Capítulo 38. Malas noticias
Pasaron los días y Adriana no se quitaba de la cabeza a Gabriela. En realidad, ni podía ni quería. En su cerebro solo estaba ella, desde que se levantaba hasta que se acostaba. La vuelta de la morena a la ciudad la había descolocado por completo. Ella pensaba que ésta nunca más volvería a la ciudad. Pero entendió perfectamente que volviera para estar con su padre.
A Gabriela le pasaba exactamente lo mismo. Pero con la diferencia de que ella tenía a alguien esperándola en casa. Si estuviera sola, se hubiera dejado llevar por el beso que le dio Adriana en el baño del Luxury. Era lo que más deseaba hacer. Se había dado cuenta que había echado muchísimo de menos a la cirujana esos dos años. Y que el haberse alejado de ella para intentar olvidarla y poder así rehacer su vida, no había servido de nada. Pero iba a intentar ser racional, no se iba a dejar llevar por la pasión. Y sabía que Daniela le iba a dar lo que Adriana no pudo darle, estabilidad y tranquilidad en la relación.
El miércoles el padre de Gabriela tenía cita con la oncóloga. Ella lo iba a acompañar. Lo que no sabían ninguno de los dos es que esa visita los iba a dejar hundidos a ambos. La oncóloga les dio la peor noticia que se podía dar. El cáncer estaba ya muy avanzado, en estadio IV. Se había propagado por el cerebro y los huesos y ya no se podía hacer nada por él. Gabriela quería salir corriendo de la consulta de la oncóloga, quería gritar de dolor, de amargura y de tristeza. ¿Cómo iba a vivir ella sin su padre?. Ella no se hacía a la idea de que su padre fuera a desaparecer de su vida. Pero en ese momento se iba a mostrar lo más fuerte posible para que él no la viera sufrir. Bastante tenía el pobre hombre con lo que tenía, como para encima preocuparse por su hija. Gabriela había regresado a la ciudad para apoyar y animar a su padre, y eso es lo que iba a hacer aunque por dentro estuviera completamente destrozada.
Gabriela estuvo acompañando a su padre durante casi todo el día. No quería dejarlo solo. Pero llegó un momento que él le pidió que lo dejara solo ya que quería descansar. Cuando ella salió de casa de su padre, se derrumbó por completo. Lloró lo que nunca antes había llorado. Necesitaba que alguien la animara, necesitaba unos brazos que no la dejaran caer y sin pensarlo, se dirigió a los brazos que más amor y cariño le habían dado.
Tocó la puerta con fuerza. Y al medio minuto de tocarla, alguien la abrió.
-¡Gabriela!- Le dijo Adriana muy preocupada nada más la vio.
-¡Por favor! sólo abrázame- le dijo Gabriela sollozando.
Y es lo que hizo Adriana. Abrazarla con fuerza, con ganas, con esperanza y con mucho amor.
La cirujana la llevó al sofá. Pero no se soltaron en ningún momento. Gabriela se sentía segura entre los brazos de la otra, y Adriana a pesar de ver tan mal a Gabriela, no podía estar más feliz por tenerla en su casa y entre sus brazos.
Gabriela puso su cara en el cuello de Adriana. Y a Adriana ese contacto la estaba dejando más tonta de lo que ya estaba. No se creía que Gabriela hubiera ido a su casa a pedirle un abrazo. No se creía que ésta estando tan mal como estaba, hubiera pensado primero en ella para que la animara. Y eso le dio alas para volver a pensar en ellas "juntas".
Estuvieron abrazadas más de media hora. Era ya tarde cuando Adriana le ofreció algo para tomar o cenar. A Gabriela no le entraba nada en el estómago. Sólo quería seguir abrazada a Adriana.
Gabriela al fin pudo contarle en que situación se encontraba su padre, y Adriana sólo pudo abrazarla todavía con más fuerza recalcándole que estaría ahí para ella siempre que la necesitara.
Era ya casi media noche, cuando Gabriela se debatía si irse o pedirle a Adriana quedarse a dormir en su casa. No quería dormir sola. Miró el móvil y tenía varias llamadas de Daniela y de Rosa. Les escribió a las dos diciéndoles que necesitaba descansar y que ya mañana hablaría con ellas.
-Adriana...Yo..Me preguntaba...Si te importaría que me quedara a dormir en tu casa. No quiero dormir sola. Sé que si me voy a mi casa no voy a poder pegar ojo en toda la noche. No sé si esperas a alguien o qué...
¿Qué?¿Había oído bien? Lo que le faltaba a la cirujana. Tener a Gabriela en su casa después de llevar separadas más de dos años y con el hambre y las ganas que tenía de ella.
-No espero a nadie, Gabriela. Y por supuesto que puedes. Te prepararé la habitación de invitados.
-No Adriana. Si no esperas a nadie...Me preguntaba si me dejarías dormir contigo- Gabriela necesitaba que Adriana la abrazara durante toda la noche, pero sólo si Adriana estaba sola y no estaba saliendo con nadie porque de ser así, ya se hubiera ido de casa de la cirujana. No quería molestar ni perjudicar a nadie. Ella misma pensaba en Daniela, pero ahora mismo sabía que no haría nada con Adriana salvo dormir con ella, ya que era lo único que necesitaba de la cirujana. No haría nada más y no tendría que arrepentirse de nada. Y por lo tanto, tampoco veía la necesidad de decirle nada a Daniela. Ella no estaba ahí para consolarla, y ahora mismo tenía a Adriana que sí lo podía hacer. Sólo iba a ser eso.
Adriana se quedó en el sitio cuando Gabriela le pidió dormir con ella. ¡Joder! ¡Cómo iba a ser capaz de controlarse con semejante mujer a su lado! Tendría que comportarse, dejando a un lado todo lo que la morena le producía. Ahora mismo Gabriela la necesitaba, y tenía muy claro que le iba a dar lo que Gabriela necesitara.
-Sin problema, Gabriela. Dormiremos juntas- Ni en sus mejores sueños se podía imaginar volver a tener a Gabriela en su cama.
Adriana le dejó un pijama corto a Gabriela, mientras que ella llevaba la camiseta de andar por casa que tanto le gustaba a Gabriela. Ésta sólo pudo esbozar una sonrisa cuando la vio con dicha camiseta. De repente le trajo muy buenos recuerdos.
Se echaron las dos a la cama. Nerviosas, de tener a la otra tan cerca. Adriana sabía que no podría pegar ojo en toda la noche teniendo a Gabriela pegada a ella. Había soñado con ese momento noche tras noche durante todo el tiempo que estuvo sin ella. El olor de Gabriela le llegaba hasta sus fosas nasales y era exquisito. Así lo recordaba. No lo había olvidado en todo este tiempo de ausencia.
-Adriana, sé que te estoy pidiendo mucho, pero...¿Podrías abrazarme?
¡Carajos! ¿Iban a dormir juntas toda la noche?¿Estaba loca Gabriela?, ¿Y tenía que abrazarla? Si, sería eso, se acababa de volver loca de remate.
-¿Abrazarte?-Preguntó Adriana dudosa.
-Sí, necesito sentirte, Adriana. Sólo eso. Te prometo que ya no te voy a pedir nada más.
-¡Está bien!- Adriana sabía perfectamente que haría lo que la morena le pidiera. Si le pedía que le bajase la luna, no dudaría en hacerlo.
Adriana se acercó al cuerpo de Gabriela. Puso suavemente su brazo por la cintura de Gabriela y vaya, qué bien se sentía eso. A la cirujana le dieron ganas de llorar por lo que le provocó, primero, volver a dormir con la mujer de su vida, y segundo, por poder abrazarla como lo hacía antes y sin ningún reparo. Pero sabía que no lo podía hacer. Se tuvo que contener. La melena de Gabriela le tapaba la nariz a Adriana. Ésta cerró los ojos y creyó estar en el mismísimo paraíso. Como siempre que dormía con ella. Gabriela puso su brazo sobre el cálido y suave brazo de Adriana. Ésta, en vez de tensarse por dicho contacto, le sorprendió porque hizo todo lo contrario, su cuerpo se relajó al instante.
Adriana, a pesar de tener su cuerpo pegado al de Gabriela, intentó por todos los medios que su entrepierna no rozara las nalgas de la morena. No quería que Gabriela pensara que se quería aprovechar de ella. Además, como siempre que Adriana tenía cerca a la morena, sus bragas estaban bien húmedas. Pero eso pareció no importarle a Gabriela ya que quería sentirla entera y sin reparos, por lo que echó para atrás su trasero y éste acabó amoldándose a la entrepierna de la cirujana. Gabriela sintió la humedad de Adriana y sonrió para sus adentros. Así que sin comerlo ni beberlo, Adriana tuvo un orgasmo silencioso y veloz.
-Adriana...
-Dime, Gabriela.
-Gracias.
Gabriela, al tener el cuerpo de Adriana amoldado al suyo, consiguió relajarse de tal manera que se quedó dormida al poco tiempo de acostarse. Mientras Adriana prefirió mantenerse despierta y sentir minuto tras minuto el cuerpo de Gabriela pegado al suyo. No se lo podía creer todavía, y quería soñar despierta toda la noche. Ya tendría tiempo de dormir la próxima noche. Este momento era único y quería disfrutarlo como tal. Hasta que finalmente y después de varias horas, el sueño la venció.
A la mañana siguiente, cuando Adriana abrió los ojos, se dio cuenta que Gabriela ya no estaba en la cama. La buscó por la cocina y el baño, pero ésta ya se había marchado. Eso sí, le había dejado su aroma a mandarina impregnado en las sábanas. Pensó en no lavarlas más. Parecía como si todo lo que pasó esa noche hubiera sido como un sueño. Gabriela había desaparecido, pero Adriana se acordó que de madrugada, en un momento dado, abrió los ojos y vio sus piernas enredadas con las de la morena. Y se volvió a dormir más feliz que nunca.
Por fin había dormido como hacía tiempo que no lo hacía. Gracias a Gabriela. La necesitaba en su vida. No podía seguir sin ella. Y si le había pedido dormir con ella, lo más seguro era que estuviera sola, entonces, ¿Por qué no decirle de intentarlo? Adriana quería volver con ella. Lo tenía cien por cien claro. Quería compartir su vida con Gabriela. La necesitaba como el comer. Tal vez por la noche cuando acabara su turno, se pasaría por casa de Gabriela para hablar con ella. Sólo debía armarse de valor y luchar por lo que ella quería.
Adriana fue a la cocina para hacerse un café. Cuando se percató de que había una nota de Gabriela donde ponía "muchas gracias Adriana por esta noche. Has conseguido que a pesar de todo, durmiera de tirón. Gracias por tu apoyo". Adriana sólo pudo sonreír cuando acabó de leerla. Y hasta que se acabó el café la estuvo leyendo unas cuantas veces más.
Esa misma mañana Gabriela había llamado a Daniela y le había contado que su padre se estaba muriendo. Por lo que ésta no dudo ni un segundo en pedirse unos días libres para estar al lado de Gabriela. Cogió su coche y fue directa a la ciudad de Gabriela.
Cuando acabó la cirujana su turno, se dirigió directa a casa de Gabriela. En todo el día no se la había quitado de la cabeza. Por fin se armó del valor suficiente para decirle a Gabriela lo que la quería y la amaba, lo que la había echado de menos todo este tiempo, lo que la necesitaba en su vida. Quería volver a intentarlo con ella porque en todo este tiempo había sido la dueña de sus sueños y de sus pensamientos. Era la mujer de su vida, sin ninguna duda. Eso mismo le iba a decir.
A Adriana le iba a dar un ataque de nervios cuando quiso tocar a la puerta de Gabriela. Estuvo media hora debatiéndose si tocar o no, hasta que finalmente se atrevió a hacerlo. Pero cuál fue su sorpresa cuando la que le abrió no fue Gabriela, sino una mujer que no conocía de nada.
-Hola...¿Qué tal?- ¿Está Gabriela?-Adriana quería que la tierra la tragara.¿Quién era esa mujer?¿Qué hacía en casa de Gabriela?. Los celos la carcomían por dentro.
-Hola, soy Daniela, su pareja. Encantada, pues ahora mismo está en casa de su padre pero me ha dicho que ahora venía. Si quieres esperarla dentro...
Las dos mujeres se miraron fijamente a los ojos. A Daniela la otra mujer le pareció muy guapa, madura e interesante. Pero Gabriela no le había hablado de ella nunca. Imaginaba que sería una amiga de Gabriela.
¿Su pareja?¿Gabriela tenía pareja?. A Adriana le dio un vuelco al corazón. No se lo podía creer. ¡Gabriela tenía pareja!. Ella no le dijo nada de la existencia de esa tal Daniela, y para colmo, la noche anterior la había ido a buscar para dormir con ella. No entendía nada.
-No, no te preocupes. Ya hablaré con ella, o la veré por el hospital.
-¿Trabajas con ella?
-Si, bueno, soy cirujana. Pero sí, la conozco de la clínica.
-Si, ella me ha hablado de las amigas que tiene en la clínica. La verdad es que tengo muchas ganas de conoceros a todas. Espero que sea pronto.
-Si, claro. Nosotras encantadas. Bueno, me tengo que ir. Encantada de conocerte, Daniela- le dio la mano a la doctora y se despidió de ella. Esa mujer le resultó a Adriana encantadora. Lo poco que la vio, le gustó para Gabriela. Se le veía buena mujer, y joven... Algún año más que Gabriela, pero bastante más joven que ella. ¡Mierda! Tal cual salió del portal de Gabriela, se echó a llorar. No se lo podía creer. Si esa mujer era su pareja, ella ya no tenía ninguna oportunidad de volver con Gabriela. Ahora entendía porqué Gabriela la rechazó y salió corriendo del baño del Luxury cuando ella intentó besarla. Su mundo se desmoronaba de nuevo. Sus ilusiones rotas de nuevo. Su vida se iba a la mierda de nuevo. Y de nuevo, a volver a sufrir. En eso consistía su vida.
Llamó a Alba nada más salió del portal de Gabriela. Necesitaba hablar con ella y contarle que Gabriela tenía pareja. Necesitaba tener a su amiga a su lado en ese mismo momento, y Alba por supuesto, ahí estaría para ella.
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