Capítulo 79
Estaba sentada en el banquillo, con mis piernas juntas y mi brazo apoyado en una de ellas, sosteniendo mi rostro con la mano derecha.
Carl estaba golpeando el saco con rapidez, haciendo saltos de pies.
Observé sus piernas, llevaba pantalones cortos grises y pude notar que los moratones de sus piernas ya casi habían desaparecido, su piel seguía blanca. Supongo que siempre ha sido así.
—Carl, me llama la atención eso que estás haciendo, ¿quién te lo ha enseñado? —pregunté.
—Eh… —Carl seguía entrenando mientras pensaba. Le faltaba el aire— le dije a Damian que quería ganar rapidez, me recomendó esto.
Me levanté y lo tomé de los hombros deteniéndolo. Él me miró y le quité los guantes.
—Janna, ¿qué haces?
—Pega ahora.
—¿Qué? —me miró desconcertado.
—Pega ahora, como estabas haciendo antes pero sin los guantes.
No muy convencido, volvió a hacer pasos cortos o saltos de pies, recuperando el equilibrio y movilidad que tenía antes. Al primer golpe, soltó un quejido y se agarró la mano dolorido.
—¡Mierda! —gruñó, posé mi mano en su espalda acariciándola.
—Si golpeas con tus nudillos desnudos el saco te puede doler, pero, te volverás más rápido y serán más duros al pegar. Así, cuando golpees a alguien te temerá desde el primer puñetazo que le des.
Carl me miró con atención y luego a sus puños, los apretó y se posicionó para seguir golpeando mientras que me volví a sentar en el banquillo observándolo con una sonrisa, viendo cómo cada vez golpeaba más fuerte y rápido, sumergiéndose en sus tres emociones más fuertes.
—Bien, ya estoy aquí, Lily y Angie nos hicieron el favor de traer la comida —Damian apareció por la puerta unas horas después. Carl había dejado de dar puñetazos para mejorar sus patadas—. ¿Y los guantes? —preguntó al ver los guantes de boxeo en mis manos— Carl, te vas a hacer daño.
—No importa, así seré más rápido y resistiré mejor el dolor —dijo mientras daba una patada con la pierna izquierda.
—¿No crees que es un poco… brusco que entrene así? —me murmuró sentándose a mi lado, yo me encogí de hombros sonriendo.
—Así se descarga un poco y no piensa tanto en ellos, ¿no crees? Le sirve para distraerse.
Damian rodó los ojos negando con la cabeza y fue sacando la comida. Carl dio unas cuantas patadas más y se acercó para sentarse junto a nosotros.
—Cuando terminemos te duchas, vas a crear un charco con tu propio sudor.
Ambos reímos por la broma de Damian, parecía que hoy estaba de buen humor.
—Me está gustando el entrenar gracias a vosotros dos —habló Carl mientras comía una ensalada—: odiaba educación física, era de las peores asignaturas por tener que estar con mis compañeros y hacer actividades aburridas, pero estos días que he estado entrenando… lo noto distinto, no lo sé.
—Fácil —habló Damian comiendo una fajita mexicana—. Cuando estás en el instituto, todo es horrible porque das cosas que pueden gustarte pero no las que te gustan. Eso lo irás descubriendo tú a lo largo de tu vida.
—¿Cómo supiste que querías ser policía? —pregunté intrigada mientras me llevaba a la boca unos tallarines.
—Mi padre cuando era pequeño me hacía ver películas de policías, y me gustaba la idea de hacer un mundo mejor encarcelando a criminales. También siempre se me dio bien hacer deporte y… bueno, quería conocer a mi futura esposa dentro del cuerpo, como las series que mi mamá veía.
—Uuuuuuh… —Carl y yo nos burlamos de Damian y los tres volvimos a reír.
—Con que pensabas conocer al amor de tu vida siendo policía —le dije y él soltó una pequeña risa.
—Bueno, era un sueño de la infancia, no hay que tomárselo en serio.
—Tal vez ya la hayas conocido —dijo Carl—. Pero ella no se haya dado cuenta.
A Damian se le cambió la cara, miró a Carl serio y él solo sonrió.
—¿Me he perdido de algo?
—No, no, solo… cosas de hombres —contestó Carl y siguió comiendo ensalada.
—Oh, ¿hay algo el día de hoy, Damian?
—Nada que los locales no puedan resolver, hoy no ha ocurrido nada importante por el momento.
—¿Entonces tenéis día libre? —preguntó Carl.
—Si eres agente de la ley nunca tienes un día libre realmente, es como ser doctor, siempre tienes que estar por si pasa algo, pero… digamos que hoy no parece haber tanto caos como hemos estado acostumbrados —respondió Damian limpiando sus manos con la servilleta.
—O sea, tenéis día libre pero sin apagar el teléfono.
Damian y yo nos miramos y nos encogimos de hombros.
—Si lo quieres llamar así… —contesté terminando mi comida.
—¿Quieres ir a algún lado?
—¿Podemos ir a la bolera? —preguntó Carl con tono infantil— Podríamos aprovechar para despejarnos, ya que hoy parece ser un día tranquilo podemos… no lo sé, ir a algún lado.
—Por mí bien —dije, Damian asintió y nos levantamos—. Pero primero te duchas, estás chorreando.
—Sí, lo haré —sonrió como un niño pequeño y caminó deprisa hacia el coche.
Damian condujo a su casa, Carl se bajó rápido del coche y fue corriendo a ducharse. Damian y yo bajamos y permanecimos en la sala.
—¿Quieres beber algo? —preguntó y yo negué con la cabeza.
—No te preocupes, ya estoy bastante llena con la comida.
—¿Te llenan unos tallarines y poco más?
—Sí, nunca fui alguien que comiera en exceso —sonreímos y permanecimos en silencio, uno que, por suerte para ambos, no era incómodo.
—Ya estoy, perdón por tardar.
Carl bajó las escaleras casi a zancadas. Llevaba un pantalón y camiseta cortos, ambos de color negro.
—Ve por una chaqueta que hace frío —le dije y Carl volvió a por una chaqueta, del mismo color de su ropa.
—Déjame adivinar, ¿tu color favorito? —preguntó Damian y Carl asintió.
—Le queda bien, hace contraste con su piel —comenté y Carl agachó levemente la cabeza avergonzado y sonreí—. Estoy segura de que serás el centro de todas las miradas, levanta la cabeza y diviértete.
Soltó una pequeña risita y negó con la cabeza. Salimos de la casa de Damian y condujo hasta el centro comercial.
—¡Sí! —Damian levantaba las manos al aire celebrando haber derribado todos los bolos.
Hacía tiempo que no venía a la bolera. De vez en cuando el grupo y yo nos reuníamos aquí después de ir al cine, y aunque nunca se me hubiera dado demasiado bien esto de los bolos, me encantaba pasar más tiempo con Tenny.
—¡Prueba tú ahora, Carl! —me dijo Janna ofreciéndome una bola. Las recordaba algo más pesadas. Supongo que se nota el ejercicio.
—Allá voy… —dije emocionado pero no muy convencido.
—¡Así se hace! —Damian me felicitó agarrándome de los hombros contento. Las había derribado casi todas. Solo faltaban dos.
—¡LO HE HECHO! —grité riéndome de la emoción. Dios, me habría encantado que Tenny lo hubiera visto. Siempre eran Fu y Locke los que lo hacían bien, no yo. Pero bueno, supongo que el secuestro ha demostrado quién vale en realidad la pena…
—Carl… vamos a tomar algo —Janna estaba rara. Me quería guiar hacia la mesa más oculta, una en una esquina tras una columna.
Entonces me percaté. Había un grupo mirándome y cuchicheando cerca de la entrada. Desde que entré al local la gente había estado mirándome, pero estos eran demasiado descarados.
—¿Quiénes mierda son esos? —estaba enfadado. No iba a ocultarme mientras se reían de mí. No de nuevo.
—Carl… no nos busquemos problemas. Solo estarán intrigados, no creo que estén burlándose —Damian me detuvo el paso.
—Me están saludando mientras se ríen. Quiero ver quiénes… mierda —gente de mi curso. Era gente de mi curso con la que también fui a clase en la escuela. Algunos eran del antiguo grupo de Locke… esos inútiles que me humillaban y golpeaban.
—Yo tampoco pienso permitir que se rían de él. Déjame ir a mí —dijo Janna. Damian suspiró. Adelanté a Janna y llegué antes hacia ellos.
—¡Carl! ¡Los rumores son ciertos, estás sano y salvo! —Víctor, ese rubiales de gimnasio me recibía con los brazos abiertos mientras se reía. Todo el mundo nos miraba.
—Sí… sano y salvo de… Slenderman. ¿No? —Madeleine. Pelo corto negro, bajita y con más cántidad de pulseras que de tela en la ropa. Esta siempre ha sido odiable— Oh venga, lo digo en serio, estoy preocupada por ti, ese ser debe dar mucho miedo, no me pongas esa cara —me acerqué a ella. Era mucho más alto y musculoso que esa furcia. Se echó para atrás dejando que Víctor la protegiera—. Dime, Carl —siguió hablando con su voz aguda—, ¿te hiciste pipí encima al verlo? —sonreí con notorio enfado.
—¡No te enfades, Carl, hermano! —gritó ahora Marc, un idiota de metro noventa que llevaba gafas de sol hasta por de noche.
—No soy tu "hermano" —nunca he soportado ese apodo entre amigos. Menos lo iba a soportar viniendo de un estúpido así.
—Chicos, Carl escapó de unos asesinos. ¡Ni el falso de Locke salió vivo de eso! —siguió hablando— ¿No es impresionante este rubiales? Venga, Carl, cuéntanos, ¿cómo es posible que tú escaparas y otros más útiles que tú no? —me agarró del hombro y me susurró al oído, pero el silencio hizo que todo el mundo lo escuchara— Lo más lógico sería pensar que es porque tú los mataste, ¿no es así, rubita? —me apretó el hombro. No podía contenerme más.
—¡AAAH! —gritó Marc. Esa llave que me enseñó Damian para inmovilizar no hacía fracturas ni heridas, pero al parecer dolía una barbaridad.
—¡YA ESTÁ BIEN! —Janna me apartó del chico y lo agarró por detrás de los brazos. Todo el grupito se quedó impactado—. Carl, da gracias que no le has roto nada. Y vosotros —se dirigió a los idiotas—, dad gracias que no os hagamos nada a pesar de intentar humillar a una persona vulnerable.
—Señora —la voz aguda de Madeleine era lo peor—, ese bárbaro ha agredido a nuestro amigo, le haya roto algo o no, vamos a denunciar. Nosotros no le hemos hecho nada.
—Esa señora es la inspectora jefe de policía —intervino Damian por detrás con serenidad. Se quedaron blancos al verlo, puede ser que no miraran mucho las noticias y no reconocieran a Janna, que lleva poco tiempo en la ciudad, pero a Damian lo conocía todo Precespyata—. Y yo el comisario de Precespyata. Carl no ha actuado bien —me miró— y podéis denunciarlo y seguramente se le acuse por un delito leve, una multa pagada en cuatro meses lo solucionaría —Víctor rio y me miró por encima del hombro— pero a vosotros se os denunciará por lesionar la dignidad de Carl, humillarlo y desacreditarlo públicamente por su situación personal —se acercó a ellos y con serenidad y orgullo habló—, lo cual conlleva desde una multa a pagar en doces meses a una pena de prisión de seis meses a dos años. Para cada uno de vosotros —Madeleine tragó saliva. Se miraron nerviosos entre ellos.
Janna soltó a Marc.
—¿Sabes? —soltó Marc— Estoy bien, chicos, no me ha hecho nada de daño. El pobrecito aún no ha recuperado la fuerza del todo… —me dió el impulso de volver a abalanzarme hacia él. Janna me detuvo— No es como para denunciarlo. Estamos en paz.
Todos rieron nerviosos y desaparecieron por donde habían venido. El dueño del local se acercó a nosotros. El resto de la gente intentó volver a lo suyo, pero se notaba la tensión en el ambiente.
—Siento mucho lo de esos chicos… son clientes habituales, no pensaba que fueran a ser así —se disculpó.
—No se preocupe —respondió Damian—, problemáticos hay en todos los lugares —sonrió.
—Sé que la presencia de Carl puede alterar un poco a algunas personas.. Tomad un cupón de seis bebidas gratis para compensar. Y, para que no se vuelva a repetir, la próxima vez que vengan avisen y les reservo el local un día solo para ustedes tres y los de confianza —me hizo gracia que nos tratara de usted a pesar de no tener más de treina años. Se ve que el puesto de Damian y de Janna aportaba mucho respeto.
—Muchas gracias… pero quédese con el cupón. No ha sido culpa suya —Janna era demasiado buena. Yo me habría quedado con los cupones sin dudarlo.
El señor asintió y volvió a su lugar, miré a Damian y Janna quienes estaban con la mirada por donde se habían ido esos idiotas.
—Sé que no debí haberle casi roto el brazo, pero…
—No, escúchame —habló Janna tomándome del hombro—. Está bien que te defiendas físicamente pero solo cuando la otra persona lo empieza, así te evitas más problemas legales de la cuenta.
—O al menos no delante de nosotros —dijo Damian y rei—. Vas a tener a la policía de tu lado.
—¿Apología a la corrupción, Dimills? —reímos los tres y Damian se encogió de hombros
Mi estómago rugió levemente.
—Bueno, creo que es hora de cenar, ¿os apetece ir a un kebab?
—Sí, ¡me muero de hambre! —dije y Janna asintió.
Salimos de la bolera y caminamos por los pasillos del centro comercial hasta el restaurante de kebab llamado "Al Morillo".
—Buenas noches, ¿qué desean pedir? —la cajera de rasgos árabes nos atendió con una sonrisa.
—Bien, eh… —Damian nos miró.
—Yo una falafel, papas y agua, por favor —contestó Janna.
—Una shawarma y papas y agua —respondí.
—Una media luna con agua y papas, por favor.
—Una falafel, una shawarma, una media luna y tres de papas y tres de agua, ¿no?
—Sí.
—¿Desean alguna salsa en especial?
—No, gracias.
—Bien, tomen asiento y yo les llamo.
Damian agradeció y tomamos asiento en el restaurante. A los segundos nos trajeron la bebida y, a los minutos la comida.
—Está muy bueno —dije comiendo la shawarma, que era como un kebab.
—No me disgusta el mío —contestó Janna mordiendo la falafel, tratándose de un kebab con verduras dentro.
—La media luna es de mis favoritos, tiene bastante carne —comentó Damian.
Después de un rato, Janna se levantó, diciendo que tenía que ir al baño.
Damian y yo observamos el lugar mientras, podía ver desde mi lugar el mostrador perfectamente y había una pequeña fila.
Me percaté de que en la fila había una bufanda conocida, lo miré de arriba abajo y me quedé pálido.
—Damian, Damian… —tiré de la manga de su gabardina algo asustado.
—¿Qué pasa, Carl?
Señalé con la mirada al hombre, Damian giró su cabeza y se quedó mudo.
El hombre estaba mirando arriba, concretamente al reloj detrás del mostrador y luego miró a su alrededor encontrándose con nuestras miradas, reflejando en su rostro la misma expresión de sorpresa.
—No puede ver a Janna —susurré y Damian asintió sin quitarle el ojo de encima.
Me levanté y él me miró, caminé hacia el baño notando cómo me seguía con la mirada y entré disimuladamente al baño de mujeres.
—Janna —la llamé mirando hacia todos lados.
—¿Carl? ¿Qué haces aquí?
—¡Es Liu! ¡No salgas del baño hasta que te avisemos!
—¡Tiene que ser una puta broma! —exclamó dentro del baño.
—¡Damian y yo nos las ingeniaremos! ¡No salgas hasta que te digamos!
Salí del baño lo más relajado posible y busqué con el refilón de la mirada a Liu, sin verlo, entonces, me senté con Damian y había desaparecido.
—¿Dónde está? —miré a Damian que estaba guardando algo en su bolsillo.
—Se ha ido, no le conviene estar aquí, a parte de que… le hice una pequeña advertencia.
—¿Qué le has hecho?
—Dile a Janna que salga, volvamos a casa cuanto antes —dijo sin más.
Caminé al baño y avisé a Janna de que se había ido, salió rápidamente y fuimos con Damian para volver a casa.
—No me está siguiendo, fue una casualidad… —murmuró Janna cruzada de brazos, Damian sonrió de lado.
—Fue una casualidad, pero ahora él sabe quién manda.
—¿Me vas a decir qué le hiciste? —Janna le miró.
—Solo le advertí que no le convenía estar por aquí ni seguirnos.
—¿Le hablaste? —pregunté frunciendo el entrecejo confuso.
—No, no me hizo falta.
—¿Entonces? ¿Tiene que ver con tu bolsillo?
—¿Bolsillo? —habló Janna— Damian, no le habrás sacado la pistola, ¿verdad?
Damian se quedó callado, la cara de Janna era un poema.
—¿Le has sacado la pistola a Liu en un lugar público?
—Solo la dejé en la mesa y le apunté con ella, no fue nada, tampoco se enteró nadie.
—Damian, ¿eres consciente de que acabas de dictar tu sentencia de muerte?
—Él ya la dictó antes, desde el momento en que mató a la primera persona que asesinó.
Janna soltó un suspiro y Damian paró el coche, habíamos llegado a la casa de Janna.
—Tened cuidado, cualquier cosa avísame por el móvil.
—Lo tendremos, buenas noches.
—¡Buenas noches! —dije y Janna me lo devolvió desde afuera de la ventana. Cuando Janna entró en casa, Damian arrancó el automóvil y nos regresamos a casa.
Después de ponerme el pijama, Damian vino a darme las buenas noches.
—No te preocupes, no les conviene ir a por ti ahora.
—¿Por qué?
—No les conviene tocarme un pelo, y si te lo tocan a ti o a Janna, es como si me lo hicieran a mí.
—Am… ¿está… bien?
—Algún día hablaremos de ello, si quieres, pero ahora no, es muy tarde, Carl.
Asentí y me tapé con las sábanas, nos deseamos las buenas noches y cerró la puerta.
Curiosidad n°79: A pesar de que los Creepypastas no deberían dejarse ver tanto, Liu (como en otras muchas ocasiones) sigue saltándose algunas reglas (aunque siempre es precavido para que no lo reconozcan).
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