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Capítulo 75

[Narrador omnisciente]

[Beep. Beep. Beep].

—Emergencias, ¿qué ha ocurrido?

—Hola. Quiero reportar un suicidio.

Las gotas caían sobre nuestras cabezas y ropas. Estábamos afuera de la casa de donde habían llamado, esperando que fuese una broma de mal gusto, esperanzados.

Entramos en la casa, la puerta estaba entreabierta. Las paredes claras y rectas lucían apagadas.
Subimos las escaleras, pasando por un cuarto con la puerta cerrada de la que colgaba un letrero con dos nombres, se trataban de los hijos del hogar.

Pasamos al dormitorio principal, y efectivamente, se encontraba el cuerpo postrado en la cama.
Su piel estaba fría y pálida. Sus ojos estaban cerrados, su cabello descuidado combinaba con su barba sin afeitar de pocos días, estaba completamente tapado con sus sábanas, como si estuviera durmiendo finalmente en paz.

En la mesilla de noche se encontraban unas pastillas para dormir, el bote estaba casi vacío. Era inevitable que esto ocurriese, ¿verdad?

Los forenses se llevaron el cuerpo, eché un vistazo alrededor de la habitación sin encontrar nada, hasta que vi el teléfono.

—Debo escuchar esa última llamada… Al menos para saber si… quiso expresarse… —murmuré para mí misma y salimos del funesto hogar tras ver que no teníamos nada más que hacer allí.

Conduje hacia la comisaría, me seguían las patrullas de cerca.
Cuando llegué, Damian estaba en la entrada de la comisaría, esperándome al lado de Carl.

—Carl, son las cinco de la mañana casi, ¿qué haces despierto? —pregunté caminando a través de la lluvia hasta llegar a su lado.

—Quedamos en que no me separaría de vosotros, ¿no? —respondió dándome una sonrisa.

—Ay, Carl… Pero deberías dormir aunque fuese un poco.

—No te preocupes, ¡estoy bien!

—Dime que no le has dado café tan temprano —le dije a Damian en bajo a lo que él solamente se rio.

—Carl, ve adentro, puedes ir al campo de entrenamiento si quieres.

—¿De verdad? —preguntó entusiasmado, a lo que Damian y yo reímos, parecía un niño pequeño al que sus padres le habían dado permiso de ir al parque a jugar.

—Sí, tienes un saco de boxeo, de hecho, puedes empezar a entrenar si te apetece.

—¡Gracias, Damian! ¡Janna, abrígate, no quiero que te resfríes!

Carl se fue a paso rápido buscando la sala que le había dicho Damian, volvimos a reir.

—Es tan mono… —dije en un hilo de voz mirando cómo se iba.

—Se nota que te adora —siguió Damian riendo y tomando un café—. Vamos dentro.

Entramos, en la comisaría había pocas personas, ya que la mayoría trabajaba en el turno de mañana y pocos nos quedábamos en la noche o de madrugada.

—Bien… ¿entonces? ¿Fue de verdad un suicidio? —soltó un suspiro mirándome con pena.

—Eso parece… Yo… Damian, cuando vi el cuerpo me sentí tan… tan…

—Lo sé, Janna, lo sé…

Puso su mano en mi hombro tratando de consolarme y nos miramos, ambos sentíamos la impotencia, pena y rabia sobre aquel suicidio.

—Me… me gustaría escuchar la llamada, escuchar sus últimas palabras, ya sabes, todo lo que quiso expresar antes de… quitarse la vida.

Damian asintió y recorrimos la comisaría hasta llegar al departamento de emergencias. Había pocos teleoperadores, pero se escuchaba de vez en cuando algún murmullo entre compañeros.

—Hola, Molly —saludé cordialmente acercándome a ella, la mujer negra y de contextura gruesa se giró en su silla para mirarme.

—Oh, Janna, hola —sonrió levemente— ¿en qué puedo ayudarte?

—Verás, nos gustaría escuchar la llamada de las 4:12 AM, el reporte de suicidio, por favor.

—Es la única que ha habido en la noche, ha sido una jornada tranquila esta vez —comentó y buscó en el archivo, tardando menos de un minuto en encontrarla— aquí está.

Molly activó los altavoces para que Damian y yo escucháramos la llamada.

(Beep. Beep. Beep).

—Emergencias, ¿qué ha ocurrido?

—Hola. Quiero reportar un suicidio.

Fruncí el ceño desconcertada, esa no era la voz del señor Sanadesio.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, poniéndome la piel de gallina y comencé a sentir una opresión en mi pecho al escuchar la voz sin saber porqué.

—¿Dónde ha pasado el suicidio?

—En Elm Avenue, número 48.

—¿Hay alguien contigo ahora mismo?

—Solo el cadáver, si se refiere a alguien vivo estoy solo en este momento.

—Bien, las autoridades van de camino, necesito que me diga su nombre, por favor.

(Pip).

Damian y yo nos quedamos callados sin saber qué decir o pensar.
Esa no era la voz del señor Sanadesio, era una voz totalmente diferente. La opresión en el pecho no se iba, y la sensación tampoco, esa voz me resultaba un tanto familiar, pero juraría que nunca la había escuchado.

Lo que sí estaba claro es que había algo más en este suicidio.

—Esa es la voz del hijo de perra —Carl habló de la nada y todos miramos en su dirección, su ceño estaba fruncido, sus manos hechas puño y su mandíbula tensa.

—Carl —habló Damian.

—Esa es la voz de Jeff.

Abrí mis ojos sorpresivamente, quedándome muda e inerte en mi lugar.
¿Jeff? ¿Qué Jeff? ¿El mismo Jeff? ¿Ese Jeff? ¿Qué?

—¿Por qué ha llamado a emergencias? ¿Qué ha pasado ahora? ¿Qué ha hecho ahora?

—Carl, tú no deberías estar aquí —Damian se acercó a él tomando ambos hombros— esto es asunto de la policía, es confidencial, y tú sigues siendo solo un civil aunque vivas conmigo.

Carl no quitaba ojo del monitor sin cambiar su expresión.

—Ha matado al padre que quedaba de Brian y Fu, ¿verdad? Ha dicho su dirección, lo escuché todo.

—Carl —lo volvió a llamar Damian.

—¡Otra vez lo está haciendo! ¡Ha vuelto a matar! ¡Ha vuelto a hacer daño! ¡Siempre lo hace! ¡Siempre lo hace! ¡Tenemos que detenerlo! ¡Podemos ir por él!

—Carl… —repitió Damian con un deje de enfado en su voz.

—¡Tenemos que ir por él!

—¡CARL! —Damian alzó la voz, sobresaltando a los presentes en la sala.

Carl enmudeció y lo miró con atención encogiéndose, como si fuese un niño pequeño regañado por su padre.
Damian se cruzó de brazos mirándolo mirándolo seriamente, tensando más al chico.

—Sal, ahora. Ve a la sala de entrenamiento y te quiero ver golpear el saco de boxeo cuando vaya, sin decir ninguna palabra.

—Damian… —dije en un hilo de voz, se había pasado con el pobre Carl. Sí, se había entusiasmado de más, pero no creo que haya sido para hablarle de esa forma.

Pero, para mi extraña sorpresa, Carl sonrió levemente y asintió, su cuerpo se destensó, Damian no se encontraba alegre, pero tampoco enfadado, intercambiaban miradas cómplices.
Mire a uno y a otro varias veces, tratando de entender qué pasaba, Carl, en silencio como le dijo Damian, se fue sin decir nada, dejándome aún confusa.

—¿Pero… qué…?

—Entonces lo confirmamos, esa es la voz de Jeffrey Woods —Damian volvió su vista al monitor como si nada hubiera pasado y agarró su barbilla con los dedos índice y pulgar, pensativo. Yo me limité a permanecer en silencio—. Este suicidio ha sido extraño, Janna, hablemos de esto en mi despacho, necesito que me cuentes con detalle la escena del crimen. Molly, sigue trabajando, lo estás haciendo bien.

Tras decir esto, Damian caminó apresuradamente y yo detrás de él. En el pasillo encontró a dos de los forenses tomando café, se acercó a ellos y les pidió que trajeran a la médico forense, que necesitaba confirmar la autopsia.

Ellos asintieron y a los pocos segundos se fueron.
Llegamos a su despacho y cerró la puerta tras de mí.

—Bien, empecemos —se apoyó en la mesa de su escritorio mirándome de frente— descríbeme la escena.

—Después de la llamada acudimos al hogar de los Sanadesio, la puerta estaba entreabierta, supuse que la había dejado de esa forma para que lo encontráramos fácilmente. Todo estaba apagado, subimos las escaleras, pasando por la puerta de Fu y Brian y la puerta de los señores Sanadesio estaba abierta, en la cama se encontraba el cuerpo boca arriba, tapado por las mantas y en la mesita de noche había un bote de pastillas casi vacío.

—¿Qué contenían las pastillas?

—Clorfenamina —contesté.

—Pastillas para dormir, entonces —miró hacia el techo ordenando sus ideas—. Está bien, si lo que dice Carl es cierto, esa es la voz de Jeff, pero no lo ha asesinado él.

—No, el cuarto estaba limpio, no había manchas de sangre, el cuerpo estaba intacto ni en las paredes se encontraba su típica frase.

—Eso confirma que el señor Sanadesio se suicidó antes de que Jeff llegara, pero no entiendo el porqué llamó a emergencias para que encontráramos el cuerpo. Eso no tiene sentido —se volvió a cruzar de brazos mirando al suelo.

—Tal vez sea su humor —Damian me miró—: Jeff tiene un sentido del humor macabro, le hace gracia el sufrimiento ajeno, no olvidemos que mata por placer. Tal vez haya hecho la llamada para burlarse de nosotros, como diciendo "mirad, no hace falta ni que las mate yo mismo, ¡se mueren ellos solos!".

Damian arqueó una ceja al escuchar cómo agravaba mi voz tratando de imitar la voz grave de Jeff.

—Es una posibilidad, pero no sonaba a que le hiciera mucha gracia en la llamada, se le escuchaba bastante serio.

—Tal vez quería parecer serio —respondí frunciendo el ceño.

—Jeffrey Woods sigue siendo humano, ¿no hay alguna posibilidad de que haya sentido… pena?

Abrí mis ojos exageradamente ante lo que acababa de escuchar. ¿Jeff? ¿Jeff sintiendo pena por alguien? ¿De verdad?

—Damian, espero que eso sea una maldita broma… ¡Jeff no siente pena por absolutamente nadie! Es un ser que le encanta destruir vidas, ¡solo mira a Carl! ¡La mayoría de sus cicatrices han sido por Jeff! ¡Hasta le ha dado una paliza que casi lo mata! —exclamé exasperada, no daba crédito a lo que escuchaba, no podía creer que Damian por un momento pensase en que Jeff podría sentir remordimiento.

Damian se acercó a mí y tomó mis hombros con sus manos soltando un suspiro.

—Janna, te necesito. Te necesito con la cabeza fría, estoy seguro de que te estoy pidiendo más de lo que debo y puedo, pero por favor, para poder resolver esto necesito que pienses con claridad, sin dejarte llevar por tus emociones. Sé quién es ese hijo de puta, sé lo que le ha hecho a Carl, lo que te ha hecho a ti y lo que ha hecho durante estos años y a las personas de Precespyata. Quiero verlo entre rejas y que no pueda salir nunca más, recibiendo los golpes y castigos posibles de todos los reos y guardias, pero para atraparlo necesito a la Janna pensante, no a la Janna impulsiva, aunque me gusten ambas.

Mis ojos se aguaron y mis mejillas se calentaron, mis nervios tomaron el control de mi mente y cuerpo, Damian había logrado sonrojarme con sus palabras.

Remojé mis labios con mi saliva y respiré con lentitud, él tenía razón, necesito ser clara.

Limpié mis ojos y abrí la puerta del despacho de Damian, caminamos juntos pasando por el pasillo y varias habitaciones, yendo a la morgue.
Abrimos la puerta y la médico forense ya se encontraba al lado de la camilla junto al cadáver.

—Llegáis justo a tiempo, estaba apunto de empezar —habló Veina, una chica pelirroja de pelo rizado, alta y delgada.

—Disculpa la tardanza —dijo Damian colocándose al lado de la camilla— queríamos tener todo el suceso en orden.

—Y hacéis bien —se colocó los guantes y destapó al señor Sanadesio hasta el pecho, su piel estaba justo como lo encontramos en su cuarto: pálida y fría.
Veina tomó una grabadora y comenzó a hablar.

«10 de diciembre de 2016, comisaría de Precespyata, 5:23 de la madrugada. Causa de la muerte: paro cardíaco por sobredosis de clorferamina.
El cadáver es encontrado en la madrugada del 10 de diciembre de 2016, postrado en su cama, hasta el momento del levantamiento del cadáver (4:43) cuando, una vez encontrado se aprecia un bote de pastillas de clorfenamina. Al llegar al domicilio, la puerta estaba entreabierta, indicando que otra persona había entrado en la casa, para luego llamar a emergencias y dar con el cadáver del hombre de 45 años.»

Dejó la grabadora a un lado y comenzó a tomar fotos del cuerpo, examinó minuciosamente la cabeza, cuello, hombros y torso del hombre, tratando de encontrar algo, luego volvió a tomar el aparato para grabar.

«El cuerpo no presenta contusiones ni golpes, marcas violentas o defensivas, en los brazos, manos y uñas, piernas, y pies tampoco.»

Veina se paseaba por el cuerpo una y otra vez. He de reconocer que cuando destapó al señor Sanadesio por completo desvié mi mirada, era extraño verle los genitales a alguien que conocía, y más estando muerto.

Cortó un pedazo de uña y lo colocó bajo un microscopio, tardó unos segundos en volver a hablar a la grabadora.

«Restos de almidón glicolato de sodio, magnesio, estearato, celulosa microcristalina y calcio fosfato dibásico dihidrato, los componentes de la clorfenamina. Concluimos que, careciendo de golpes o signos de violencia y con los restos de polvo de clorfenamina en los dedos, fue un suicidio.»

Apagó la grabadora y nos miró a Damian y a mí.

—Comisario, inspectora, esto ha sido un suicidio, les puedo enseñar el cuerpo todo el tiempo que quieran hasta que termine el rigor mortis.

Nos miramos entre nosotros dos. Jeff no había tocado el cuerpo, por lo que, hubiera fallecido a propósito o no, esta vez el Creepypasta no había tenido nada que ver. Lo que me sorprende es que no se hubiera puesto a jugar con el fallecido, pero supongo que no es tan divertido si no gritan.

—¡MIERDA! —grité y golpeé la pared del despacho de Damian en cuanto entramos de nuevo—. ¡¿A qué se supone que está jugando?!

—Janna, sé que da rabia no haber podido evitar su muerte, pero no puedes desear que lo hubiera matado Jeff… —respondió Damian tras suspirar. Se notaba que también estaba harto de todo eso, aunque supiera mantener mejor la compostura que yo.

—Jeff entró para matarlo. ¡Pasó como si nada por la puerta principal! ¡¿Dónde están los supuestos refuerzos que pedimos para vigilar sus casas?!

—No podemos obligarlos a tener  policías persiguiéndolos para todas partes. Ninguno nos dió su consentimiento final para hacerlo… —Damian estaba de brazos cruzados con la cabeza pegada a la pared, mirando el techo—. No sé si deberíamos hablarle a los padres que quedan sobre la llamada de Jeff, para ver si los convencemos… La que más me preocupa es la madre de Locke. No sé si deberían evaluarla psiquiátricamente, la verdad, pero la última vez que la vimos…

—Todos deberían recibir esa ayuda, hasta nosotros. ¡Esto es una locura! —contesté yo más exaltada— y luego está la PCE, que seguro que no tardan en venir para pedirnos datos sobre el señor Sanadesio. El problema es que ellos también tienen acceso a esa llamada, ¡como se den cuenta...!

—Janna… —le corté la palabra.

—Estoy desconcertada, esa llamadita… ¿compasión? ¡Él no puede sentir eso! —de repente, una suposición me vino a la cabeza. Liu… lo último que me dijo Liu, que me uniera a ellos, que todo estaría bien… Liu sabe que estoy en comisaría, aunque supuestamente sea en tráfico, ¿le pediría a su hermano que intentara mostrar algo de compasión por alguien para, de alguna manera, enterarme y pensar que son buenas personas después de todo?

—Janna —Damian me tocó el hombro, provocando que me saliera de mis pensamientos— deja que organice esto yo. Necesitas despejarte, no estás haciendo ni intentando hacer razonamientos lógicos. Por más que nos duela, el señor Sanadesio ya está muerto, y Jeff no ha tenido que ver con eso. Hay que centrarse en el futuro, y el futuro son esos chicos y sus padres. Tenemos que centrarnos en protegerlos, no en hacer hipótesis sobre el pasado. Ve con Carl un rato, id a tomar algo y despejaos mutuamente, seguro que él también está nervioso por todo esto… —sonrió al terminar de hablar. No me apetecía alejarme de la comisaría ahora mismo, quería llegar hasta el fondo de esto, pero sabía que Damian tenía razón.

—¡Damian, espera! —lo corté, ya que se me había ocurrido algo— ¡El teléfono! Jeff llamó desde la casa de los Sanadesio, ¡sus huellas han de estar ahí!

—¡Claro! —exclamó— Quédate aquí, yo iré ahora mismo, ve y haz lo que te dije, cuando demos con la huella de Jeff te avisaré, tardará un poco.

Sin dejarme tiempo para contradecirle, salió de su despacho fugazmente, dejándome sola.

Caminé hacia la sala de entrenamientos, que no era más que un mini gimnasio para policías que rara vez se usaba, tenía sacos de boxeo, una máquina de correr, algunas pesas y tres salitas para practicar tiro. Carl estaba levantando pesas, sonrió al verme llegar.

—Janna, ¡mira esto! Cuando escapé me costaba hasta levantar una silla, ¡y ahora llevo dos series de ocho repeticiones con las pesas de cinco kilos! —el sudor le caía por la frente y se le acumulaba en el cuello de la camiseta. Sonreí.

—Muy bien, Carl, sigue así… no sabes cómo me alegro de que estés llevando esto con esperanza e ilusión. Pero recuerda que si a veces sientes miedo, estoy… Damian y yo estamos aquí contigo, para lo que necesites.

—Gracias, Janna. ¡Te prometo que entrenaré y mataré a Jeff! ¡Sea como sea!

Sonreí ante su eufórica promesa, lo abracé fuertemente y él no tardó en devolvérmelo.

—Cielo, solo preocúpate de defenderte, yo soy la que tiene que matar a Jeff, no tú.

—Ya lo veremos —besé su cabeza, nos separamos y siguió levantando pesas, yo me apoyé en la pared mirándolo mientras pensaba.

Han pasado dieciséis años, dieciséis años en los que Jeff empezó a arruinar vidas por completo. Esto tiene que acabar, y juro que acabará pronto, sin importar qué tenga que hacer.

Curiosidad n°75: Si el odio de Janna y Carl fuese un material, sería un combustible infinito.

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