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Capítulo 22. Mariposas en el estómago

Después de la jornada laboral, Rosa estaba muy animada y Gabriela necesitaba que la animaran. Rosa le dijo a Gabriela de ir a celebrar su mejora laboral. Aunque Gabriela estaba cansada y estaba sin ninguna gana de ver a nadie ni de ir a ningún sitio, como vio tan contenta a Rosa, al final le dijo que iría con ella al Luxury.

Las reuniones de Lara fueron muy bien. Al final tuvo que quedarse más días en la ciudad. A Gabriela no le importó que Lara se quedara más tiempo en su casa. A decir verdad, tenía que reconocer que le vino bien tenerla con ella. Pensaba menos en Adriana y estaba entretenida cuando salía del trabajo.

Esa noche Gabriela invitó a Lara al Luxury. Ya que ella había quedado con Rosa, no quería dejar a Lara tirada. Y Lara no se lo pensó dos veces.

Cuando entraron al local el cuerpo de Gabriela se tensó inexplicablemente. No sabía por qué pero le costaba andar hacia la barra. Hasta que sus ojos se toparon con los ojos de Adriana. Ella estaba con Laura. La tensión que se palpó en el ambiente fue considerable. Por eso su cuerpo había reaccionado de esa manera. Aún con todo, seguía teniendo mariposas en su estómago. No lo podía evitar. Se bloqueó. Quería salir corriendo del local, correr y no parar nunca. Pero no podía ni moverse. Hasta que Rosa se dio cuenta de todo y tiró del brazo de Gabriela para llevarla hasta la barra.

Adriana no se quedó atrás. Se quedó helada cuando esos ojos gloriosos la miraron...con tristeza. Ya no vio en ellos amor. Tal vez decepción, rencor y mucha tristeza. Para ella Gabriela siempre sería la mujer más bella del mundo, la mujer que le quitaría siempre la respiración, la mujer que le impediría rehacer su vida con otra persona. Ella sabía que el día que le entregó su corazón, éste ya nunca regresaría a ella.

No le quitó la vista de encima a Gabriela a pesar de que ésta se encontraba de espaldas. Estaba guapísima.

Más tarde se unieron a ellas más compañeras de la planta. Querían celebrar con ella la buena nueva de Gabriela. Pidieron unos chupitos y brindaron por ella.

De repente la guapa rubia que vio en el parking con Gabriela, y que iba con un vestido muy corto para el gusto de Adriana, se acercó a Gabriela sin quitarle el ojo de encima. Estaba coqueteando con ella. De eso no había dudas. Era bastante más alta que Gabriela, e incluso que ella. De repente vio como le decía algo al oído a Gabriela y le pasó el brazo por su cintura apretándola a ella, mientras ésta le sonreía. Estaba claro que esa rubia era alguien importante para Gabriela ya que era la segunda vez que las veía juntas. Y a Gabriela se le veía muy a gusto con ella. Pero, ¿Ya la habría olvidado?¿Eso era lo que había significado para ella?. No se lo podía creer, ni quería.

A Adriana le iba a dar algo cuando vio a esa mujer tan cerca de Gabriela y encima tocándola. Se levantó de su silla y sin pensarlo dos veces se acercó a ellas. Agarró del brazo a Gabriela y como siempre, hubo una pequeña descarga entre las dos.

-Hola... Gabriela. ¿Cómo estás?- Se atrevió a preguntar aún no sabía cómo. Los celos la hicieron despertar salvajemente e ir hacia ella. Se miraron fijamente a los ojos y solo pudieron ver una en la otra las pupilas bien dilatadas. ¿Tal vez por el deseo que había entre ambas?

-Hola, bien. ¿Y tú?

-Me gustaría hablar contigo- En realidad no sabía ni que le iba a decir. Sólo quería separarla de esa preciosa mujer. No podía ni imaginarse a Gabriela en brazos de otra mujer, y encima más joven que ella. Y todo por su culpa. En esos momentos sentía ira de ver a esa hermosa mujer con Gabriela, pero también sentía un deseo incontrolable hacia la auxiliar. Cuando la tenía cerca era imposible no sentirlo por ella. Para ella, Gabriela era como un imán, que la atraía de una forma descomunal.

-¿Hablar? no tenemos nada de qué hablar, Adriana - Adriana se iba a derretir. Estaba hablando con Gabriela, aunque le estaba diciendo que no quería hablar de nada con ella, por lo menos la tenía cerca e incluso la estaba tocando. Mejor eso que nada.

-Perdona guapa, ¿Acaso eres pareja de Gabi?- le preguntó Lara muy enfadada ya que no le gustó nada como cogió del brazo a Gabriela. Y a Adriana le dolió en el alma que esa mujer llamara a Gabriela Gabi.

Mientras Adriana dijo que sí, Gabriela dijo que no.

-Perdona, contigo no tengo nada de que hablar- le contestó muy cabreada a Lara y se dirigió a Gabriela- Yo...Me gustaría hablar contigo, Gabriela- le dijo Adriana a Gabriela sin hacer caso a Lara.

-Tranquila, no es necesario que digas nada. Yo ya me iba. Y suéltame del brazo, por favor- le espetó Gabriela.

-Por favor...Gabriela.

Adriana no había sido consciente de que aún tenía sus dedos en el brazo de Gabriela. Pero no quería soltarla. No quería sacar sus dedos del brazo de Gabriela. Ésta no era consciente de la vida que le daba a Adriana con tan sólo tocar su piel. Se conformaba con esas migajas.

-Oye, Gabi te ha dicho que la sueltes- le dijo Lara muy agitada y enfadada. Estaba perdiendo la paciencia.

-¿Pero tú quién narices eres? ¿Quién te crees que eres? Gabriela sabe defenderse sola. No es necesario que tú lo hagas. ¿O acaso eres su nueva novia?- preguntó Adriana con un miedo a la respuesta de Lara que la aterrorizaba.

-No,no soy su novia. Qué más quisiera yo que serlo. Soy una amiga suya y me estoy quedando en su casa porque vivo fuera y he venido por trabajo y porque me moría de ganas de volver a ver a Gabi. Y tú debes ser la estúpida doctora que se avergüenza de ella...

Adriana estuvo a punto de abalanzarse sobre ella. Esas palabras sí le dolieron. Aunque sabía que esa mujer tenía toda la razón. No había dicho ninguna mentira. Se avergonzaba a todas horas de lo que hizo, y sabía que se arrepentiría toda su vida si al final no conseguía volver con Gabriela por su cobardía. Pero también le dolió mucho que esa mujer se quedara en casa de Gabriela. ¿Qué intenciones tenía con Gabriela? Seguro que se quería acostar con ella y eso la carcomió por dentro. De sólo pensar que esa mujer se podía acostar con la mujer que ella amaba, le hervía la sangre y ésta no le llegaba al cerebro en ese preciso momento.

-Adriana, perdona, Lara tiene razón. Es mi amiga y ha venido unos días a la ciudad y se queda en mi casa. Y eso a ti te debería de dar totalmente igual- dijo Gabriela cuando vio que Adriana se estaba poniendo roja del enfado que llevaba encima. Intentó calmarla diciéndole que sólo era una amiga. Conocía a Adriana y sabía que estaba celosa de Lara. No quería que pensara que podía pasar algo entre ellas, entre otras cosas porque seguía locamente enamorada de ella y por nada del mundo quería hacerla sufrir con algo que no era ni iba a ser nunca, pero sin quererlo ni supo luego cómo, le soltó unas palabras que se le clavarían a Adriana cómo puñales en su corazón.

-Está bien, hablemos- Sabía que Adriana no la dejaría tranquila hasta que no consiguiera lo que quería.

Se apartaron un poco de Lara y se fueron a un rincón de la barra. Adriana no sabía cómo iba a llevar una conversación con Gabriela que ni sabía ni esperaba que fuera a suceder. Pero el hecho de que estuviera esa mujer con Gabriela, la había empujado a hacer lo que había hecho. Y ahora ya no había vuelta atrás. Cuando por fin tuvo a Gabriela bien cerca, el corazón se le iba a salir del pecho. Creyó que hasta Gabriela podía oír ese palpitar tan incontrolable.

-Y bien... Adriana- Aunque quería mostrarle enfado e indiferencia, no pudo evitar mirarla a los ojos con deseo. Esos ojos tan verdes y tan peculiares siempre la embrujaban.

-Yo, Gabriela, quería pedirte perdón por lo que pasó en esa maldita cena. Yo... Todavía no te olvido. Te pienso a todas horas, no me imagino mi vida sin ti, te extraño y te echo muchísimo de menos.

-Bueno, en realidad eso ya es pasado. Reconozco que me rompiste en dos. Pero ahora, ya me he dado cuenta que no estamos hechas la una para la otra. Tú...Bueno, tú te mereces a alguien como tú. No estamos al mismo nivel, y yo quiero a alguien que me ame de verdad, que se sienta orgullosa de mí y no se avergüence. Y tú no puedes darme eso tan básico para mí. Lo siento.

-Gabriela, yo... Sigo igual o más enamorada que antes-se le trababan las palabras, no le salían de su boca. Estaba tan nerviosa que no podía casi ni pensar.

Gabriela no se podía creer lo que estaba oyendo. Por fin Adriana le había abierto su corazón. Pero tal vez ya era tarde, y además le costó creer que esas palabras fueran sinceras. Pero también estaba la diferencia social que había entre ellas. Era abismal para las dos y ya era suficiente motivo para no volver con ella. Así que se armó de valor y sin pensar en las consecuencias que iban a tener sus palabras, soltó a bocajarro:

-Adriana yo ya no siento lo mismo. Ya no estoy enamorada de ti. Me rompiste el corazón y ahora mismo he perdido la confianza en ti. Lo siento -mintió sin piedad, sin medir el daño que haría a la cirujana. Y lo peor de todo es que ella también seguía perdidamente enamorada de la cirujana.

Cuando Adriana le iba a contestar, Gabriela vio a lo lejos a Rosa y se dirigió a ella zafándose de la mano de Adriana. La dejó allí, en la barra, apartada, con la mirada más triste que había visto nunca. Y aunque enseguida se sintió mal por dejarla así, sabía que ella no tenía la culpa. Por una vez en su vida se dejó llevar por la razón. Lara siguió a Gabriela. No sin antes decirle a Adriana que no volviera a molestar a Gabriela.

Lara reconoció para sí misma que Adriana era una mujer muy interesante en todos los aspectos. Normal que a Gabriela le costara olvidarla.

Las palabras de Gabriela le habían roto el corazón a Adriana en pedazos. Unas lágrimas brotaron por sus mejillas. Le costaba creer que Gabriela ya no estuviera enamorada de ella. ¿Cómo podía haber olvidado todo lo que habían vivido juntas? No le entraba en la cabeza, era imposible, si el amor que sentía ella por Gabriela había crecido con creces, y eso que cada una iba por su lado. Su cabeza iba a explotar, se hubiera ido a su casa pero sabía que en esos momentos lo que menos necesitaba era estar sola. Si se iba a su casa podía volverse loca. Así que prefirió quedarse en el Luxury. Seguro que el alcohol la ayudaría a olvidar las duras palabras que había soltado Gabriela por su boca. Aunque por dentro estaba destrozada.

En un momento dado, Laura fue a saludar a Gabriela y a Rosa. Sabía lo que había pasado entre Adriana y Gabriela pero eso no quitaba para seguir manteniendo la amistad con Gabriela y Rosa. Le caían muy bien las dos. Y en ese momento que Adriana se quedó sola, apareció de la nada Natalia. Iba muy guapa para la ocasión. No tardó en acercarse a Adriana. Y Gabriela, que las vio a las dos juntas, ya conocía las intenciones de la enfermera y si seguía ahí con Natalia acechando a Adriana, podría perder la compostura y montar una buena escena de celos como la que acababa de montar Adriana. Lo que faltaba. Pero después de las mentiras que le había dicho a Adriana sobre sus sentimientos hacia ella, ya no tenía ningún derecho sobre la cirujana.

Gabriela no tardó en irse ya que no quería ver a Adriana y Natalia juntas. Ojos que no veían, corazón que no sentía. Pero que va, su corazón seguía sintiendo y mucho. Se fue más apenada de lo que vino. Menos mal que Lara estaba con ella, así podría animarla.

Ya en su apartamento, Gabriela pensó en Adriana. En lo guapa que estaba cuando la vio esa noche. Y cuando la cogió del brazo, lo que sintió. Y la escena de celos que le montó. Estaba claro que Adriana aún sentía algo por ella, aunque fuera algo mínimo. Verbalmente le había dicho que seguía enamorada de ella y que la echaba mucho de menos, pero a Gabriela le costaba creerla. Lo que pensaba que siendo Adriana tan cobarde, no se armaría de valor para hacer lo que hizo con Lara. Tenía que reconocer que la echaba de menos muchísimo. Se imaginaba en el ático de Adriana, en su cama y en sus brazos, haciendo el amor hasta que amaneciera. Cuando sus cuerpos sudados se juntaban eran pura dinamita. Y sí, echaba de menos todo de ella. La necesitaba. Pero Adriana necesitaba a alguien tan triunfador como ella, de su misma clase social. Y eso ella no se lo podía dar. Tampoco sabía si Natalia se lo podría dar. Cerró los ojos y comenzó a llorar, de impotencia por no ser ella la que le pudiera dar a Adriana todo lo que necesitaba. Y menos mal que se fue del Luxury, porque lo que iba a pasar allí entre Adriana y Natalia, la iba a dejar rota y por los suelos.

Mientras tanto Lara se percató de que Gabriela estaba llorando. Se acercó a ella y la abrazó. Estaban las dos sentadas en el sofá. Ese abrazo le sentó muy bien a Gabriela.

De repente Lara le dio un beso en la mejilla a Gabriela, y otro, y otro, y como vio que Gabriela no la rechazaba, la besó con ganas en los labios, pasando su lengua por los labios de Gabriela, con mucha sensualidad. Y al poco de besarla, se puso a horcajadas sobre Gabriela.

Lara besó el cuello de la auxiliar e incluso le mordió, dejándole una buena marca. Gabriela, que se dejó llevar al instante, le subió el vestido a Lara, dejándole ver sus preciosos muslos. Gabriela empezó a acariciarlos con deseo, de arriba a abajo. Estaban las dos muy excitadas. Gabriela ya no podía más. Le quitó el vestido de un tirón. Y Lara no se quedó atrás quitándole la blusa a Gabriela. Lara tenía unos pechos generosos y muy bonitos. No llevaba sujetador. Esa escena la puso a mil. Empezó a acariciarlos. Mientras tanto Gabriela se percató de lo húmeda que estaba Lara. Una mano suya dejó un pecho y se deslizó hasta las bragas de Lara. Estaban empapadas. Gabriela comenzó a acariciar el clítoris de Lara por encima de las bragas. Se sentía tan bien... ¡Carajo! Se iban a correr ahí mismo las dos. Pero al momento Gabriela pensó en Adriana. Y ya no pudo seguir. Se echó a llorar en los pechos de Lara. Y Lara no supo como reaccionar, si mandar a la mierda a Gabriela por dejarla a medias o abrazarla y darle su apoyo. Se decantó por lo segundo. No quería que un polvo fastidiara la relación que tenían las dos.

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