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Capítulo 90

La navidad fue increíblemente sosa. Janna llegó de madrugada y se la pasó entera hablando con Damian. Luego, por la mañana, ambos la pasaron dormidos casi todo el tiempo y, al llegar la tarde y la noche, intentamos jugar a juegos de mesa todos juntos, pero ambos estaban muy desconectados del juego.

Eran las 10 A.M. del 26 de diciembre de 2016. Estábamos enterrando a Lana.

Alrededor de la tumba se encontraba su familia más cercana. Estaban bajando la caja.

Sus abuelos maternos no paraban de llorar.

—Pa-padre nuestro que es-estás en los cielos… —rezaba su abuela paterna mientras lloraba. Sabía que la familia de su padre siempre había sido muy religiosa, me preguntaba cuál sería su reacción al descubrir a quién habíamos invocado…

Los tíos de Lana estaban llorando. Sus primos pequeños parecían no entender muy bien lo que pasaba. 

—¡Pero sacad a la prima Lana de ahí! —gritaba su prima pequeña de cinco años.

—Mary, ¡silencio! —le gritó su madre entre lágrimas.

—¡Pero que no habéis puesto luz, está oscuro y le va a dar miedo! —Gritó la niña.

—Papá, me aburro —dijo ahora el primo de Lana, el hermano pequeño de Mary, que solo tiene cuatro años.

Al ver que su padre no le hacía caso, el niño se acercó a la tumba con un juguete que tenía. Era una muñeca.

—John, ¡ven aquí! —salió corriendo el padre detrás de él.

—¡Pero que es su muñeca, que se la dejó en casa! —gritaba el niño mientras su padre lo subía a sus brazos. 

*BUM*

La tumba ya ha descendido los dos metros. Empezaban a echarle tierra encima. Me sequé varias lágrimas del rostro.

Adiós, Lana. 

—Carl… —Janna me abrazó. 

Una vez dimos el pésame a la familia y salimos del cementerio, nos subimos al coche Damian, Janna y yo. Damian conducía.

Miraba por la ventana. Era un día nublado y frío, coherente a la tristeza de hoy. Unas poquitas gotas de agua comenzaron a caer sobre el coche.

—Hoy daban lluvia todo el día —cortó el silencio Damian— y parece que ya empieza.

—Sí, eso parece… —respondió Janna tampoco muy animada. Bajó el espejo del copiloto y me miró. Me sequé rápido las lágrimas— Pongamos algo de música… —Janna comenzó a trastear con la radio, buscando entre diferentes emisoras. En todas se escuchaba estática— Será la lluvia… 

Slenderman. Pensé yo. Se me vino a la mente el momento en el que pensaba que iba a asesinarme. La madrugada en la que ocasioné que Lana muriera… 

—Carl, por cierto… —habló Damian de nuevo— no me parecía prudente decírtelo esta mañana pero… la PCE nos ha metido prisa para que te revise su psicólogo. Te han dado cita con él a mediodía.

—Nosotros —soltó Janna de repente, antes de que yo pudiera contestar—, Damian y yo hemos pensado que sería bueno que hoy también vieras a Alejandra, ya sabes… para realmente desahogarte. No sería bueno que le dieras demasiada información al de la PCE… 

—Con Alejandra tienes cita por la tarde —me explicó Damian— a las 16:00. 

—¿Qué os dijo ayer la PCE? —pregunté con molestia. Janna y Damian se sorprendieron— Sé que estuvieron en comisaría. Es decir… nuestro caso es de la PCE, os pasasteis toda la madrugada hablando de algo y ahora me decís que la PCE os ha metido prisa para lavarme el cerebro. ¿Qué os dijo? ¿Fue algo sobre mis padres o Jeff? 

—Carl —respondió Damian primero con brusquedad—, hay cosas que son confidenciales, —relajó el tono de voz— ¿entiendes? 

—Carl, la PCE… —intentó explicar ahora Janna. Su tono de voz era de cansancio— la PCE tiene más poder que nosotros. Damian y yo ya nos estamos involucrando más de la cuenta, no queremos meterte en esto. Entiéndelo… 

No respondí. Continué mirando la ventana: la lluvia se estaba haciendo más fuerte.

«11:45» Marcaba el reloj de la comisaría. El psicólogo de la PCE iba a venir aquí, su sesión iba a darse en una de las salas de interrogatorios. Qué oportuno. 

Un hombre alto, de mediana edad y con el pelo rubio decorado con algunas canas sueltas entró por la puerta de comisaría acompañado de Franco Rodríguez, el hombre que me intentó lavar el cerebro.

—Buenos días, chico —me saludó Rodríguez falseando una sonrisa—. Volvemos a vernos, ¿eh? —me puso la mano para que chocara los cinco. Tardé unos segundos en hacerlo—. En fin… este es el señor Schörner.

—Conrad Hermann Schörner, encantado —me dio la mano izquierda para que se la estrechara. Con la derecha sujetaba un maletín verde oscuro. 

A pesar de lo serio que parecía, me puso una sonrisa que parecía sincera.

—Él te ayudará en todo lo que necesites. Es un gran profesional, y una muy buena persona —puntualizó Rodríguez con el dedo índice en alto—. Puedes confiar en él —Rodríguez sonrió y se alejó de nosotros. Se acercó a Damian y Janna.

—Bueno, Carl, aún es un poquito pronto —me dijo Schörner mientras miraba su reloj de pulsera—. ¿Te apetece ir a por algo de comer o de beber mientras? Por lo que veo aquí no faltan máquinas expendedoras —rio un poco al final.

Acepté con la cabeza. 

—Oh, ya sé. ¿Qué te parece una bolsa de papas fritas? —Dijo ilusionado— No sé a ti, pero a mí me encantan desde que tengo memoria —bajó el tono de voz mientras lo decía, como si me acabara de contar un secreto.

—Me parece bien —dije serio. Sabía que no podía fiarme de él: trabajaba para la PCE. 

Schörner compró la bolsa de papas fritas, y luego se acercó a la máquina de bebidas a por dos botellas de agua.

—Toma, aquí tienes… —me dio la bolsa y una botella— he pensado que te entraría sed.

—Gracias, Schörner —contesté.

—Por favor, siéntete libre de llamarme Conrad —miró el reloj de comisaría—. Ya es la hora. ¿Entramos y comenzamos la sesión?

La sala de interrogatorios. No me trae muy buenos recuerdos que digamos. Schörner y yo estábamos sentados uno frente al otro. Sacó de su maletín verde una libreta y un bolígrafo de Green Peace. 

—Sé que este lugar es algo incómodo, yo pedí otro para la sesión pero… —suspiró— bueno, quejarse no sirve para nada —sonrió de nuevo y me miró a los ojos—. Bien, Carl… primero de todo, tengo que preguntarte, ¿quieres estar aquí?

Abrí más los ojos. Esa primera pregunta me había pillado desprevenido.

—Creo que tanto usted como yo sabemos que estoy aquí porque la PCE quiere que esté aquí —contesté tras unos segundos, intentando no mostrar una emoción concreta.

—Sí, lo sé —hizo una pequeña pausa sin quitarme el ojo de encima— pero yo me refería más a… —acercó su cuerpo a la mesa— ¿te sientes cómodo hablando sobre el secuestro? ¿Recordando cómo era? 

Hice el gesto contrario. Alejé mi cuerpo de la mesa.

—¿Qué persona se sentiría cómoda recordando su secuestro? —Pregunté con desconfianza hacia él.

Schörner alejó su cuerpo levemente de la mesa, miró hacia abajo y sonrió.

—Cada persona reacciona diferente, ¿sabes? Hay gente que… se encariña de sus propios secuestradores, gente atormentada que siente que su vida anterior al secuestro era peor que la de ahora… No digo que haya sido agradable pero… ¿crees que gracias a eso ahora vives mejor?

Reí con nerviosismo.

—Usted tiene mi expediente, sabe lo de mis padres. Quiere tirar de ahí, ¿cierto? 

—Solo quiero ver cómo puedo ayudarte, desde dónde hay que ir curando la herida. 

Esto era realmente incómodo. No quería tener muchas más sesiones con él. 

Pensé en el momento en el que la PCE me enseñó supuestas pruebas que demostraban que los Creepypastas no existían, que eran impostores. Quería ver cómo podía hacer que este hombre acabara convencido de que estoy seguro que no son reales. Sé que ese es el objetivo de la PCE, no mi bienestar. Cuanto antes me crea, mejor para mí. 

—No debería hablarle así, solo quiere ayudarme, perdone —me llevé las manos al rostro. Tengo que actuar bien. 

—No te preocupes, Carl, es normal que…

—Tengo alucinaciones —Schörner comenzó a escribir en su libreta. Tenía que mezclar realidad con mentira para que me creyera—. Me despierto noche sí y noche también por culpa de ellos, cuando veo una sombra pienso en ellos, cuando me miro en un espejo los veo detrás de mí… 

—¿Quiénes son ellos? ¿Los Creepypastas? —Paró de escribir para hacerme la pregunta y mirarme.

—No, los que me secuestraron y mataron a mis amigos. Los que me hicieron daño… —Schörner se quedó mirándome fijamente— la PCE me lo contó, me enseñó informes… lo cierto es que me costó bastante aceptar que eran impostores.

—En el último incidente con tus padres… cuando llamaste a la policía hablabas claramente de Jeff The Killer siendo el asesino. Eso fue hace tan solo unos días, ¿cuándo empezaste a creer que no existían, entonces? 

Mierda, ahí me ha pillado.

—No sé cómo se llaman, ¿sabe? Mientras estaba con ellos, el impostor de la cicatriz de la sonrisa se presentó como Jeff The Killer. No sé llamarlo de otra manera… 

—Pero sabes que no es Jeff The Killer. Te enseñaron su informe de defunción.

—Así es… 

Siguió escribiendo.

—Carl, ¿cómo son esas alucinaciones que tienes? ¿En qué ocasiones las has tenido? 

—En momentos cuando… estoy estresado, supongo.

—Ya veo… —pasó sus dedos índice y pulgar por su barbilla, acariciando la barba de tres días— Carl, ¿crees que cuando asesinaron a tus padres, por ver al delincuente, alucinaste con que fuese Jeff The Killer ante una situación de estrés severo? —continuó en un tono calmado pero convencido.

—Pero, la escena… Su frase estaba escrita ahí, por ejemplo, y sus sonrisas… 

—Tal vez haya sido una persona que quiso imitar su historia y, jugando con tu trauma, se disfrazó de Jeff e hizo lo mismo que la leyenda hace a sus víctimas. En este mundo, hay casi o más personas perturbadas que buenas, y te lo digo como psicólogo experimentado. He podido tratar tanto con victimarios como víctimas, y es muy difícil sorprenderme —bajó levemente su cabeza, observando mis expresiones.

—Entonces… la persona que yo vi… simplemente es alguien que se hizo pasar por él porque… ¿es… gracioso? —ni yo mismo me estaba creyendo esta basura.

—Porque es gracioso para su perturbada cabeza, Carl. Obviamente a ti no te hace gracia, tampoco a mis compañeros de la PCE ni a los que te rodean. En cuanto se enteraron todos fueron en tu ayuda rezando que estuvieras bien cuando llegaran, y así fue. Ten por seguro que ese criminal será capturado y encerrado, y se le dará la condena que merece. No por nada tenemos una de las mejores justicias de todo el mundo —al escuchar eso no pude evitar fruncir el ceño y darle una mirada de incredulidad.

—Según usted… tenemos una de las mejores justicias del mundo… ¿no?

—Por supuesto, solo mira a la PCE, ellos hacen todo lo posible para que los ciudadanos estén salvos y salvos cuando a la policía se les escapa de las manos.

—Ajá… —Schörner entrecerró los ojos, notando que no me lo estaba creyendo— ¿Puedo preguntar algo?

—Por supuesto, dispara —desearía hacerlo ahora.

—Hay muchos casos de bullying en nuestro país. Cuando la víctima lo sufre y las supuestas autoridades competentes no hacen nada, ¿qué hace la PCE? —él rio un poco.

—Carl, por favor, la PCE se encarga de casos más importantes que el bullying.

—O sea, está diciendo que el bullying, un acoso que sufren muchos niños y adolescentes todos los días no es importante —apreté los puños y la mandíbula mirándolo fijamente.

—No es eso. El bullying es algo que se debe parar, pero la PCE no se encarga de ese tipo de casos como ya te he dicho.

—¿Entonces de qué se encarga la PCE? ¿Qué casos tiene? He visto las noticias durante toda mi vida, y en ningún periódico o cadena de televisión los mencionan. Ni cuando hay un asesinato, suicidio, bullying, violaciones, torturas… Nada.

—Carl, nos estamos yendo del tema principal, estamos aquí para hablar acerca de la muerte de tus padres —dijo con una sonrisa y tono calmado, la sangre me estaba hirviendo. Me levanté de mi asiento sin poder aguantar tanta estupidez de un supuesto profesional—. Carl, la sesión no ha terminado —se dio la vuelta mirándome algo molesto.

—Yo soy el paciente y yo digo cuándo esta tontería se ha terminado. Puedo irme cuando quiera —giré el pomo y me detuve en la entrada, volteé mi vista para verle—. Por cierto, el bullying es tan importante como un asesinato, un suicidio y cualquier otro caso de lo que se supone que se encargue la PCE. Miles de víctimas de bullying han acabado suicidándose o vengándose de quiénes le hacían la vida imposible o han seguido su vida bajo terapia, o ni siquiera eso. Para ser un psicólogo, tiene bastante poca empatía. Que luego no os extrañen que las víctimas se defiendan armando un tiroteo escolar —solté mientras mi mano temblaba en el pomo y salí rápidamente de la habitación.

Di unos pasos apresurados y salieron Damian y Janna de una habitación contigua junto con los agentes de la PCE, quienes se mostraban bastante molestos conmigo salvo Janna y Damian. Al parecer habían estado escuchándolo todo.

—Escúchame, jovencito —me habló la chica rubia con tono irritante—. Esa no es forma de tratar a un profesional.

—Y esa no es forma de tratar a una víctima de secuestro, bullying, violación e intento de asesinato, si vais a traer a alguien para manipularme al menos que no demuestre que sea un idiota —respondí mirándola con desprecio, y antes de que ella me respondiera Janna se interpuso.

—Carl tiene razón, el señor Schörner ha estado totalmente fuera de lugar, por lo que nos llevaremos a la víctima a despejar su mente —dijo seria y me tomó por los hombros, casi empujándome para salir de allí.

Damian, Janna y yo dejamos a los de la PCE plantados en frente de la sala de interrogatorios, fuimos a la cafetería y pedimos comida, al sentarnos, Janna con una gran sonrisa fue la primera en hablar.

—Estamos muy orgullosos de ti, Carl —dijo con entusiasmo.

—El plan era que la PCE se tragara que les creías —contestó Damian—. Pero hasta a mí me han colmado la paciencia —soltó un suspiro.

—Bueno, no hablemos del tema por ahora —contestó Janna con una sonrisa nerviosa. Conociéndola sé que le gustaba cómo había reaccionado, pero está preocupada por algo de la PCE que no me quieren contar, y yo lo acabo de empeorar. 

—Aquí tenéis —la camarera nos trajo la comida con una sonrisa.

Empezamos a comer.

—Janna, Damian —dije—, ¿qué pensáis hacer ahora? Con la PCE, digo. Sé que he empeorado la situación de alguna manera. 

—Mm… —Damian miró a Janna, preocupado— ya hablaremos de eso, Carl… tú no te preocupes por el momento —agarró mi mano y me miró fijamente—, ¿vale? 

Asentí con la cabeza.

«15:55» Marcaba el reloj del coche de Damian. Estábamos ya en la puerta del edificio de Alejandra.

—Carl —me llamó Damian antes de bajar del coche—, recuerda que esta vez nadie va a estar espiándote —terminó por decir con una sonrisa— te recojo en una hora.

—Gracias, Damian. Por todo —él me sonrió y toqué el telefonillo, enseguida Alejandra me hizo pasar.

—¡Hola, Carl! ¿Resististe a ese psicólogo manipulador? —me preguntó en tono bromista.

—No tienes idea, parecía uno de mi instituto. Solo faltó que dijera que mi secuestro fue "una cosa de niños" —mascullé haciendo una mueca y me senté en el diván.

—Hay psicólogos que tienen el título por sorteo… —murmuró y sonreímos con complicidad— Cuéntame, ya que te inventaste tu propio secuestro, ¿cómo te has estado sintiendo en estos días tan difíciles? 

—No lo sé, es… un cúmulo de emociones —miré hacia el suelo—. No sé ni por dónde empezar… —restregué mis manos por mi rostro.

—Lo mejor es empezar por el principio, como un hilo, así sabes normalmente cómo orientarte.

—Porque… un hilo siempre tiene… un principio, una mitad y un final… 

—Exacto —sonrió Alejandra—. Como la historia de Teseo y Ariadna, gracias al hilo Teseo pudo volver. Supo dónde empezar, cómo seguir y en dónde terminar.

—Bien… —solté un suspiro— la… muerte de Lana… la muerte de Lana… Nunca debió haber muerto.

—Viste el cuerpo, ¿no es así?

—Sí… no esperé que… que la encontraran así. Esperé que hubiera sido de otra forma… ya sabes —asintió—. Y ahora esta porquería de la PCE… No hemos podido ni tener un respiro… —suspiré cansado y miré al techo.

—Entonces… Dices que la muerte de tu amiga y que la PCE trate tu versión como algo ficticio es lo que te está afectando tanto, ¿no es así? —fruncí el ceño y miré a Alejandra, ya que lo había dicho con un tono… extraño.

—Eh… sí. ¿A quién no le afectaría que tu amiga muriese? Fue alguien a quien quise mucho, fue mi primera amiga y la persona que me dejó entrar a mi primer y único grupo de amigos. ¿Es raro? —Alejandra me miró seria y entrelazó sus dedos entre sí.

—Por supuesto, es lo más normal del mundo, Carl —dijo. Creo que la acabo de cagar y no me he dado cuenta, ¿pero en qué?—. Se nota mucho cuánto apreciabas a Lana.

—Fue mi primera amiga —contesté mirando todas sus expresiones y gestos, ella se mantuvo neutral.

—Eso fue lo peor que te ha pasado en la semana, supongo —ahora fruncí el ceño—. Carl, has matado a tus padres —abrí los ojos lo más que pude.

—¿Qué…?

—Hablé con Damian y me comentó el asesinato de tus padres. Dijo que Janna había encontrado ciertas diferencias entre el homicidio de tus padres y otros asesinatos de Jeff. Y, tanto tú como yo sabemos que Janna lleva años investigando y siguiendo a Jeff —tragué en seco, solo pude mirarla fijamente y escucharla en silencio—. Fue muy inteligente que agarrases el arma homicida y abrazases a tus padres mientras llorabas desconsoladamente. No dejarías huellas que te incriminasen, no sospecharían de ti por tener sangre encima ni tu herida. Fue bastante brillante, lo admito. Y estás aquí, sentado en mi consulta porque Damian y Janna son demasiado buenos y se preocupan demasiado por ti que, jamás dudarían de ti. Lo que tienen de detectives lo tienen de buenas personas y lo has utilizado a tu favor.

En todo este tiempo que había hablado, ni había pestañeado. Mierda. Mierda. ¡MIERDA!

—Lo que me pregunto es… ¿cómo conseguiste que las huellas de Jeff estuviesen en el cuchillo? Jeff The Killer siendo un asesino tan experimentado no te dejaría vivo, y más sabiendo la información que tienes y el odio que te tiene. ¿Por qué razón dejaría vivo a un chico de diecisiete años? Y no me trago el que se haya asustado porque venía la policía —me miró sin expresión alguna, yo respiré hondo, pensando en qué hacer, y no se me venía nada a la mente. Creo que hasta aquí he llegado.

Sin decir nada, extendí mis brazos hacia ella, en señal de rendición. Alejandra miró mis muñecas y luego a mí.

—No, Carl —la miré—. No voy a arrestarte, más que nada porque no soy policía, soy psicóloga. Y ahora mismo me has puesto entre la espada y la pared. Damian es mi amigo desde hace muchos años. Es la mejor persona que he conocido, y cuando me habló de Janna se nota lo ilusionado que está, ni siquiera conmigo lo estuvo de esa manera. Es más feliz que nunca y te quiere como a un hijo —me miró directamente a los ojos—. Y, he notado por tus ojos que tú a él como a un padre. Como persona que vive en una sociedad de leyes y normas, mi deber es informar a la policía, es decir, a Damian y Janna, sobre lo que has hecho —tragué en seco y mis brazos comenzaron a temblar—. Pero, como psicóloga y mi ética con los pacientes me exige confidencialidad… —hizo una pausa— no diré nada, a parte de que sé que eso destruiría a Damian por completo.

Solté una gran bocada de aire. Vaciando todo estrés y tensión que había acumulado. Mi cabeza había comenzado a doler un poco y mi frente corría sudor por cada palabra que decía.

—A-Alejandra… y-yo… 

—No he terminado —me interrumpió—. Quiero que me cuentes la verdad, Carl. Sé que algo más pasó, sé que algo más hiciste a las cinco de la mañana, o a la hora que fuese. Quiero saber qué pasó.

Me tomé unos segundos para pensarlo.

—¿Estás segura de que…?

—Sí, te acabo de dar mis razones.

—Bien… —la miré y me senté en el diván, quedando ambos frente a frente.

Le fui relatando poco a poco lo que había planeado. Levantarme de madrugada, armarme con un cuchillo e ir al bosque, rescatar a Tenny y Lana y ser el héroe reconocido de Precespyata. Algo fácil, en silencio y sencillo, nadie tendría que haberse enterado hasta que ellas hubiesen salido, nadie…

A medida que lo iba contando, empecé a recordar todo. Cuando caminé por el bosque sin escuchar un alma, el… haber escuchado hablar a Hoodie, cuando llegué a las celdas y estaban Tenny y Lana, cuando Tenny me… quitó el cuchillo, cuando forcejeamos, cuando… matamos a… Lana… 

—F-fue… fue un… fue un… —rompí en llanto y cubrí mi cara con mis manos, tratando de apagarlo— No queríamos… no queríamos hacerle… Pero… Tenny… Yo… Lana… Si no… Si no hubiese soltado el puto cuchillo… Ella… No la habríamos… degollado… 

Escuché cómo Alejandra se levantó y se sentó a mi lado, puso una mano en mi espalda tratando de reconfortarme.

—¿Qué más pasó? —preguntó con una calmada voz.

—J-Jeff… Jeff v-vino y-y… me apuñaló. Él… él nunca me siguió, simplemente me apuñaló y se quedó con… Tenny —dije con resquemor su nombre—. Me encontré con… Hoodie el violador… estaba viéndome, como si nada hubiese pasado… entonces… Fui al bosque… —recordé el cómo los proxys me rodearon, la estática en mi cabeza y aceptando mi final, para que luego Slenderman me lo arrebatara.

Después de un minuto, terminé de contar cómo asesiné a mis padres y Damian y Janna habían llegado. Le conté cómo planeé todo en tan poco tiempo y me había salido "bien".

—Entiendo el porqué no les tenías cariño a tus padres, pero, Carl, créeme que matarlos no era la solución… Has empeorado todo de hecho. Y ahora eres un asesino —me miró, mi vista estaba en el suelo y me crucé de brazos—. No diré nada, ya tienes suficiente con la culpa por lo de Lana, y eso que ni siquiera has sido tú.

—Fui yo, yo fui al bosque, yo fui a la celda… Yo traje el maldito cuchillo, yo forcejeé con Tenny, yo solté el cuchillo… 

—Te culparás por eso el resto de tu vida, pero si tú en ese momento no mantenías el cuchillo no eres el asesino, cosa que no puedo decir lo mismo con lo de tus padres.

Me levanté, caminé arrastrando los pies hasta llegar a la cocina. Agarré un cuchillo de carnicero que se encontraba en el fregadero y lo guardé detrás de mi espalda. Volví a la sala, Alejandra me seguía hablando pero no la escuchaba. Entonces, corrí hacia ella, empuñando mi cuchillo en alto, preparado para hacerla callar para siempre.

—¿Me estás escuchando? —habló y levanté la mirada aturdido.

—¿Eh…? —la miré y luego alrededor confuso con un ligero dolor de cabeza.

—Te decía, Carl, que trabajaremos las emociones e impulsos. Tu homicidio fue un crimen pasional, quiere decir que esto se pudo haber evitado. Si continúas así, tus padres no serán tus únicas víctimas —asentí serio y miré de nuevo al suelo, ella tomó delicadamente mi hombro izquierdo—. Siento si estoy sonando dura contigo, pero agradece que no les voy a decir nada a Janna y Damian. Tus padres eran malas personas contigo, pero su muerte no te ha traído nada bueno, absolutamente no has sacado beneficio de esto. Carl, si colaboras juntos podemos hacer un gran trabajo, podrás saber manejar mejor las situaciones, no dejarte llevar por tus sentimientos y pensar mejor las cosas. ¿Qué opinas? —simplemente asentí y Alejandra respiró hondo—. Sé que estás en fase de negación, pero luego me lo agradecerás, créeme.

Alejandra se levantó del diván y agarró su pequeña libreta y bolígrafo.

—Te daré cita para el… 11 de enero, ¿te parece? —asentí— Que sea el 8… —volví a asentir y escribió— Bien, Damian ya te debe de estar esperando abajo. Ten cuidado, Carl, sigue con el ejercicio, te ayudará con tus emociones.

Me levanté y caminé hacia la puerta.

—Que tengas buena tarde —me despedí cordialmente, ella hizo lo mismo y salí casi corriendo de ese lugar.

«Tengo que salir de aquí, sea como sea».

Curiosidad n°90: Damian y Alejandra han sido amigos cercanos desde que rompieron. Es por ello que Damian le cuenta sobre Carl y Janna y le expresa los sentimientos que tiene por ellos y que a veces le cuesta mostrar.

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