Capítulo 19. La propuesta
Pasaron dos días y Gabriela no se sentía mejor. Al revés. Pero sabía que nadie había muerto de amor y ella no sería menos. El tiempo pondría todo en su sitio y la ayudaría a llevar mejor la ruptura con Adriana. Lo peor iba a ser encontrársela por la clínica. Eso sí, le dolía mucho que Adriana no hubiera intentado hablar con ella, ya que solo tuvo llamadas de Adriana la noche que pasó todo. La martirizaba pensar que Adriana no hubiera intentado explicarle el por qué hizo lo que hizo y con ello le demostraba que en realidad Adriana pasaba de ella. Le había roto el corazón como si nada y ni siquiera hizo nada por remediarlo. Nada. Como si la tierra se hubiera tragado a Adriana. Porque ni siquiera la veía ya por la clínica. Aunque mejor así, sabía que con el dolor que llevaba dentro no podría ni mirarla a la cara.
La tarde del lunes pasó como una tarde más. Muy tranquila en la planta. Rosa y Gabriela coincidieron en el turno. Rosa se percató de que Gabriela seguía mal, solo había que mirarla a los ojos para darse cuenta que en esos ojos color mar, a pesar del azul casi transparente que solía tener de normal, ahora había oscuridad. Una oscuridad que la llevaba al precipicio sin frenos y a lo loco. No le apetecía hablar con nadie. Hacía su trabajo como si de una máquina se tratara. Y no estaba ya ni por la labor de meterse en las habitaciones de los pacientes para darles ánimos y hablar un rato con ellos. Era ella la que necesitaba esos ánimos. Rosa la invitó a la cafetería para cambiar un poco de aires ya que justo tenían un buen rato para descansar.
-¡Eh guapísima, alegra esa cara! Con lo guapa que eres y que tengas los ojos totalmente inexpresivos...
-Gracias Rosa. Te quiero un montón. Y ahora mismo te necesito más que nunca. Lo mejor de todo es que sé que te voy a tener ahí para mí.
-Eso no lo dudes. Te quiero mucho Gabriela. Para mi eres como una hermana.
Mientras hablaban, el móvil de Gabriela empezó a vibrar y en la pantalla vio un número muy largo que debía ser de una centralita.
Cogió la llamada y cuando colgó, una alegría se apoderó de ella al instante. Le habían ofrecido en la clínica trabajar de psicóloga. Por lo que le contaron en la conversación, ella había actualizado su currículum y justo necesitaban una psicóloga pero también querían abaratar costes así que necesitaban a alguien que también hiciera las funciones del trabajador social que había contratado antes. Ella sin pensarlo dos veces dijo que sí. Quedaron en llamarla al día siguiente para hablar de las condiciones y de cuándo debía incorporarse a su nuevo puesto de trabajo.
A pesar de lo triste que estaba, pudo esbozar una amplia sonrisa. Parecía que aunque en el amor había fracasado, en lo laboral no se podía quejar. Había llegado la oportunidad que tanto estaba esperando.
Rosa se alegró mucho por su amiga aunque eso suponía que ya no trabajarían más juntas y no se verían más en la planta de trauma.
Sabía perfectamente que todos sus compañeros querrían hacerle una fiesta de despedida. Todos la querían y la apreciaban. Así que cuando volviera de la cafetería no tardaría ni un minuto en idear la despedida perfecta para Gabriela. Ella se lo merecía.
Una tarde de esa semana, le tocó a Gabriela trabajar con Natalia, la enfermera que parecía que iba detrás de Adriana. Natalia parecía una chica agradable y simpática. Y Gabriela, al igual que Adriana, también reconoció que era una chica muy guapa. Se pusieron a hablar de muchos temas mientras trabajaban. Natalia le sacó también la conversación que habían tenido las cirujanas sobre ella en aquella maldita cena. También le dijo que Rosa la había defendido como una leona, y que era una amiga diez. Le contó con pelos y señales cómo Rosa puso a las cirujanas en su sitio. Y Gabriela solo pudo sonreír y sentirse muy orgullosa de su amiga.
Y de repente Natalia le confesó que le gustaba una mujer, concretamente una cirujana muy guapa que la volvía loca. Gabriela palideció. Se le ocurrió preguntarle de quién se trataba y cuando escuchó el nombre de Adriana sintió unos celos terribles. No podía imaginarse a Adriana con Natalia. Entonces se quedó sin habla y muy triste, ya que ellas lo habían dejado y Natalia tenía vía libre con Adriana. Podían hacer las dos lo que quisieran. Natalia le comentó que quería intentar algo con la cirujana y que ya vería la manera de acercarse a ella, aunque le daba miedo que la rechazara ya que la veía una mujer cañón y con mucho carácter. Gabriela sabía que no podía hacer nada al respecto, y muy a su pesar, la animó para que lo intentara con Adriana.
Mientras, en ese mismo turno, habían coincidido en la cafetería de la clínica Adriana, Alba, Laura y Eva. Se sentaron juntas y comenzaron a hablar de temas médicos, cómo no. Luego la cosa se relajó y hablaron de temas diversos hasta que Eva propuso ir después del turno al Luxury.
- Chicas, creo que necesitamos un poco de marcha en nuestro cuerpo. Miraros, parecemos cuatro viejas amargadas. Encima estamos las cuatro solteras.
-Conmigo no contéis. Yo me iré directa a casa -Le contestó Adriana. No tenía ganas de nada. Tenía todo el día en su cabeza a Gabriela. Y no tenía el cuerpo para ningún tipo de diversión. Sabía que no era buena compañía para nadie. Y no quería que sus amigas se preocuparan por ella.
- ¿Qué dices Adriana?, no puedes hacernos ésto. Tú te vienes con nosotras. Tiene razón Eva, parecemos monjas de clausura. Necesitamos divertirnos. Así que si Laura se apunta, vamos las cuatro- le dijo Alba a Adriana.
- No quiero amargaros la fiesta. Yo ahora mismo no soy buena compañía.
-Bueno, eso déjanos decidirlo a nosotras. Además, necesitas de tus amigas para tirar adelante. Y te vamos a apoyar. Así que luego nos vemos las cuatro en el Luxury - espetó Laura. Ellas ya sabían lo que había pasado entre Adriana y Gabriela y sabían que ambas estaban pasándolo muy mal. Apreciaban mucho a Gabriela, pero conocían más a Adriana e intentaban no posicionarse ni con una ni con la otra. Además la ruptura estaba muy presente. Era normal que Adriana no tuviera ganas de nada..
A Adriana no le quedó otra que decir que sí iría con ellas. Porque sabía lo pesadas que eran sus amigas y si se les metía algo entre ceja y ceja, ella tendría que ceder.
Justo en ese momento, apareció en la cafetería Rosa con Gabriela. El cuerpo de Adriana se tensó al instante. Y enseguida retiró la mirada de las dos. Aunque cuando pasaron al lado de ellas, todas se saludaron. Pero Rosa, por respeto a Gabriela, se excusó con las doctoras y se alejaron de ellas para sentarse en otra mesa más apartada. Gabriela también se puso muy nerviosa y triste a la vez.¡Cuánto añoraba el estar con la cirujana!¡Cuánto la echaba de menos! No aguantaba verla y no estar con ella. Era una tortura. Pero lo que no sabía es que a Adriana le pasaba exactamente lo mismo. La cirujana estaba sufriendo tanto, que optó por irse de la cafetería. Estar en el mismo sitio que la auxiliar y no poder tocarla, besarla...se despidió de sus amigas y quedó con ellas en verse cuando acabara el turno en el Luxury. Sus amigas entendieron que se fuera tan precipitadamente.
Gabriela, cuando vio que Adriana se fue, le cayó una lágrima por la mejilla. Menos mal que estaba lejos de las doctoras. No quería que la vieran llorar. Rosa le cogió la mano y se la apretó. Quería hacerle ver que ella estaba ahí para apoyarla siempre que la necesitara. Desde luego Gabriela había tenido mucha suerte conociendo a Rosa.
Cuando acabó el turno, las cuatro doctoras se fueron directamente al Luxury. Adriana sabía que se tomaría una copa y se iría a su casa. Sus amigas tenían ganas de pasar un buen rato y tenían pensado quedarse hasta que el cuerpo aguantara.
Se fueron directas a la barra y pidieron sus respectivas bebidas alcohólicas. Empezaron a hablar y a bailar, todas menos Adriana. Así que Alba la cogió por la cintura y la obligó a bailar con ella. Adriana no quería pero acabó cediendo.
De repente Adriana se fijó que a lo lejos estaba Natalia con otras enfermeras. Y no le quitaba la mirada de encima. Alba se percató de ello.
- Oye Adriana, ¿Te has fijado como te mira esa enfermera? Trabaja en trauma, ¿Verdad?
- No digas tonterías Alba. No estoy para perder el tiempo. Y si, trabaja con Rosa, María y Gabriela.
Natalia estaba que no se lo creía. Y eso que estuvo a punto de no ir al Luxury. Estaba cansada pero sus amigas la convencieron para ir a bailar un rato.
No sabía cómo acercarse a la cirujana, así que aprovechó a bailar salsa cuando sonó una canción de salsa. Iba a clases de baile dos veces por semana y se le daba muy bien. Cogió de la mano a otra enfermera y se la llevó al centro de la sala para bailar con ella.
Adriana no pudo quitarle la vista de encima. La verdad es que bailaba muy bien. Era muy sensual, y guapa. Pero le vino a la cabeza cuando Gabriela bailó una bachata con Alba y entonces le dieron ganas de llorar. Tenía que hacer un gran esfuerzo para que no se le escapara ninguna lágrima. La echaba de menos a rabiar.
Natalia se fue acercando a las doctoras, y de repente se puso en frente de Adriana. Adriana se puso nerviosa porque sabía que la enfermera quería algo con ella. Las doctoras se dieron cuenta del acercamiento de Natalia a Adriana y se separaron un poco para que pudieran intimar como ellas quisieran. Bailar, hablar, besarse...lo que fuera.
- Hola doctora, me preguntaba...si le gustaría bailar conmigo-Se atrevió a preguntarle Natalia.
-¿Qué?no, que va, no me gusta bailar. Además soy muy patosa- Le contestó la cirujana ruborizada.
-Vamos, yo la guiaré. No se preocupe- la enfermera fue tan rápida que no le dio tiempo a Adriana a decirle que no. Natalia la cogió de las manos y la empujó suavemente con su cuerpo, guiándola en el baile, y de paso, aprovechó a pegar su cuerpo con el de la cirujana. Adriana sintió el cuerpo de la otra mujer pegado al suyo, su perfume en sus fosas nasales...y mientras, sus amigas contentas de verla entretenerse y no pensar en la auxiliar. Natalia aprovechó a agarrar fuerte a Adriana, para que no se le escapara. Pero Adriana no estaba para bailar con otra mujer que no fuera Gabriela. Simplemente, no podía, aunque podía reconocer que la enfermera bailaba muy sensualmente y era muy guapa. De no tener a Gabriela en la cabeza, seguro que esa noche la podría pasar perfectamente con ella.
-Perdona Natalia, me voy a ir en breves y me voy a despedir de mis amigas. Si quieres, nos vemos en otro momento aquí.
-Oh, está bien doctora. Espero verla de nuevo - No quería ser pesada con Adriana, ya se acercaría a ella en otro momento. Ya tendría más oportunidades. De momento le bastaba con haber bailado con ella un buen rato. Así que se despidió de la médica y se fue con sus amigas.
- Eh, Adriana, ¿Qué ha sido eso?¿Acaso le gustas a esa chica?- quiso animarla Alba.
- Oye, déjame en paz. Sabes que tengo a Gabriela en la cabeza y que hasta que no me la quite, no voy a poder hacer nada con nadie.
- Si, lo sabemos, pero reconocerás que esa enfermera es muy guapa, joven, y encima baila que quita el sentido. Ya podía haberme pedido bailar a mí. De hecho me iría encantada con ella a su casa- le dijo Alba riéndose.
- A ti te gustan todas. Bueno, chicas, yo me voy a ir. Gracias por invitarme. Pero estoy cansada y mañana tengo turno de mañana. Nos vemos mañana.
- Valeeee, puedes irte, por lo menos te has tomado una copa con nosotras. Algo es algo. Mañana hablamos. Ten cuidado.
Las tres médicas se despidieron de Adriana y siguieron bebiendo y bailando. Mientras, Adriana se fue a su casa y sin querer no pudo evitar echarse a llorar. Y como siempre, no se pudo quitar a la auxiliar de la cabeza hasta que se quedó dormida.
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