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Capítulo 3. ¿Flechazo?


Esa mañana a Adriana le costó mucho levantarse de la cama cuando sonó la alarma, a pesar de saber que era su primer día de trabajo en la clínica y no debía llegar tarde. Así que luego le tocó ducharse en cinco minutos y tomar solo un café porque ya no le daba tiempo de prepararse el desayuno. Prefería emplear el poco tiempo que tenía para arreglarse e ir guapa a la clínica. Tenía que dar buena impresión en su primer día en la clínica. Al final se demoró más de lo esperado y le tocó apretar el acelerador del coche, porque encima había un tráfico horrible, ya que mucha gente iba a sus trabajos o a dejar a los niños al colegio o instituto. 

Eran las 10 am cuando Gabriela fue al Office del personal a prepararse un café bien cargado, ya que había dormido fatal y necesitaba una buena dosis de cafeína.

Mientras las enfermeras y auxiliares estaban con las curas e higienes, Gabriela le pidió permiso a su compañera ya que en esos momentos parecía que estaba la planta tranquila. 

Mientras preparaba el café, estaba pensando en los rumores que había en la planta sobre la nueva doctora. Había oído que ella era una mujer dura, fría y poco accesible.  Tenía curiosidad por conocerla aunque para ser realistas, sabía que siendo auxiliar, poco contacto iba a tener con ella, ya que eran las enfermeras las que pasaban la ronda con los cirujanos. 

Estaba absorta en sus pensamientos y de espaldas a la puerta, cuando de repente le vino un aroma a perfume caro que le cubrió todos sus sentidos y se metió por todos los poros de su piel. Y sobre todo por su fosas nasales.  

Adriana estaba buscando a alguna enfermera para que le ayudara a hacer la ronda, como no encontró a nadie por el pasillo se fue directa al Office del personal. Tal vez estaban ahí las enfermeras en el descanso y almorzando algo. 

Al entrar vio a una mujer de espaldas. Como no había nadie más, se dirigió a ella y le fue a preguntar dónde podría encontrar a una enfermera para que la ayudara.

- Hola buenos días, soy la doctora Adriana Díez y estoy buscando a alguna enfermera para poder hacer la ...

Cuando Gabriela se dio la vuelta, Adriana se quedó pasmada y parecía como si el momento se hubiera congelado. Cuando vio esos preciosos ojos y que además la observaban a ella, creía que se iba a ahogar, le faltaba el aire y le costaba respirar. ¡Joder que ojos!¡qué mujer! .  No sabía qué es lo que le pasó a su cuerpo y por qué reaccionó así, ya que ninguna mujer le había provocado tal situación antes. Pero esta mujer... ¿qué clase de ojos eran esos? Si podían crear el caos allá por donde miraran.

Y lo que no sabía Adriana es que esos ojos pecaminosos la iban a llevar a la mismísima perdición. 

Pero Gabriela no se quedó atrás. Ella también sintió que su mirada iba directa a la mirada de la castaña, a esos preciosos ojos verdes que la miraban con tanta atención y sorpresa. Su cuerpo se tensó, y pensó que no iba a poder articular palabra alguna con esa mujer tan llamativa. Pero ¿por qué no le podrían salir las palabras? ¿porque tenía en frente a una mujer distante y fría y le provocaba rechazo? ¿o porque le había provocado algo que ninguna otra mujer le había hecho sentir hasta ahora? Eso lo tendría que descubrir. Además se fijó en cómo iba vestida Adriana. Debajo de la bata se veía que llevaba una camisa beige de seda y un pantalón ajustado de vestir, acompañado de unas botas negras muy finas y con un buen tacón. ¡Joder! era muy femenina y con gustos caros...

- Hola doctora, yo soy auxiliar, pero si sólo es pasar ronda, tal vez la pueda ayudar, si a usted le parece bien. 

¡Carajo! ¡cómo iba a poder pasar ronda con esa mujer!. Imposible. No iba a poder mover ni un dedo,ni un músculo, ni nada de nada. Esa mujer le producía unos nervios que hasta ahora nunca había experimentado. Y aunque le costaba no quitarle la mirada, consiguió darle una contestación. 

- Bueno, si, si crees que me puedes ayudar, perfecto. Gracias. ¿Y te llamas?

- Me llamo Gabriela. 

- Perfecto Gabriela, entonces ¿nos ponemos en marcha?

- Si, claro. Iré a por el carro de curas y empezamos. 

Bien, Adriana consiguió mantener con ella una conversación y el equilibrio, ya que de repente sintió vértigo y pensó que en cualquier momento se caería al suelo sino dejaba de mirar a esa belleza. Se sentía tonta, espesa y desconcertada, no sabía por qué se sentía así. Sólo sabía que Gabriela era preciosa, y eso que solo había podido fijarse más detenidamente en sus ojos, aún no había podido detenerse a mirarla por completo, lo cual aprovecharía a hacer cuando pasaran la ronda, habitación por habitación.  Tendría tiempo de deleitarse en ese rostro angelical y ese cuerpo escultural. Hasta su nombre le gustaba. 

Aunque al momento se sintió mal por pensar en hacer eso con la auxiliar. Esa chica se le veía bastante más joven que ella, más dulce e inocente y no quería incomodarla por nada en el mundo.

Además, se fijó en que la auxiliar no llevaba ninguna alianza en los dedos que le indicara que estaba casada. Gabriela también miró a las manos de la cirujana buscando lo mismo, pero no la encontró tampoco . En su lugar sólo pudo ver unas preciosas y finas manos bien cuidadas. ¿Gabriela se alegró de no verle alianza?.

Y a Gabriela le pasó algo parecido que a la cirujana. Maldijo a María por no ser ella la que estuviera ahora con la doctora Díez haciendo las curas.

El primer paciente que debía visitar era Gustavo, un hombre de unos 40 años que se había caído de la moto y presentaba laceraciones, contusiones por todo el cuerpo y una fractura abierta de tibia y peroné. Llevaba ya días ingresado y sabía que aún le quedaban bastantes más días ahí. Pero poco le importaba si iba a ver a Gabriela todos los días.

Gustavo sintió un flechazo al verla. Le resultó guapa a rabiar, y siempre que ella entraba en la habitación, parecía que un cuerpo celestial entraba para llevarlo a tocar el cielo, además siempre mantenían una agradable conversación. Aún no sabía cómo podía abrir su corazón con ella y decirle lo que sentía. Pero tendría tiempo de descubrir cómo acercarse a ella, sí, tantas horas postrado en esa cama articulada y sin nada que hacer, le daría tiempo para pensar en cómo hacerlo. 

Adriana entró primero, seguida de Gabriela. Gustavo las saludó y no pudo quitar sus ojos de los ojos de Gabriela, como siempre. Mirar a ese azul color mar siempre lo relajaba.  Adriana se dio cuenta de esa mirada lujuriosa de Gustavo hacia Gabriela. La incomodó de tal manera que la mirara así, pero en realidad sabía que era normal que un hombre mirara de esa manera a esa mujer. Si ella misma la miraba embobada. Tenía los ojos más bonitos que había visto en su vida, pero sus labios carnosos, llenos y húmedos no se quedaban atrás.  Es que era imposible mirarla sin deseo, porque también su cuerpo curvilíneo incitaba a pecar..

- Hola Gustavo, veo que hoy estás animado. Soy la doctora Adriana Díez y vamos a hacerte las curas. 

-Gracias doctora. Sí, estoy animado,como el primer día que me trajeron a esta planta.  A pesar de lo que me ha pasado, no puedo dejar de pensar en lo afortunado que soy al estar aquí, con Gabriela. Ella es una auxiliar muy cariñosa con todos los pacientes, habla mucho con nosotros y nos da ánimos. Justo lo que necesitan los pacientes. 

Gabriela se sonrojó de tal manera que sus mejillas se pusieron rojas de repente. Y Adriana no podía quitar su mirada de ella. Debía concentrarse en las curas de ese hombre,  pero le costaba Dios y ayuda hacerlo. ¡Joder! ojalá Gabriela se fuera y viniera una enfermera, pensó para ella. 

Gabriela empezó a pasarle el material a Adriana, y sin querer le rozó los dedos. Sólo con ese roce, Adriana sintió una descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo,de la cabeza a los pies, y se quedó bloqueada por unos segundos. Y eso que las dos llevaban los guantes puestos. Ese bloqueo no le pasó desapercibido a Gustavo. 

De repente entró María a la habitación, la enfermera que hacía el turno con Gabriela.

- ¡Hola doctora!, soy María, la enfermera que le va a ayudar. Disculpe pero estaba viendo a otros pacientes. Gabriela, gracias por cubrirme. Te llama la supervisora por algún cambio que le pediste. Vete a hablar con ella. Luego hablamos.

-La próxima vez a ver si estás para pasar la ronda conmigo, y así no la tengo que pasar con una auxiliar. Espero que no se vuelva a repetir - le contestó Adriana con un tono autoritario para recordarle que la que mandaba era ella. El hecho de haber estado con Gabriela en la misma habitación le había provocado una sensación muy desconocida y como no la pudo controlar, se puso nerviosa y lo pagó con la enfermera.

-Si, doctora...Lo siento- alcanzó a decir María- ¡Joder que mala leche tiene esta mujer!- pensó la enfermera. 

-Bien María, entonces me voy. Adiós Gustavo,luego vengo a verte, y doctora, ha sido un placer conocerla- dijo Gabriela para relajar el tenso ambiente. Pues sí que resultaba borde la doctora, pensó a la vez. Y además, no le sentó nada bien que dijera que había tenido que pasar la ronda con una auxiliar...

-Lo mismo digo, Gabriela. - Contestó sin mirarla, porque de haberla mirado, sus pensamientos se hubieran ido con ella y necesitaba estar lúcida y prestar atención a María y a Gustavo. 

Gabriela salió de la habitación con nervios en su cuerpo debido a esa doctora. La verdad es que con ella no había sido nada borde, ni distante, ni fría, ni arrogante. Pero con María sí Lo había sido. Y cuando su mano rozó los dedos de la doctora, sintió como mariposas en su estómago. Joder, ¿eran mariposas? ¿En qué narices estaba pensando? Si la acababa de conocer, y de seguro que aunque fuera amable con ella, en otro momento o en otra situación ella sería la mujer fría y distante de la que todos hablaban. De hecho ya había visto con María cómo se las gastaba esa mujer.

Además, Adriana era cirujana, seguro que una cirujana como ella no perdería ni un segundo en una auxiliar tan sencilla como ella. ¡Joder! estaba perdida. 

Adriana había quedado con Alba en la cafetería. Quería contarle cómo había ido la mañana con las rondas. Luego tenía cirugías programadas. Pensó que iba a ser un día largo y tedioso. 

-Alba, gracias por invitarme al café. 

-Tranquila, mañana me invitarás tú. ¿Qué tal tu mañana en planta?

- Uff, muchos pacientes por ver. Y luego tengo que operar. Y ya estoy cansada, jaja. Los comienzos son duros, lo sé.

-Ya lo sabes que sí. Por cierto, me alegro de que estés en trauma, así podré ir a verte a la planta.

-¿Por qué dices eso? Si nos podemos ver en la cafetería, o en cualquier otro sitio de la clínica.

-Adriana, tengo que confesarte algo. No conozco a nadie de trauma, así que ahora tengo excusa para pasarme, me han dicho que hay una auxiliar guapísima y, bueno, ya sabes mis gustos. Me gustaría ver con mis propios ojos si es tan deslumbrante como dicen. 

¿Que si era deslumbrante? SÍ,lo era. Hasta a ella la había deslumbrado,y eso que se consideraba totalmente heterosexual.  Esos ojos color mar llevaban en su cabeza toda la mañana. No había podido sacarlos de su cerebro. Y normal que esa chica fuera tan conocida en la clínica. Entendía perfectamente a su amiga. 

-Hoy me ayudó un poco con una cura. Por cierto, para que lo sepas, se llama Gabriela.  Resulta que no encontré a la enfermera que me tenía que ayudar y ella se ofreció. Y sí, tengo que reconocer que es guapísima. 

-¿En serio? ¡Qué bonito nombre tiene! Y para que lo reconozcas tú, que eres la tía más soberbia y arrogante del planeta. Y por cierto, conociéndote seguro que le cayó bronca a la enfermera. Pobre de ella.

- ¡Eh! para el carro. Sé reconocer cuando una mujer es bella. No pasa nada por eso. Además, ni soy soberbia ni soy arrogante. Vaya concepto tienes de tu amiga. Y sí, veo que me conoces muy bien. Le cayó bronca, no es normal que tenga que ayudarme una auxiliar.

-¡Lo sabía!. Eres muy cruel con la gente. Y con respecto a la auxiliar, bueno, a Gabriela, ya te puedes hacer su amiga, necesito que me la presentes. 

-¿Yo su amiga? ¿Y con qué excusa?¿una médica amiga de una auxiliar? ¡Tú dirás cómo!porque la verdad es que tú petición me causa risa. 

-Bueno, hazlo por mí,carajo. Sabes que yo te ayudaría en todo lo que necesites. Tú debes corresponderme también, mala amiga. 

Mientras tanto, en el descanso que tenían en la planta, María aprovechó para hablar con Gabriela de lo que había sucedido con la doctora. 

-Gabriela, ¿Qué te ha parecido la nueva doctora?- le preguntó María. Esperaba que ella hubiera visto lo que María vio. A una mujer arrogante y estirada. 

-Pues la verdad, María, me ha parecido muy borde, sí. Tú ya le habías dicho que estabas ocupada con otros pacientes, no entiendo por qué soltó lo que soltó. Pero bueno, ya sabes cómo son los doctores, tenemos que ir siempre detrás de ellos. 

-Eso mismo pienso yo. Pues conmigo la lleva clara, tendré que domarla y ser yo la que mande- Dijo María,y se echaron a reír las dos.

Al rato Gabriela se acordó que le había prometido a Gustavo ir a verlo, y como estaba cerca de su habitación, decidió pasarse en ese momento. 

-Hola Gustavo, lo prometido es deuda. ¿Cómo fue la cura?¿Te han dejado nuevo?- le preguntó Gabriela con una preciosa sonrisa. 

-Pues la verdad Gabriela... prefiero que no me dejen como nuevo y así me puedo quedar aquí más tiempo. Es lo que deseo aunque suene raro. 

Gabriela se sonrojó porque sabía por dónde iban los tiros. Gustavo ya se le había insinuado en alguna ocasión. Pero no quería ser grosero y no quería que Gabriela lo rechazara, así que intentaba ser simpático y agradable con ella. Sabía que con Gabriela tenía que tener paciencia e ir poco a poco. 

-Por cierto Gabriela, la doctora Díez es muy mona y atractiva...pero vaya mujer, ¡qué carácter debe tener! Se pasó con María.  

-Si, estoy contigo. Hoy creo que era su primer día en la clínica, así que igual necesita tiempo para habituarse. Espero que no sea así de normal, porque sino nos va a llevar a rajatabla a toda la planta- rio mientras dijo eso de Adriana. 

-Pero Gabriela...yo creo que la única que la puede domar eres tú.

-¿Qué?¿A qué te refieres, Gustavo?- le preguntó Gabriela pensativa. 

-¿No has visto cómo te miraba? Vamos Gabriela...no te quitaba la mirada de encima. Y esa mirada, era una mirada de deseo. Te lo aseguro.

-¿Te estás quedando conmigo?, ¿Cómo puedes decir eso?- le espetó Gabriela algo molesta y muy nerviosa.

-Gabriela, mis ojos saben lo que han visto. Esa mujer estaba algo nerviosa y no te quitaba los ojos de encima. Además contigo ha sido agradable y educada y con María ha sido como un perro con pulgas…

Gabriela se quedó pensando en las palabras de Gustavo, y en eso tenía razón. Con ella había sido educada, y también sintió la mirada de la cirujana constantemente. ¿Pero como le iba a gustar ella?¡Eso era imposible!.

Cambiaron de tema enseguida. Al rato Gabriela se despidió de Gustavo y salió de la habitación. 

Adriana entró en su casa casi arrastrándose. Su cuerpo no daba para más, y daba gracias a que estaba ya en su ático. Alba le dijo que iría al Luxury después del trabajo, por si se quería pasar, pero ella le dijo que prefería irse a casa a descansar. Lo necesitaba. Necesitaba tener la mente en blanco, tirarse en su sofá con un vaso de vino blanco. 

Y a lo que se estaba relajando, le llegó un WhatsApp de Javier recordándole la cena del viernes. 

De repente pensó en si acabaría en la cama con él. Llevaba tiempo sin acostarse con alguien. Javier era muy atractivo, pero no sabía si el viernes acabaría teniendo sexo con él. Eso estaba por ver. Lo que tenía claro es que no tenía intención de empezar una relación con alguien. Quizás no le viniera mal tener algo de sexo, sexo casual. Pero nada más. No estaba preparada para atarse a nadie. De hecho nunca había tenido una pareja seria, ni la quería tener ahora. No era el momento.  

También pensó en las necesidades amorosas de Alba. Lo que le faltaba, que ella también se enamorara de esa linda morena. Si es que era preciosa. Sabía que en el momento que su amiga la viera, se quedaría prendada de ella. Y seguro que Gabriela se lo hacía pasar mal, porque igual no era ni lesbiana, como Alba. Y encima tenía a todo el mundo detrás de ella, así pues, cómo se iba a fijar en su amiga? ¡Imposible!. 

Ella intentó quitar hierro al asunto, aunque le había producido muchas sensaciones positivas el encuentro con esa auxiliar, no quería involucrarse en nada con ella. ¡Cómo iba a sentirse atraída por una auxiliar! Y mejor dicho, ¡por una mujer! Imposible. En su casa sus padres eran muy religiosos, algo clasistas y seguramente homófobos. O eso pensaba ella. En realidad nunca se había preocupado de lo que pensaban sus padres sobre la homosexualidad, pero de seguro que siendo tan clásicos y antiguos como lo eran, les parecería algo horrible y aberrante.

Intentó no pensar más en esa mujer tan  llamativa y preciosa porque sabía que no le iban a llevar a ningún lado tales pensamientos. Ella tendría que acabar con alguien como ella, con un hombre exitoso y de su misma clase. O eso creía Adriana que esperaba su familia de ella.

Cuando acabó el turno, Gabriela había quedado para comer con Martina en el Corazón Verde. Ésta tenía un juicio por la mañana y a las 3pm ya estaba libre, como Gabriela.

-Eh guapísima, ¿Qué tal el turno?¿cansada?

Martina le dio un beso largo en los labios. Le encantaban esos labios tan carnosos y jugosos. La volvían loca.

- El turno bien. Entretenido, como siempre. ¿Y tu juicio?

-También entretenido. Esta tarde me va a tocar trabajar un rato. Pero seguro que saco tiempo para tí...me gustaría invitarte a casa después de comer. ¿Qué te parece?.

-¿Para qué quieres invitarme a tu casa?- le preguntó Gabriela coqueta.

- Gabriela, quiero hacerte el amor de mil maneras diferentes. Necesito sentirte. Necesito tenerte entre mis brazos...- Deseaba decirle que la amaba, pero sabía que si le mostraba sus sentimientos Gabriela se alejaría de ella. Ya habían hablado del tema más de una vez y Gabriela se lo había dejado bien claro.

Comieron tranquilamente, hicieron un poco de sobremesa y se dirigieron a la casa de Martina. Ésta nada más abrió la puerta se abalanzó sobre Gabriela. No aguantaba más tiempo sin tocarla. El cuerpo de Gabriela era como una droga para ella. La besó con ansia pero delicadamente. La empotró contra la pared. Besó sus labios primero para luego abarcar el cuello. El olor que desprendía Gabriela la embriagaba.

-Gabi...me enloqueces.

-Tú a mi también, preciosa.

Martina metió su mano por debajo del vestido, le acarició los muslos y se los apretó. Luego se dirigió sin perder tiempo a la entrepierna de la auxiliar. Ésta gimió con ganas. Le bajó las bragas y apoyó las rodillas en el suelo. Comenzó a lamerle los labios mientras metía un par de dedos en su vagina. Gabriela estaba disfrutando notoriamente de lo que Martina le estaba haciendo. De hecho agarró suavemente a la abogada del cabello, para apretar su cara con su clítoris. Entonces Gabriela se corrió desesperadamente y sin parar de gemir.

-¡Joder! Martina, me ha encantado. ¡Me lo haces muy bien!

-¿Ah, sí? ¿Cómo no te lo voy a hacer bien con lo que me provocas? Gabriela, me vuelves loca, ya lo sabes.

Martina la cogió en brazos y Gabriela puso sus piernas alrededor de la cintura de la abogada. Se dirigieron a la habitación de ésta. Entonces hicieron el amor quedando extasiadas las dos. Martina no podía pedir más a la vida.

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