Capítulo 29. Más problemas.
Pero justo llegaba el fin de semana y ella tenía que acudir a un Congreso Nacional de Cirugía en otra ciudad. Ese mismo viernes tenía que coger el avión, así que cuando saliera de su turno, se iría a casa a hacer la maleta y darse una buena ducha. Y tenía que ausentarse todo el fin de semana.¡cojonudo!. Bueno, ya intentaría hablar con Gabriela el lunes.
Adriana sabía que le tocaba viajar con Carlota, una cirujana de treinta y nueve años guapísima y con una autoestima muy elevada, que para colmo era lesbiana. Era castaña de ojos marrones verdosos, con unos labios carnosos y un cuerpo bastante llamativo. Y mediría un metro setenta más o menos. Llevaba muy poco tiempo en la clínica pero ya la conocían por ser una rompecorazones y muy activa sexualmente. A ésta ya le había llegado a sus oídos que Adriana había salido del armario recientemente, por lo que si podía, aprovechando el Congreso y que las dos iban a estar solas en otra ciudad, iba a aprovechar al máximo la estancia con Adriana en esa preciosa ciudad.
Cuando coincidieron las dos en el aeropuerto, se saludaron efusivamente, sobre todo por parte de Carlota.
Cuando Adriana la vio, no le extrañó que esa mujer llamara la atención. Era muy exuberante e iba preciosa con un traje ajustado a su escultural cuerpo y con unos taconazos de vértigo, llevando su maleta pequeña y su maletín de trabajo. Pero no le llegaba ni a la suela de los zapatos a su Gabriela. Ésta era la dueña de su corazón y de toda ella.
-Hola guapísima. ¡Qué alegría que vayamos juntas al Congreso!. Me apetece mucho, la verdad, y bueno, espero que no solo sea trabajo...luego después podemos salir a cenar y a tomar unas copas, si te parece. ¡Me muero de ganas!- Carlota sabía que Adriana estaba en una relación pero siempre la veía sola y triste por la clínica, así que lo fácil es que lo hubiera dejado con su chica.
Adriana palideció. La cirujana era guapísima y tenía un cuerpo de infarto. Iba a estar todo el fin de semana con tal monumento de mujer. Y le acababa de decir que esperaba que no sólo fuera trabajo. ¿Le estaba tirando los trastos?¡Joder! quería salir con ella a cenar y a tomar copas, era lesbiana, estaba soltera y ya conocían la reputación que tenía en la clínica. Tendría que rechazarla educadamente. Era peligroso salir con esa mujer por ahí. Seguía teniendo a Gabriela en su cabeza, en su piel y en su corazón. Claro que no haría nada con ella. No perdería a la auxiliar por nada del mundo.
Mientras, ese viernes por la noche habían quedado Alba, Rosa, Laura y Gabriela en el Corazón Verde para cenar.
Ya estaban todas menos Laura, que justo estaba entrando por la puerta e iba hablando por teléfono con alguien cuando colgó la llamada justo al llegar a la mesa donde ya estaban todas las amigas sentadas.
-Ey chicas, perdonad, estaba hablando con Adriana y me he liado. Acaba de aterrizar.
-¿Qué?¿Se ha ido de la ciudad?- preguntó Alba incrédula, a la vez que echaba una mirada de preocupación a Gabriela.
-Ah, ¿No lo sabéis?se ha ido a un Congreso todo el fin de semana. Ella y la nueva cirujana.
A Gabriela le empezó a doler el pecho. Sabía quién era la nueva cirujana, una tía que llamaba la atención, lesbiana y que por lo que había oído, se acostaba con todo lo que se meneaba. De repente tuvo ganas de llorar. De sólo imaginarse a Adriana todo el fin de semana con esa mujer, en el hotel y luego en alguna discoteca...porque seguro que no se quedaría sola en su habitación.
Las chicas se dieron cuenta enseguida del daño que le produjo a la auxiliar saber que Adriana se había ido todo el fin de semana con esa cirujana.
-Ey Gabi, tranquila. Sabemos cómo es Adriana y no hará nada con la guarra esa- dijo Alba para quitar hierro al asunto.
Todas se rieron por el calificativo que usó Alba para describir a la cirujana.
-Además, tú eres preciosa. Y Adriana está muy enamorada de ti. Confía en ella- repuso Laura.
-Gracias chicas. El tema es que ahora mismo no sé cómo estamos Adriana y yo. Nuestra relación está como parada. Ya sabéis que llevamos unas semanas que cada una va por su lado. Así que igual Adriana se siente libre de hacer lo que le da la gana. Y reconozco que Carlota es mucha mujer para rechazarla.
-¿Tú no la rechazarías,Gabi?- preguntó curiosa Laura.
-Yo sí. Tengo claros mis sentimientos por Adriana. Pero no tengo claros los suyos.
Al rato intentaron cambiar de tema, era lo mejor para Gabriela. No sacar el tema de Adriana. Habían quedado para pasar un buen rato y distraer a la auxiliar. Y eso es lo que iban a hacer.
Gabriela intentó distraerse con sus amigas, pero no pudo evitar pensar en qué estaría haciendo en esos momentos Adriana con la otra cirujana. Esa noche sabía que no iba a poder dormir.
Mientras tanto Adriana le dijo a Carlota que cenaría en su habitación y se iría a dormir, ya que se encontraba muy cansada. No quería darle pie a nada a su compañera. Y aún le quedaba todo el sábado con ella... veríamos cómo acababan el fin de semana juntas.
Las jornadas del sábado resultaron muy tediosas para ambas cirujanas. Cuando acabaron, Adriana sólo quería irse a su habitación a descansar. Pero Carlota tenía otros planes para con ella.
-Adriana, quiero invitarte a cenar. No puedes rechazar mi invitación. Hemos pasado un día de mierda y ahora toca divertirnos.
-Estoy cansada, Carlota. Ahora mismo no soy buena compañía.
-Vamos Adriana, ayer ya te fuiste directa a la habitación. Sólo será cenar. Y si luego te apetece, podemos tomar alguna copa. Prometo que me comportaré.
-Bueno, está bien- No tenía por qué pasar nada entre ellas. Ella tenía claros sus sentimientos hacia Gabriela. Y para decir verdad, llevaba tiempo sin saber de la auxiliar. No haría nada malo por salir a cenar con su compañera. Luego se iría al hotel a dormir.
Se fueron las dos para el hotel. Necesitaban ducharse y arreglarse un poco para ir a cenar.
Aunque sus habitaciones estaban una al lado de la otra, quedaron en verse en el hall del hotel.
Cuando Adriana vio a Carlota, sus ojos se abrieron como platos. Esa mujer estaba espectacular con un vestido escotadísimo y corto, dejando a la vista unas preciosas piernas y una figura envidiable. ¡Uf! Qué noche le esperaba a la cirujana. Menos mal que estaban en otra ciudad y no podía encontrarse con Gabriela.
-Vaya Carlota, estás espectacular- no pudo mentir la cirujana.
-Tú no estás tampoco nada mal, a decir verdad- le contestó Carlota guiñándole un ojo. Adriana iba con una blusa suelta y unos vaqueros muy ajustados que le quedaban de cine.
Adriana tragó saliva. La noche iba a ser más dura de lo que esperó en un primer momento.
Fueron caminando al centro de la ciudad, ya que el hotel estaba muy cerca y así lo decidieron. Era tontería cogerse un taxi. Mientras Adriana se percató de cómo los transeúntes miraban a su acompañante mientras buscaban un restaurante donde poder cenar. Se decantaron por un restaurante italiano que tenía muy buena fama, además era bastante caro. Carlota se lo podía permitir.
Carlota le pidió a Adriana hacerse alguna foto juntas. Ésta quería negarse pero Carlota era muy persuasiva, insistente y rápida. Y a lo que iba a negarse, Carlota ya había hecho un par de fotos. ¡Cojonudo! Sólo esperaba que no las subiera a ninguna red social. Lo que ella no sabía es que era justo lo que acabaría haciendo Carlota.
Bebieron una botella de vino entre las dos. A Adriana parece que le subió un poco y se sintió algo mareada. Pero también se empezó a soltar más con Carlota. Y ésta estaba encantada. Pasaron una agradable velada.
Cuando salieron del restaurante, Carlota convenció a Adriana para ir a bailar un poco a una discoteca cercana al hotel. Así cuando se cansasen, se irían directas.
Carlota pidió dos gin tonic, uno para cada una. Se lo estaban pasando muy bien cuando Carlota cogió de la mano a Adriana y le pidió bailar con ella. Ésta se iba a negar pero como siempre pasaba con Carlota, ésta se salía con la suya. Acabaron en el centro de la pista bailando bien pegadas. Adriana no paraba de pensar en Gabriela. No podía sacársela de la cabeza. Estaba a punto de llorar cuando Carlota se percató de que su compañera no estaba bien.
-Ey, guapísima, estamos aquí para pasarlo bien. No estés triste. Tú relájate que ya haré yo por alegrarte la noche- lo dijo sonriendo maliciosamente.
Aprovechando que Adriana estaba un poco perjudicada por el alcohol, la cogió por la cintura mientras le pedía hacerse otra foto con ella. Adriana accedió sin saber por qué. Se les veía muy juntas y muy contentas en la foto.
Se acercó tanto a ella que sus pechos se tocaban con los de Adriana. Carlota estaba muy excitada. Le pasó el escote por la cara a Adriana. Y ésta se estaba empezando a excitar también. Cómo no hacerlo con semejante mujer al lado. Si toda la discoteca la estaba mirando. Como harían si estuviera Gabriela ahí. Ella siempre era el centro de atención. Y eso la puso más triste si cabía.
Ambas estaban sudando. Hacía calor en el local. Y eso ponía a Carlota más cachonda. Rozó con sus labios los de Adriana. Ésta quería separarse pero estaba tan excitada que le costaba rechazar a Carlota. Además ésta la rodeó con sus brazos por la cintura, para que no se le escapara. Intentó meter su lengua en la boca de Adriana, pero ésta por fin se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y se separó abruptamente de Carlota.
-Carlota, perdona, yo me voy al hotel. Quédate tú si quieres. Hay un ambientazo, así que te lo pasarás muy bien.
-No, guapa, me voy contigo.
Era sólo media noche. Se dirigieron juntas al hotel. Una vez ya en el pasillo, se despidieron y se fueron cada una para su habitación.
Nada más entró en la habitación, Adriana se dejó caer en su cama. Miró el móvil pero no tenía ninguna llamada de la persona que más quería. Sólo de Laura y de Alba. Estaba cansada y decidió llamarlas al día siguiente. Tenía en su mente a Gabriela. En ese momento deseaba con todas sus ganas tenerla a su lado, lo que daría por poder hacerle el amor, sentirla, abrazarla y besarla. Se moría por hacerlo.
Al rato decidió dejar de pensar en ella y se fue a lavar los dientes. Luego se puso un pijama corto. Unos shorts y una camiseta de tirantes que se amoldaban perfectamente a su voluptuoso cuerpo.
Justo cuando se dirigía de nuevo a la cama, tocaron en la puerta.
Se tensó de sólo pensar en Carlota. Pero tenía que ser ella, nadie más podía tocar en su puerta a esas horas de la noche.
-Adriana, ábreme porfa, soy Carlota- ésta gritó para que la oyera. Sólo esperaba que no se hubiera dormido.
-Voy - Contestó Adriana mientras abría nerviosa la puerta.
Cuando abrió casi le da un jamacuco. ¡Joder!¿Qué buscaba Carlota yendo a su habitación con esa guisa?¿Acaso estaba loca?, además, Adriana aún se encontraba un poco ebria. No había bebido mucho pero sí lo suficiente para perder algo el control y poder echarle la culpa al alcohol ingerido.
Carlota se presentó con una bata de seda muy sexy. Esa mujer sabía lo que quería. Y en ese momento quería divertirse con Adriana teniendo sexo con ella. Si estaban las dos solteras, ¿Por qué no pasarlo bien juntas?
-Hola guapa, ¿Me invitas a pasar? ¿O me vas a dejar en el pasillo?
-¿Qué?yo...creo que no es buena idea, Carlota. Estoy muy cansada y me gustaría irme a dormir.
-Vamos Adriana,¿No te han enseñado educación? Déjame entrar, anda, que no te voy a comer.
-Está bien, pero poco tiempo, por favor. Quiero descansar.
-Muy bien, lo que tú digas.
Entró en la habitación con un contoneo de caderas irresistible. Adriana sólo quería que la tierra la tragara.
Carlota se sentó en la silla que había pegada a una mesa. Cruzó las piernas con una sensualidad que a Adriana no le pasó desaparcebida. Y cuando finalizó el cruce de piernas, la bata se abrió dejando a la vista de Adriana unas piernas muy torneadas y bonitas. Las bragas de Adriana comenzaron a humedecerse, como le pasaba cuando tenía cerca a Gabriela. Sonrió sarcásticamente cuando las notó húmedas, pensando al momento en Gabriela.
-Carlota, necesito ir un momento al baño. Ahora vuelvo- necesitaba coger aire porque se estaba ahogando. Y Carlota no la podía ver en ese estado. No quería mostrarle excitación alguna, ni atracción por ella. No quería mostrarle nada.
Justo cuando entró al baño, el teléfono de Adriana comenzó a sonar. No tenía volumen, pero Carlota se fijó en que la pantalla se iluminó. Se acercó a ver quién llamaba a la cirujana y le picó la curiosidad de saber quién era Gabriela. Así que no se le ocurrió otra cosa más que coger la llamada.
-Hola... Adriana. Soy yo- dijo Gabriela pensando que estaba hablando con Adriana. Gabriela no resistió más y llamó a la cirujana. Necesitaba oír su voz, necesitaba saber cómo estaba y qué estaba haciendo. Sólo esperaba que estuviera sola en la habitación. Sabía que ya era tarde y tal vez la cirujana estuviera ya durmiendo, pero después de estar unas cuantas horas dudando si llamarla o no, al final se animó a hacer la llamada.
-Perdona pero no soy Adriana, soy la doctora Rodríguez. Adriana está en el servicio.
-Pero...¿Está en su habitación?-Preguntó Gabriela llena de ira y decepción.
-Si, claro, ella está en su habitación...¿Quieres que le diga algo?
-No...No te preocupes. No le digas nada. Gracias. Hasta luego -y colgó la peor llamada que había hecho en su vida. Se echó a llorar al instante. ¿Por qué narices había cogido la llamada esa mujer?¿Qué hacía a esas horas de la madrugada con Adriana?joder, ¿estarían en la habitación de Adriana o donde Carlota?¿juntas? . ¡Joder! Era imposible tener el corazón más roto de lo que lo tenía...pero el muy imbécil aún latía con fuerza. Era algo que no se podía entender. Otra noche más que se pegaría en vela.
Gabriela necesitaba llamar a Rosa. Necesitaba que ésta estuviera a su lado. Sabía que estando sola se podía volver loca. Así que no lo dudó ni un segundo y la llamó. A la media hora Rosa se encontraba abrazándola con fuerza. Gabriela le contó lo sucedido y Rosa no lo podía creer. Seguro que tenía alguna explicación para que esa atrevida doctora hubiera cogido el teléfono de Adriana. Antes de ponerse en lo peor, Rosa le recomendó que la escuchara. Porque todo se podía malinterpretar. Esa noche Rosa decidió pasar la noche con la auxiliar.
Cuando Adriana salió más fresca del baño, decidió sentarse en un borde de la cama, no quería ser descortés con su compañera pero tampoco la quería tener en su habitación. Sabía que era una tentación casi imposible de rechazar. Ella no era de hielo y sabía que esa mujer también la excitaba mucho. Pero tenía que reconocer que como lo hacía Gabriela, era imposible que esa mujer la excitara.
La vista que Carlota le estaba ofreciendo la estaba poniendo cardíaca. Con esos muslos al aire y pidiéndole a Adriana que los lamiera, tocara, besara y magreara y con esos pechos que se le insinuaban tan sensualmente bajo la fina y elegante bata. Pero no, ella se iba a resistir. Esa mujer no era Gabriela. De haber sido ella, llevarían ya horas haciendo el amor.
De repente Carlota se puso de pie, y se dirigió directamente hacia Adriana. Ésta no podía quitar la vista de Carlota. Decidió ir retirándose la bata mientras se iba acercando a Adriana. Hasta que llegó a ésta y ya la bata estaba tendida por el suelo, quedando la cirujana en ropa interior muy sexy. Sin darle opción a nada a Adriana, se sentó a horcajadas encima de ella. Poniéndole los pechos en la cara y cogiendo las manos de Adriana para poner una de ellas sobre su pierna y la otra en su abdomen plano. Adriana necesitaba pensar rápidamente con la cabeza y no con su entrepierna porque de pensar con ésta, sabía que se iba a arrepentir lo que quedaba de vida de lo que podía hacer con Carlota. Pero joder, ¡qué buena estaba esta mujer!¿Quién en su sano juicio podría rechazarla? Con esa ropa interior que quitaba el sentido, y teniéndola encima de ella...
-Carlota, no. No vamos a hacer nada. Lo siento. Me gustaría irme a dormir- intentó apartar a Carlota de sus piernas.
-¿Qué? ¿Me lo estás diciendo en serio?¿Me estás rechazando, Adriana?
-Piensa lo que quieras. No estoy preparada para hacer algo contigo. Eres espectacular, lo sé, pero no puedo.
-¿Es por esa tal Gabriela?
Adriana se quedó de piedra cuando oyó ese nombre.
-¿Qué?¿Cómo sabes el nombre de Gabriela?
-¿Es tu novia?
-Si, lo es. ¿Pero como sabes tú de la existencia de ella?-Adriana no se le podía ni ocurrir que Gabriela la hubiera llamado y Carlota hubiera cogido la llamada. Eso sería pensar demasiado. Su cabeza en ese momento no daba para tanto.
-Bueno, vamos a dejarlo. Mañana hablamos. Ciao- Carlota salió de la habitación de Adriana muy enfadada. A ella nadie la rechazaba. Sólo lo había hecho Adriana. Y se podía ir preparando para la que le iba a caer. Claro que se iba a vengar por tal rechazo. Decidió que cuando llegara a casa colgaría las fotos que se hizo con Adriana en sus redes sociales, pero también pondría una foto de su bata tirada en el suelo de la habitación del hotel...para quien viera esas fotos, pudiera imaginar que es lo que habían hecho juntas después de cenar y estar juntas en una discoteca. Y con un poco de suerte, Gabriela vería esas fotos. Desde luego iba a joder a Adriana pero bien.
Adriana se sentía muy nerviosa por la situación que acababa de vivir con Carlota. Pero estaba orgullosa de sí misma. Si había sido capaz de rechazar a Carlota, sabía que siempre le sería fiel a Gabriela. Y cómo no serlo con todo lo que la quería y la amaba. Era la persona de su vida. Quería compartirlo todo con ella. El lunes mismo iría a hablar con ella. No podían seguir así. Y de momento, aunque estaba muy agitada, se tumbó en la cama y se quedó dormida a los diez minutos.
Al día siguiente por la mañana tenían la última jornada y ya por la tarde cogerían un avión para volver a casa. Adriana estaba muy cansada y se moría por volver a casa. Sólo quería eso. Lo necesitaba como el respirar. Pero el viaje con Carlota iba a ser de todo menos agradable.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro