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Capítulo 37. De nuevo juntas... Pero separadas

Alba entró a la cafetería y fue directa donde estaba su amiga. 

-¿Cómo estás, Adri?

-¿Cómo quieres que esté? No me creo que Gabi esté aquí de nuevo. No me lo creo. Estoy de los nervios Alba. Si te digo como la he visto...Fui a su despacho y casi me la como. La tiré al suelo sin querer. Total que yo no sabía que era la nueva psicóloga. En fin, Alba, lo que te he dicho antes por teléfono, la tenías que ver. Se le ve más mujer. Está preciosa. 

-Pero, ¿Habéis hablado algo?¿o nada? Que antes te he preguntado pero no me has contestado. 

-¿De nosotras?de estos dos años?. No, no hemos hablado de nada. Hablé con ella del paciente y luego me fui corriendo. Tú no sabes lo nerviosa que me puse...Luego me dio como ansiedad y tuve que meterme en un baño. Y ya cuando me relajé, te llamé. 

-¿Y ahora que haremos, Adri?¿Podremos volver a quedar todas juntas?¿O tendremos que quedar por separado?

-Yo...No lo sé. No sé si estoy preparada para verla, para estar con ella sin estar juntas, para quedar todas juntas y estar con ella, no sé. Pero lo puedo intentar. 

-Perfecto, pues si ella quiere, podemos vernos todas juntas.

Pasaron los días y Laura y Alba aún no habían visto a Gabriela. Tenían muchas ganas de verla. Así que propusieron hacer una cena en el Corazón Verde todas juntas. Siempre y cuando les pareciera bien a Gabriela y a Adriana. 

Gabriela no tuvo reparo alguno en que también viniera Adriana. Quería comprobar que ya tenía superada a Adriana, aunque si lo pensaba bien, el día que ésta fue a verla a su despacho, su cuerpo reaccionó como lo hacía cuando estaba saliendo con ella. Nada había cambiado.  Cuando la tenía cerca su cuerpo siempre se tensaba y los vellos de su cuerpo se erizaban cuando había contacto entre ellas. 

Su corazón siempre iba más deprisa, como si Adriana fuera el motor de dicho órgano y lo pusiera en marcha siempre que estaban juntas. Y su estómago no se quedaba atrás, siempre sintiendo mil y una mariposas revoloteando en él. Así pues,  su cuerpo era muy sabio y nunca le mentía. Pero Adriana, en cambio, no tenía nada claro que le viniera bien ver a la psicóloga. El haberla visto en la clínica la había desestabilizado por completo. La seguía queriendo igual o más que antes. La seguía amando. De eso no le cabía la menor duda. Entonces, ¿Cómo iba a hacer para tenerla cerca y no estar con ella?.

Quedaron el viernes por la noche, ya que todas tenían la noche libre. Gabriela estaba muy baja de moral. Vio a su padre más delgado que de normal.y muy desmejorado, y el pronóstico que le dio la oncóloga no era muy alentador. Pero esa noche le vendría bien ver a sus amigas. En el fondo, las necesitaba para llevar mejor lo de su padre. Las había echado mucho de menos. 

Adriana aún no dijo si iba a ir o no. En el último momento decidió unirse a las demás. Tenía muchas ganas de ver a la psicóloga. De hecho se moría de ganas. Pero no sabía cómo iba a actuar cuando la viera. Seguro que su corazón se desbocaba, como el día que la vio en la clínica.  

Gabriela eligió un vestido blanco ceñido, que le marcaba sus hermosas curvas y unos zapatos de tacón de aguja. De forma inconsciente, queria llamar la atención de una persona en particular. Aunque no sabía si esa persona finalmente iba a ir o no a la cena. 

Primero llegaron Gabriela y Rosa. Más tarde Laura y Alba. Se dieron un fuerte abrazo con Gabriela. Ninguna de las dos podían creerse que la psicóloga hubiera regresado a la ciudad. Estaban muy contentas de por fin tenerla con ellas. 

Gabriela estaba de los nervios. Aún no sabía si iba a ir Adriana o no. Justo Alba parece que le leyó el pensamiento. 

-Bueno chicas, falta Adriana. Me llamó hace un rato y me dijo que finalmente iba a venir. Salía de una guardia de doce horas. La pobre a ver con qué cara viene. Últimamente lo único que hace es trabajar y trabajar.

El corazón de Gabriela empezó a latir con mayor velocidad, y sin querer sus labios esbozaron una hermosa y sincera sonrisa. 

Mientras todas estaban charlando animadamente, Adriana entró en el local y se dirigió hacia el grupo. Gabriela por fin la vio entrar al restaurante, pero enseguida quitó la mirada. 

No quería que Adriana la pillara mirándola. Lo poco que vio le llamó mucho la atención. Adriana iba guapísima. Llevaba un traje de pantalón y chaqueta negro con un suéter de encaje negro, sin mangas y muy escotado. Llevaba la melena castaña ondulada colocada a un lado del cuello. Estaba sencillamente espectacular. 

La cirujana hizo lo mismo que Gabriela. Intentó no mirarla, por si acaso luego le era imposible retirar la mirada de la morena. Las saludó a todas dándoles un beso en las mejillas. Con Gabriela hizo lo mismo. Ambos cuerpos casi se electrocutan, fue tanta la tensión que rápidamente se alejaron una de la otra. 

Adriana se sentó casi en frente de Gabriela. Les iba a costar a las dos muchísimo no mirarse a la cara. Cuando finalmente Adriana posó su mirada en Gabriela, la pilló mirándola detenidamente, pero al sentirse observada enseguida retiró la mirada. ¡Joder! Gabriela estaba despampanante. Con ese escote que incitaba al pecado, esos ojos color mar que tanto la habían llenado y esa melena corta y morena que le quedaba de cine. Sus bragas instantáneamente se volvieron húmedas.¡Cuánto había echado de menos esa reacción que solo la provocaba la mujer que tenía en frente!. Esa sensación era única, y a ella le encantaba. Cómo también le gustaba a Gabriela sentir la mirada de Adriana por todo su cuerpo. La pilló varias veces mirándole el escote. Pero Gabriela también la miraba a esa parte de su anatomía tan llamativa y perfecta para ella.  Y con esas miradas de Adriana,  sabía que había dado en el clavo con el vestido que había elegido para esa ocasión. 

Pasaron la cena hablando de temas médicos, de cómo le había ido a Gabriela en estos dos años (aunque la morena omitió que estaba saliendo con una mujer) y de cómo les había ido a las demás. Adriana prefirió no comentar nada. Cuando ésta se enteró de por qué había vuelto Gabriela, le dolió mucho por la psicóloga, porque sabía lo unida que estaba a su padre, y sabía que a la psicóloga le esperaba un camino arduo y duro.  Ella, por supuesto, estaría ahí si en algún momento la necesitaba. 

-Bueno chicas, ¿Qué os parece si vamos a tomarnos una copa al Luxury? así recordamos viejos tiempos- Dijo Rosa. Se lo estaba pasando tan bien con todas, que quería seguir la fiesta con ellas hasta la madrugada. Hacía mucho tiempo que no se veían todas juntas. Y para colmo Gabriela estaba con ellas..

Todas dijeron que sí menos Adriana, que estaba pensando en irse a casa. Si veía bailar a Gabriela con ese vestido tan ajustado podría colapsar. Sus amigas y Gabriela no podían ser conscientes de dicho colapso. 

-Yo creo que me voy a ir a casa, chicas.

-Oye Adri, no empieces ¿eh? Te vienes con todas. Te tomas algo y luego si quieres te vas.

-Estoy muy cansada, tuve guardia de doce horas y necesito mi cama como el comer. 

-Déjate de tonterías.  Ya dormirás. Para una noche que estamos todas…-Le dijo Alba medio enfadada. Quería que su amiga pasara tiempo con Gabriela. No sabía si tardarían en quedar de nuevo todas juntas, así que ahora era la ocasión perfecta para que estas dos pasaran tiempo juntas. Inconscientemente, Alba quería que ellas volvieran a ser pareja. Sabía que Adriana lo había pasado muy mal y que aún quería y amaba a la morena. Y que si quería ver a Adriana feliz, ésta tendría que volver con Gabriela. 

Gabriela la miró directamente a los ojos, y Adriana sintió en esa mirada color mar una invitación a que se uniera a ellas. 

-Está bien, va, me tomaré algo con vosotras. 

Gabriela sonrió para sus adentros cuando escuchó a Adriana apuntarse. Quería tener a la cirujana cerca pero no quería ser demasiado descarada. 

Fueron todas directas al Luxury. Adriana se dirigió a pedir a la barra las bebidas de todas. Gabriela quiso ir a ayudarla. Se miraron un instante y enseguida retiraron las miradas. 

Cogieron las bebidas y en un momento dado fueron a coger el mismo vaso las dos. Adriana puso su mano sobre la mano de Gabriela, fueron unos segundos que se les hicieron a las dos eternos y una vez más, sus cuerpos vibraron con el toque de sus manos. Adriana quitó la mano nada más sintió el tacto de Gabriela. No quería incomodarla. Y a Gabriela le chocó esa reacción de Adriana. 

-Gabriela, ven aquí. Vamos a bailar, vamos a recordar viejos tiempos- Alba la cogió de la mano y se la llevó a bailar. Las dos recordaron aquella vez que quedaron con Rosa y con Adriana para cenar, y luego ir al Luxury, y lo que disfrutaron bailando juntas. 

El cuerpo de las dos se movía muy sensualmente al son de la música. Adriana intentaba no mirar, pero le era imposible no observar a Gabriela moverse tan sexy. Desde luego, Adriana si pudiera se la comería entera ahí mismo. Lo que haría por tenerla entre sus brazos. Pero en realidad, de darse esa circunstancia, no sabría ni que hacer con ella. Estar de nuevo con Gabriela sería una situación totalmente nueva para ella. Estaba tan cambiada la morena que seguro que habría cambiado y madurado en muchos aspectos de su vida. 

Alba muy sutilmente agarró de la mano a Adriana y la acercó a ellas. A Adriana le iba a dar algo. Estaba roja de la vergüenza. Quedaron las tres bien juntas, hasta que Alba les dijo que se iba un momento al baño, dejándolas a las dos solas y bien pegadas una de la otra. Adriana quería desaparecer de ahí, mientras Alba se iba al baño con una sonrisa resplandeciente. 

Gabriela enseguida entendió lo que hizo Alba, y estaba muy agradecida con ella por lo que hizo. La morena quería acercarse a Adriana pero no sabía cómo. Tampoco quería llamar la atención de sus amigas y seguro que si se acercaba a la cirujana para bailar con ella, sus amigas comenzarían a elucubrar sobre lo que estaban viendo, y no era cuestión de que pensaran algo que no era.  Pero estaba claro que Alba quería verlas juntas. Y le había puesto en bandeja de plata bailar con Adriana. Aunque sabía que a ésta no le gustaba bailar, así que tendría que esforzarse mucho para conseguir bailar con ella. 

Gabriela miró a los ojos a Adriana y como la vio muy avergonzada, pero ni aún con ello le retiró la mirada, se acercó todo lo que pudo a ella para cogerle de la mano. Tenía miedo que se la retirara. 

-Adriana… Sé que no te gusta nada bailar, pero si te soy sincera, me encantaría bailar contigo esta canción…

-Estoy cansada Gabriela…-Adriana estaba casi paralizada. No estaba por la labor de tener a la morena pegada a ella. No sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo y le daba miedo que fuera muy obvio a la hora de mostrar lo que sentía por Gabriela.

-Vamos, será solo esta canción, por favor…-Se lo dijo Gabriela tan pegada a ella, que Adriana no pudo ni contestarle del colapso que estaba sufriendo por tenerla pegada a su cuerpo. Desde luego su cuerpo no iba a reaccionar como ella quería que lo hiciera.  

Gabriela cogió con sus manos las manos de Adriana, entrelazando sus dedos con los de la cirujana, y ésta se evadió de todo lo que la rodeaba. No se lo podía ni creer. De nuevo tenía a Gabriela a su lado, cogidas de la mano, su nariz casi rozando la suya, su aroma a mandarina impregnado en toda ella, el rostro de la morena rozando su propio rostro…

La respiración de Adriana se estaba agitando por momentos. Prefirió cerrar los ojos para no saber nada de lo que le rodeaba. Hubo un momento que Gabriela fue a decirle algo al oído y sin querer rozó sus labios con los de la cirujana, y ésta ya no pudo contenerse más y solo pudo separarse de Gabriela. Iba a desmayarse ahí mismo. 

-Adriana…¿Estás bien?¿Te pasa algo?

Justo llegó Alba con una sonrisa en sus labios. Las había visto de lejos bailar. Y aunque ahora Adriana se hubiera separado abruptamente de Gabriela, le valía el haberlas visto bien pegadas una a la otra. 

-Gabriela, cariño, ¿Seguimos con el baile de antes?-Le dijo Alba a Gabriela. 

-Claro. -Gabriela no sabía cómo interpretar la reacción que había tenido Adriana al separarse de ella de esa manera. Quizás se sintió obligada a bailar con ella o quizás había sentido algo y por eso prefirió dejarlo como estaba...Ahora las malditas dudas la carcomían. 

En un momento dado, se les acercaron a Alba y a Gabriela unos hombres. Querían bailar con ellas. Pero ellas educadamente los echaron. No querían saber nada de ellos. Adriana recordó que Gabriela siempre tenía a alguien detrás de ella. Cómo no, con lo espectacular que era. Uno de los hombres insistió en bailar con Gabriela. Se puso detrás de ella e intentó frotarse con el cuerpo de la morena. Como ésta intentó alejarse de él, el hombre la cogió por la cintura para apretarse a ella. El hombre estaba empalmado. A Adriana le carcomió la ira que sintió en ese momento de ver cómo ese hombre quería sobrepasarse con Gabriela. Sin pensárselo dos veces intervino para que el hombre la soltara. 

-Oye ¿qué crees que estás haciendo? ¡Suéltala ahora mismo!

-¿Que la suelte?vamos, sólo quiero divertirme un rato. ¿Qué hay de malo en ello?- espetó el hombre, el cual iba algo borracho. 

-Ella no quiere bailar contigo. Así que no la vuelvas a tocar. 

-¡Vaya! ¿Tú también te la quieres tirar?¿A tí también te gusta esta mujer?. La verdad que te entiendo aunque seas mujer, porque esta mujer tiene un polvo tras otro. 

Entonces todas apoyaron a Adriana y al hombre no le quedó otra que alejarse de Gabriela, no sin antes llamarlas a todas malditas zorras lesbianas. 

Gabriela fue al baño porque necesitaba alejarse de esos hombres. Estaba muy nerviosa. Alba se dio cuenta del estado en el que se encontraba la morena e iba a ir detrás de ella, cuando Adriana le dijo que no se preocupara que iría ella a ver si Gabriela estaba bien. 

Ya en el baño, Gabriela se apoyó en la pila y se llevó las manos a su rostro. De repente sintió unos finos y delicados dedos en su antebrazo y antes de mirar quién la estaba tocando, ella ya sabía que esos dedos pertenecían a la cirujana. 

Justo Gabriela fue a bajar el brazo donde Adriana tenía puestos sus dedos, lo que hizo que los dedos de Adriana rozaran un pecho de Gabriela. Ésta no llevaba sujetador y para colmo la tela del vestido era tan fina, que Adriana pudo notar como se le puso duro el pezón. Adriana ardía de deseo por tocar esos pechos tan llenos y tan firmes a la vez. Sus pupilas se dilataron con tal visión. Y a Gabriela no le pasó desapercibido. 

-Gabi... Gabriela…¿Estás bien?- le preguntó Adriana con la voz ronca y entrecortada.

-Sí...Adriana..Yo... Bueno, quería darte las gracias por haberme defendido y por quitarme a ese animal de encima. Veo que en eso no has cambiado.- Le contestó muy nerviosa Gabriela. Ésta también sentía un deseo irrefrenable por la cirujana. Si no estuviera con Daniela, ya se hubiera tirado a los brazos de la cirujana y se la hubiera tirado ahí mismo. 

-Si tú supieras…- Pensó Adriana. Estaban las dos a escasos centímetros. Podían sentirse el aliento, el perfume, la respiración de la otra...Ninguna de las dos se retiró. Al revés, Adriana aún se acercó todavía más, acortando la poca distancia que las separaba. Se acercó tanto a la morena, que sus labios casi se rozaban. Estuvieron así unos segundos, que para las dos fueron como toda una vida entera. No querían moverse. No podían hacerlo. Estaban las dos bloqueadas, hasta que Adriana posó delicadamente sus labios sobre los de Gabriela, y ésta al sentir esos labios tan suaves y tan ricos, no le quedó otra que separarse de Adriana y salir corriendo del baño. 

Automáticamente se tocó sus labios con las yemas de sus dedos, ya que no se creía que hubieran rozado los de la morena. Adriana se quedó de piedra. Primero, por lo que sintió cuando sus labios tocaron los labios de Gabriela. Eran perfectos para ella. Éstos se amoldaban a los suyos a la perfección. No había nada en este mundo que le gustara más a Adriana que besar los labios de la morena. Y segundo, por la reacción que tuvo Gabriela de salir corriendo. ¿Acaso ya la había olvidado?¿O quizás ya estaba con otra mujer?.

Cuando Adriana salió del baño, decidió irse del Luxury. Tenía que pensar en lo que acababa de hacer con Gabriela y además le dolió mucho que ésta la rechazara. Se despidió de todas y se marchó. 

Gabriela se sintió mal cuando vio a Adriana marcharse. Quería seguir teniéndola cerca. Esa cercanía la estaba matando, y a la vez la necesitaba. Y el beso que había intentado darle Adriana, la había puesto a mil por hora. Simplemente el roce de sus labios con los suyos, ya hizo que su cuerpo temblara entero. Pero ella sabía que tenía que serle fiel a Daniela. Ésta no se merecía que Gabriela tonteara con Adriana y tuviera algo con ella. Así que pensándolo mejor y muy a su pesar, le pareció una buena idea que Adriana hubiera decidido marcharse. 

Gabriela aún se quedó una hora más en el Luxury.  Esa noche consiguió no pensar en su padre. Reconoció que le vino muy bien quedar con sus amigas. Pero también reconoció que Adriana no le era indiferente, como ella pensó en un principio. Adriana le seguía removiendo muchas cosas por dentro, y eso la dejó muy preocupada.

Adriana se fue descolocada a su casa. Por un lado estaba como loca por haber visto a Gabriela. Y por otro lado, ésta la había rechazado y eso le dejó el corazón más dañado de lo que ya estaba. Nada más llegar a su casa, fue directa a su habitación para tirarse en la cama y ponerse a llorar con ganas. Hasta que después de mucho llorar, el sueño la venció. 

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