Capítulo 42. Amor...Y dolor en la cabaña.
Desayunaron todas juntas mientras planeaban la ruta que iban a realizar en la excursión que tenían pensada hacer. Iban a dedicar toda la mañana a hacer senderismo por las montañas. La temperatura allá afuera era perfecta para ellas. Mientras por la noche la temperatura llegó a cinco grados, ahora por el día subiría a unos veinticinco. Se pusieron todas unos pantalones cortos, con camisetas de tirantes y unas botas de montaña. Todas se rieron porque por lo visto habían elegido el mismo atuendo para hacer senderismo.
Cogieron sus mochilas, protector solar, unas gorras para sus cabezas, unos bañadores, alguna toalla, bebida, algo de comer, y salieron para la montaña.
Anduvieron unas tres horas hasta que llegaron a un precioso paraje. El lago que había ante sus ojos era muy bonito. Estaban todas cansadas menos Gabriela. Se notaba que era la única que hacía deporte con asiduidad.
Gabriela se despojó de su ropa y se fue directamente al lago. Llevaba un precioso bikini blanco que le resaltaba su bonita y morena figura. Todas se quedaron embobadas mirándola, pero a Adriana le faltaba hasta el aire. Le haría a Gabriela de todo si pudiera.
-¡Joder! Gabriela, nos quitas las ganas a las demás de ponernos en bañador- Le dijo Alba seductoramente- no se puede ser una diosa y las demás unas simples mortales. Das asco, que lo sepas. Haznos un favor a todas y vuelve a vestirte o márchate por dónde has venido.
-Ya será para menos. Ven aquí anda.- Gabriela la agarró de la mano, la abrazó por la cintura, y la empujó para caer juntas al lago.
Todas se quitaron las ropas y copiaron a Gabriela y a Alba, menos Adriana, que prefirió esperar a bañarse. El agua estaba un poco fresca pero como no iban a estar paradas, pronto entrarían en calor. Mientras Adriana estaba deleitándose con la espectacular visión que tenía de la morena. Alba había dado en el clavo cuando describió a Gabriela como una diosa.
Estuvieron jugando un rato en el agua. Gabriela se estaba pensando si ir a buscar a Adriana para tirarla al agua con ella pero le daba miedo que la rechazara. Finalmente salió del agua y se dirigió a ella. Gabriela pilló a la cirujana mirándola de arriba a abajo y juraría que esa mirada estaba cargada de deseo. Así que se animó y la agarró de la mano sorpresivamente. A Adriana tal agarre la dejó más nerviosa de lo que ya estaba.
-Adriana, ven conmigo.
-¿Vas a hacerme cómo hiciste con Alba?
-Si me dejas... Sí. Ven a bañarte con todas.
-No me apetece, Gabriela.
-Poco me importa que te apetezca. Si no vienes por las buenas vendrás por las malas.
-¿Ah, sí? Me gustaría verte en las malas...
-Muy bien. Tú lo has querido.- Tiró del brazo de Adriana y acabo empujándola al agua, cayendo las dos, una encima de la otra.
Se sumergieron las dos y Gabriela sabía lo que le esperaba, así que una vez que consiguió sacar la cabeza del agua, se alejó de Adriana lo más rápido que pudo. Ésta se echó a nadar para coger a Gabriela. Quería hacerle una buena aguadilla. Consiguió cogerla del pie. Tiró de ella y la acercó a su cuerpo, la intentó coger por detrás aunque Gabriela se resistió, y cuando ya la tenía cogida, le intentó hacer una aguadilla. Gabriela se dio la vuelta y sin saber cómo, acabaron abrazadas, cuerpo con cuerpo, mientras Gabriela recorrió con sus piernas la cintura de Adriana y con sus brazos el cuello de la castaña. Ésta sintió sus partes íntimas agitadas. A los segundos se dieron cuenta de lo juntas que estaban las dos y se separaron bruscamente. No querían que las demás pensaran algo que no era. Pero para las dos, lo que había pasado en el agua las había dejado acaloradas, traspuestas y pensativas.
Después de una hora chapoteando, nadando y jugando unas con otras, decidieron que era hora de almorzar algo y luego volver para la cabaña porque aún tenían unas tres horas de vuelta, y tendrían que aguantar las bajas temperaturas.
Llegaron muy cansadas a la cabaña. Pero se lo habían pasado en grande. Hacía mucho tiempo que no se lo pasaban tan bien. Al final echaron todo el día en la excursión.
-Chicas, ¿Nos duchamos y preparamos la cena?- preguntó Laura.
-Buena idea, yo tengo un hambre...-Contestó Gabriela.
-Por cierto,¿dónde me toca a mí dormir?- Preguntó Adriana. Como había llegado el mismo sábado, era la única que no tenía aún cama adjudicada.
Gabriela se tensó. La única cama libre que quedaba estaba en su habitación. Tenía miedo de que Adriana no quisiera dormir con ella, y también le daba miedo dormir con Adriana. Intentó no pensar más en el asunto y decidió dejarse llevar.
-Hermanita...Te toca dormir con Gabriela. Si hubieras llegado ayer, como todas, hubieras podido elegir. Pero sabes, ninguna de nosotras queremos dormir con la asquerosa de Gabriela. No queremos verla en ropa interior por la habitación porque nos hace sentir mal a todas- dijo en plan broma y riéndose a carcajadas- Así que te toca a ti.
¡Carajos!¿Acaso lo habían hecho a drede?¿Tenía que dormir justo con Gabriela? Y lo que había pasado en el lago, la había dejado muy trastocada. De haber estado ellas solas en el lago, la hubiera besado como si no hubiera un mañana, hubiera apretado su cuerpo con el de ella, para sentirla completamente, bien juntas, unidas, y le hubiera hecho el amor muy lentamente, saboreando cada parte del cuerpo de la morena...
-¡Adriana!baja a la tierra! ¿Me estás escuchando?- le preguntó Carla.
-¿Qué?si, pesada, dormiré donde me digáis.
Gabriela respiró tranquila. Adriana dormiría con ella sin ninguna objeción.
Adriana aprovechó a que Gabriela estaba sola en la cocina para preguntarle si le importaba que durmieran juntas. No quería incomodarla ni traerle problemas con Daniela.
-No, tranquila, no me importa compartir habitación contigo. Por cierto, ¿Quieres ducharte tú primero?
-Vale. Me ducharé primero. Tardaré poco.
-Perfecto.
Adriana salió de la cocina con el corazón desbocado. Se dirigió directamente a su habitación para ducharse. Necesitaba una ducha de agua fría. Mientras se duchaba, le vino a la cabeza cuando tuvo en sus brazos a Gabriela en el agua.¡Qué sensación más placentera! Y de repente su entrepierna se humedeció. Sentir su cuerpazo perfectamente esculpido contra el suyo, piel con piel, sus piernas entrelazadas a su cintura, sus pechos contra los de ella, los labios de Gabriela cerca de los suyos... Y de repente tuvo la necesidad imperiosa de tocarse.
Al salir del baño, estaba esperando Gabriela para entrar y ducharse ella. Cuando Adriana la vio, Gabriela aún seguía con el bikini puesto, sintió que de nuevo tenía la entrepierna húmeda. Era tenerla cerca y su entrepierna trabajaba sola y de forma automática.
-¿Has acabado con el baño, Adriana?- le preguntó Gabriela con la voz ronca.
-Si, todo tuyo, Gabriela.
Entró Gabriela a ducharse. Se quitó el bikini, y se metió en la ducha. Estaba pensando en que le encantaría ducharse con Adriana, mientras se enjabonaban una a la otra, cuando al momento se dio cuenta que no había traído la toalla. ¡Joder! No iba a salir desnuda a la habitación, así que llamó a Adriana para que le trajera una toalla.
Adriana accedió a traérsela, no sin antes pensar en cómo iba a entrar en ese baño con Gabriela duchándose. Intentó no mirar, pero le fue imposible no fijarse en la mampara llena de vaho producido por el contraste del agua caliente y la temperatura del baño. Adriana se quedó estática. Toda la silueta de la morena enjabonándose por todo el cuerpo quedó guardada en su retina.
Gabriela se dio cuenta que Adriana había entrado a dejar la toalla. Pero aún no se había ido. Observó que Adriana estaba mirando para la ducha, hacia donde estaba ella, así que ni corta ni perezosa, llevó sus manos a sus pechos y se dispuso a enjabonarse mientras se entretuvo masajeándolos, imaginándose que eran las manos de la cirujana las que los masajeaban. Estaba excitadísima y muy cachonda.
Adriana seguía ahí. No podía quitar los ojos de la silueta de Gabriela.
Gabriela bajó una mano por su terso abdomen, para luego descender a sus partes íntimas. Empezó a acariciarse el clítoris, y no pudo reprimir unos sutiles gemidos.
-¿Te gusta lo que estás viendo, Adriana? Ahora me estoy imaginando que son tus manos y no las mías las que están acariciando mis pechos poniendo mis pezones erectos, para luego descender por mi cuerpo una de tus manos para acariciar mi clítoris y acabar introduciendo dos o tres de tus dedos en mi vagina- Le dijo Gabriela extasiada. Adriana no pudo ni contestar.
¡Joder!¡Gabriela se estaba masturbando!¡Con ella ahí delante!¡Joder! Quería entrar en esa ducha y follarse a esa diosa. Con esa imagen, con todo lo que había soltado por su boca y con esos tórridos gemidos que salían de la boca de Gabriela, Adriana se corrió con un simple roce de sus dedos en su entrepierna.¡Cuánta sensualidad desprendía esa mujer!.
Pero Gabriela no se quedó atrás. Sabiendo que Adriana no se había movido mientras ella se tocaba, se corrió como pocas veces lo había hecho.
Cuando Adriana recuperó la respiración, salió rápidamenrte del baño.
Gabriela se quedó pensando en lo que había hecho. Se sentía mal por Daniela, pero había sido lo más estimulante, sensual y erótico que había hecho en su vida. Y encima teniendo como participante a Adriana. Le encantaba provocarla. No podía pedir más.
Llegó la hora de la cena. Cuando Adriana y Gabriela se sentaron a la mesa con todas, no se podían ni mirar a la cara. Carla y Rosa las notaron raras. Algo había pasado entre ellas. Tendrían toda la noche para descubrir qué había pasado entre ellas.
Gabriela se quejó de la espalda. Tenía una contractura a la altura del omóplato. Le pidió a Rosa que si podía darle masajes fuertes en la zona que le dolía, ya que la tenía sentada al lado. Rosa le masajeó la zona durante un buen rato. Parecía que algo le había aliviado.
Cuando acabaron de cenar, se prepararon unos gin tonic y unos mojitos.
Gabriela se sentía mal por lo que había hecho en el baño con Adriana. Había provocado ella sola la situación. Y ahora no dejaba de pensar en Daniela. Para intentar olvidar lo que había hecho, se bebió un par de gin tónic bien cargados. Necesitaba estar ebria para no pensar en que la había cagado. Estuvieron hablando hasta la madrugada.
Llegó la hora de irse a dormir. Adriana se fue primero, y luego al rato fue Gabriela a la habitación. Aún les costaba mirarse a los ojos, pero Gabriela estaba algo más suelta que Adriana gracias al alcohol que había ingerido.
Cuando Gabriela entró en la habitación, se encontró a Adriana leyendo en la cama, apoyada con la espalda en la pared.
-Adriana, ¿Te importa que venga ya a dormir?¿O prefieres estar sola?
-No, tranquila, ves a dormir. Yo apagaré la luz en breves. Por cierto, ¿Te sigue doliendo la espalda?
-Sí, pero tranquila, ahora me voy a dormir y seguro que mañana estoy mejor.
-No creo que mañana estés mejor. Tengo una crema antiinflamatoria. Si quieres te puedo poner un poco.
¿Se iba a dejar poner crema por Adriana?¿Le iba a dejar a ésta poner sus deseadas manos en su espalda?, Definitivamente sí, definitivamente estaba loca.
Adriana se levantó de la cama y fue a coger la crema.
-Ven, Gabriela. Siéntate. Te voy a poner la crema.
-Está bien. Voy. - Gabriela se acercó donde estaba Adriana. La morena se quitó la camiseta ya que no quería mancharla con la crema.
A Adriana le faltaba el aire. En buena hora se ofreció a ponerle crema. No había sido consciente de lo que eso conllevaba.
Gabriela se sentó en el borde de la cama de Adriana. Y ésta se colocó detrás de ella. Se sentó con Gabriela sentada entre sus piernas. La próximidad que había entre las dos hizo que las dos no supieran en ese momento de qué hablar.
Adriana le retiró el cabello de la espalda muy suavemente. Empezó a pasarle la crema por la espalda. El tacto era cálido y suave. La cirujana comenzó a masajearle la zona dolorida presionando justo en la contractura. Gabriela estaba como en un sueño. No se creía tener a Adriana en su habitación, sentada detrás de ella y dándole un masaje en la espalda con esas manos que tanto le gustaban y con esos dedos de cirujana capaces de obrar milagros.
Y Adriana, al igual que Gabriela, también estaba disfrutando del masaje. No quería parar de tocarle la espalda. Se alegraba de que la morena tuviera la contractura porque era la única manera que tenía de poder tocar a Gabriela. Echaba muchísimo de menos el poder tocarla, besarla, acariciarla, cuando a ella le diera la gana. Cómo hacía cuando estaban juntas. Siempre que la tenía cerca, o la tocaba, o la besaba o la acariciaba. No podía dejar sus manos quietas teniendo a la morena al lado. Nunca en la vida había sido tan cariñosa con alguien como lo fue con Gabriela. De hecho se consideraba una mujer fría y arisca con las personas que la rodeaban.
Al tiempo de estar masajeándole la contractura, cuando sabía que debía de haber parado hace rato, le preguntó a Gabriela si estaba mejor.
-Si, gracias Adriana. Llevas ya rato dándome. Estoy mejor.
-Perfecto. Entonces si quieres mañana te vuelvo a dar.
-Bien- contestó Gabriela. Estaba triste. No quería levantarse. Quería seguir teniendo a Adriana sentada detrás de ella. Necesitaba sentir el aliento, la respiración entrecortada y el olor de Adriana. Gabriela suspiró, cogió aire, se dio la vuelta e intentó sentarse a horcajadas encima de Adriana. Y es que lo intentó porque le daba miedo que la cirujana se apartara o la apartara a ella. Pero no sucedió nada de eso. Al contrario, los brazos de Adriana se posaron tímidamente alrededor de la cintura de la morena, y ésta colocó los suyos por los hombros de la cirujana. Sólo quería abrazarla.
-Gabriela...¿Qué estamos haciendo?- Le susurró Adriana al oído.
-No lo sé...Adriana. Sólo sé que necesito hacerlo.
Se abrazaron con ganas, con necesidad,con hambre, con ternura. Las dos necesitaban hacerlo. Necesitaban sentirse seguras una en los brazos de la otra. Necesitaban recordar lo que un día significó la una para la otra. Necesitaban traer esos recuerdos para no olvidarlos nunca.
Gabriela posó su frente en la de Adriana. Sus narices se tocaban. Sus respiraciones se hicieron una. Y cuando estaban a punto de juntar sus labios, el teléfono de Adriana sonó. Era una llamada de Natalia. Gabriela se percató de quién la llamaba porque vio su nombre en la pantalla del móvil de Adriana.
-Será mejor que lo coja, Gabriela... Lo siento- Dijo Adriana apenada y triste. Quería seguir con Gabriela encima de ella, quería haber continuado con lo que estaban haciendo,pero por una vez en su vida, se alegró de que Natalia la llamara delante de Gabriela. Sabía que de haber hecho algo con Gabriela, ésta se hubiera arrepentido después por haberle hecho daño a Daniela. Se iba a casar dentro de poco y Daniela no se merecía eso. Así pues, por una vez en su vida, y aunque le costara renunciar a la mujer de su vida, sabía que estaba haciendo lo correcto.
-Si, claro. Perdona Adriana- Gabriela se levantó de la cama y se dirigió al baño a llorar. ¿Qué narices estaba haciendo?¿Acaso quería hacerle daño a Daniela?¿Por qué se dejó llevar hasta tal punto con Adriana? Y la llamada de Natalia...Esa maldita llamada la acabó de rematar. Si Natalia y Adriana estaban juntas, ella prefería morirse.¿Cómo iba a ser feliz con Daniela si veía a Natalia con Adriana y eso la dejaba más hundida de lo que ya estaba?. Se supone que era feliz con Daniela. Ésta era una mujer que valía muchísimo. Se esforzaba por hacer feliz a Gabriela, la respetaba y le daba su espacio, la valoraba, la amaba. Era la mujer perfecta para ella y para cualquiera. Pero algo fallaba. O mejor dicho, algo fallaba dentro de Gabriela.
Cuando Gabriela salió del baño, Adriana ya no estaba en la habitación. Se había marchado. Gabriela se echó en su cama. Se acurrucó y mientras lloraba por la ausencia de la cirujana, acabó quedándose dormida.
A la mañana siguiente, Gabriela abrió los ojos y su mirada se dirigió directamente a la cama de Adriana. Ésta no estaba y por lo que parecía, no había dormido en la cama porque ésta estaba igual que la dejó ayer. ¡Joder!¿Se habría marchado Adriana?. Se levantó rápido de la cama, se puso la bata y bajó directamente a la planta de abajo. No encontró a Adriana por ningún lado. A la que sí que vio fue a Carla.
-Carla, buenos días. ¿Y Adriana?¿Se ha ido ya?
-Si, Gabriela. Se fue ayer por la noche. ¿Pasa algo?
-No... Tranquila.
-Gabriela... Cariño, ¿Tú no sabes que tus ojos no saben guardar secretos? Y no es por nada... Pero todos tenemos secretos, y creo que tu secreto es mi hermana.
-¡Mierda! No sé por qué se ha ido, Carla- mientras decía ésto, no pudo aguantar más y se echó a llorar.
-Ey cariño, ¿Por qué lloras?, no te pongas así, Gabriela, por favor- Carla la abrazó suavemente.
-Porque soy una estúpida, porque juego con fuego y acabo quemándome. Porque le he hecho mucho daño a tu hermana y a Daniela. Me he comportado con las dos muy mal, Carla. Y ahora estoy pagando las consecuencias.
-Gabriela, ayer mi hermana me dijo que se iba porque no quería hacerte sufrir y porque no quería que hicieras algo de lo que luego te pudieras arrepentir.
-Sabes Carla...¿cómo me voy a arrepentir de hacer algo con la mujer que me quita el sueño y me da la vida?si con cualquier toque o roce de ella, mi cuerpo reacciona y siente amor por todos mis poros... Ella despierta en mí sensaciones únicas, indescriptibles y espectaculares. Adriana para mí es como una droga.
-Pero,¿ Daniela no te produce eso?
-No, Carla. Eso es lo peor, que no me produce ni la mitad de lo que me produce Adriana. Y Daniela es una bellísima persona que no se merece lo que le estoy haciendo. Por dios, se merece a una mujer que la haga sumamente feliz. Creo que quise autoconvencerme de que Daniela me podía hacer muy feliz porque es una mujer maravillosa. Pero me equivoqué.
-Gabriela ¿Tú sabes que se dice que las personas tenemos tres amores en nuestra vida?
-Si, Carla lo sé. El primer amor, el amor imposible y el amor de nuestra vida.
-¿Tú consideras a Daniela alguno de esos amores?
Gabriela se quedó pensando. ¡joder! para ella su primer amor había sido Adriana. Con ella aprendió y descubrió lo que era el amor puro y verdadero. Antes de ella sólo había tenido relaciones esporádicas, nada más. También consideraba en ese momento a Adriana como su amor imposible. Y para colmo también tenía claro que la cirujana era el amor de su vida, porque lo que Adriana era para ella, nunca nadie lo sería.
Sabía que ni Daniela ni ninguna otra mujer le iba a hacer sentir tantísimo como le hacía sentir Adriana. La cirujana para ella lo era absolutamente todo en su vida. Era su amor, su amante, su compañera, su amiga...¡Carajos! ¡Qué ciega había estado todo este tiempo! Ella buscando y buscando el amor, cuando hacía años que lo había encontrado. Y no soportaba ver a Adriana con Natalia ni con nadie. Sólo la quería ver a su lado. Con ella siempre.
-Gabriela, te recomiendo que pienses en lo que estamos hablando, y hagas algo al respecto. Sino quieres que sufran más Adriana y Daniela. Bueno, y tú.
-Muchas gracias Carla. Tienes razón. Gracias por abrirme los ojos y hacerme ver cómo son las cosas realmente. A veces estamos tan ciegos que no vemos más allá de lo que tenemos delante de nosotros.
-Eso es, Gabriela. Estoy segura que acabarás haciendo lo correcto. En mi opinión, tú cogiste el camino de la derecha y mi hermana el de la izquierda cuando os separásteis, pero os olvidásteis de que la Tierra es redonda...
Se fundieron las dos en un cálido abrazo, y sí, Gabriela sabía que acabaría haciendo lo correcto como le había dicho Carla, y también sabía perfectamente que la Tierra era redonda.

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