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Capítulo 4. Javier

El miércoles Adriana tenía el turno de mañana. Se levantó algo más temprano de lo normal porque estaba inquieta por algo. Ella aún no sabía el por qué. Decidió darse una ducha para ver si se relajaba. Luego fue a vestirse  eligiendo esta vez unos vaqueros bien ajustados, con una blusa entallada que le quedaba a las mil maravillas y unas botas con un tacón importante. Todo le quedaba bien. Y ella lo sabía. 

Iba conduciendo hacia la clínica cuando de repente le vino a la cabeza la imagen de la preciosa auxiliar que había conocido en el office. Concretamente sus increíbles ojos, su mirada, su preciosa y perfecta sonrisa. Su deslumbrante melena negra. Y sin darse cuenta se despistó y casi choca con el coche que había parado delante del suyo. ¡Joder! Tenía que poner más atención mientras conducía y no distraerse con según quién. Lo que le faltaba. Encima pensando en una mujer...Eso la descolocaba. 

Una vez ya en la clínica, cuando acabó de hablar con sus colegas, decidió ir a trauma para pasar la ronda con la enfermera, y si le daba tiempo, por qué no,tomarse un café rápido con el personal. Aunque hacer eso era algo muy inusual en ella. Ella solía tomarse el café con sus compañeros o sus amigas. 

Cuando llegó a la planta se encontró con María y la llamó para avisarle que tenían que ir a ver a los pacientes. María dejó lo que estaba haciendo, cogió el carro de curas y se fue con ella. Cuando acabaron la ronda, Adriana le dijo a María que iba al Office a ver si la invitaban a un café, mientras María le dijo que se adelantara que ahora iba a ir ella también.

Cuando entró en el office, se encontró con la persona que menos se esperaba ver.

-¡Vaya! Hola Gabriela- dijo Adriana palideciendo.

-¡Hola doctora!- le contestó sin pensarlo Gabriela. No se esperaba ver ahí a la cirujana y nada más verla su cuerpo se tensó. Era tener cerca a esa mujer y no sabía ni como actuar. Sólo esperaba que la doctora no se diera cuenta de su torpeza. Y para colmo, se acordaba de su nombre, eso sí que no lo esperaba. 

Adriana intentaba mirarla lo justo. Pero en ese momento se acordó del motivo por el cual había ido al office. Así que se animó a hablar con ella.

-Me preguntaba si me invitarías a un café…-le preguntó Adriana con una sonrisa de las que quitaban el sentido. 

-¿Qué?¿Que la invite a un café?- Gabriela no se lo creía. Se puso tan nerviosa que no se dio cuenta que le estaba pidiendo un café de ahí, del office. Los pensamientos de Gabriela habían ido más allá. Ya se estaba imaginando con la doctora en una cafetería. Ellas dos solas. 

Adriana se rió viendo a Gabriela tan nerviosa y se dio cuenta al momento del lío que se había hecho Gabriela. Pero vamos, a ella no le importaría para nada que Gabriela la invitara a tomar un café por ahí. Es más, lo deseaba, aunque sabía que eso no iba a ocurrir nunca. Algo en esa chica la hacía querer conocerla. Ese algo quería descubrirlo porque era una sensación totalmente nueva para ella.

-Perdone doctora, la entendí mal- contestó como pudo Gabriela. 

-Bueno, si dejaras de mirarme como me miras tal vez podrías prestar atención cuando te hablo. Y si quieres invitarme a un café en alguna cafetería, tampoco me importaría- le sonrió para que Gabriela se relajara. Estaba claro que la había puesto muy nerviosa. Pero…¿Por qué? ¿Cabía la más mínima posibilidad que ella le gustara a Gabriela?

Justo cuando Gabriela bajo la mirada de la vergüenza que sintió al haber metido la pata con esa doctora y por las palabras que ésta le soltó por cómo la miraba embelesada,apareció María en el office.

-Doctora, ¿Alguien la invitó ya al café que usted quería?- preguntó amablemente María a Adriana.

Entonces Gabriela se marchó corriendo del office. Quería que la tierra la tragara. Mientras ella había pensado que la doctora quería tomar un café con ella, Adriana ya le había dicho previamente a María que quería un café... Había metido la pata hasta el fondo. Lo bueno fue que la doctora se rió y se lo tomó a broma. 

Adriana se quedó con las ganas de que Gabriela le preparara un café. Sabía que se había ido corriendo porque entre otras cosas, la auxiliar se había puesto muy nerviosa y había malinterpretado lo de la invitación al café. ¿Pero a Gabriela le hubiera supuesto mucho invitarla a un café?¿Tal vez la molestó o la incomodó?. Ahora se había quedado con la duda de por qué había  huido repentinamente la auxiliar.

Esa tarde Gabriela quedó con Martina. Gabriela tenía claro que no quería seguir con ella. Cuando vio por primera vez a Adriana en el office, sintió unos nervios en su estómago que le estaban indicando que quizás sintió un flechazo por la cirujana. Nunca le había pasado algo parecido y estaba descolocada. Lo que tenía claro es que si sentía algo por una mujer, no podía acostarse con otra y engañarla. No era justo para Martina. Martina la volvía loca y le encantaba estar con ella, pero lo que sintió por Adriana cuando la conoció, nunca lo sintió por la abogada. Y aunque Adriana no se hubiera fijado en ella, tenía que ser justa con su corazón y con Martina.

Quedó con ella en la cafetería de la clínica.

- Hola Gabi. Me sorprende que me hayas citado aquí, la verdad. ¿Ocurre algo?

-Hola Martina. Pues verás, sí. Bueno, tengo algo que decirte. Me encanta estar contigo, ya lo sabes. Pero creo que ha llegado el momento de dejar lo que tenemos.

-¿Por? No lo entiendo. Si te encanta estar conmigo, y de hecho me lo has demostrado. Cuando estamos juntas lo pasamos muy bien... No sé, Gabriela. Pero no entiendo nada. ¿Acaso estás con otra mujer?¿O te gusta otra?

De repente apareció Adriana en la cafetería. Iba sola y fue directa a pedir algo para comer.  Se sentó en una mesa apartada pero enseguida se percató de la presencia de la auxiliar. Y estaba con otra mujer, muy atractiva y joven, como ella. Se puso nerviosa al instante. Y no dejó de mirar a Gabriela ni un momento. ¿Y si esa chica era su pareja?¿O tal vez era una amiga?. Intentó desviar la mirada de las dos mujeres, pero le costó mucho hacerlo. No era quién para estar mirando a Gabriela cómo lo estaba haciendo. Pero algo en ella la hacía mirarla sin saber por qué.

-Bueno, ya no se trata de que me guste otra, Martina. Se trata de que yo no estoy enamorada de ti. Eres preciosa y vales muchísimo. Y no es justo para tí que tú me des un cien por cien y yo no esté a la altura. Porque no lo estoy, sabes que tú a mí me das más de lo que yo te doy.

-Si, lo sé. De acuerdo. Lo dejamos. No te puedo obligar a que estés conmigo.  Bueno, necesitaré un tiempo para asimilarlo. Sino te importa.

-Por supuesto, tómate el tiempo que necesites. De todas formas podemos quedar como amigas. Y sino me quieres ver, lo entenderé.

-Imagino que pasado un tiempo es posible que te pueda ver como una amiga. Pero ahora mismo me es imposible, porque yo siento mucho por ti. Ya lo sabes.

-Lo entiendo perfectamente. Gracias Martina.

Martina se despidió de la auxiliar y se fue muy triste de la cafetería. No podía forzar a la auxiliar a que saliera con ella. No quería que estuviera con ella por pena. Sabía que valía mucho como mujer y no tenía que conformarse con lo que Gabriela le estaba ofreciendo. Le costaría mucho quitarse a la auxiliar de su corazón pero por lo menos lo iba a intentar.

Gabriela salió de la cafetería poco después pasando por al lado de la cirujana. Las dos se miraron a los ojos y se saludaron. En ese momento los estómagos de ambas estaban llenos de mariposas revoloteando en ellos.

A Adriana le sorprendió que la acompañante de Gabriela se fuera antes que ésta y parecía que llevaba un semblante muy serio. Se le veía muy apagada ¿Qué le había dicho Gabriela para que saliera tan triste de la cafetería?

Llegó el viernes por la noche y la cena con Javier.  Ella en realidad tenía ganas de verlo. Tenía ganas de tener algo con él pero ya sabía que no llegarían muy lejos. Sólo quería pasar un rato agradable y, bueno, si surgía tener sexo con él, ¡por qué no!. 

Preparó una cena sencilla, acompañada de un buen vino. Sabía que Javier era de buenos gustos aunque él era un hombre sencillo.  Pensó en poner velas en la mesa pero en seguida se le quitó la idea de la cabeza, ya que no quería que Javier malinterpretara nada. 

Se puso un poco de maquillaje y se vistió. A pesar de usar unos vaqueros ajustados, desgastados y rotos por las rodillas, y un suéter negro ajustado, se veía realmente guapa. Llevaba unas botas con un poco de tacón. Estaba contenta con el resultado. 

A las 8:30pm en punto tocaron el timbre. Sabía que era él. 

- ¡Hola Javier! ¿qué tal? Pasa.

- Vaya, estás preciosa, como siempre Adriana. 

Se dieron besos en las mejillas y él seguidamente entró en la casa. 

Javier estaba muy contento por la invitación de Adriana. Creía que tendría la oportunidad de salir con ella y tal vez de que tuvieran algo serio. Esa era su intención. Adriana le gustaba mucho y se podría ver en un futuro no muy lejano casado con ella y con un par de críos.

Estuvieron hablando durante toda la cena. Pasaron un rato muy agradable. Hasta que Javier aprovechó un descuido de Adriana cuando se dirigía para la cocina, y estando ella de espaldas, la abrazó por la cintura. Pegó su cuerpo al de ella, abrazándola suavemente, solo quería sentirla y olerla, embriagarse de su perfume. Adriana notó que estaba empalmado. Entonces se dio cuenta que lo que ella provocaba en Javier, era lo mismo que Gabriela podía provocar en ella. ¡Carajos!y le dolió pensar así. Pensar en una mujer mientras estaba con un hombre. ¡Increíble pero cierto!

Él cerró sus ojos mientras observó que ella no se apartó, así que aprovechó para darle la vuelta, y al tener su rostro pegado al de ella, la besó. La besó con suavidad pero con hambre. Esos labios tan rojos y gruesos, lo iban a llevar por el mal camino.  Ella se dejó hacer. Quería ver si podía entregarse a un hombre. A un hombre que la atrajera de cierta manera, aunque no la llegara a volver loca. Al final fueron directos a su habitación, se despojaron de toda la ropa por el camino y Javier la depositó con cuidado en la cama. No quería dañarla por nada del mundo. Él se puso un preservativo mientras Adriana se abría de piernas y él entendió al instante que era el momento de penetrarla. Tras unas cuantas embestidas, él se corrió dentro de ella. Ella sabía que no iba a tener un orgasmo, no con ese cuerpo encima de ella. Se sentía triste y abatida por haberse dejado follar sin sentimiento alguno. Ya no era como antes, ya no quería volver a hacer eso. Ella quería sentir, quería despertar todos sus sentidos mientras hacía el amor con alguien, quería ver luces y no sombras como las que ahora cubrían la habitación. Joder, solo tenía ganas de llorar. 

- Adriana, ¿te pasa algo?¿Te he hecho daño?- Preguntó Javier algo avergonzado.

- No Javier, no has hecho nada mal. Soy yo, que estoy muy sensible.! Lo siento!.

-Bueno, si quieres podemos dormir juntos. Si estás sensible tal vez lo mejor sea no dejarte sola. 

- No, en realidad lo que necesito es estar sola. Seguro que mañana estoy mejor.

- ¿Estás segura? Sabes que si quieres me puedo quedar. 

- Si, estoy segura. Gracias por entenderlo- Le contestó Adriana. 

- Bien, entonces cogeré mis cosas y te dejaré descansar. Nos vemos mañana en la clínica. 

-Adiós, Javier.

En unos minutos Adriana estaba sola en su ático. Fue directa a la cama, donde se puso a llorar como una niña pequeña. Se sentía muy vacía. Y ese vacío creía que solo lo podría llenar una persona. Una persona que de seguro nunca se fijaría en ella y que además acababa de conocer. ¿ Cómo era posible que sintiera algo por alguien que había visto un par de veces y que no conocía de nada?.  Desde luego estaba perdiendo la cabeza.

Al día siguiente, cuando tuvo un rato libre, decidió pasarse por la planta. No le tocaba hacer ronda con la enfermera, y sin saber por qué motivo, se pasó por el office. Se auto convenció de que se dirigía para el office porque quería relacionarse más con las enfermeras con las que tenía que trabajar codo con codo. Tenía que hacer un esfuerzo por caer bien, ya que sabía que la rehuían y que en todos los lados donde había trabajado, la rechazaban por cómo era. Sabía que no era nada cercana y que se cerraba en sí misma dando la impresión de que podía ser distante y fría. Tal vez había llegado el momento de cambiar eso.

Cómo no había nadie, decidió servirse ella misma un café en un vaso de plástico. Estaba absorta leyendo una revista y de espaldas a la puerta, cuando oyó una voz muy dulce que se dirigía a ella.

-Hola doctora, buenos días- Gabriela no se esperaba para nada ver a la doctora sola en el office y tomándose un café.

Adriana se puso tan nerviosa y la pilló tan desprevenida que cuando fue a darse la vuelta tiró todo el café en el pijama de Gabriela.

-¡Mierda! Lo siento Gabriela...Yo...No fue mi intención tirártelo.

-Vaya, no se preocupe...No ha pasado nada.

-Si ha pasado, te he puesto perdida de café...Además, ¿Te he quemado?joder...

-No, no, tranquila. Estoy bien. De verdad doctora, es solo café. Además, justo venía de lavandería, traía un pijama nuevo.  Me cambio la parte de arriba ahora mismo y arreglado. ¿Le importa que me cambie aquí?

-¿Qué? Ah, no claro que no me importa. Faltaría más...-las mejillas de Adriana se pusieron como un tomate. No podían estar más rojas...¿Pero de verdad se iba a cambiar ahí?¿Delante de ella?

-Perfecto. - Gabriela fue a cerrar la puerta del office. No quería que ningún compañero la viera en sujetador- Será unos segundos.

Y mientras Adriana no sabía dónde meterse ni dónde mirar.

Gabriela se quitó la parte de arriba y Adriana sin querer, puso sus preciosos ojos en ese torso tan escultural. Tenía unos pechos preciosos y perfectos, y el abdomen ni digamos. Toda ella era perfecta. ¿Cómo podía existir una mujer así?

Adriana se quedó petrificada y sin habla.

-Ya está. ¿Ve? Fui rápida. Ahora llevaré el pijama manchado a lavandería.

- No Gabriela, yo lo llevaré, fue culpa mía.

-No se preocupe doctora, yo iré. De verdad que no es problema.

- Por favor, déjame llevarlo a mí. Te tiré yo el café- Adriana alargó su mano y la posó en el pijama manchado de Gabriela, y sin querer, tocó con sus dedos los dedos de la auxiliar. ¡Cuánta energía positiva salía de ambos cuerpos! Las dos se quedaron mudas, hasta que Gabriela accedió y le dio el pijama.

- Pues gracias doctora. Es usted muy amable.

- Es lo mínimo que puedo hacer. Bueno yo ya me voy. Nos vemos, hasta luego- quería salir de ahí corriendo. El ver a la auxiliar en sujetador, el haber tocado sus dedos y acariciarlos...La había dejado nerviosa perdida. Y lo peor de todo es que no sabía aún por qué... Lo que tenía claro que esa mujer le producía algo totalmente nuevo e inexplicable. Y tenía que reconocer que le gustaba.

Adriana se metió directamente al ascensor. Llevaba en sus manos la parte del pijama de Gabriela. Cuando se cerraron las puertas del ascensor y comenzó a descender, sin saber por qué, pegó el pijama contra su pecho, y lo olió. Aspiró todo ese perfume a mandarina impregnado en el pijama, mezclado con el olor del café que había caído en él. ¡Joder! Ese olor la estaba embriagando. Ese perfume, sin llegar a saberlo ella en ese mismo momento, se quedaría siempre grabado en su memoria. Cuando salió del ascensor y se dirigía a lavandería, sin percatarse de ello, llevaba el pijama pegado a su pecho.

Mientras tanto Gabriela no paraba de sonreír. ¿Por qué se puso tan nerviosa la doctora cuando la vio en sujetador?y cuando sus manos se tocaron, ¿Sintió la doctora lo mismo que sintió ella con ese contacto entre ellas? Esa mujer era toda una incógnita para ella. Mientras tenía fama de ser una mujer inaccesible, con ella era amable y agradable.  Tendría que descubrir el por qué era de una manera y con ella se comportaba de otra. A partir de ahora iba a dedicar tiempo a descubrirlo, por qué no.

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