Capítulo 20. Un ligue pasado
Esa noche le costó dormir a Gabriela. La tarde anterior la había llamado un ligue que tuvo cuando tenía veintidós años, para decirle que iba a estar por la ciudad durante dos días y le preguntó si se podía quedar en su casa. A Gabriela le costó decir que no, y total, lo habían dejado bien y seguro que entre ellas no volvía a ocurrir nada. Además estaba soltera y no tenía que dar explicaciones a nadie. Ella se llamaba Lara. Lo que Gabriela desconocía las intenciones actuales que tenía Lara. Ella quería recordar viejos tiempos con Gabriela. Y esos dos días los iba a aprovechar al máximo con ella. La verdad que Gabriela le gustaba mucho, hasta creía que se había enamorado de ella. Cuando estaban juntas, parecía que todo iba bien, hasta que Lara decidió irse de Erasmus a Inglaterra. Ella estudiaba arquitectura. Por lo que decidieron dejarlo como estaba y si a la vuelta de Lara, seguían sintiendo algo una por la otra, entonces verían qué hacer. Al final cada una siguió su camino. Hasta ahora.
Gabriela se levantó de la cama de mal humor. Decidió que se desahogaría con Rosa en la clínica. Le contaría lo de Lara con pelos y señales.
Se dio una ducha, desayunó algo rápido y se fue al trabajo.
Había quedado con Rosa que a media mañana se verían en la cafetería.
-Rosa, ¿Cómo vas?- preguntó Gabriela.
-Pues parece que mejor que tú,Gabi. ¡Vaya cara llevas hoy!¿Has dormido mal?
-Pues sí, la verdad. Tengo que contarte algo. Verás, ayer me llamó una amiga mía, que va a venir a la ciudad y me ha pedido el favor de quedarse en mi casa. Y le he dicho que sí.
-Bueno, ¿Y dónde está el problema?
-Que es un antiguo ligue, Rosa. No sé si he hecho bien dejándole quedarse en mi casa. Esa chica me gustó mucho en su día. Llevo tiempo sin verla. Y ahora necesitaba estar sola.
-Gabriela, a ver. Que va a ir a tu casa sólo unos días. Imagino que tendrá ganas de verte si te ha pedido quedarse contigo. Y además, te vendrá bien para distraerte. Yo no veo ningún problema en eso.
-Sí, puede que tengas razón. Puede venirme bien, porque no me saco de la cabeza a Adriana...
Fue nombrarla, y apareció en la cafetería con unas cirujanas. Sus miradas se cruzaron durante unos segundos que parecieron eternos. Y Adriana siguió su camino. Tenía que hablar con sus compañeras de un caso médico importante.
Gabriela se puso nerviosa. Era tener a Adriana cerca y su cuerpo ya no respondía. Funcionaba por sí solo.
Adriana aprovechó a mirarla cuando sus compañeras hablaban entre ellas. No podía evitarlo. Tenerla cerca y no observarla...y Gabriela cómo no, le devolvía las miradas. Adriana quería descubrir qué había en los ojos de Gabriela, y a pesar de mantenerse las dos la mirada durante unos largos minutos, no pudo saber qué había en ellos, si amor, enfado, tristeza. Y eso la estaba matando. Y cuanto más la miraba, más la deseaba. ¡Dios! Se imaginaba en su cama sentada y con Gabriela encima de ella, desnudas y abrazadas. Mirándose a los ojos como si pudieran meterse una en los ojos de la otra, una nadando en el profundo mar y la otra corriendo por un frondoso bosque. Y de repente una de las cirujanas le dio un codazo a Adriana.
-Adriana, estás distraída. No estás escuchando lo que estoy diciendo- dijo la cirujana mirando hacia la dirección a la que se dirigían los ojos de Adriana.
-Ah, si, claro, perdona,yo...estaba pensando en algo, sí. Perdona, me he distraído- Dijo Adriana avergonzada.
Gabriela y Rosa siguieron hablando de Lara. Rosa no veía problema alguno en la llegada de Lara y además estaba segura que le vendría muy bien a Gabriela para no pensar tanto en Adriana. Gabriela, gracias a Rosa, cambió de parecer y al final le dio la razón. Seguro que le venía bien tener a esa mujer en su casa. Así por lo menos ya no dedicaría todo el tiempo a pensar en Adriana, porque eso la estaba asfixiando. Necesitaba distraerse y tener otros pensamientos en su cabeza.
Pasaron los días y llegó Lara. Cuando salió del aeropuerto cogió un taxi y se dirigió a casa de Gabriela. Así habían quedado. Tenía muchas ganas de ver a Gabriela y de recuperar con ella el tiempo perdido. O por lo menos esa era su intención. Lo que ella no sabía es que Gabriela no se podía quitar de la cabeza a otra mujer que la volvía completamente loca, y que mientras no se la sacara de la cabeza, Gabriela no podría avanzar con otra mujer.
Gabriela la estaba esperando en casa. Iba vestida con unos vaqueros muy ajustados y desgastados, una camiseta algo ancha y unas converse blancas. Aunque iba muy informal, iba muy guapa.
Cuando tocaron a la puerta, cogió aire y abrió. Al ver a Lara se quedó de piedra. Estaba guapísima. Y no la recordaba tan alta. Debía de medir un metro setenta y ocho. Tenía una preciosa melena rubia y unos ojos azules muy bonitos. Pero para Lara, la impresión también fue la misma. Gabriela estaba impresionante. Se saludaron dándose unos besos en la mejilla. Muy cerca de la comisura de los labios. Las dos estaban de los nervios.
Gabriela le enseñó la casa. Dejó su maleta en su habitación y empezaron a hacer planes para esa noche.
-¿Y qué tal el viaje? Estarás cansada- le preguntó Gabriela.
-Pues sí estoy cansada, Gabi, pero no quiero quedarme en casa. Me gustaría invitarte a cenar. Y así nos ponemos al día. Por cierto, estás guapísima. Han pasado dos años y estás impresionante- se animó a decir Lara.
-Bueno, bueno, no será para tanto... tú también estás muy guapa- le contestó ruborizada- y a lo de la cena, me parece estupendo.
Antes de salir de casa de Gabriela, las dos se tomaron una cerveza. Luego se dirigieron en la Vespa al Corazón Verde para cenar. Parecía que la noche iba a ser larga...e intensa.
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