Capítulo 87: ¡Felicidades, Carl!
—¡Se-se-se! —Tenny y yo cantábamos al unísono—. ¡Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a remover! —Era un juego que jugábamos todos de pequeños en Precespyata. Se trataba de chocar las manos y dar palmadas mientras cantábamos canciones— ¡La gente que pasaba decía que apestaba, era la mujer que bailaba el cha-cha-chá! ¡Don Federico perdió su cartera para casarse con una costurera...!
—Me gustaba más la parte del femicidio.
—¡AH! —Me asusté al escuchar esa voz a través de los barrotes. Tenny se rio.
—Jeff, ¿cómo haces para entrar tan silencioso? —preguntó Tenny divertida.
—Experiencia de años —sonrió y se sentó a vernos.
—¿Qué haces aquí tan tarde? ¿No deberías estar durmiendo? —preguntó Tenny y Jeff se encogió de hombros. Por la pequeña ventana de la celda solo se veía oscuridad y una pequeña luna menguante.
—No tengo sueño, a parte, Liu se fue a hacer las compras para Nochebuena y estoy aburrido. Y con compras me refiero a robar de madrugada varios sitios para que no se note —levantó una ceja y sonrió de un lado.
—¿Nochebuena? —dije yo— Espera, ¿qué día es hoy?
—23 de diciembre.
—Ah... —contestamos ambas. Iba a ser nuestra primera Navidad lejos de nuestros padres, y secuestradas. Y sin nuestros amigos...
—Bueno, no pasa nada, si os portáis bien podemos invitaros a la fiesta —Tenny sonrió, mientras que yo bajé la mirada.
—No me digas que es como en los fanfics, ¿cenáis todos juntitos como una gran familia? —Tenny estaba aguantándose la risa. Jeff rio levemente.
—Oye, ¡que eso hacen todas las familias, no solo los fanfics!
—Puede que consideremos tu oferta siempre y cuando no haya raro en el menú —siguió la broma.
—Simplemente no probéis nada de lo que traiga Eyeless —rieron más alto y me abracé a mí misma mirándoles en silencio—. ¿Sabéis? Estoy muerto de sed, ¿queréis algo? —asentimos y Jeff se levantó del suelo y salió por las bebidas.
*BIP, BIP, BIP*
La apagué rápidamente para que Damian no se despertara, eran las dos de la mañana.
Me quité el pijama tratando de hacer el menor ruido posible, me vestí con ropa cómoda y oscura: pantalones negros, camiseta y chaqueta negra y un gorro del mismo color. Justo como empezó todo esto, acabará. Hoy yo las rescataré y les chivaré a Damian y Janna la ubicación exacta de dónde están. Me darán las gracias y liberaré a Tenny de las garras manipuladoras de ese adefesio.
Agarré una hoja y lápiz y escribí una nota a Damian, diciéndole que había ido a entrenar más temprano.
Tomé el pomo de la puerta y lo giré, pero antes de salir, miré hacia atrás, justo a la esquina. La sombra del hombre del sombrero estaba ahí, otra vez. Me miraba fijamente con los ojos blancos diminutos, pero notaba más intensidad esta vez.
Tras unos segundos mirándonos, decidí cortar el contacto visual y cerrar la puerta, bajé las escaleras yendo despacio para que no me escuchase Damian. Fui a la cocina y tomé el cuchillo más afilado que encontré. Agarré uno para trinchar carne no demasiado grande, lo suficiente para que me cupiera en el bolsillo de la chaqueta.
Una vez con todo listo, desactivé la alarma de la casa y me puse rumbo al bosque. Había bastante camino por recorrer, ya que la casa de Damian pillaba en la otra punta del pueblo, nada cerca del bosque. Por suerte, Precespyata no era demasiado grande, y en cuestión de cuarenta minutos andando llegué al famoso bosque.
—Bien... ahora hacia la zona prohibida, y luego... a encontrar el almacén —dije en voz alta. Era diciembre, y hacía tanto frío que cada palabra que soltaba lo hacía con vaho. Sin embargo, estaba bien abrigado y el entorno era agradable, solo éramos los búhos, el bosque, el frío, la noche y yo.
Comencé a caminar. Desde la distancia se intuía en qué zona del bosque no deberías pasar, pues ningún camino de tierra iba a la dirección de los árboles más altos y frondosos de toda la arboleda. Con decisión, me encaminé hacia allí.
Nada más cruzar una pequeña cadena de metal con el cartel que te indicaba lo peligroso del lugar, sentí como el frío aumentaba. Abrí mi cremallera y sujeté el cuchillo, aún sin sacarlo pero teniéndolo preparado para sacarlo ante cualquier amenaza.
Primer paso: pisé una rama y el ruido resonó entre todo el silencio. Aquí ya los búhos no se escuchaban.
Di dos, tres y cuatro pasos más con cuidado, atendiendo a todo mi alrededor, esperando que me atacaran.
Seguí y seguí caminando, no sabiendo muy bien para donde iba pero intentando quedarme con todo el camino para luego volver.
Alto. Me detuve en seco. Las ramas de unos árboles encima de mí me alertaron. Miré fijamente, buscando alguna figura humana entre las ramas. Volvieron a moverse, cayendo unas cuantas hojas encima de mí. Salí corriendo todo recto. Corría, corría y corría. Nadie aparecía.
Me relajé, tomé aire y empecé a pensar con claridad.
—Venga, Carl... —me susurraba a mí mismo— has salido muchas veces con Hoodie. Tienes que recordar algo... los árboles, hay menos árboles en la zona de las cabañas —miré a mi alrededor, tratando de ubicarme. Caminé un poco hacia mi izquierda, donde los árboles que había estaban más separados unos de otros—. Vale, menos árboles... ¿qué más?... ¡Oh! La madera, recuerdo haber visto el tronco de los árboles de las cabañas con cosas escritas con navajas. ¿Pero cómo mierda voy a saber dónde está eso? Piensa, Carl, piensa... —me acerqué a uno de los árboles: nada. Di unos pasos más y miré otros dos árboles: nada. Así seguí unos cuantos minutos, siguiendo el rumbo de los árboles con más separación entre ellos— ¡Bingo! —Uno de los árboles tenía una flecha tallada y debajo un círculo y una "x" en medio de este. Supongo que ellos necesitan de estas marcas para ubicarse. Seguí la dirección de la flecha, aún y sabiendo que podía estar entrando en la boca del lobo. Pero si encontraba la cabaña de Hoodie, sabría ubicarme hacia el almacén.
Caminé, y caminé en la dirección que la flecha marcaba. Seguía habiendo muchos árboles, pero no tantos como en la entrada de la zona. Estaba llegando.
Ruidos, ruidos de nuevo, cada vez más fuertes. Movimientos en las copas de los árboles, pisadas que corrían y machacaban hojas y ramas secas. Comencé a correr. En un momento dado, escuché un portazo por mi izquierda. Miré en esa dirección y visualicé una cabaña a lo lejos, a lo mejor a quinientos metros de mí, pero no era la de Hoodie. Había llegado a la zona indicada, ahora solo me quedaba ubicarme y defenderme. ¿Por qué no me estaban atacando todavía?
Caminé con sigilo y escondiéndome entre los troncos más gruesos en la dirección de esa cabaña, sin realmente acercarme a ella. Repetí este proceso varias veces, alejándome de varias cabañas y escondiéndome de las sombras humanas que veía a lo lejos y de los pasos corriendo. Todo el tiempo tenía sujeto el cuchillo.
Entonces, la zona se volvió mucho más familiar: ahí, a lo lejos, estaba la cabaña de Hoodie, se distinguía por ser levemente más grande por fuera que las demás, con una madera más oscura y con arbustos alrededor. No me había dado cuenta hasta ahora de las diferencias de él respecto a otros Creepypastas, se notaba que ese asqueroso había sido importante. Cómo me alegra que esté muerto.
Me acerqué a la casa de las torturas, y sonreí al pensar que ahora estaba vacía, sin ningún pedófilo durmiendo tranquilamente allí. Toqué la madera.
—¿Qué se siente haber muerto en medio de la nada, en un lugar que pronto será devorado por las termitas? —Pregunté con arrogancia.
*¡COF, COF!*
Me quedé quieto, paralizado. Se me fue la sonrisa y el cuerpo me empezó a temblar. No... no era posible. Hoodie... lo maté, lo recuerdo perfectamente. Debía de ser otro Creepypasta, debían de haber puesto a otro monstruo dentro de la cabaña de Hoodie. No podía ser él, no podía...
Me acerqué a la puerta y pegué la oreja a ella. No podía ser Hoodie. Tenía que asegurarme de que Hoodie no estaba ahí dentro...
—Esto debería aliviarte un poco —se escuchó decir a una voz de mujer. Parecía algo mosqueada. Respiré profundamente al ver que, efectivamente, era otro Creepypasta el que estaba ahí den...
—Gracias, Nurse Ann —el cuerpo se me paralizó. Era voz de hombre, y no de cualquiera—. Ese adolescente demente y malcriado... Dejarme así por tanto tiempo, ¡A MÍ, UN MALDITO ASESINO PROFESIONAL! —Pegó un golpe— En cuanto me recupere, iré a por él y...
—Sí, Hoodie, sí... Ya me has dicho lo mismo unas cincuenta veces desde que despertaste... —continuó la voz de mujer.
Me separé de la puerta con cuidado. Se me aguaban los ojos por el miedo. Salí corriendo. Me daba igual que me escuchara. Salí corriendo dirección al almacén. Debía rescatar a Tenny e irme, irnos, de aquí.
Portazo. Escuché ese distintivo portazo de la puerta de metal del almacén a lo lejos. Me escondí en un árbol y miré con cuidado quién salía del lugar.
Arañé con mis uñas el tronco del árbol y tensé mi cuerpo. Esa sudadera blanca con manchas rojas, ese pelo estropajo reseco y negro, esos andares de felicidad... Jeff The Killer.
—Ay... —solté un suspiro con una sonrisa al verlo salir.
—Enamorada, ¿eh? —dijo Lana riendo levemente y rodé los ojos.
—No, solo somos... ¿conocidos? ¿Amigos?
—Ajá —siguió riendo y escuchamos pasos de vuelta, pero estos eran apresurados.
—¡Jeff! ¿Tan rápido vuelves...? —mi sonrisa se borró al verlo.
—¿Carl? ¿E-eres t-tú? —preguntó Lana.
Miró la celda rota confuso y luego a nosotras. No tenía la cara tan delgada como antes ni rastro de las heridas. Se le veía sano... y decidido a hacer algo.
—¡Vámonos! ¡He venido a salvaros!
—¿¿De verdad nos vas a sacar de aquí?? —Lana se levantó de un salto con una gran sonrisa.
—Sí. Tenny, vámonos. Es incluso más fácil de lo que pensaba, solo tenéis que pasar por esos barrotes rotos —me tendió la mano, yo me mantuve en mi sitio confundida.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Y los proxys? ¿Y Slenderman?
—¡¿Qué importa?! —frunció el ceño algo molesto— ¡He venido a rescataros! ¡Vámonos ya antes de que esa cosa vuelva!
—¡No hables de Jeff así! —me levanté y me acerqué a él, Carl entró en la celda suspirando.
—Cariño, entiendo que estés siendo manipulada, te...
—¡NO ME LLAMES CARIÑO, PUTO ENFERMO! —le corté, ¿después de todo lo que hizo pretende que le dé las gracias?
—Tenny, he estado entrenando todos los días pero no puedo con todos, tenemos que irnos, ¡YA!
—¡NOS VAN A MATAR POR TU CULPA, IDIOTA!
—Eh... siento interrumpir, ¿pero cómo está Brian? —preguntó Lana a Carl— ¿Por qué no ha venido contigo a rescatarnos?
—Lana, Brian no...
—¡Porque Brian no es tan idiota de venir solo a por nosotras! —le corté antes de que Carl pudiese cagarla—. Brian sabe perfectamente que un adolescente no puede contra asesinos profesionales y criaturas, ¡es de lógica! —Carl me miró incrédulo.
—Espera, ¿tú sabes que...?
—¡Obviamente lo sé, Carl! —le hice énfasis en su nombre y le miré a los ojos, con intención de que no dijera nada. Carl empezó a reír con nerviosismo.
—Tenny... no me digas que le estás mintiendo de esta manera. ¿Qué te crees? ¿Que así vas a protegerla?
—¡QUE TE CALLES LA PUTA BOCA, CARL!
—¿Qué... qué está pasando? Carl, ¿de qué me protege Tenny? —Lana se acercó a Carl. Sus ojos se cristalizaron. Mierda...
Carl iba a abrir la boca de nuevo, y antes de que lo hiciera se la tapé con ambas manos. Carl me miró a mí, luego a mis manos y otra vez a mí y besó la palma de mi mano. Quité rápidamente mis manos asqueadas y él solo sonreía.
—Debo admitir que eso fue asqueroso hasta para mí... —la cara de Carl cambió repentinamente, se dio la vuelta y sacó un cuchillo afilado—. Oh, has venido armado... Has aprendido algo mientras te dejaron salir.
Jeff estaba con los brazos apoyados en los barrotes que aún estaban intactos, mirando con superioridad a Carl.
—¡HE ESTADO ENTRENANDO, PEDAZO DE MIERDA! ¡YA PUEDO HACERTE FRENTE! —gritó Carl con su mano temblando.
—Oh, vaya. Se me había olvidado que unas semanas de entrenamiento superaban a años de experiencia, ¿quién lo diría? —Jeff no parpadeaba, supuse que miraba a los ojos a Carl para intimidarlo, tragué en seco. Lana estaba en shock, tratando de entender lo que Carl intentaba decir.
Miré el cuchillo de Carl y lo tomé quitándoselo.
—¿¡QUÉ MIERDA HACES, IDIOTA!? —gritó lo más alto que pudo—. ¿¡QUIERES VERME MORIR ACASO!? —tomó mis hombros con fuerza y tiré el cuchillo al suelo, luego lo pateé lejos.
Carl me soltó y fue corriendo a por el arma, mi respiración estaba agitada y miré a Jeff, él me devolvió la mirada y arqueó una ceja.
Sacó su cuchillo de su sudadera y me lo deslizó. Lo tomé con una mano y puse el filo horizontal apuntando a Carl. Él se dio cuenta al girarse y guardó su arma en el bolsillo de su chaqueta.
—Sabía que podía confiar en ti... —murmuró y extendió ambas manos hacia delante, en señal de precaución—. ¡Estoy orgulloso de ti, Tenny! ¡Lo desarmaste! ¡Tienes su cuchillo! —dijo con una pequeña sonrisa—. Ahora, sé una niña buena y... dame el cuchillo, así acabaremos juntos con esto.
Apreté el cuchillo con la poca fuerza que tenía, Carl se iba acercando poco a poco a mí y moví el cuchillo para alejarlo.
—Tenny... hemos tenido nuestras diferencias aquí, lo sé, pero...
—Un intento de violación no es una diferencia, tú más que nadie deberías saberlo —dije seriamente, Carl en un movimiento rápido tomó el mango y yo me resistí, manteniendo mi agarre.
—Tenny, suelta el cuchillo —habló tratando de quitármelo con una mano.
—No, has venido a morir, nadie de aquí te dejará salir, Carl. Has cavado tu propia tumba —contesté con dureza. Yo estaba sujetando el mango con las dos manos, y la mano de Carl estaba más cerca del filo que la mía. Podía tener más fuerza, pero yo llevaba ventaja.
—Al menos he logrado escapar, he sido el único que ha logrado salir de aquí.
—¿Q-qué...? —murmuró Lana mirándonos con ojos cristalizados. Se acercó a mi lado.
—¡Lana, no le hagas caso! ¡Es Carl! —empezamos a forcejear con más fuerza.
—Lana, Brian nunca llegó, nunca estuvo conmigo. ¿Sabes cuándo fue que me...?
—¡CÁLLATE, CARL! —grité haciendo fuerza a los lados para quitarle el maldito cuchillo.
—¡LO ÚNICO QUE VI DE BRIAN FUE SU PUTO BRAZO COMIDO POR THE RAKE! —grité y Lana estalló en llanto. Hice más fuerza hacia un lado con la rabia y conseguí que Carl se cortara con el filo.
—¡AGH! —Carl soltó un quejido y soltó el cuchillo.
Por la fuerza que había puesto, la inercia me hizo ir hacia la derecha con el cuchillo.
Mi brazo se estiró y noté algo antes de perder el equilibrio y caer al suelo.
Miré a Carl. Su expresión había cambiado por completo. Sus ojos estaban más abiertos que nunca y aguados, sus cejas se inclinaron y su boca se abrió en óvalo.
Escuché gorgojeos. Noté líquido en mis manos. Miré hacia mi derecha. Lana derramaba sangre por su boca y garganta. Se tapaba una profunda herida del cuello.
La había degollado.
—¿La-Lana? —dije en un hilo de voz. Con los ojos llorosos.
Lana cayó de rodillas, me miró, y luego hizo el ademán de caerse de frente.
Con rapidez, Carl y yo la agarramos y la colocamos boca arriba.
—¡¡LANA!! —Grité con voz desgarrada.
—Lana... —Carl empezó a derramar lágrimas mientras apartaba el pelo de Lana de su cuello, dejándonos ver la herida que yo había causado.
—L-Lana, y-yo... lo siento... lo siento... lo siento... es-es mi culpa... lo siento... —estallé en llanto aferrándome a su ropa manchada de sangre, igual que mis manos.
Carl descansó su cabeza en su brazo mientras lloraba y murmuraba.
—G-gracias por incluirme e-en el grupo... F-fuiste m-mi primera a-amiga y-y... y... —Carl no pudo continuar porque se atragantaba con su propio llanto.
Escuchamos pasos detrás, Carl se levantó rápidamente y, aún aturdido trató de agarrar el cuchillo de Jeff, pero fue demasiado tarde.
Jeff agarró el cuchillo que tenía Carl en su bolsillo y le apuñaló en el lado izquierdo del abdomen mirándolo a los ojos con una sonrisa.
—Ve a dormir —susurró en su oído y se lo dejó clavado. Carl cayó de rodillas, pero se levantó y salió corriendo como pudo, no sin antes echarme una última mirada de... rabia.
Jeff se acercó a mí, solo pude seguir llorando en el cuerpo de Lana mientras veía cómo Carl se fue desangrándose levemente. El cuchillo no le dejaría morir pronto, pero los proxys del bosque se encargarían de que no buscara ayuda.
—No irá muy lejos, los proxys no le dejarán salir una segunda vez —aclaró Jeff.
Seguí llorando sin saber qué pensar, decir o hacer. Jeff puso su mano en mi hombro y lloré en su pecho un largo rato, tocando con mis dedos la sangre de la quien fue mi amiga hasta el final.
Salí del almacén a toda prisa, agarrando el cuchillo que Jeff me había clavado. Me había quedado con las indicaciones hasta el exterior del bosque, pero primero tenía que llegar a la cabaña de Hoodie. Por desgracia, era mi primer punto de referencia.
Corrí aguantándome el dolor. No sabía si iba a salir vivo. Esta vez lo veía todo mucho más crudo.
Corrí y corrí hasta que visualicé la cabaña de madera oscura. Agudicé la vista. Había dos personas sentadas en la entrada: una mujer, y un hombre.
Traté de huir rápido de allí, sin perderles de vista. La mujer, que me fijé tenía ropa negra como de enfermera, me siguió con su cabeza, y rápidamente tocó el hombro del hombre.
Este giró su cabeza con rapidez, mirándome. Yo no estaba al lado de la cabaña, pero sí lo suficientemente cerca para ver que tenía algo raro en un lado de su cara. A Hoodie... cuando Hoodie comía se le notaba una gran cicatriz en ese mismo lado de su cara. No había duda, era él...
Sin mirarlo más, corrí, corrí y corrí, recordando por dónde había venido. Conseguí atravesar el lado de las cabañas, y el bosque se volvió más frondoso. Escuchaba pasos a mi alrededor; gente corriendo hacia mí, gente en las copas de los árboles...
Un hombre me detuvo el paso. Tenía máscara con orejas de gato... lo había investigado. Era The Cat Hunter.
Asustado, caminé pasos cortos hacia atrás, hasta chocarme con algo. Miré detrás de mí: Kate The Chaser, con un cuchillo en mano.
Me alejé también de ella lentamente. Miré a mi alrededor, más personajes fueron saliendo de entre la maleza, rodeándome: distinguí a Black Rose, Némesis, XVirus, y muchas más personas que no conocía.
Estaba jodido, estaba muy jodido.
Todos estaban armados. Iban cerrando el círculo a mi alrededor. Cada vez más, y más cerca de mí. Se me aguaban los ojos, sabía que este era mi final.
Comencé a reír con nerviosismo, mirándolos a todos mientras lágrimas salían de mis ojos.
—JAJAJAJA, está bien, me habéis pillado. JAJAJAJAJA Me... me habéis pillado.
Dejé de moverme y fijé mi vista en uno en concreto, esperando al primero que me atacara. Entonces, ese proxy levantó la mirada. Los de alrededor imitaron su gesto. ¿Qué demonios sucedía?
Una proxy empezó a tener tics en su cabeza, otros se tapaban los oídos. Pero ninguno parecía querer apartar la mirada de ese algo detrás de mí. Empezando a intuir qué o quién era, me fui girando lentamente. Tenía la piel erizada por el miedo.
Era él. Esa figura casi humana de cuatro metros de alto, sin expresión ni rasgos en ese rostro vacío, con brazos acabados en garras que le llegaban hasta las rodillas. Slenderman.
Empecé a escuchar una fuerte estática que me taladraba la cabeza. Perdí el equilibrio y caí al suelo, sin perderlo de vista. Empecé a llorar, y a sonreír a la vez.
Slenderman sacó de su espalda ocho tentáculos que se movían de forma caótica con movimiento independiente unos de otros. La estática se relajó levemente.
—Será un honor morir por el gran Slenderman.
Sonreí. Sonreí más que nunca. La estática se intensificó. Los oídos empezaron a sangrarme. Lo había conseguido, había conseguido vivir una vida digna de contar: secuestrado por unas leyendas urbanas, liberado por mi astucia y mi inteligencia, y asesinado con público a manos del rey de los Creepypastas.
Sus tentáculos se movían con más rapidez, acercándose algunos a mí. La estática no me permitía escuchar el alrededor, pero no había llegado a destrozarme los oídos aún. Voy a morir... pero podré descansar en paz.
La estática paró. Paró de repente. Slenderman guardó sus tentáculos.
—¿Qué...?
Miré a mi alrededor, y me levanté aturdido. Los proxys empezaron a tirar sus armas al suelo, uno a uno.
—Pero... ¿por qué? —pregunté en un hilo de voz.
Miré a Slenderman. Su cabeza apuntaba dirección a mí, pero no me hablaba, no me decía nada.
—¿Por qué? ¡¿POR QUÉ NO ME MATAS?!
Mi voz se desgarraba. Era mi final perfecto, mi final feliz. Me convertiría en una leyenda. ¡¿Por qué me lo estaba estropeando?!
Su cabeza miró hacia los proxys, e hizo un gesto de afirmación hacia ellos.
Entonces, empezaron a recolocarse, uno detrás de otro, a mis lados. Todos esos proxys habían formado un pasillo para mí, indicándome no realmente el camino, sino el deber de irme.
Miré a Slenderman, confundido, y comencé a caminar, al principio lento y luego con más velocidad por el tenebroso camino de asesinos. Cuando llegó el punto en el que los dejé atrás a todos, tuve que guiarme por mis propios recuerdos, pero con la certeza de que nadie iba a molestarme.
Respiré profundamente al visualizar esa cadena que diferenciaba un lado del bosque del otro. La crucé, no sin antes revisar que no tuviera nada atrás.
Al poner el primer pie en el suelo, una voz profunda habló dentro de mi cabeza.
«Recuerda que no saliste solo. Me debes una».
Con una mezcla de emociones y sin detenerme a pensar por qué me había dejado ir, salí corriendo. Sabía dónde ir para llamar a la ambulancia, aunque era arriesgado: mi casa estaba a las afueras, no muy lejos del bosque.
Caminé, ahora permitiéndome parar de vez en cuando. Me estaba empezando a afectar correr tanto con un cuchillo clavado.
Cuando los primeros rayos del sol empezaron a asomarse en el horizonte, empecé a ver mi casa.
Era un barrio de clase media de las afueras, con casas todas iguales por fuera y con grandes patios delanteros. El nuestro era el más cuidado. Todo con tal de sorprender a los vecinos.
Abrí la verja del patio y me acerqué para llamar al timbre. Dudé un instante antes de hacerlo, podía llamar a la de alguno de mis vecinos y que ellos llamaran a la ambulancia, pero prefería no darles explicaciones. Además, preferiría no contar lo de Lana, y echarle la culpa a mis padres por lo del apuñalamiento sería perfecto.
*DING, DONG*
Me alejé unos pasos de la puerta. Tras unos segundos se escucharon unos fuertes y violentos pasos llegar con rapidez.
Mi padre abrió con su estúpido albornoz azul celeste y sus zapatillas peludas.
—¡TÚ! —me agarró con rabia de un brazo y me arrastró hacia dentro de la casa— ¡MOCOSO INSENSATO! ¿CÓMO SE TE OCURRE VENIR DESPUÉS DE LO QUE NOS HICISTE?
—No lo toques —lo cortó mi madre en seco— mírale el abdomen, lo han apuñalado. Ha venido a echarnos las culpas.
Mi padre me soltó con asco y rabia.
—No te vas a salir con la tuya, voy a llamar ahora mismo a la policía —dijo mi madre con prepotencia agarrando el teléfono.
—Jaja... mocoso inútil —continuó mi padre—. Estás viviendo con el comisario Dimills, ¿no es así? —Lo miré sin saber qué decir. Luego afirmé con la cabeza— bien, ni sé ni me importa quién te ha hecho eso, pero da muy mala imagen que alguien a cargo del comisario haya conseguido escaparse y haber sido apuñalado... —cerré mis puños con rabia.
—Sí... —dijo mi madre burlona— a él lo despedirán y a ti... oh, qué pena, te irás directito a un reformatorio.
—O mejor —la cortó mi padre— ¡A un puto manicomnio! Secuestrado por Slenderman, violado por un esclavo suyo, torturado por Jeff The Killer... ¡¿Pero qué tontería es esa?! JAJAJAJA.
—JAJAJAJA —mis padres comenzaron a reír al unísono.
—Y esa inspectora de mierda, Janna —prosiguió mi madre— ¡esa va a ser la joyita del psiquiátrico!
Esto me estaba empezando a molestar bastante. Un pensamiento se cruzó por mi mente. No voy a seguir soportando mierdas de estas.
—Uff, ¿pero qué dices? ¡¿Cómo van a encerrar a la mejor inspectora del mundo?! ¡JAJAJAJAJA! ¡SI LLEVA UNA BUENA RACHA DE ADOLESCENTES Y DE PADRES MUERTOS!
—Sí... y los siguientes sois vosotros.
Agarré el cuchillo que tenía clavado en el lado izquierdo del abdomen, gemí de dolor y apuñalé directamente en el estómago y pecho a mi padre. Cayó al suelo con la respiración agitada, apoyó sus manos en el suelo.
Le pateé las costillas una y otra, y otra, y otra, y otra vez. Varias veces hasta escucharlas quebrar mientras escuchaba a mi madre gritar de fondo.
Cuando vi que mi padre no se podía mover, saliendo un hilo de sangre de su boca y dando sus últimos alientos, me giré en dirección hacia mi "querida" madre.
—¡M-MONSTRUO! ¡MONSTRUO! ¡ERES UN MONSTRUO! ¿¡QUÉ HAS HECHO!? —Dejó caer el teléfono de la impresión.
La fui acorralando contra la pared, caminando con tranquilidad.
—Soy lo que has criado toda tu vida, ¿quién es el monstruo ahora, mamá? —dije con voz dulce y una pequeña sonrisa.
Degollé a mi mamá, mi querida mamá. Entonces, me vinieron flashbacks de Lana, imágenes de ella, con el cuello cortado. Mi madre hizo el mismo sonido de gorgojeos que ella hizo antes de morir.
Solté el cuchillo y retrocedí unos pasos, comenzando a soltar lágrimas y tirar de mi cabello rubio.
—L-Lana... n-no... L-Lana... —me tiré al suelo a llorar y golpeé el piso con fuerza con mis puños, hasta que sentí un dolor punzante. Mi herida estaba comenzando a sangrar mucho más que antes, no puedo, no puedo perder el tiempo.
Me levanté y analicé la situación, debía actuar rápido. Miré el cuchillo, tenía mi sangre y la de mis padres. Jeff. Jeff sostuvo el cuchillo, tiene sus huellas y las mías.
Jeff, Jeff entró, me siguió mientras entrenaba. Fui... fui a casa de mis padres a recoger unas cosas, él me siguió, mató a mis padres y yo me escondí después de que me apuñalara y llamé a emergencias. Perfecto.
Miré los cuerpos de mis padres, arrastré el cuerpo de mi madre, acercándolo hacia el de mi padre.
Agarré el cuchillo con fuerza y miré sus rostros, respiré hondo y comencé por el de mi padre.
Metí el cuchillo en su boca y traté de tirar hacia la comisura derecha, no cortaba. Así que apuñalé su mejilla y tiré hasta su boca. Funcionó. Hice lo mismo con el otro lado, haciendo que saliera cada vez más sangre.
Miré el rostro de mi madre y apuñalé sus mejillas de la misma forma y volví a tirar, ya estaba hecha la sonrisa aunque con dificultad.
Mojé la punta del cuchillo de trinchera y caminé a la pared de la sala, escribiendo como pude "Ve a dormir", haciéndolo con una caligrafía lo más diferente posible a la mía.
Me acerqué al lugar donde había asesinado a mi madre y tomé el teléfono, llamando a emergencias.
—Ha llamado al 911, ¿cuál es su emergencia?
—M-Molly... —reconocí su voz y se agitó la mía junto con mi respiración.
—¿Carl? ¿Qué pasa?
—M-Molly... por favor... diles a Janna y Damian que vayan a mi casa... estoy herido...
—Carl, pero, ¿qué ha pasado? —preguntó preocupada.
—Mis padres están muertos, Jeff los ha matado, por favor...
—Van en camino, cariño. No te preocupes. ¿Jeff sigue ahí?
—No, s-se ha ido... M-me escondí y-y se fue... puede volver en cualquier momento, por favor, diles que vengan rápido, por favor...
—Enviaré una ambulancia también, no salgas de casa y escóndete, van a llegar en cinco minutos Janna y Damian, ¿está bien?
—S-sí, g-gracias M-Molly... —mi voz empezó a temblar y colgué la llamada.
Miré los cadáveres y no podía sentir nada. Ni siquiera viendo los ojos abiertos de mi padre y las lágrimas que aún quedaban en el rostro de mi madre. No podía sentir pena por mis padres, era incapaz de sentir culpa o remordimiento por haberlos matado por impulso y tener coartada.
Tomé ambos brazos y traté de llorar, fingí estar en llanto pero no era creíble. Solté un suspiro y cerré los ojos, buscando en mi mente algo que me hiciera llorar, lo cual no fue tan difícil.
Los recuerdos de Lana hicieron efecto en mí y comencé a llorar de nuevo desconsoladamente. Apreté los brazos de mis padres teniendo en mi mente la imagen de Lana.
Si no hubiera ido... si no hubiera forcejeado... si no hubiese querido no dañar a Tenny con el forcejeo... Tenny... Tenny...
Lloré a mares y grité en llanto un rato. Me dolía el pecho y el corazón se me estrujaba. Había perdido a mi primera amiga cuando intentaba rescatarla junto al amor de mi vida.
Después de unos minutos, escuché unas sirenas, concretamente de ambulancia y policía.
Aparcaron bruscamente y abrieron la puerta de la misma manera.
—¡CARL! —escuché el grito de Janna, me giré para verla borrosa entre tantas lágrimas.
Escuché que corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, el cual devolví, luego, sentí otros brazos, esta vez masculinos, Damian.
Nos fundimos en un abrazo los tres, yo dejé salir todo, mis emociones sin decir lo que realmente había pasado y por quién lloraba.
Se llevaron el cuerpo de mis padres y Damian y Janna me acompañaron en la ambulancia, vi cómo Noah se subía al coche de Damian y, mientras me tumbaban en la camilla fui cerrando los ojos lentamente.
Curiosidad n°87: En algunos idiomas, la "g" y la "n" juntas hacen sonido de "ñ".
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