está tocando alguien cualquiera...Es que me estás tocando tú...Joder…
Justo en ese momento se paró un coche de policía al lado del coche de Adriana aprovechando que el semáforo seguía en rojo para ellas. Le hizo bajar a la cirujana la ventanilla del coche y le preguntó si todo estaba bien. Adriana le contestó como pudo que sí, que todo estaba muy bien, mejor que bien de hecho, y todo ésto con los dedos de Gabriela introduciéndose en su vagina. La cabrona de Gabriela la quería hacer sufrir teniendo a esos dos policías hablando con ella. Y para colmo uno de ellos era una mujer. Ésta parecía que se percató de algo porque enseguida le dijo a su compañero de marcharse de ahí. Se despidieron de las dos mujeres y se fueron cuando el semáforo se puso en verde.
-Gabi... Tú quieres acabar conmigo,¿No?.
-Todavía no, amor- Gabriela sacó los dedos del interior de Adriana y se los llevó a su boca. Adriana estaba extasiada. No iba a aguantar más e iba a tener un orgasmo típico de los que tenía con Gabriela, impresionante.- Estás mojadísima y quiero secarte la vagina.
-Joder con lo excitada que me tienes es imposible que me seque…
-Lo sé. Pero vas a tener el orgasmo con mis dedos follándote la vagina.
Adriana ya no aguantó más. Aparcó el coche en el primer hueco que encontró y como pudo apagó el motor.
Gabriela entendió que Adriana se iba a correr en breves, que la pobre no aguantaba más. Así que le introdujo tres dedos directamente y comenzó a meterlos y sacarlos, primero lentamente para luego hacerlo con cierta velocidad. Y mientras, decidió lamerle los labios como sólo ella sabía hacerlo.
Adriana abrió las piernas todo lo que pudo mientras Gabriela la penetraba con unas ganas que la estaban matando.
Finalmente Adriana se corrió mientras su clítoris palpitaba, pero ya no con gemidos, sino con gritos.
-Joder Gabriela...Me habrán oído hasta los policías de antes y habré despertado a los vecinos de por aquí. ¿Qué narices me has hecho?¡tú quieres acabar conmigo!
-Adriana, me vuelves loca. Lo siento. Quiero hacerte de todo, necesito sentir tu cuerpo de todas las formas posibles.
-Y yo el tuyo, amor. Ahora cuando lleguemos a casa vamos directas a la cama, y te voy a hacer pagar lo que me has hecho pasar en el coche con esos policías.
-Yo encantada. Lo pagaré como tú me digas…
Adriana se subió las bragas, se bajó el vestido y puso de nuevo el coche en marcha. Gabriela pasó su otra mano por el cabello de Adriana y comenzó a masajearlo, sin dejar de mirar a la cirujana ni un segundo hasta que llegaron a casa de ésta.
-Adriana…
-Dime, amor…
-Te quiero con toda mi alma...
-Yo también te quiero y te amo con toda mi alma…
-Adriana…
-Dime, Gabi…
-Eres la mujer de mi vida…
-Tú también lo eres de la mía, ya lo sabes…
Y se dirigieron las dos en silencio al ático de Adriana. En ese momento ya sobraban las palabras, y el silencio que había en ese coche lo decía todo.
Al día siguiente se despertaron las dos con el cuerpo dolorido. Habían estado casi toda la noche follando y haciendo el amor. Desde luego esos dos cuerpos estaban hechos el uno para el otro. Se acoplaban uno al otro a la perfección. Ambos buscaban y necesitaban lo mismo del otro. Cuando se fusionaban se hacían un solo cuerpo. Eso sí, aún dormidas esos dos cuerpos necesitaban estar pegados uno al otro. Así que cuando despertaron, estaba Gabriela con una de su piernas encima del cuerpo de Adriana, y ésta tenía una de sus manos en el muslo de la morena. Mientras Gabriela tenía una de sus manos en un pecho de la cirujana.
-Gabi, qué maravilla despertar así. ¡A ésto lo llamo yo vida!.
-¿Ah, sí?¿tenerme encima tuyo es vida para ti?
-Si cariño. Tú me das toda la vida que necesito. No saldría de la cama en todo el día, siempre y cuando tú te quedes a mi lado.
-Pues hoy no tenemos que trabajar ninguna de las dos. Ahí lo dejo… Adriana, por cierto, quiero preguntarte algo. Nunca hemos hablado del tema, pero, ¿A ti te gustan los niños?
Adriana no sabía qué contestarle. No sabía si a Gabriela le gustaban. A ella le encantaban pero sabía que a su edad se complicaba el poder ser madre. Pero quería ser sincera con ella y estaba dispuesta a tener hijos si Gabriela quería, o a renunciar a ellos si la castaña no quería ser madre. Por Gabriela haría lo que fuera necesario.
-Pues te voy a ser sincera, Gabi. A mi sí me gustan los niños. Pero ya tengo una edad complicada para ser madre. Y además, ya había perdido la ilusión de serlo. No quería tener un hijo con cualquiera. Traer un hijo al mundo es un tema serio. Y no puedes tener hijos con el primer hombre que te pide ser padre contigo. ¿Y a ti te gustan, Gabi?
-A mí... Sí, Adriana. A mí sí me gustaría ser madre…
Adriana se emocionó de sólo pensar en Gabriela embarazada. Sería la mujer embarazada más guapa y sexy que ella hubiera conocido en su vida. Joder, ya se estaba imaginando casada con Gabriela y con varios niños correteando por la casa. Sus padres y Carla se volverían locos si Adriana tenía algún hijo. No pudo remediarlo y se echó a llorar.
-Adriana por favor, no llores. No volveré a tocar más el tema. No quiero verte llorar- Le dijo Gabriela besándola en los ojos y secándole las lágrimas que le caían por las mejillas.
-Gabi, me vas a hacer la mujer más feliz del mundo sí somos madres juntas. Y por supuesto que me encantaría que fueras tú la que te quedaras embarazada. Me muero por verte embarazada, amor. Vas a ser la embarazada más guapa del mundo. No veo el momento de tener hijos contigo. Además seguro que el niño sale igual de precioso que su madre.
Ahora fue Gabriela la que se echó a llorar. Desde luego que la vida la había tratado mal con la muerte temprana de sus padres. Pero ahora podía reconocer que era una mujer totalmente feliz y dichosa al lado del amor de su vida. Y para colmo quería tener hijos con ella. No podía pedirle nada más a la vida y se iba a dedicar a ser feliz día tras día con esa mujer tan maravillosa que la vida le había puesto en su camino.
Se abrazaron las dos y volvieron a hacer el amor hasta que se cansaron y se quedaron dormidas. Esa noche apenas habían pegado ojo con tanta actividad sexual.
Cuando por fin Adriana cumplía treinta y ocho años, como sabía que le iban a dar una sorpresa en la planta de trauma, quiso aprovechar que se iban a reunir casi todo el personal de la planta, con Gabriela incluida, para hacerle una petición a ésta que esperaba que aceptara. Adriana avisó a Carla para que acudiera también a la planta. Y no faltarían Laura, Rosa, Alba, Martina ni los doctores Díez. Ese día iba a marcar un antes y un después en su relación. A Adriana no se le volvería a escapar Gabriela. Nunca más.
Adriana justo terminó una cirugía programada y se dirigió al vestuario donde se cambiaba para coger un precioso ramo de rosas que tenía preparado para Gabriela, y se fue directamente a trauma. No le había dado tiempo ni de ponerse la ropa de calle. Se moría de ganas por hacer lo que iba a hacer. Por fin iba a sacar el valor para poner a Gabriela en el sitio que le correspondía.
Nada más llegar a la planta, todos se pusieron a aplaudir y a cantarle el cumpleaños feliz. Ella, mientras, se moría de vergüenza por ser el centro de atención. Buscó a Gabriela y cuando la encontró se dirigió a ella para abrazarla y besarla. Y cómo no, para darle el ramo de rosas.
-Gracias a todos por estar aquí compartiendo este momento conmigo. Pero no quiero centrar la atención ahora mismo en mí, sino en esta mujer que tengo al lado mío- todos callaron esperando con ansias lo que Adriana tenía que decirle a Gabriela. A Gabriela le iba a dar algo y juró que una vez que estuvieran a solas la mataría. -Quiero que todos sepáis que estoy profundamente enamorada de Gabriela. Estuve a punto de perderla por mi cobardía y mis miedos y ahora que la tengo de nuevo a mi lado, no quiero perderla por nada en el mundo, esta mujer me quita el sueño y es la mujer de mi vida. Se ha convertido en la historia que siempre voy a querer contar. Estoy muy orgullosa de ella y de lo que tenemos juntas. Así que me gustaría delante de todos vosotros pedirle algo -Se arrodilló mientras sacaba una cajita del bolsillo de su pijama. Cogió la mano de Gabriela y le preguntó abriendo la cajita y sacando una sortija preciosa para ponérsela en el dedo- Gabriela García, ¿Quieres ser mi pareja y mi futura esposa, la madre de mis hijos y pasar el resto de tus días a mí lado?
Gabriela no sabía si reír, llorar, correr, saltar o qué hacer. Estaba eufórica. Estaba que no cabía en sí. La mujer de sus sueños le había pedido que fueran pareja y que se casara con ella más adelante, delante de todos sus compañeros, amigas y futuros suegros. ¿Se había vuelto loca? ¿Tanto había cambiado Adriana por ella?¿Tanto la amaba? Por fin sus sueños se hacían realidad. Ya no sería necesario soñar despierta.
Ahora deberían hacer frente a un sinfín de descargas eléctricas cada vez que sus cuerpos simplemente se rozaran. Pero eso daba igual. Ya se reanimarían la una a la otra.
-¡Si quiero, mi amor!. ¡Contigo lo quiero todo! Y se dieron el mejor beso de sus vidas.
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Nota:
Deciros que ya sólo queda el epílogo, el cual no os podéis perder.
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