Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25. Tonteo

El lunes Gabriela empezó en su nuevo puesto.

Estaba emocionada y contenta de poder por fin trabajar de lo que había estudiado. Aún le costaba creérselo. Ella se iba a esforzar todo lo posible por hacer bien su trabajo.

Entró en su despacho y lo primero que hizo fue ponerse la bata que le habían dado. La verdad es que le daba mucho orgullo llevar una bata para trabajar y se veía realmente guapa. Acto seguido, se sentó y empezó a echar un vistazo a los informes de los pacientes que requerían de su ayuda. Ella debía de conocer la situación de dichos pacientes e incluso de sus familiares, asesorarlos y/o ayudarlos en cuestiones de su competencia.

El primer informe que tenía era de una mujer a la que le habían quitado un pecho y tenía una considerable depresión por ello. No se hacía a la idea de vivir sin ese pecho. Gabriela fue a ver a esa paciente a la planta de cirugía. Ella debía otorgarle un mejor estado anímico.

Cuando entró en la habitación, la hija de la paciente se encontraba acompañando a la mujer. Era una mujer con una bonita melena rubia y bastante atractiva. No tendría más de 25 años y lucía como la típica ejecutiva agresiva, de hecho llevaba maletín. La mujer levantó la vista para ver quién acababa de entrar y cuando vio a Gabriela se ruborizó al momento.

Gabriela se presentó.

-Hola yo soy Gabriela, la psicóloga de la clínica que va a atender a tu madre mientras esté ingresada.

-Yo soy Daniela, su hija. Encantada.

Se dieron la mano y mientras tanto Daniela se quedó ensimismada con Gabriela.

Estuvo hablando un buen rato con Daniela y luego lo hizo con la paciente. Ambas estaban encantadas con Gabriela.

Gabriela le dijo a Daniela que podía acompañarla a su despacho para facilitarle información sobre varios psicooncólogos bastante buenos de la ciudad. Por lo que salieron de la habitación y se dirigieron a su despacho.

Mientras tanto, Alba le dijo a Adriana que Gabriela ya había empezado a trabajar como psicóloga. Adriana después de mucho pensarlo, quería volver a verla. No se hacía a la idea de no estar con ella. La necesitaba en su vida, la quería en su cama. Se moría de ganas de acostarse con ella. Siempre que se masturbaba lo hacía pensando en Gabriela. Pero no sabía cómo acercarse a ella.

Alba, que sabía lo mal que lo estaba pasando su amiga, le dio una idea para poder verla.

Alba sabía que el abuelo de Adriana era muy mayor, estaba viudo y necesitaba ayuda porque se estaba volviendo dependiente. A Alba se le ocurrió que Adriana podía pedirle ayuda a Gabriela con los trámites para poder solicitar la ayuda por dependencia para su abuelo. Y a Adriana no le pareció mala idea. Sólo tenía que buscar el momento y acercarse al despacho de Gabriela. ¡Qué narices! para qué iba a buscar el momento si podía presentarse ahora mismo en su despacho.

Gabriela entró en el despacho seguida de Daniela. Buscó la información que necesitaba Daniela, se la dio, y cuando se estaban despidiendo, Daniela se armó de valor y le preguntó tímidamente si le apetecería tomar un café con ella.

Como habían dejado la puerta medio abierta, Adriana lo vio y escuchó todo. Escuchó como esa mujer quería quedar con Gabriela fuera de la clínica. De nuevo sintió celos de esa mujer. No aguantaba ver a Gabriela con alguien. La quería sólo para ella. Así que rápidamente tocó a la puerta para que las dos mujeres dejaran de hablar y Gabriela la atendiera.

Gabriela palideció cuando la vio en la puerta. ¿Habría oído la conversación que tuvo con Daniela? Esperaba que no. No quería que Adriana la viera coquetear en el trabajo.

Gabriela se despidió como pudo de Daniela e hizo pasar a Adriana. No sin antes sentir un nudo en el estómago. Era la primera vez que se encontraban a solas en una habitación después de su ruptura y no sabía cómo podía acabar aquello.

-Pase, doctora. ¿En qué puedo ayudarla? - Dijo sin mirarla a la cara. Sabía que si la miraba estaba más que perdida.

-Hola Gabriela, vaya, con la bata estás preciosa- de verdad lo creía así. Le salió del alma decírselo. Su tez morena resaltaba mucho con esa bata blanca.

-¿Y bien, doctora?, ¿A qué ha venido?-hizo caso omiso al cumplido de Adriana.

Estaban las dos hechas un manojo de nervios. Bloqueadas, pero Adriana no quería dejar de mirarla, quería aprovechar cada segundo para observarla, quería empaparse con su visión. Y tenía ganas de preguntarle por la rubia, pero sabía que no era el momento.

-Yo... Necesito tu ayuda, Gabriela. Tu ayuda como profesional. Y por favor, no me llames doctora- le dolía que no la tuteara. Para Gabriela, era una manera de poner distancia entre ellas. Y eso a Adriana no le gustó nada.

Vaya, a Gabriela se le cayó el alma al suelo. Pensaba que Adriana había ido a verla porque tenía ganas de verla y quizás quería un acercamiento con ella. De nuevo se equivocó.

-Tú dirás en qué puedo ayudarte. Siéntate por favor.

Adriana se sentó. La volvía a tener muy cerca. Los corazones de ambas latían salvajemente. Tenían las dos taquicardia.

-Verás, mi abuelo necesita ayuda, estaba pensando en lo de la ley de dependencia. Y me preguntaba si tú me podrías hacer el favor de ayudarme, pero si estás muy ocupada entiendo que no quieras ayudarme.

Gabriela sonrió nerviosa y Adriana se percató de ello.

Empezó a abrir el primer cajón de su escritorio, sacó unos papeles y se los tendió a Adriana. En ellos mostraban los pasos que debía seguir para pedir la valoración de dependencia de su abuelo y los trámites a realizar. Sus manos se rozaron y en seguida Gabriela retiró su mano. Se ruborizó y bajó su mirada hacia su escritorio. No le pasó desapercibido a Adriana.

Adriana le echó un vistazo rápido y le hizo saber que había varios puntos que quería que se los explicara mejor, si no le importaba.

Gabriela la miró a los ojos. Adriana no le retiró la mirada. Estaba hipnotizada con esos ojos color mar que tanto necesitaba y había echado de menos. No retiraría su mirada ni aunque la mataran ahí mismo. ¡Y qué decir de su entrepierna!. Volvía a humedecerse por tener tan cerca a Gabriela. Así reaccionaba su cuerpo cuando la tenía delante. No era nada nuevo. Y esa reacción física era maravillosa.

Gabriela quería jugar un poco con Adriana y de paso aprovechar para tenerla bien cerca. Quién sabía cuándo volvería a tenerla sólo para ella. Se levantó, se acercó todo lo que pudo a la cirujana, se puso detrás de ella y se agachó para poder leer los papeles que tenía Adriana en las manos, rozándole con sus pechos el hombro y con su cabello el rostro de la castaña. ¡Joder! Adriana se puso más cachonda que nunca cuando sintió sus pechos encima y su pelo en su rostro. Ese perfume a mandarina que conocía a la perfección se introdujo por sus fosas nasales y llegó hasta su cerebro. Desde luego Gabriela era una experta jugando sus cartas.

Gabriela tenía más de diez años menos pero sabía muchísimo más que ella en cuanto a seducción. Estaba claro quién era la experta en el juego que se llevaban. Le iba a dar algo ahí mismo. Y para colmo Gabriela posó también una mano en los papeles que tenía Adriana, acercando su mano a la de la cirujana, rozándola y finalmente tocándola. Estuvieron así unos segundos, pero a Adriana le parecieron toda una vida. Menos mal que la cirujana estaba sentada en ese momento. La mano de Adriana tembló con el tacto de Gabriela.

Gabriela se incorporó un poco, pero aún seguía a unos pocos centímetros de la cirujana, y empezó a explicarle los puntos que no entendía con una voz ronca y muy sensual. Adriana no la estaba escuchando. Su cerebro era incapaz de procesar la información que estaba recibiendo. Gabriela se lamió el labio inferior conscientemente y Adriana casi tuvo un orgasmo ahí mismo. Así estaban las cosas entre ellas.

Una vez que le explicó todo, finalmente le dijo que le ayudaría con la tramitación. Adriana le sonrió y le dio las gracias. Pero quería más de ella. No quería irse de su despacho. No quería alejarse más de ella. Y a Gabriela le pasaba algo parecido. No quería que Adriana se fuera pero al instante se dio cuenta que su cabeza le pedía una cosa y su corazón otra. ¡Joder!, ¿Cómo había sido capaz de decirle que ya no la amaba?¿Acaso estaba loca?.

El busca de Adriana sonó enérgicamente así que se levantó de la silla y antes de irse se animó a preguntarle si al día siguiente por la noche se pasaría por el Luxury, ya que María, la enfermera que trabajaba con Gabriela en trauma, celebraría su cumpleaños haciendo una gran fiesta. Le dijo que seguramente sí iría y con una sonrisa arrebatadora, en esos momentos Adriana sabía que iría al Luxury aunque llegara la hora del fin del mundo. En esa habitación había habido algo más que palabras, y las dos lo sabían. Lo cual le indicaba que tal vez Gabriela le mintió cuando le confirmó que ya no estaba enamorada de ella,y que la rubia con la que vio a Gabriela no era importante para la morena. Aunque quería quitarse las dudas que la carcomían por dentro, se acercó a Gabriela (ésta se había levantado para ir a despedir a la puerta a la cirujana) y se animó a preguntarle sobre esa mujer.

-Por cierto Gabriela, ¿Qué tal con tu amiga?¿La rubia con la que te vi en el Luxury?

-Se llama Lara, Adriana. Y cómo tú has dicho, es solo mi amiga. Ya se fue de la ciudad, aunque volverá. De todas formas, no creo que te tenga que importar lo que hago con mis amigas.

-Vaya, Gabriela, si te pregunto es porque si me importa, y mucho, la verdad- Adriana, a pesar de que Gabriela le dijera que ya no sentía por ella nada, quería luchar por recuperar el amor de la auxiliar. Ahora más que nunca, tenía claro que no iba a tirar la toalla con Gabriela.

-Puedes quedarte tranquila, es sólo una buena amiga, nada más. También te lo digo por la marca que me viste en el cuello- Gabriela no quiso decirle que se había besado con ella y que casi tienen sexo en el sofá de su casa. Prefirió omitir esa información porque sabía que la iba a perjudicar con la cirujana. Y después de lo que ella hizo con Lara, no le pareció justo preguntarle a Adriana por Natalia.

A la auxiliar le dio alas y esperanzas que Adriana le reconociera que le importaba mucho lo que ella pudiera hacer con sus amigas. Eso quería decir que aún tenía sentimientos reales por ella. Tal vez esa noche en el Luxury se equivocó con Adriana y tal vez todo lo que le dijo Adriana, era verdad. Tal vez.

-Está bien, Gabriela. Me alegro que solo sea una buena amiga -se quedó algo más tranquila sabiendo que lo único que unía a Gabriela con Lara era una buena amistad, aunque estaba claro que después de verle la marca en el cuello, algo había hecho con su amiga.

Y antes de marcharse, con su corazón a mil por hora, le preguntó a Gabriela:

-Gabriela...Me gustaría pedirte algo más.

-¿Qué más necesitas, Adriana?

-Gabriela, yo...Me gustaría..¿Puedo darte un beso?-A Adriana se le iba a salir el corazón por la boca.

A Gabriela la pregunta la dejó descolocada y más nerviosa de lo que ya estaba. Se encontraba a pocos centímetros de la cirujana y con sus manos metidas en los bolsillos de su bata.

-¿Qué has dicho?-Le preguntó Gabriela cómo si no hubiera escuchado la pregunta de Adriana.

-Que si puedo darte un beso... En la mejilla- Adriana lo dijo mirando al suelo, no podia mirar a la ahora psicóloga a la cara. Si lo hacía podía desvanecerse.

-Sí...Claro que puedes- pocas veces había deseado algo tanto en la vida como ese beso en su mejilla. Se moría porque la cirujana la besara, pero en los labios.

Adriana no se podía creer que Gabriela hubiera accedido a un acercamiento con ella. Iba a ser un momento mágico entre ellas. Por lo menos para ella. Así que se acercó al rostro de Gabriela, cerró los ojos y posó sus labios lentamente en la comisura de los labios de Gabriela. Para ella fue como la primera vez que dio un beso a un chico. Sentía los mismos nervios que sintió cuando dio su primer beso. Y a Gabriela casi le da algo. ¡Joder! Como un beso cerca de sus labios podía hacerle sentir tantísimo. Pero para Adriana pasó exactamente lo mismo. No quiso retirar sus labios de la piel de Gabriela rápidamente. Y a lo que se iba separando, se fue a dar la vuelta pero al momento sintió la mano de Gabriela en su brazo.

-¡Espera, Adriana! - Ahora fue ella la que se acercó al rostro de la cirujana, y sin cerrar los ojos, ella sí se atrevió a posar sus labios sobre los de Adriana. Lo hizo de una forma muy sutil y bonita, con mucho cuidado. Sabía que no iba a ser rechazada. Ambos labios se rozaban con anhelo y con unas ganas increíbles. Necesitaban unos de los otros. No podían vivir los unos sin los otros y en esa unión quedó demostrada la necesidad que se tenían.

La lengua de Gabriela se pasó lentamente por la boca de la cirujana mientras posaba su mano en el cabello de ella. Ésta, como siempre, estuvo a punto de correrse. Las lamidas de Gabriela tenían un efecto embriagador y único sobre ella. De hecho la cirujana se tambaleó y Gabriela tuvo que sujetarla por la cintura. Gabriela dejó de besarla rompiendo el hechizo que había entre las dos.

-Adriana...Tu busca había sonado antes...

-¿Qué?si, ya, es verdad, lo había olvidado. Me voy corriendo o me matarán. Espero verte mañana. Adiós.

Y salió corriendo como un rayo del despacho de Gabriela y más feliz no podía estar. No cabía en sí. El corazón de Adriana empezó a latir con más fuerza y con más ganas si cabía. Y el de Gabriela no se quiso quedar atrás. No se creía lo que había pasado. Para empezar era un sueño para ella que Adriana hubiera ido a su despacho. Lo de su abuelo le había sonado a excusa. Más bien tenía claro que había ido para verla a ella. Y eso la alegró muchísimo. Y que le hubiera pedido un beso, la descolocó por completo pero a la misma vez le encantó. Deseaba y necesitaba mucho más con la cirujana. La quería con locura y no podía negárselo a ella misma. Ya no más. Y claro que iría al cumpleaños de María, aunque fuera solo para ver a Adriana. Ya estaba contando los minutos que le quedaban para volver a verla y deseando saber que iba a pasar entre ellas a partir de ahora.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro